Card Captor Sakura Fan Fiction ❯ Sombras del Pasado ❯ Perdido entre Sombras. La Batalla Final II ( Chapter 11 )

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DISCLAIMER: Los personajes de CardCaptors Sakura y todo lo relacionado con ellos, pertenecen a CLAMP. La trama de Sombras del Pasado es propiedad de Inner Angel

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SOMBRAS DEL PASADO

Capitulo XI: Perdido entre Sombras. La Batalla Final II.

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It’s only when I lose myself in someone else,
That I found myself,
I found myself.

Es sólo cunado me pierdo en alguien más,
Que me encuentro a mí mismo,
Me encuentro a mí mismo. (1)

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Decir que se encontraba exhausto era quedarse corto. La intensidad de los acontecimientos en las últimas semanas finalmente le había alcanzado. Sentado cómodamente en la penumbra de su estudio, Syaoran llevó las manos a sus sienes, frotando rítmicamente para aplacar el dolor que latía en su cabeza.

Lo peor de todo era que cada momento en que no tenía que ocuparse de asuntos del Clan, su mente revivía de inmediato la batalla final con Fu-Chou, ocurrida hacia apenas unas 4 horas. Y eso lo llevaba inevitablemente a la verdadera razón de su dolor de cabeza: Sakura.

Ni siquiera en sus sueños más optimistas, Syaoran había podido imaginar un desenlace como el ocurrido. Estaba con vida cuando cuatro años atrás ya se había resignado a morir en nombre de su Clan. ¡Vivo!, gracias a ese poder increíble de la mujer que amaba y que nunca dejaba de sorprenderle. Sakura, una vez más había logrado lo imposible. Salvarlos cuando todo ya estaba perdido.

El joven se recostó más confortablemente al tiempo que, tras sus parpados cerrados, las imágenes del momento que debió ser el de su muerte se volvían a reproducir.

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‘¡Devuélveme las cartas ahora… ¡¡¡DEVUELVELASSS!!!!!

Esas palabras, traídas de su pasado, del primer encuentro entre ambos cuando intentó quitarle las cartas, habían sido la llave para hacerla desatar su furia por completo en él. También, inadvertidamente, habían sido la clave para desatar su mente. Cuando sus ojos se encontraron Syaoran supo que lo había recordado todo. Apenas tuvo un segundo para lamentar el dolor en el que la iba a dejar sumida cuando la energía asesina estaba sobre él, golpeándolo en una ola de doloroso calor. Casi podía sentir su cuerpo comenzar a desintegrarse cuando alcanzó a oír su nombre.

‘¡SYAORAAAAAAAAAAAAAAAAANNNNNNNNNNNNNNNNNNN NN!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!’

Entonces todo se hizo oscuridad absoluta para él.

De inmediato, la sensación de ser partido en dos le desgarró las entrañas y casi hizo colapsar su mente por el intenso dolor que nacía de su propia alma. Pudo distinguir entonces el cuerpo de Fu-Chou separándose del suyo propio, el cual se encontraba envuelto en un resplandor rosa que reconoció de inmediato.

Las cartas Clow, sus compañeras en tantas aventuras, estaban protegiéndolo, arrancándolo de las garras de la muerte y separando su alma del destino del Vengador.

Una voz de su pasado resonó entonces en su mente.

‘Cuídala por nosotros por favor… y ya nunca se separen, sólo así nuestra creación tendrá sentido finalmente’.

La silueta de Void/Hope desvaneciéndose lentamente fue lo último que vio antes de ser regresado dolorosamente al presente.

Aun permanecía de rodillas en el mismo punto donde había estado antes de ser atacado. Abrió los ojos, y lo que vio le hizo sentir deseos de llorar por primera vez en muchos años.

Una lluvia rosa caía del cielo.

No era agua.

Eran las cartas, rotas en miles de pequeñísimos pedacitos que los bañaban a él y a Sakura.

Ella había caído de rodillas al suelo, su rostro empapado en lágrimas. Estaba extendiendo las manos inútilmente, tratando de retener los pedazos de sus amigas, pero se disolvían al contacto como si fuesen copos de fina nieve.

Entonces sus ojos se encontraron nuevamente y Syaoran vio el intenso alivio mezclarse rápidamente con el dolor, angustia, furia y reproche. No la culpaba. Después de todo se merecía que Sakura no volviera a dirigirle la palabra. ¡Nunca!.

El perdón pareció en verdad algo imposible para él cuando repentinamente la joven se puso de pie, con una fuerza que no parecía quedarle, gritando a todo pulmón.

“¡¡¿CÓMO PUDISTE HACERME ESTO?!!! ¡¡¿POR QUÉ?!!!..... ¡Y LAS CARTAS… LAS CARTAS ESTÁN… !!!!”

Syaoran no pudo más que verla marchar corriendo a toda velocidad, apartando a todos los que trataron de detenerla. Si quedaba alguna esperanza para los dos, ese no era el momento para actuar. Ella necesitaba tiempo para comprender, y él para reconciliarse con sus propios demonios.

El dolor de su cuerpo no igualaba al de su alma, y a la angustia interior que se debatía en su pecho ante la posibilidad de perderla.

Una cosa había sido renunciar a Sakura voluntariamente para protegerla. Otra muy distinta era saber que ella le odiaba y que, tal vez, la había perdido, para siempre.

Se puso de pie lentamente, apartando esas ideas de su cabeza temporalmente, y entrando nuevamente en su rol del Líder imperturbable del Clan Li.

“Atsuki-san. Reporta a todos los comandantes. El poder del Dragón del Tiempo está por terminarse. Debemos actuar rápido. Los demás ya saben que hacer”.

El joven guerrero pareció aturdido por unos segundos antes de responder a la orden y movilizar a sus hombres. Así pasó con todos los presentes. Lentamente todos se pusieron en movimiento, posponiendo la celebración del triunfo sobre Fu-Chou, que no sólo era definitivo, sino completo, ahora que Li Syaoran había sobrevivido a lo que parecía un destino mortal inevitable. Pero la prioridad era arreglar el caos que la batalla había dejado en la ciudad.

Ryu fue el primero en acercarse al exhausto guerrero, poniendo una mano sobre su hombro en señal de afecto y respeto. “Bienvenido amigo. ¡Vaya que salvaste el pellejo por los pelos!”.

Syaoran asintió con su cabeza por respuesta, viendo acercarse a la figura de un sonriente Eriol.

“Bueno, mi querido descendiente, no podía esperarse otra cosa de ustedes dos más que lo inesperado”.

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El golpear firme en la puerta de su estudio interrumpió sus cavilaciones y lo trajo de vuelta al presente. Meyling entró rápido, sin esperar la respuesta a su llamado. Su rostro encendido de urgencia ya lo decía todo.

“¡Eriol acaba de comunicarse!. La encontraron y parece que está bien dentro de lo que cabe. Touya la llevó al Kimberly Hotel”.

Syaoran asintió brevemente con la cabeza y cerró los ojos de nuevo. Meyling se quedó de pie sin moverse, mirándolo expectante por varios segundos, como esperando una reacción que no llegaba. Él podía sentir, aun con los ojos cerrados, su inquisitiva mirada sobre él, lo que lo exasperó bastante considerando su dolor de cabeza y el cansancio que sentía.

“¿Algo más?”.

“Bueno, ¡¿es que te vas a quedar allí sentado sin hacer nada?!”, dijo con un tono que delataba su incredulidad e impaciencia. En verdad que todos los hombres eran unos insufribles.

“¿Y que sugieres que haga?”.

“¡¿Es que no es obvio?!”, contestó casi horrorizada, “¡Levanta el trasero de la silla y ve a por ella tonto!, ¿No crees que ya han estado separados por demasiado tiempo?”.

Syaoran sólo pudo sonreír ante la reacción típicamente impulsiva de su prima. Abrió los ojos y vio su rostro suavizarse un tanto bajo su mirada.

“Tienes razón. Hemos perdido demasiado tiempo y eso siempre lo voy a lamentar. Pero por todo el tiempo perdido, también reconozco que Sakura necesita espacio… para reconciliarse con todo lo que ha pasado, y comprenderlo. Y se que ella lo hará. Eventualmente lo va a entender”.

Él ya no era aquel niño cerrado, tímido, incapaz de expresar sus sentimientos. Por eso ahora estaba determinado y muy consciente de lo que tenía que hacer.

“Entonces Meyling, una vez que yo vaya por ella… ¡te juro que no pienso perder ni un segundo más!”.

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Sakura estaba molesta. ¡Con todos!. Molesta no era ni siquiera un palabra lo suficientemente dura como para describir sus sentimientos en ese instante.

¿Cómo habían podido hacerla pasar por todo eso?. Era la pregunta que se repetía en su cabeza sin cesar. Era en verdad algo tan increíble como incompresible para ella.

Simplemente lo hizo. Tomó la decisión de borrarle la memoria para ponerla en posición de matarlo. Y todos sus amigos lo habían aceptado, y hasta ayudado. O al menos los más cercanos lo sabían. ¿Quería decir eso que le había borrado la memoria a sus compañeros de clase?. ¿A sus profesores también?. Sakura no sabia los detalles pero por lo que comprendía de la situación, todos sus allegados habían sido participes de la componenda. Tomoyo, Eriol, Touya…

‘¡Y para matar a Syaoran ni más ni menos!. ¿Cómo se atrevieron?’.

Claro, en el plan original se suponía que ella nunca recuperaría la memoria, eso era evidente. Pero olvidaron que estaban tratando con Sakura y su increíble poder ilimitado. Siempre saliéndose de lo ordinario. Una vez más había hecho lo imposible. Tan sólo una mirada había bastado para desencadenar su mente. En un instante todo estaba de vuelta. Su memoria. Sus recuerdos. Su amor.

Recordó entonces el momento de verdadera angustia en el que creyó que lo había hecho. ¡Que lo había matado!. Estuvo tan cerca. Pero en ese preciso instante las cartas saltaron y le salvaron la vida destruyéndose a sí mismas. Sacrificándose ante su llamado desesperado de ayuda.

Aun no lo podía creer. Sus compañeras en tantas aventuras, sus adoradas cartas. Tantas cosas que habían pasado juntos para atraparlas y cambiarlas, y ahora habían desaparecido para siempre. Y las extrañaba, pues se habían vuelto una parte casi física de su persona. Una especie de extensión de su conciencia.

Sin embargo, la verdad era que Sakura ya no las necesitaba realmente para comandar un poder impresionante. Tanto como el mismo Syaoran, quien también, por lo demostrado en la batalla con Fu-Chou, tenía un poder que había crecido de manera descomunal en los últimos años. Ese día habían confirmado que ambos eran los hechiceros más poderosos de oriente.

Sin embargo, Sakura no podía evitar lamentarse por las cartas. Por cada una de ellas. Se habían vuelto sus amigas y confidentes. Y realmente ahora necesitaba de su compañía y consuelo.

La joven estaba de camino al aeropuerto para volver a Japón cuando se encontró a si misma pensando nuevamente en todas estas cosas. Tenía la mirada fija en el agua que fluía rápida como sus pensamientos, a los lados del famoso SkyPier Ferry en el que viajaba.

Sintió el movimiento de Kero a sus espaldas y de inmediato recordó su pánico inicial cuando por unos instantes pensó que, junto con Syaoran y las cartas, sus guardianes también habían desaparecido. Dejándola verdaderamente sola.

Pero en todo lo hecho por Clow había una razón de ser misteriosa, que superaba a la magia misma. Su sabiduría trascendía a lo largo del tiempo en sus creaciones, mientras que su trabajo y legado era continuado por sus reencarnaciones y descendientes.

Afortunadamente, nada había ocurrido a los guardianes del sol y de la luna cuando se destruyeron las cartas. Por el contrario, en el momento del sacrificio se liberaron, ganando más poder y autonomía. Particularmente Yue. El guardián de la luna. El juez. Que ahora en verdad se encontraba un paso más cerca de ser humano. Aunque eso, pensaba Sakura, se lo debía más a Touya que a nadie.

Habían transcurrido dos días desde la batalla con el Vengador, en los que ella había permanecido en Hong Kong completamente aislada. Encerrada en una habitación de hotel, rumiando sus penas y lamiendo sus heridas. Tan solo recordando el mundo gris en el que Syaoran no estaba y en el que había vivido por los últimos cuatro años. Pensando en que casi se vuelve una realidad. Muerto por su mano, por su magia. Sakura suspiró descorazonada

Cerró los ojos. Podía ver su rostro luego de la intervención de las cartas. Las emociones que cruzaron su semblante entonces. Su incredulidad, su alivio, y luego la esperanza.

La esperanza. ¿De qué?.

Allí estaba. Inmóvil. Devolviéndole esa mirada increíble desde sus ojos ámbar. Esa mirada capaz de hacer que las rodillas se le aflojaran y que su respiración se acelerara en su pecho.

Pero dentro de todo el torrente de sentimientos que la azotaron en aquel instante, la rabia se había impuesto ante todo lo demás. Rabia profunda y descarnada que nacía de la impotencia de haber sido engañada. De sentirse utilizada y subestimada una vez más.

En ese momento no pudo sino salir corriendo con todas sus fuerzas. Huir de todo, sin detenerse a pensar, marchando sin rumbo por las calles de Hong Kong. Y los minutos se convirtieron en horas por las que el dolor fue su única compañía. Cuando finalmente detuvo su loca carrera, sus guardines y su hermano ya estaban con ella. La sostuvieron mientras se desmoronó en llanto. La cuidaron, llevándola a un hotel, en donde se enterró bajo las sabanas sin decir palabra durante dos días. Sin comer, sin dormir.

Solo pensando.

Recordando cada minuto, cada instante que pasó desde el momento en el que Li Syaoran había llegado a Japón hasta aquel día, en el parque de diversiones, donde ella finalmente había confesado su amor. Y había corrido hacia él, lanzándose al vacío. Hacia sus brazos abiertos. Y él la había sostenido con fuerza contra su pecho. Imbuyéndola en su calor, en su olor, en su protección. Pidiéndole perdón con un susurro en su oído. Diciéndole rápidamente lo mucho que la amaba, que la necesitaba, pero que jamás permitiría que su espíritu se rompiese.

Luego vino la oscuridad y los dedos ardientes presionados contra su frente que la condenaron a una media vida durante más de tres años, en los que no supo nada. Flotando sin sentido un día tras otro. Investigando en sus sueños por la respuesta a esa sensación perenne de estar incompleta. Buscando sentido en las emociones que creía que jamás haber experimentado. Queriendo comprender el por qué a veces estaba llorando sin razón. Con ese misterioso sentimiento calvado en el corazón obscureciendo su mente y debilitando sus ganas de vivir.

Una amarga sonrisa afloró en sus labios. Si esa vida era la alternativa, hubiera preferido que la mataran ese día en la torre del parque de diversiones, antes que llevar de nuevo una existencia incompleta. Ahora comprendía bien que significaba ese castigo, del que le había hablado Yue en su juicio. Era horrible vivir en un mundo sin amor. Y eso sólo había sido experimentar el mundo sin Syaoran. No quería ni imaginar lo que sería si sus amigos y familiares tampoco estuviesen.

Syaoran.

¿Como había podido?.

Por todos sus lamentos, Sakura no obtenía respuestas. Solo le restaba continuar mirando el resplandor del sol sobre las aguas y sentir la brisa secando de su rostro lágrimas que no se había percatado de haber llorado.

En ese momento Sakura tuvo una revelación.

‘¿Y si hubiese sido yo quien estuviera en esa posición?. ¿Y si me hubiera tocado a mi decidir?’.

Si hubiese estado en el lugar de Syaoran, ella hubiese hecho lo mismo.

Tan simple y sencillo como eso. Cualquier cosa antes de verlo sufrir. Cualquier cosa con tal de protegerlo.

Si las cosas hubiesen salido como el Líder del Clan Li las planeó, Sakura jamás lo hubiese reconocido, o recordado. Lo hubiese matado y continuado adelante con su vida. Con esa sensación de vacío, pero hubiese seguido adelante. Sin más remordimiento que el de verse visto obligada a tomar la vida de alguien anónimo para ella.

Si. Sakura veía ahora, y por primera vez desde que todo ocurrió, cual había sido el razonamiento detrás de la decisión tomada por Syaoran. Y conociéndolo como lo conocía, estaba segura de que no había sido nada fácil para él.

Pero a pesar del momento de comprensión y simpatía que cruzó por su mente y su corazón, aun no estaba en su ánimo ni justificarlo, ni mucho menos perdonarlo. ‘No era justo’. La rabia seguía siendo el sentimiento que la dominaba. ‘No lo voy a perdonarlo, nunca’, se repitió mentalmente como un mantra.

En ese momento la hechicera más poderosa del planeta se sentía insignificante y pequeña. Tan solo quería estar en su casa, tirada en su cama, con las almohadas sobre su cabeza. Llorando desconsolada hasta que no le quedaran fuerzas.

Sakura secó las lágrimas que quedaban persistentes en su rostro, tratando de devolverle a su ánimo la determinación que sintió esa mañana cuando finalmente se había levantado, dándose un buen baño y cambiándose de ropa. Entonces había salido por fin de su confinamiento en la pequeña habitación, dirigiéndose a sus amigos con determinación:

”Me marcho. ¡Ahora!”, había declarado, dirigiéndose luego al teléfono para reservar un boleto en el vuelo más próximo.

El sonido desafinado de las cornetas del puerto retumbó por toda la embarcación, indicándole que ya habían llegado a destino. Casi mecánicamente la joven se puso de pie y se dirigió a la zona de desembarque, vagamente consciente de que su hermano, sus guardianes y sus amigos la seguían.

Había una increíble cantidad de movimiento en toda la zona del puerto, con operarios desembarcando equipaje y mercancías que se transportaban junto con las personas en cada viaje de ida y vuelta. Sakura siguió con mediano interés como se desenvolvía la rutina diaria y como los operarios del puerto trabajaban en perfecta sincronía.

En verdad tenía que concedérselo al Clan Li y los demás miembros del concilio mágico y su organización. Todo funcionaba como si no hubiese pasado nada.

Viendo la normalidad de todo a su alrededor nadie imaginaría jamás que apenas dos días antes, todos habían estado paralizados en el hechizo del Dragón del Tiempo, con un montón de magos luchando con el mismo infierno por la salvación de sus almas. En el camino hacia el Ferry, Eriol había comentado que las muertes y los desastres ocurridos fueron sencillamente encubiertos atribuyéndolos a un fenómeno natural que causó temblores de tierra en todo el planeta. Afortunadamente, Fu-Chou había sido contenido antes de causar una catástrofe mayor.

Ya estaba en la rampa de desembarque cuando se volteó buscando a sus amigos y se encontró sorpresivamente sola. ‘Hoe. ¿A donde se fueron todos ahora?’. Volteó en todas direcciones y ni rastro de Eriol, Tomoyo, sus guardianes o Touya… ¡Touya!. El tipo era una sombra que no se le despegaba nunca, y ahora que se tenían que ir o llegarían tarde al aeropuerto él no estaba a la vista. ¡Increíble!.

“Bueno, pues que me alcancen allá si pueden”, dijo determinada a no perder ese vuelo por nada en el mundo. Tenía que irse, poner distancia lo más pronto posible antes de desmoronarse. Antes de volverse loca.

Con un último vistazo al Ferry, se giró hacia la salida.

No dio más de dos pasos antes de que el mundo se detuviera de nuevo a su alrededor, dejándola clavada en el sitio… temblando.

A unos cuantos metros, justo en medio de la salida estaba de pie Li Syaoran.

Su rostro no traicionaba ningún sentimiento mientras la contemplaba fijamente. En cambio el de Sakura era una combinación de cosas que quería decir, sentir… Que necesitaba liberar de su pecho.

Inconscientemente, dio un par de pasos hacia atrás tratando de alejarse y, como si esa fuese la señal que estaba esperando, el líder del Clan Li comenzó a avanzar lentamente hacia ella.

Sakura trataba de obligarse a reaccionar, pero sólo podía ver con impotencia, su marcha inexorable hacia ella. Apretó los puños y cerró los ojos para sacar su imagen de su mente.

‘¡Muévete!!.¡Di algo… haz algo… huye maldición!’, se urgía a sí misma desesperada, porque sabía que se encontraba a punto de desmoronarse y no quería darle ese gusto.

Después de todo lo que la había hecho sufrir, por lo que la había hecho pasar. Él tenía que entender lo que le había dolido su decisión. Quería hacerlo padecer del mismo modo que ella. Hacerlo pagar. Aunque en el fondo su lógica le dijera que para él la separación había sido igual de difícil.

¡Al diablo con ser razonable y comprensiva… ahora quería ser dura e indiferente!.

Finalmente abrió los ojos, justo a tiempo para ver sus pies detenerse justo delante de ella. Lo tenía tan cerca que podía distinguir con claridad su suave olor a sándalo y menta; la forma en que los jeans dejaban ver el tono muscular de sus piernas; sus manos en los bolsillos; la forma descuidada en que no abrochó los dos últimos botones de su camisa negra; el tono saludable de su piel bronceada; el calor que irradiaba; el colgante plateado alrededor de su cuello…

Nadie hubiera creído viéndolo así, vestido de manera tan sencilla y natural para un joven de su edad, que era uno de los hechiceros más poderosos del planeta.

La respiración se quedó atorada en su garganta a medida que sus ojos avanzaban más en el recorrido hacia su rostro. Su mandíbula fuerte y varonil. Los signos de una ligera barba como si no se hubiera afeitado en un par de días Sus labios ligeramente entreabiertos…

Fue lo ultimo que supo antes de encontrarse firmemente atrapada entre sus brazos.

Una mano en la parte baja de su espalda y la otra alrededor de sus hombros, la apretaban firmemente contra su pecho. Su fuerza, el calor de su cuerpo… lo había soñado tantas veces aun cuando no lo recordaba.

En ese momento el mundo alrededor desapareció para ella y con el, toda la ira, la molestia, el deseo de vengarse, de hacerlo sufrir, de apartarlo, de alejarse, de luchar contra la inevitable sensación de hallar su alma completa.

Solo existía Syaoran. Y eran tantos sentimientos simultáneos los que él provocaba en su cuerpo que no podía más que perderse en ellos pues con cada segundo que pasaba se hacían más intensos, más adultos, más apasionados, más desesperados, cargados de todo lo que se querían decir y no pudieron en tantos años de separación.

“Mírame, Sakura”.

La voz profunda de Syaoran mando los más deliciosos escalofríos por su cuerpo. Era casi como electricidad recorriendo su piel y haciéndola estremecer. Ante su inmovilidad Syaoran inclinó su rostro, acercando sus labios a su oído, rozando su piel con su mejilla.

“Mírame…”.

Sakura finalmente encontró la fuerza para terminar el recorrido hasta sus ojos…

Un silencioso entendimiento cruzó entre ellos cuando sus miradas se encontraron. Con un movimiento rápido sus bocas hicieron contacto. De inmediato Sakura se encontró perdida en las sensaciones del húmedo calor de los labios de Syaoran sobre los suyos, contestando las suaves caricias, respondiendo a su presión y al sentimiento detrás de cada movimiento compartido. Era un beso tierno, lento pero intenso, paciente. Dulce. Cargado de la emoción contenida por años.

Cuando Syaoran rompió el beso, apartándose ligeramente, Sakura sin pensarlo dos veces, buscó sus labios instintivamente, extrañando de inmediato su calor y suavidad. Olvidados por completo todos los reproches pendientes. El joven guerrero se alejó un poco más, evitando el beso, sonriendo ante la reacción natural de Sakura de buscarlo. Ella lo miró entonces con ojos expectantes y las mejillas sonrosadas.

“Perdóname Sakura”, dijo con sencillez y sinceridad. “Lamento lo que haz tenido que pasar y comprendo la molestia que sientes. Pero en verdad era lo único que podía hacer. Y honestamente, si tuviera que hacerlo de nuevo, lo haría… Por ti haría cualquier cosa”.

La joven volteó su rostro evitando mirarle, recuperando algo de esa rabia inicial al oír sus palabras, si bien honestas, bastante crudas. Si, ya sabía que lo lamentaba pero entonces, él tampoco se estaba arrepintiendo por lo que había hecho.

‘¿Cómo puede?, Mostrar cero arrepentimiento y pretender que simplemente lo perdone así como así’, pensaba irritada, más contra sí misma que contra nadie, por que en ese momento se encontraba completamente vulnerable a él.

“Me lastimaste. No me pidas que te perdone. No puedo hacerlo”. Dijo con más confianza de la que sentía, sin mirarle a los ojos, sabiendo que en su posición –en los brazos de Syaoran y sin ganas de dejarlos – una declaración como esa perdía toda validez.

“¿En serio?”, contestó con malicia en su voz. “Yo sólo quiero que me repitas en voz alta lo que ya me dijiste con tus labios, Sakura”.

Ni que decir que la Cardmaster se indignó de inmediato ante sus palabras, devolviéndole la mirada entre sorprendida e irritada. ‘¡Y este cuando se volvió tan descarado!’, pensó resuelta a no caer en su trampa.

“¿Cómo… cómo te atreves…?. ¡Yo NO voy a perdonarte!”. Dijo al tiempo que forcejeó para desenmarañarse del abrazo firme, aunque sin mucho éxito.

“Como gustes. Pero en ese caso no te dejaré ir hasta que lo hagas”.

Antes de que pudiera contestar algo semi – coherente, Syaoran la estaba besando de nuevo, pero esta vez con una intensidad renovada, urgiéndola a contestar con sus movimientos. La suave caricia de su lengua sobre sus labios fue una orden a la que Sakura respondió instintivamente, separando sus labios y dándole acceso a su boca. Una mano se movió hasta la base de su cuello, profundizando el beso y terminando de disipar las sombras que habían empañado su pasado. Sakura estaba literalmente derretida en sus brazos, dejándose llevar por el ritmo y la intimidad del momento.

Se estaba engañando a si misma. Era cierto que ya lo había perdonado desde el fondo de su corazón, en el mismo momento en el que comprendió sus motivos y descubrió que ella hubiese actuado de la misma forma si se tratase de protegerlo a él. Y todo su ser, todo su cuerpo se lo estaba diciendo en ese momento. Ya no había forma de negarlo.

Cuando se separaron para obtener algo de oxigeno, Syaoran apoyó su frente contra la de Sakura, manteniendo su rostro muy cerca del suyo. Sus palabras eran un susurro hecho en un tono, esta vez, más conciliador.

“Di que me perdonas…. sólo entonces te dejaré ir…”.

“¿Quieres que me vaya?”.

Las palabras inocentes y algo tímidas de Sakura provocaron que su risa sincera se dejara escuchar, iluminando su rostro. Era una de esas sonrisas tan raras en él como hermosas. Esas, que él sólo le dedicaba especialmente a ella. Su mano se movió entonces hacia su rostro, tomando su mejilla y acariciándola.

“No. No quiero. Pero algo me dice que la testaruda de Kinomoto Sakura se va a marchar de todas formas”.

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INNER ANGEL

(2) Letra de la canción “Only When I Lose Myself” de Depeche Mode.


NDA: No se ustedes, pero este capitulo me dejó bastante agitada y acalorada… XD

Esta historia se acaba señores. Queda solo por publicar la última parte – el epilogo. Espero sus comentarios!