Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Sueños rotos ❯ Prólogo ( Chapter 1 )

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Sueños Rotos

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Prólogo

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Frío, ella tenía mucho frío, y no solamente sentía frío porque estaba empapada y el viento helado de otoño la azotaba sin piedad, sino también sentía frío en el alma, un vacío que no tenía remedio, un dolor tan intenso que hubiese querido dejar de respirar para ya no sentirlo. Ella quería rendirse.

Sentada debajo de aquel gran árbol, el cual se encontraba en uno de los rincones de ese lúgubre cementerio, donde lo que predominaba era el color gris, se refugiaba de la lluvia. Sin embargo, todo era inútil pues sus ropas estaban tan mojadas como deberían estar sus mejillas, o al menos eso era lo que se esperaría. Pero no, ella sólo sentía frío, rabia, frustración, dolor, mas no tristeza. Quizás porque se negaba a la idea de que aquellos ataúdes que lentamente eran bajados a las profundidades de la tierra eran las tumbas de sus padres; tal vez, porque se había convencido de que se trataba de un sueño, una pesadilla, de la que pronto despertaría y todo seguiría exactamente igual como días antes.

Apretó los puños sobre sus rodillas y maldijo en su mente, ocultando su cabeza entre sus brazos y deseando con todas sus fuerzas que todo eso parara.

Era tan extraño, tan repentino. ¿Quién imaginaría que tres noches atrás sería la última vez en que vería a esos dos seres que le dieron la vida, la llenaron de amor y cariño, la protegieron desde su nacimiento?

Ella tenía un fuerte resfriado por lo que esa noche estaba en cama desde temprano, aunque alcanzó a escuchar a su abuela despedir con su tono de voz cantarín a sus padres, quienes irían a una reunión al norte de la ciudad, por lo que llegarían muy tarde, en la madrugada. Ni siquiera pudo despedirse de ellos. Luego, alrededor de las dos de la madrugada, un estrépito en el piso de abajo la hizo despertarse e ir a investigar. Apenas se hubo asomado a la sala, se quedó helada por la escena que se desarrollaba frente a sus ojos: su hermano, ese chico de cabello lila que siempre había visto tan fuerte, ahora parecía un pequeño niño, aferrándose con todas sus fuerzas a su abuela, consolándose mutuamente, mientras que en un sillón estaba su abuelo, igualmente destrozado, tapando con ambas manos su rostro.

¿Qué ocurría? Ella se lo preguntaba y nadie reparaba en su presencia. Trunks, su hermano, fue el primero en hacerlo. Su mirada azul, llena de dolor, le heló la sangre, pues era presagio de horribles noticias. Él se le acercó y la abrazó con todas sus fuerzas, al tiempo que le repetía mil veces un “perdón” lleno de tristeza. La chica no sabía por qué debía perdonarlo, ¿acaso había hecho algo malo? La respuesta le llegó por medio de entrecortados sollozos.

—Lo lamento tanto, Bra, te ruego que me perdones. No he podido cumplir con mi promesa, ¿lo recuerdas? Aquella vez que me pediste que jamás dejara que nada ni nadie te lastimara. Ahora te haré sufrir más que nunca… Papá y mamá venían de regreso. Como acababa de llover, el pavimento en la autopista estaba resbaloso y al parecer hubo una colisión… Bra, el coche de nuestros padres quedó prensado entre dos camiones de carga… Ellos no volverán jamás, pequeña Bra, ellos nunca volverán.

Esas habían sido las palabras de su hermano. Lo que ella hizo o tal vez dijo después, estaba borroso en su memoria, además de que le resultaba innecesario recordar algo tan desastroso.

Tosió un poco y comenzó a tiritar. Su cabello azul, herencia de su madre, caía como una cascada sobre su rostro, ocultando todo resto sombrío en él. Pero no se movería de ahí, aunque le costase una reprimenda de Trunks. A lo lejos escuchaba las voces y murmullos de las varias personas que acudieron al entierro, no obstante, a ella le importaba poco o nada quiénes fueran. No hacía mucho tiempo que su amiga Pan se había acercado con la intención de animarle, mas ella no necesitaba consuelo, ¡claro que no! Lo que necesitaba era que dejasen de tenerle lástima, ya que había quedado huérfana teniendo catorce años de edad. De esta manera, Bra la rechazó inmediatamente, con la mayor hostilidad que pudo, consiguiendo una mirada de verdadero temor de la joven morena, quien no tardó en alejarse del lugar, respetando su espacio personal.

Ella no necesitaba la lástima de nadie, ella sólo quería a sus padres, estar junto a ellos. Sólo eso.

Unos pasos delataron la cercanía de alguien, así que más por inercia que por voluntad propia, alzó la vista. Era él, el amigo tonto de su hermano, ese sujeto tan fastidioso, quien seguramente vendría a decirle la misma estupidez que los otros: siento tu pérdida. Pero se equivocaba.

—¿No crees que es mala idea estar bajo la lluvia cuando estás resfriada? —le preguntó en tono burlesco el chico de negra cabellera, sonriendo como si lo que ella estaba haciendo fuera la mayor estupidez que hubiera visto en su vida.

Bra no contestó, pero agradeció internamente que alguien hubiese venido a darle un poco de variedad a su día, aunque ese alguien se tratara de un sujeto al que casi no soportaba.

El viento aumentó y con ello el frío, por lo que el temblor en su cuerpo se hizo más evidente. La lluvia en vez de parar, iba en aumento, y el que ella estuviera ahí, sin ningún abrigo, era arriesgado. Goten, ese tipo odioso, la miró con detenimiento, para luego dejar escapar un sonoro suspiro y empezar a sacarse la chaqueta.

—En verdad que nunca comprenderé a una chica como tú, Bra Briefs —dijo él mientras pasaba la chaqueta sobre los hombros de la joven, para después sujetarla de los brazos y obligarla a pararse.

Ella, de un momento a otro, sintió como si se convirtiera en una muñeca de trapo, a la cual él podía mover a su antojo. Claro, él era más fuerte, más alto, mayor por nueve años… y ella estaba tan débil que no pudo evitar nada.

Goten la llevó hasta el coche de su hermano, en donde puso la calefacción y le obligó a quitarse su suéter empapado, por supuesto que él no la vería, indicándole después que hiciera uso de la chaqueta que le había prestado.

Cuando ella iba a objetar, el chico le advirtió que no era bueno darle más problemas a su familia.

—No debes ser desconsiderada, tú estás sufriendo tanto como ellos, ¿no quieres ser causa de otro sufrimiento, verdad? —le había dicho de forma amable antes de regresar junto a los demás.

Ahí, sentada en el coche de Trunks, sintiendo cómo el calor le llenaba de alivio, inhaló la fragancia impregnada en la prenda masculina, y pensó que era difícil comprender los designios de la vida. Tan injusto era el destino, y ella no lo comprendía, mas no quería hacerlo.

Aferró con ambas manos la prenda a la altura de su corazón.

—Mis sueños están rotos… y eso es algo que nunca podré recuperar.

Miró por la ventanilla llena de gotas de lluvia a la gente dispersarse y dar, una vez más, el pésame a sus familiares, para dar luego una mirada a los alrededores en su búsqueda, pero como no la veían en ninguna parte, se marchaban.

Se preguntó si alguien se daría cuenta de que cierto joven no llevaba su chaqueta, y también cómo explicaría que ella la estaba usando, pero ¿a quién le importaba?

Se sumió de nuevo en el oscuro mundo de su soledad, deseando, con todas sus fuerzas, estar pronto reunida con sus padres, y si era necesario, haría de ese deseo su nuevo y macabro sueño.