Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ El Arte de Sobrevivir ❯ Hacia lo siguiente ( Chapter 6 )

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Capítulo VI


Hacia lo siguiente

 

 

Raditz frunció el ceño mientras pulsaba los botones de su rastreador; trataba de sincronizarlo con el que usaba Vegeta, pero no captaba ninguna señal, lo cual asumió, significaba que el príncipe lo había apagado. Volvió a mirar a Nappa y negó enérgicamente con la cabeza. Nappa se hallaba de pie delante de su vaina espacial, apoyado de brazos cruzados contra esta. Refunfuño molesto, se preguntaba por qué tardaba el príncipe. Ambos saiyayíns estaban listos para partir y solo esperaban a Vegeta para poder ir a hacerse cargo de su siguiente asignación.

Cui y Jhainer se ubicaban no muy lejos en la plataforma de despegue realizando rápidos chequeos expertos a sus vainas espaciales, los adolescentes intentaban despegar tan pronto como fuera posible. Cui decidió aplazar su encuentro con Manzín en favor de adelantarse a sus tres rivales, de esa forma se escogía a sí mismo por encima de cualquier potencial alianza. La mentalidad de Jhainer no era muy diferente.

Ni bien Jhainer estuvo satisfecho, se subió a toda prisa a su vaina espacial y cerró el pestillo de la puerta. Solo una fracción de segundo después, Cui se lanzó dentro de su propia nave en un desesperado intento por mantenerse al día. Nappa y Raditz no se inmutaron cuando ambas vainas espaciales despegaron y se dispararon hacia el cielo seguidas por dos vacías que retornarían llenas. Unos instantes más tarde, estaban fuera de vista.

—Vegeta se va a cabrear. —Se quejó Raditz al saiyayín mayor—. Y te apuesto que nos culpará por no informarle que Jhainer y Cui ya se largaron.

—Supongo que el muchacho debe de haber perdido la noción del tiempo. —Nappa devolvió la queja, a pesar de saber que la simple idea era ridícula incluso antes de que las palabras salieran de su boca. El joven príncipe no era nada si no meticuloso cuando se trataba de detalles.

—El príncipe Vegeta perdiendo la noción del tiempo, claro —resopló Raditz burlonamente y puso los ojos en blanco.

—Mira como usas ese título, tercera clase —gruñó Nappa en señal de advertencia—. Trata de ver si puedes captar su poder, quizás lo localices así.

Raditz le frunció el ceño, pero llevó el brazo hasta su rastreador para hacer lo que se le dijo. Las luces comenzaron a correr en el aparato mientras observaba a lo lejos; pasados unos minutos, se volvió hacia Nappa y negó con la cabeza.

—No hay nada que coincida con su nivel de poder.

Esta vez, los dos saiyayíns cayeron en un tenso silencio y se miraron el uno al otro muy inquietos. Ambos sabían a ciencia cierta que Vegeta no había dejado el planeta, ya que ellos estaban parados allí mismo, en la plataforma de despegue. La única forma de que su nivel de poder cayera era si hubiera sido golpeado en una pelea o si estuviera muerto.

—Déjame ver —dijo Nappa mientras levantaba el brazo para activar su propio rastreador. Después de todo, si el rastreador de Raditz funcionaba mal y ellos fueran tras de Vegeta, solo retrasarían aún más las cosas, en consecuencia harían que su príncipe los mandara al demonio.

Tan pronto como las luces cruzaron el rastreador de Nappa, Zabón salió de la base de Frízer en dirección a la plataforma de despegue. Estaba medio arrastrando, medio tirando de un Manzín apenas consciente, agarraba al joven alienígena de su flamante armadura de plata que iba junto a la apropiada capa negra. Cuando Zabón se acercó lo suficiente a la vaina espacial de Manzín, arrojó al muchacho hacia esta. Manzín, incapaz de evitarlo, se estrelló en el suelo de cara; no tenía la energía para levantarse después de la feroz paliza que había misericordiosamente terminado solo unos momentos antes. Abrió la boca por aire y sus ojos se cerraron con fuerza por el dolor, pero Zabón y los saiyayíns no le hicieron caso.

—¿Dónde está su precioso príncipe mono? —pregunto Zabón buscando por encima de la vaina espacial desocupada de Vegeta.

Nappa desactivó lo más rápido que pudo su rastreador y bajó la cabeza en señal de respeto.

—Está en camino, Zabón.

Sin darle dos pensamientos al asunto, Zabón se encogió de hombros y comenzó a regresar a la base; si Vegeta quería llegar tarde, solo se hacía daño a sí mismo y a sus posibilidades de ganar el rango. A fin de cuentas, a Zabón no le importaba cual hombre ascendiera, igual lo escucharía y obedecería sus órdenes sean cuales fueran.

Él estaba a punto de entrar cuando Vegeta finalmente se dejó caer en frente de sus hombres. Zabón le echó un vistazo por curiosidad y se impresionó ante la vista del saiyayín más joven. Era evidente que Vegeta había sido golpeado, desagradables moretones oscuros se extendían por su rostro y partes de este estaban reventadas y sangraban. El príncipe apenas era capaz de estar en pie, lo que provocó que Raditz por instinto agarrara al adolescente de la parte posterior de su armadura para sostenerlo y mantenerlo en posición vertical.

—¿Qué te pasó, Vegeta?, ¿quién te hizo esto? —le preguntó Nappa sorprendido. Ver a Vegeta golpeado no era un fenómeno poco frecuente; de hecho, el príncipe solía quedar en peores condiciones luego de sus sesiones con Frízer. Pero él era un hombre clasificado preliminar, lo que significaba que tenía inmunidad y todos lo sabían.

El príncipe se limitó a sacudir la cabeza.

—No importa, vámonos —dijo con voz áspera mientras protegía sus costillas tratando de no ser obvio.

—Puede que no tengas que responder ante tus tontos amigos monos, Vegeta —lo interrumpió Zabón. Sin ningún esfuerzo empujó a un lado a Nappa para caminar hasta el joven príncipe—, pero vas a responderme a mí, ¿qué pasó?

Vegeta pareció confundido por un momento y eso lo hizo echar la cabeza hacia atrás para mirar a Zabón. Por un breve instante, el príncipe se preguntó si había sufrido una lesión en la cabeza más grave de lo que pensaba, porque podía haber jurado que escuchó verdadera preocupación en la voz de Zabón. El teniente nunca mostraba ningún interés por su bienestar y le había propinado peores palizas que la que acababa de soportar.

Vegeta estudió los ojos de Zabón durante unos segundos antes de fruncir el ceño molesto cuando logró comprenderlo. Zabón estaba preocupado, pero era por su propio pellejo. Aunque Dodoria podría estar manejando el entrenamiento principal, solo Zabón era el responsable de velar por que las reglas del equipo de clasificación fueran seguidas al pie de la letra. Si Frízer se enteraba de esto, Zabón sería el único que pagaría muy caro por permitir que la inmunidad de Vegeta fuera rota.

El príncipe adolescente bajó la mirada y se sintió estúpido por pensar siquiera por un segundo que a Zabón en realidad le importara una mierda su situación. Sabía que a nadie le importó antes y muy en el fondo, sabía que a nadie le importaría jamás.

Cuando Vegeta se sumió en un amargo y testarudo silencio, Zabón lo agarró por la mandíbula con fuerza y lo obligó a hacer contacto visual de nuevo.

—Dime quien es el responsable para que pueda manejar este incidente como corresponde —gruñó Zabón, que comenzaba a perder la paciencia con el muchacho de pie frente a él.

—No sé quiénes son. Ellos me atacaron antes de que pudiera verlos —siseó Vegeta entre dientes y sus ojos oscuros ardieron desafiantes. Él y Zabón sostuvieron un feroz cruce de miradas por varios tensos segundos mientras Raditz y Nappa intercambiaban una ojeada con preocupación.

—Que así sea entonces —dijo Zabón y lo soltó—. Necesitarás una nueva capa para indicar tu inmunidad. Podrás conseguirla cuando regreses, pero recibirás una paliza debido a los gastos e inconvenientes.

—¿Qué?, ¿por qué? —gritó Vegeta, su rostro enrojeció por la creciente rabia.

—Porque, niño, tu equipo es tu responsabilidad. Aprenderás a cuidar de lo que se te ha concedido.

—Pero si ni siquiera fue culpa mía.

—Te has ganado el doble del castigo habitual. —Zabón lo interrumpió.

Vegeta gruñó.

—¡Esas son palabrerías, no te creo ni una mierd…

—Tres veces lo habitual entonces con el látigo eléctrico. ¿Ya terminaste o tengo que continuar?

Vegeta cayó en un profundo silencio y hundió los dientes en su labio inferior desgarrado, indiferente a la sangre fresca que corría por su mentón o a la forma en que toda su cara latía en respuesta. La piel de su espalda y brazos todavía pulsaba y le ardía por la última paliza que había recibido de la cual aún no se curaba, pero eso poco importaba. Este era el modo en que Zabón lo castigaba por no mencionar los nombres de ninguno de sus atacantes; el teniente habría saltado sobre cualquier excusa para proporcionarle una nueva ronda de castigo por desafiarlo, sin importar cuan leve sea esta. A pesar de eso, el príncipe se negó a nombrar a Ajox y así no tuvo más remedio que cerrar la boca, y tragarse su rabia. Pronto estaría en una purga donde aliviaría sus frustraciones de la única manera que conocía.

—Eso es lo que pensé —dijo Zabón en un tono arrogante sonriendo con superioridad y palmeando a Vegeta en el hombro—. Repórtate de nuevo a mí tan pronto como regreses con tu recluta. Buena suerte, príncipe mono.

Vegeta gruñó y luego de un tirón saco su hombro del agarre de Raditz en su armadura mientras Zabón se alejaba. El príncipe miró la vaina espacial de Manzín y frunció el ceño furioso. A estas alturas, Manzín ya se había levantado y estaba lenta y cautelosamente entrando en su nave. Vegeta se volvió hacia sus hombres e hizo un rápido y silencioso ademán para indicarles que entraran en sus propias vainas espaciales. Nappa y Raditz asintieron con la cabeza y lo hicieron, en tanto Vegeta cojeaba hacia Manzín.

Manzín estaba sacando su rastreador azul de repuesto de un compartimiento en su vaina, cuando de un manotazo se lo arrebataron de su temblorosa mano. Miró hacia arriba y gruñó al ver al saiyayín adolescente inclinado sobre su nave, el pelaje de su cuerpo se erizó de rabia. Golpear a Vegeta a plena luz del día en la base de Frízer habría sido suplicar por más castigo infernal y ya había tenido su ración completa. Aun así, era tentador estrellarle un puñetazo en el rostro y romperle algunos dientes por ponerlo en una situación tan horrible en principio.

—Estás muerto, saiyayín —juró Manzín con la voz inestable por el intenso odio—. Ya sea como parte de la competencia o después de que gane, no vivirás para ver el siguiente ciclo solar.

Vegeta miró furioso al muchacho mayor mientras su cola se apretaba alrededor de su cintura. Por último, sus ojos se estrecharon.

—Eso lo veremos. Por suerte para ti, no eres más el número uno en mi lista, Manzín, tu hermano lo es. Pero no te preocupes, tan pronto como él esté muerto, recuperarás tu lugar de nuevo. Te lo prometo.

Manzín parpadeó un par de veces, atónito por la amenaza hacia su hermano, el cual tenía un nivel de poder más alto que él y Vegeta combinados. No solo eso, sino que Ajox era uno de los mejores hombres de Frízer. Pasado unos segundos, sin embargo, Manzín se relajó y se rio entre dientes tratando de no hacer una mueca de dolor cuando lo hacía. Ahora las contusiones y laceraciones en el rostro ensangrentado de Vegeta tenían sentido.

—Tu arrogancia será tu caída, Vegeta.

—Suficiente charla. Dile a Ajox que quiero encontrarme con él, solos, en un planeta de mi elección en la galaxia en que se está celebrando el torneo que espiamos. Él y yo sin nadie más. Lucharemos allí y solo uno de nosotros saldrá vivo del planeta.

Manzín estaba bastante seguro de que se iba a desmayar ni bien su vaina espacial despegara, pero por lo pronto, quedó aturdido por las palabras de Vegeta. Por un momento, el odio negro en los ojos de Manzín disminuyó y se produjo un toque naranja cuando la cautela asumió el control. Siempre había sabido que el príncipe era arrogante, sin embargo, esto estaba a otro nivel. ¿Era en verdad tan soberbio para pensar que podía derrotar a un hombre de rango 3 sin la ayuda de nadie?

—¿Qué pasa? —gruñó Vegeta después de cansarse de su prolongado silencio—. ¿Tienes miedo de que tu hermano sea tan cobarde de no aceptar mi reto? ¿O es demasiado débil para luchar contra mí?

Los ojos de Manzín brillaron a un color rojo oscuro, lo que hizo a Vegeta sonreír de expectación. Manzín le enseñó los dientes mientras sus ojos se revertían a sus rendijas negras de odio.

—Si estás tan ansioso por morir, saiyayín, entonces así será. Solo dime en que planeta quieres que Ajox este y lo encontrarás en ese lugar.

—¿Qué es lo que él va a decir cuándo tome su vaina espacial? —preguntó Vegeta, quería asegurarse de que todos los ángulos estuvieran cubiertos—. Supongo que no dirá que está dirigiéndose hacia su muerte, ¿verdad?

—No quieres que nada te identifique, ¿no es así?

—Si está tan seguro de que va derrotarme en combate, entonces no queremos que Frízer sepa que él me mató. Le gusta tu hermano, pero yo le gusto más.

—Ajox no tiene que decir nada. Él puede ir a donde quiera, ya que en la base pueden seguir su nave sin importar lo que pase. Es un hombre de rango 3 y está de licencia ahora mismo. Solo dime dónde y cuándo quieres morir, saiyayín, y yo se lo comunicaré.

Vegeta rio y se lamió algo de la sangre en su labio, luego se enderezó y le dio unas palmaditas a la vaina espacial de Manzín.

—Haz las paces con tu hermano mientras puedas, porque me reiré de sus cenizas pronto.

Manzín aplastó su puño en el botón que levantaba el pestillo de su vaina espacial lo suficientemente fuerte para provocar una chispa de electricidad, pero Vegeta ya cojeaba de regreso hacia la suya. El príncipe protegió sus costillas con su brazo izquierdo y limpió sus ojos para deshacerse de la sangre que goteaba sobre ellos. Nappa y Raditz ya estaban situados en sus naves, a la espera de él. Todavía arrastraba los pies cuando escuchó la vaina espacial de Manzín despegar detrás de él, seguida por una vacía destinada a su nuevo recluta.

Vegeta prácticamente se desplomó sobre la suya unos momentos después. Se movió solo lo suficiente para dar un puntapié en el botón de abrir el pestillo usando su pie roto sin preocuparse por el dolor que encendió toda su pierna.

Destino establecido a Nioren, galaxia número sesenta y seis en el sector oeste. A la espera del comando verbal de Vegeta, soldado rango previo, para despegar.

—Despega, maldita cosa, ¡DESPEGA! —gritó Vegeta haciendo todo lo posible para sentarse derecho dentro de esta.

La onda inicial de aceleración se estrelló contra él cuando su vaina espacial despegó y tuvo que esperar a que pasaran algunos segundos para intentar acomodarse de nuevo. Le tomó un tiempo, pero al fin estaba bien sentado, sin aliento y empapado en sudor. Dio un vistazo al portal de vidrio, allí solo vio una serie de colores rojos y azules los cuales pasaban a través de la atmósfera del planeta. Vegeta buscó en uno de los compartimentos de piezas de recambio con una mano temblorosa y sacó un rastreador rojo de repuesto. Se lo puso, lo activó e introdujo su identificación para sincronizarlo al de la base.

Por último, el joven príncipe inclinó la cabeza hacia atrás y observó con la mirada perdida como los colores se desvanecían y solo la oscuridad del espacio se hacía visible. Vegeta se dio una ojeada tragando saliva al hacerlo. Su pie se hallaba en mal estado y forcejeaba contra su bota, incluso con el empeine desgarrado. La espalda le ardía y sabía a ciencia cierta que varias de sus costillas estaban rotas. Ninguna de las lesiones eran nuevas para él y jamás se quejaría exteriormente de ellas. Era un guerrero, él lo soportaría tal como siempre lo hacía, ¿pero podría soportar sus heridas en un combate a muerte contra un guerrero mayor, más fuerte y con más experiencia?

Vegeta se inclinó poco a poco hacia adelante hasta que se encorvó, sus dos manos se deslizaron hacia su cabello levantado, agarró dos apretados manojos de estos y cerró los ojos. Él podía ganar por más que necesitara un plan para compensar sus lesiones, a menos que muriera en esta misión. Súbitamente se arrepintió de su impulsiva decisión de desafiar a Ajox tan pronto. En retrospectiva, debería haber esperado hasta estar curado; pero el desafío ya había sido emitido y ahora estaba obligado a cumplirlo, incluso si eso significaba su propia muerte.

La muerte, sin embargo, no era una opción. Tenía que sobrevivir y volverse más fuerte para poder derrotar a Frízer y conseguir su venganza. Él aceptó la responsabilidad, aunque en este instante, solo, en la oscuridad de su vaina espacial, se sentía como una enorme y casi imposible carga sobre sus hombros. Frízer era todavía mucho más poderoso que él. Se necesitarían años, incluso décadas, antes de que pudiera ser lo suficientemente fuerte como para desafiar al tirano. Eso significaba que debería sufrir más años de dolor, hambre y tortura. En momentos como estos, el solo pensamiento era desalentador.

Unos diez minutos más tarde, el príncipe metió una mano debajo del asiento. Sus dedos tocaron un pequeño compartimiento secreto que había añadido sin que nadie lo supiera, ni siquiera Raditz o Nappa estaban al tanto. Lo abrió, sacó algo y luego se echó hacia atrás para inspeccionarlo de la misma forma en que lo hacía antes de cada misión. Era afilado, irregular y roto igual que él, pero todavía existía, al igual que él. Se trataba de un pedazo de su armadura de cuando era un niño, el único pedazo que guardo después de destrozarla y que tenía el escudo de la familia real de Vegetasei grabado.

Vegeta frunció el ceño mientras miraba la pieza de la armadura rota en su mano enguantada por un largo tiempo. Por último, apretó su puño con fuerza alrededor de esta, tan fuerte que sintió los bordes afilados atravesarle el guante y la piel. La sangre caliente empezó a verterse entre sus dedos y él volvió a mirar a través de la ventana a las estrellas que titilaban.

Su venganza llegaría un día, pero tenía un par de cosas de que encargarse primero.

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En algún lugar a lo largo del camino, debió de haber caído en un profundo sueño no reparador. Parecía como si solo hubieran pasado unos minutos cuando los ojos de Vegeta se abrieron de golpe y se sentó erguido en su vaina espacial. Raditz estaba diciendo algo sobre las comunicaciones, su rastreador rojo parpadeaba y había una luminosidad brillante fuera de la ventana de su vaina. El príncipe entrecerró los ojos y levantó una mano para bloquear la luz mientras leía las palabras que se desplazaban en su rastreador en lenguaje galáctico estándar.

«Los procedimientos de desempate son por nivel de poder. Uno Manzín, dos Vegeta, tres Cui, cuatro Jhainer. Cuando haya reportado a su recluta, no puede cambiar de elección, a menos que alguien con un nivel de poder mayor lo quiera. Repórtese a la base en dos días a las 110X horas con su recluta. Confirmar la recepción del mensaje».

Vegeta confirmó el mensaje en su rastreador por instinto y después presionó el botón de abrir el pestillo. Hizo una mueca de dolor cuando la luz bañó el interior y mantuvo una mano levantada para protegerse los ojos mientras de una manera letárgica salía para seguir con su siguiente tarea.

—Todo despejado, no hay nadie cerca de nosotros —le informó Raditz. Vegeta asintió y cojeó hacia donde sus compañeros saiyayíns estaban de pie, poco a poco su visión se aclaraba.

—¿Qué más? —ordenó el príncipe con brusquedad.

—Estamos en el planeta Nioren, que está cerca de varios soles. Aquí no existe el anochecer, lo cual es la razón por la que este planeta siempre es elegido para albergar el torneo interplanetario. El torneo es muy prestigioso, el ganador es recompensado con riquezas suficientes para alimentar a todos en su planeta multiplicado por diez y además recibe el reconocimiento de toda la galaxia. El torneo se lleva a cabo una vez cada tres ciclos solares en el calendario Cold. El conversor de poder en mi rastreador dice que cada niño necesita un nivel de poder de al menos 1500 solo para calificar.

—Así que todos estos niños son lo suficientemente fuertes para acabar contigo, Raditz, ¿es lo que nos estás diciendo? —Nappa rio por lo bajo ganándose una mirada asesina de Raditz.

—Eso ya lo veremos —continuó Raditz y cuadró los hombros—. Ninguna de las peleas es a muerte. Estos mocosos son entrenados en artes marciales puras. Son formados para luchar con honor, no saben nada de combates de vida o muerte.

—Aprenderán muy pronto —murmuró Vegeta y levantó una mano hacia su rastreador para buscar a los luchadores más fuertes del torneo—. No habrá riquezas para el ganador en esta ocasión.

—Nioren es muy avanzado científicamente. Frízer viene seguido aquí a buscar científicos para convertirlos en sus técnicos. Podría llegar a haber resistencia militar cuando tratemos de tomar a un niño.

—¿Qué tan grave es el problema?

—Leve, no grave. Solo una pequeña molestia.

—¿Cuándo se inicia el torneo?

—Tenemos algo de tiempo todavía.

—Hmmm. —Vegeta gruñó de frustración al analizar su cuerpo. Era desgastante solo mantenerse en pie y sin embargo el día apenas comenzaba. Raditz y Nappa intercambiaron una mirada antes de que observaran de nuevo al adolescente frente a ellos. Los moretones en su rostro habían empeorado, su ojo izquierdo estaba completamente inyectado de sangre y se contraía de manera rítmica.

—Vegeta —comenzó a decir Raditz con mucho tacto haciendo caso omiso de Nappa que negaba con la cabeza hacia él—. Si quieres, podemos elegir al segundo luchador más fuerte y lo traemos con nosotros. Tú puedes quedarte aquí, no te ves muy…

Sus palabras fueron cortadas de inmediato por un rápido y violento gancho directo al mentón que envió al saiyayín volando hacia atrás a aterrizar contra su espalda. Raditz sintió que el dolor del golpe se irradiaba por todo su rostro y se disparaba hacia su cuello y hombros antes de centrarse en su boca. Pudo notar algunos dientes rotos temblando en esta, que ahora estaba llena de sangre caliente. Su lengua se sentía como si estuviera en llamas.

Raditz apenas tuvo la oportunidad de levantar la cabeza antes de que Vegeta plantara su pie bueno directo en su garganta, aplicando una presión despiadada.

—No vuelvas a insinuar que soy débil —rugió Vegeta y aumentó la fuerza cuando Raditz trató de sacar su pie en vano—. No necesito a ninguno de ustedes débiles para ayudarme a completar mi misión. Soy perfectamente capaz de reclutar a un mocoso, purgar su planeta y matarlos a ambos por mi cuenta, ¿entendido?

—¡Sí! —dijo Raditz desesperado. Vegeta frunció el ceño molesto, él mantuvo su pie bueno donde estaba durante cinco segundos adicionales que se sintieron como décadas para Raditz, antes de liberar la presión. Quitó el pie, levitó unos pocos metros y miró con furia a Nappa.

—Vamos —le ordenó, luego despegó sin más vacilaciones en un destello de luz azul hacia el cielo.

Vegeta mantuvo la vista al frente, volaba a toda velocidad indiferente al hecho de que Nappa y Raditz no tenían ninguna esperanza de mantener su ritmo. Sin dificultad situó a Jhainer, a Cui y a Manzín; entre los cuatro eran sin duda los seres más poderosos del planeta. Cada uno aterrizó en un extremo opuesto al de los demás.

Vegeta levantó su brazo hacia su rastrador para establecer una transmisión con Jhainer, cuando el muchacho trikan apareció de la nada teletransportándose a meros centímetros delante del príncipe. Totalmente desprevenido, Vegeta no pudo frenar a tiempo y chocó contra él, ambos adolescentes cayeron del cielo hasta que se estrellaron en la superficie, la arena explotó alrededor de ellos por el impacto.

—Maldito trikan —siseó Vegeta un instante después y empujó a Jhainer—, ¡quítate de encima mío, imbécil!

—¿Por qué no ves por dónde demonios vas, saiyayín? —preguntó Jhainer irritado mientras sacaba su cuerpo para que Vegeta pudiera sentarse, su gruesa cola azul azotó molesta contra el suelo. Se puso de pie y comenzó a retirar la arena de su armadura de plata.

—¿Yo? —exclamó Vegeta sentándose, él protegió sus costillas con su brazo izquierdo, le disparó al muchacho mayor una mirada desagradable y casi sin aliento le gritó—. ¡Yo no soy el que tiene el dispositivo de teletransportación, idiota!

—Tú tampoco estabas prestando ninguna maldita atención a tu entorno —resopló Jhainer. Se detuvo en el pensamiento al ver la condición en la que Vegeta se encontraba. El saiyayín no lucia así cuando se separaron después de recibir sus instrucciones en la base—. ¿Qué te pasó?

—Nada —refunfuñó Vegeta mientras se ponía de pie lentamente apoyando todo su peso sobre la pierna izquierda. Maldijo en voz baja y sacudió la arena de su armadura.

—De acuerdo —dijo Jhainer que ya imaginaba la verdad, su ojo bueno lanzó una mirada fría y dura cuando frunció el ceño. Pasado un momento, el joven trikan se puso de cuclillas y con una garra azul de su dedo, dibujó una palabra en la arena para que así nadie escuchara por casualidad a través los rastreadores.

«¿Ajox?»

Vegeta observó enojado el nombre, luego desplazó su mirada oscura para hacer contacto visual con Jhainer. Estaba en parte inclinado a involucrar al otro muchacho, pero matar a uno de los hombres con rango de Frízer era un delito grave que podría significar su propia muerte a manos de él si se lo decía al tirano. Un desliz de la lengua de Jhainer y su vida terminaría. Él sabía que Manzín nunca le diría una palabra a Frízer si Ajox moría en sus manos, porque él querría su propia venganza. Nappa y Raditz no conocían su plan de desafiar Ajox, sin embargo, no tardarían en hacerlo. Ellos tampoco dirían una palabra. Pero ¿confiaría en Jhainer a ese grado? Era un tremendo riesgo.

Finalmente, Vegeta pateó en el nombre, lo que envió arena volando a la cara de Jhainer a propósito. El príncipe se mofó de él y dejó al descubierto sus colmillos en flagrante desafío.

El trikan gruñó mientras se paraba de un salto para, sin ninguna duda más, volar hacia Vegeta. Él embistió contra su estómago y ambos colisionaron de nuevo en la arena directo a una pelea improvisada. Los dos adolescentes tenían dificultades para imponerse, ya que luchaban en terreno arenoso, cada uno trataba de ganar ventaja golpeando al otro donde sea que podía. Por último, Vegeta se sentó sobre Jhainer y le impactó un fuerte puñetazo en la cara. Jhainer intersectó sin problemas el siguiente golpe, jaló a Vegeta hacia abajo, aplastó su codo en la nariz del saiyayín y alzó la cola para agarrarlo por la parte superior de la armadura; una vez hecho esto, lo arrojó violentamente a un costado.

Ambos se pusieron de pie al instante y se evaluaron el uno al otro durante unos segundos. Vegeta se limpió la nariz, como resultado más manchas de sangre ensuciaron sus guantes antes de que le mostrara a Jhainer una sonrisa divertida. El trikan tocó su lado lesionado, saboreó una pizca de sangre en su boca y le devolvió la sonrisa. La raza de Jhainer no era criada para el combate como los saiyayíns, pero había sido entrenado para eso desde que podía caminar. Amaba una buena pelea tanto como el saiyayín frente a él y lo demostraba con sus habilidades excepcionales.

Vegeta escupió una bocanada de sangre, estaba a punto de decir algo, cuando se produjo un ruido detrás de ellos. Ambos se dieron la vuelta, tensos ahora por una batalla de vida o muerte en lugar de una pelea deportiva, pero no había nadie allí. Por primera vez, Vegeta se fijó en el entorno del planeta. Estaban rodeados por enormes estructuras oscuras que se extendían hacia el cielo y desaparecían en medio de nubes rojas y amarillas. Parecían hechas de roca, aunque eran curvas y giraban entre sí como serpientes, cual si escribieran algo en un idioma que no entendía.

Jhainer dejó que su rastreador funcionara unos segundos, no obstante, su posición de combate no cambio. Él frunció el ceño y bajó la mano.

—Tengo algunas lecturas, pero todas están debajo de 2000 —dijo en voz baja—. Todo el mundo se encamina hacia el torneo. Debemos ir también…

—Cállate, trikan —siseó Vegeta que forzaba su audición mientras observaba las luces parpadeantes de su rastreador. A la distancia, oyó pasos tenues—. Creo que alguien nos sigue y voy a averiguar quién es.

Sin hacer ruido, el príncipe avanzó permaneciendo en las sombras proyectadas por las estructuras para no ser detectado. Jhainer se movió con él quedándose detrás, ambos avanzaron en completo silencio. Por último, los adolescentes se acercaron a una pared de roca con algunos arbustos. Vegeta, quien levitaba todo el camino, apoyó su espalda contra esta y luego los dos se asomaron por la esquina.

Vieron a cuatro alienígenas reunidos en torno a un fuego de llamas blancas y azules. Colgado sobre las brasas había un animal que parecía haber sido desollado hacia solo unos momentos. Los alienígenas eran pequeños, plateados y elegantes, como si hubieran sido concebidos por algún metal. Solo tenían dos ojos totalmente negros en sus cabezas, con dos agujeros a cada lado donde sus orejas deberían haber estado. No había cabello ni narices ni bocas. Todos eran pequeños, ninguno superaba a Vegeta y a Jhainer en altura.

Los dos alienígenas más bajos parecían estar involucrado en una pelea de entrenamiento de algún tipo mientras que los otros dos se hallaban sentados observando en silencio. Todos vestían harapos sueltos de color negro que los hacía lucir pobres, pero la pelea no era nada de eso. Vegeta los observó con los ojos muy abiertos, cautivado por un estilo de lucha que nunca había visto antes. Los alienígenas se movían con una gran fluidez natural y velocidad; aparecían y desaparecían ante sus ojos para devolver los ataques del oponente una y otra vez. Debían de haber sido entrenados y bien entrenados, aunque se notaba que poseían instintos que no podían enseñarse.

—Bien, adiós a tu teoría sobre enemigos en nuestro camino —susurró Jhainer por lo bajo de modo que solo Vegeta lo oyera.

—Hmmm. Deben estar preparándose para el torneo —susurró Vegeta de regreso.

—Los dos son impresionantes y muy poderosos para ser niños —concedió Jhainer, eso le ganó un gruñido de aceptación del príncipe—. No es de sorprender que el señor Frízer nos enviara aquí a reclutar.

—Tal vez deberíamos presentarnos —susurró Vegeta con una sonrisa de suficiencia extendiéndose por su rostro.

—Zabón dijo que no debemos atraer atención innecesaria hacia nosotros. Si se enteran de lo que realmente estamos haciendo aquí, podríamos poner en peligro toda la misión.

—¿Cuándo diablos Zabón dijo eso?

—Nos lo dijo a nuestros rastreadores antes de salir de la base.

—Ah, bueno, mi rastreador se rompió en ese momento, así que no recibí el mensaje.

—Vegeta…

—Cálmate, trikan, el torneo ni siquiera ha comenzado todavía, ¿verdad? No hay nada que hacer de todos modos. Bien podríamos ver que hacen estos mocosos cuando las luces no se enfocan en ellos —rio Vegeta burlonamente. Jhainer se limitó a negar con la cabeza en señal de desaprobación, pero no hizo nada para detener al saiyayín que levitaba con el propósito de aproximarse y entrar a la vista de los demás alienígenas. Jhainer dudó por un instante, miró hacia atrás en dirección al torneo que iba a ponerse en marcha en breve y luego siguió al príncipe.

La pelea amistosa entre los dos alienígenas más pequeños llegó a un abrupto fin ante la visión de los dos jóvenes soldados que salieron a la luz. Vegeta se rio y cruzó los brazos sobre su pecho, divertido por la forma en que los cuatro alienígenas se pararon y congregaron; los dos pequeños combatientes se pusieron al frente y apretaron sus manos plateadas en puños. Él no podía leer esos ojos negros, pero sabía por el lenguaje corporal que tenían miedo, como debía ser.

—No pretendíamos interrumpir —les informó Vegeta manteniendo su levitación para ocultar su cojera. Hizo un gesto hacia donde la pelea de entrenamiento había tenido lugar—. Por favor, continúen. Estamos ansiosos por ver más de sus habilidades de combate.

Los cuatro alienígenas lo miraron fijamente sin moverse.

—Parece que arruinaste la fiesta, Vegeta —dijo Jhainer en voz baja exponiendo sus dientes afilados cuando el saiyayín se acercó al animal sobre las llamas.

—Lo hago a menudo, al parecer —rio Vegeta mientras alcanzaba con su mano enguantada al animal muerto. Arrancó un trozo de carne medio cruda, la olfateó cuidadosamente y se echó un pedazo en la boca. Su estómago gruñó de hambre, no podía recordar la última vez que había comido e impaciente arrancó un pedazo más grande. Se volvió hacia el adolescente junto a él—. ¿Hambriento?

Jhainer dio un paso adelante, su propia inanición sacó lo mejor de él. Arrancó un trozo de carne para sí mismo mientras el otro joven masticaba y miraba a los alienígenas a través de las llamas. Vegeta sonrió, se quitó los restos de las manos y gesticuló de nuevo para que la pelea de entrenamiento continúe. No podía decir el género de los alienígenas, pero no le importaba. Los dos enanos podían luchar y deseaba verlos en acción.

—Adelante, quiero ver más —les ordenó Vegeta otra vez, haciendo un ademán hacia donde los dos pequeños habían estado luchando. Cuando se encontró de nuevo con el silencio, los ojos del príncipe se oscurecieron considerablemente y su cola se desenvolvió poco a poco de su cintura por la ira—. Esta es la segunda vez que les digo que vuelvan a la lucha, mocosos, creo que una es demasiado.

—Vegeta, es probable que no te entiendan —dijo Jhainer entre bocado y bocado.

—¿De veras? Bueno, por fortuna hay otras maneras de hacer llegar el mensaje.

Vegeta de la nada apareció detrás de uno de los alienígenas más grandes y lo sujetó de sus harapos. En un instante, puso la cara de este a centímetros de las llamas incandescentes sosteniendo con facilidad al ser más débil en esa posición.

¡No! La voz de pánico de un niño se hizo eco en la cabeza de Vegeta. El príncipe miró a uno de los pequeños combatientes quien había dado un paso hacia adelante y sonrió.

¿Ahora resulta que somos telépatas?, Vegeta le envió mentalmente las palabras de un modo burlón.

S… sí, el niño respondió e inclinó la cabeza con respeto. No podía expresar miedo en su rostro, pero había terror en su voz de fuerte acento. Mi nombre es Raum, estaba luchando con mi hermano Adriel. Estamos aquí con nuestras hermanas preparándonos para el torneo. Por favor, no nos hagan daño.

El saiyayín se quedó en silencio por unos segundos frunciendo el ceño ante la idea. Miró a la alienígena femenina en sus manos quien luchaba en vano por escapar de las llamas que amenazaban con quemarla de un momento a otro. El saiyayín resopló, la retiró y la arrojó bruscamente a la tierra, luego volvió su mirada en dirección del alienígena más pequeño allí, al niño que se había comunicado por telepatía. La atención de Raum estaba distraída mientras él y sus hermanos se precipitaban hacia la mujer alienígena caída.

Vegeta de inmediato interceptó a Raum, envolvió una mano alrededor de su cuello y lo estrelló contra una estructura de roca. Oyó un grito de alarma telepático en su cabeza y su sentido de combate recogió al otro pequeño luchador; era Adriel que corría desesperado hacia él para defender a su hermano. Jhainer apareció de forma inmediata y le disparó una feroz ráfaga de ki en la cara antes de que el niño pudiera atacar a Vegeta, lo que lo envió a impactarse en la arena. Él rodó agarrándose la cara con dolor.

El príncipe se rio y miró nuevo al niño en sus manos quien luchaba por liberarse.

—¿Puedes oír lo que estoy diciendo, mocoso? —le preguntó Vegeta apretando su agarre. Raum asintió—. Excelente. Mira, he perdonado a tu… hermanita, ¿no? Creo que me merezco algo a cambio por ser tan misericordioso, ¿qué opinas?

No tenemos nada que dar, Raum envió telepáticamente su respuesta con un gemido.

—Oh, yo creo que tienes mucho que dar. Esto es lo que quiero que tú y tu hermano hagan. Quiero que ambos avancen a las semifinales y luego pierdan a propósito, luzcan tan mal y patéticos como sea posible cuando lo hagan.

¡Pero necesitamos la riqueza! Nuestro padre está enfermo y…

—Cálmate, niño. Si haces eso por mí, prometo que me haré cargo de tú padre y del resto de tu familia. Tú y tu hermano... ambos serán recompensados.

No, contestó Raum en un tono inquebrantable. Vegeta le sonrió.

—Jhainer —ordenó mientras su sonrisa giraba lentamente a sádica—. Mátalos a los tres.

¡NO!, rogó Raum en un tono desesperado.

Jhainer se rio, su cola azul ondeó y regresó su atención al animal en cocción.

—No recibo órdenes tuyas, Vegeta, maneja tus propios problemas.

—Que así sea —gruñó Vegeta y levantó su palma libre hacia los tres alienígenas restantes.

¡Está bien, de acuerdo! ¡Acepto! ¡Solo por favor, no les hagas daño!, gritó Raum mentalmente. Vegeta le devolvió la mirada, fascinado al ver como sus ojos negros brillaban ahora. El príncipe parpadeó y luego frunció el ceño cuando se dio cuenta de que eran lágrimas. Él liberó de inmediato su agarre del cuello del niño y lo dejó caer al suelo. Raum avanzó a gatas hasta su hermano para ayudarlo a levantarse, ambos se tambalearon hacia sus hermanas mayores y todos se acurrucaron de miedo.

—Voy a observar el torneo de principio a fin —les advirtió Vegeta haciendo contacto visual con ellos—. Si alguno de ustedes intenta cualquier cosa, y me refiero a "cualquier cosa", los mataré a los cuatro, después encontraré su planeta y mataré a todos allí. ¿Entendido? —Todos asintieron y él hizo un gesto para que se marchen—. Vayan, prepárense para los combates, yo iré a vigilarlos pronto.

Jhainer guardó silencio mientras observaba a los alienígenas partir. Se encontraba de cuclillas comiendo la carne del animal que estaba a la mitad de los huesos en este punto. Arrancó un pedazo y lo sostuvo sobre el fuego para cocinarlo más cuando Vegeta se acercó a su lado con el fin de alimentase también. Los dos adolescentes comieron en un confortable silencio mirando las llamas blancas.

—Debiste dejar que los niños lucharan a su máxima capacidad —comentó Jhainer en voz baja después de unos minutos. Se reclinó y se sentó en la arena—. Si cogen algo de experiencia, veremos lo que realmente pueden hacer.

—¿Y qué Manzín vea su potencial? —resopló Vegeta—. No lo creo.

—Qué demonios te importa, incluso si él consigue a uno, puedes hacerte del otro. Tienes una segunda opción.

—No quiero que Manzín se apodere de ellos, idiota. Si ninguno alcanza la final, no los tendrá y si no pueden llegar a las semifinales en absoluto, entonces no pienso escogerlos—explicó Vegeta con sarcasmo y se sentó también. De la forma más cautelosa posible estiró los pies tratando de no hacer una mueca de dolor mientras lo hacía. Tácito para el príncipe era el hecho de que si fracasaba, prefería que Jhainer le ganara a Cui y a Manzín. Era tácito pero bien entendido, por no mencionar que mutuo. Se quedaron en otro cómodo silencio durante algún tiempo hasta que la suave voz de Jhainer finalmente se quebró.

—Esta es la primera vez que recluto. —El príncipe junto a él lo miró con curiosidad, pero Jhainer miraba a las llamas, su ojo sano se estrechó—. Esos niños no tienen idea de lo que vamos a hacerles a ellos y a sus hogares.

—Son órdenes, no tiene sentido pensar en eso.

—¿Alguna vez te preocupaste por lo que le pasó a tu planeta?

—Mi planeta no es de tu incumbencia —dijo Vegeta bruscamente.

—Pienso en mi planeta a menudo —admitió Jhainer en voz baja, sonó mucho mayor de lo que era—. Eres afortunado, Vegeta, tienes a dos de los tuyos aquí contigo.

Vegeta apartó la mirada.

—Nappa y Raditz son unos idiotas.

—Tal vez, pero son saiyayíns. No he probado el aire de Trika en... —La voz de Jhainer se apagó y bajó la cabeza.

—Verás tu tierra natal de nuevo cuando ganes el rango.

Jhainer le disparó a Vegeta una mirada divertida mientras su cola espinosa se levantaba detrás de él.

—¿Está admitiendo que seré el ganador?

—Lo serás, aunque no de este equipo. Pero puedes volver a intentarlo después de que gane.

Jhainer negó con la cabeza.

—Palabras arrogantes de una persona que tiene cero puntos hasta ahora.

—Preocupación innecesaria del miembro más débil del equipo. —Vegeta se rio por lo bajo de la mirada asesina que consiguió del adolescente mayor antes de que su rastreador sonara. Levantó el brazo y aceptó el enlace de comunicación directo con Nappa—. ¿Qué pasa?

—Hemos llegado al torneo. Manzín y Cui ya están aquí y estamos sentados en la parte delantera. Este lugar es enorme, Vegeta, hay un montón de luchadores.

—¿Cuándo comenzarán? —preguntó el príncipe.

—En cinco minutos.

—Estaré allí.

Vegeta cortó la transmisión y miró a Jhainer.

—Parece que nuestro descanso ha terminado. Es hora de volver al trabajo.

—Sí, de vuelta al trabajo del señor Frízer —murmuró Jhainer, era apenas capaz de ocultar la notable amargura en su voz.

Vegeta frunció el ceño y no dijo nada más mientras se paraba lentamente. Los dos adolescentes se elevaron al aire solo unos momentos más tarde. Sí, era volver al trabajo sin fin para Frízer. Un día, sin embargo, terminaría, y terminaría por su mano.

Por desgracia para todos, ese día no sería hoy.

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Nota de la traductora :

Hola a todos, quiero informarles que Niteryde ha decidido dejar la historia hasta este capítulo, y aunque me da tristeza que no escribirá más sobre esta historia en particular, aun así, me parece que de alguna manera manera poética este es un buen final. Nosotros ya sabemos los enormes desafíos que enfrentará de Vegeta cuando llegue a la adultez plena y cómo eso lo llevará a su increíble desarrollo de carácter como personaje, para mi, esta historia enriquece la creación de Toriyama enormemente dándonos unos atisbos de lo que podría haber vivido el personaje para convertirse en el hombre que llegó a la Tierra en la saga de los saiyayíns y, aunque no es oficial, eso no le resta para nada su mérito literario.

 

Si les gustó la historia, la pueden bajar maquetada como libro con carátula y contracarátula en archivo pdf, en la siguiente dirección de google drive:

https(://drive.google).com/file/d/1QzW-oSdPVn2EyndaZ2I_eK-S9kyA2SGq/view?usp=sharing

Retiren los paréntesis.
La anchura de las hojas es de 150 milímetros y la altura es de 230 milímetros.
Las letras de la carátula son:
-Niteryde: IMPERATOR REGULAR 
-El arte de sobrevivir: The Next Font
Es el archivo que yo he usado para imprimir esta historia como libro de tapa dura, lo bueno es que está maquetada, así que casi no hay errores de huerfanas, viudas, etc. (aunque es imposible sacarlas todos), así que está con un formato libro.
Quiero dejar en claro que este archivo no tiene fines comerciales, la historia le pertenece a su autora y la traducción a mí, y únicamente lo hago para que todos disfrutemos de una agradable lectura, me dicen a mi correo de fanfic si hay problemas para descargar el archivo.

Muchos saludos.
Chicamarioneta