Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Punto sin retorno ❯ La historia se reescribe ( Chapter 8 )

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Punto sin retorno

Capítulo ocho

La historia se reescribe

 

 

Lo primero que notó Trunks cuando salió de su vaina espacial en Rithica fue que finalmente había algo parecido a la luz del día. Alzó la mirada por instinto para tratar de ver dónde se ubicaba el sol, pero estaba oculto por unos árboles grandes y frondosos que creaban una enredadera aérea. Se encontraba en lo que parecía ser algún tipo de jungla. En lugar de hallar el verde habitual que esperaría en la Tierra, la jungla tenía un color azul que era casi acogedor. El aire estaba cargado de una humedad intensa como nunca llegó a sentir antes. Trunks surgió del profundo cráter que su vaina espacial había formado sudando por el calor.

Vegeta y Nappa ya tenían activados sus rastreadores cuando Trunks salió del borde del cráter. Nappa miró por encima de su hombro y le frunció el ceño al adolescente haciéndolo tragar saliva mientras se sacudía el polvo. Casi se había olvidado de su desliz en la taberna, pero claramente él no...

—Todo despejado. No hay nadie con un nivel de poder superior a diez ni nadie dentro de los cien krios —dijo Nappa manteniendo presionado el botón en su rastreador, él trasladó su mirada de Trunks a Vegeta.

El príncipe volvió la cabeza hacia un lado. 

—Raditz —ordenó ásperamente—. Dame el informe actualizado sobre Liyana de una vez. Necesito ver con qué nos enfrentaremos.

—¿No quieres esperar hasta que terminemos primero aquí? —preguntó Nappa. Vegeta le lanzó una mirada fulminante y el saiyayín grande agregó al momento—. Pensándolo bien, no estaría mal ver con quien nos enfrentaremos.

—Aquí lo tengo. —Raditz pasó rozando a Trunks haciendo que el adolescente perdiera el equilibrio. Pese a eso, el saiyayín se apresuró en ir hacia Vegeta sosteniendo un dispositivo electrónico manual—. Acabo de recibir la actualización ahora.

El príncipe le arrebató el dispositivo a su subordinado y se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano. Lo miró frunciendo el ceño, presionó algunos botones, se escuchó un pitido y vio como unos números comenzaron a desplazarse en el dispositivo. Trunks se acercó y observó el reflejo de los números desplegándose en el cristal verde del rastreador de Vegeta. El adolescente lanzó una mirada nerviosa hacia Nappa, pero el corpulento saiyayín tenía los brazos cruzados sobre su pecho, estaba esperando a que Vegeta dijera algo.

Los números finalmente dejaron de desplazarse. Tan pronto como pararon, Trunks sintió que el ki de su padre se debilitaba una cantidad sustancial. Casi de inmediato, Vegeta se llevó la mano al pecho. Su expresión facial no cambió mientras se recuperaba rápidamente haciendo que pareciera que solo se estaba ajustando la armadura. Trunks dejó escapar un suspiro débil, pero se esforzó al máximo para no mostrar su creciente preocupación.

—¿Estás seguro de que este es el último informe sobre Liyana? —preguntó Vegeta con los ojos clavados en las lecturas que recibía.

—Sí —respondió Raditz confundido por la pregunta—. ¿Cuál es el problema?

Trunks podía escuchar el sonido de los insectos que volaban en el aire y que rompían el sofocante silencio entre los cuatro hombres parados en un círculo. Nappa y Raditz intercambiaron una mirada, ambos se preguntaban qué veía su lider en el informe que lo hacía perderse en sus pensamientos.

Finalmente Vegeta gruñó. 

—Tengo que planear la mejor manera de usar esta información —dijo y su ceño se profundizó—. Ustedes tres permanezcan aquí. Raditz, encuentra algo para comer, puede que pase un tiempo antes de que volvamos a la base.

Nappa puso mala cara.

—Pero, ¿no deberíamos empezar a…

Él fue silenciado al instante por el fuerte golpe que Vegeta le dio en el estómago. Nappa jadeó, se dobló y cayó de rodillas frente a su príncipe. Trunks se estremeció, pero Raditz no reaccionó, estaba tan acostumbrado a la violencia como a respirar aire.

—Comenzaremos esta purga cuando me dé la gana, ¿entendiste? —gruñó Vegeta antes de mirar fijamente a Raditz—. Ahora ve a cazar, ya vuelvo.

Raditz apenas había pronunciado la i de la palabra “sí” cuando Vegeta quedó fuera de vista. El príncipe se movió entre las plantas y los árboles exóticos de la jungla con una velocidad ágil, como si la hubiera atravesado un millón de veces antes y conociera cada centímetro de esta. Trunks vaciló, quería ir tras él, pero no deseaba incurrir en su ira. El adolescente suspiró y se quitó el cabello sudoroso de la cara.

—Bueno, entonces voy a ver qué nos puede servir de comida por aquí —gruñó Raditz antes de girarse para dirigirse en la dirección opuesta a la de Vegeta. Trunks miró a Nappa que se estaba parando poco a poco y decidió que prefería ir con Raditz en lugar de arriesgarse a un interrogatorio. El adolescente aclaró su garganta y lo siguió.

—Mmm, ¿quieres compañía? —le preguntó Trunks tímidamente. Raditz lo observó por encima del hombro y le dio una mirada de disgusto.

—No necesito tu maldita ayuda, mestizo —Se burló—, así que quédate aquí.

—Pero, Raditz, yo puedo... —La voz de Trunks se apagó cuando lo vio irse sin dejar que dijera otra palabra. El saiyayín alto pasó rozando las plantas con un silencioso sigilo que dejó a Trunks extremadamente impresionado. El adolescente frunció el ceño antes de girarse para enfrentar a Nappa. Ya era hora de la verdad.

El saiyayín mestizo miró al saiyayín de sangre pura, ambos estaban de pie en completo silencio. Trunks tenía los puños muy apretados, lo que hacía que sus músculos se tensaran mientras esperaba a que Nappa dijera algo, pero el saiyayín más grande solo siguió observándolo con una mirada escrutadora en el rostro.

Trunks tomó el silencio como una oportunidad para pensar en una estrategia. Su primera línea de defensa sería afirmar que Nappa había bebido demasiado y que nunca se refirió a Vegeta como su padre. Su parecido físico con el príncipe saiyayín podría ser fácilmente descartado como nada más que una mera coincidencia. Y si eso no funcionaba, entonces solo lo negaría hasta que se le pusiera la cara azul. Si Vegeta en verdad había llegado a tales extremos para evitar tener descendencia, entonces jamás creería que Trunks era su hijo en todo caso. Sí, él podría salir de esto...

Finalmente, Nappa resopló y sacudió la cabeza con una mirada de asombro en su rostro.

—Te ves igual a él, debería haberlo sabido. —Trunks frunció el ceño y abrió la boca para objetar, pero Nappa levantó una mano e hizo un ademán de alto—. Relájate, muchacho, no se lo diré a Vegeta.

Trunks quedó sorprendido, la tensión en su cuerpo se desvaneció cuando la confusión tomó su lugar. 

—¿Qué?

La expresión de Nappa se volvió seria.

—Le prometí al rey Vegeta que cuidaría de su linaje.

Una mirada de profunda vergüenza se apoderó de los rasgos del saiyayín grande mientras miraba hacia otro lado; pensamientos de fracaso pasaban por su mente al recordar los años de tortura y abuso que Vegeta había sufrido a manos de Frízer. Era el tipo de tortura que él, un saiyayín élite y el excomandante del ejército saiyayín, juró evitar, pero fue completamente incapaz de detenerlo. Frunció el ceño y sus ojos se llenaron de pesar.

—Claro que no había mucho que pudiera hacer contra alguien como ese monstruo de Frízer, pero le hice una promesa a mi rey y haré todo lo posible por cumplirla. —Volvió a ver a Trunks y el adolescente casi se sorprendió por la mirada de respeto que Nappa le estaba dando—. Incluso si el linaje real de nuestro pueblo ahora incluye a un mestizo.

—Yo... no sé de qué estás hablando —dijo Trunks, su voz insegura revelaba la verdad.

Nappa se rio a carcajadas. 

—No se lo diré si no quieres que lo haga, niño. No eres una amenaza como pensé, aunque... —Se cruzó de brazos y miró a Trunks con una expresión de incredulidad en sus ojos—. Vegeta definitivamente debió haber sido muy joven para haber sido misericordioso con tu madre. Debiste ser concebido en una de sus primeras veces.

Trunks frunció el ceño y bajo la mirada mientras apretaba la mandíbula, deseaba poder deshacer su desliz. Sin eso, dudaba que Nappa hubiera juntado todas las piezas. Respiró hondo para tranquilizarse y cerró los ojos. Tuvo que rendirse a este nuevo fracaso y aceptar el destino y las consecuencias que ello conllevaba.

—Júrame por tu vida que no se lo dirás a Vegeta —dijo finalmente abriendo los ojos para hacer contacto visual con el saiyayín más grande.

—Si Vegeta me pregunta, no le mentiré, muchacho —le aseguró Nappa en un tono serio—. Se da cuenta cuando miento y se enoja si lo hago... pero, si no pregunta... entonces no veo razón para sacarlo a la luz. Con lo que tiene es suficiente —agregó mirando a lo lejos en la dirección por la que Vegeta se había ido, una expresión preocupada se marcó en su rostro.

Trunks frunció el ceño y se quedó pensando cuánto sabía Nappa sobre el veneno en el cuerpo de Vegeta. Estaba a punto de preguntar cuando Raditz atravesó los arbustos y entró en el pequeño claro llevando en su espalda a un enorme animal muerto. El saiyayín tiró el animal al suelo con un ruido sordo delante de Nappa y Trunks haciendo que el adolescente se sobrecogiera del asco. El animal se parecía a un leopardo por su forma felina y estaba cubierto de un pelaje azul oscuro.

—Nada como una comida caliente para recordarnos la patria —dijo Raditz riendo y empapado en sudor. Levantó una mano y disparó una ráfaga de ki hacia el suelo con el propósito de iniciar un fuego, luego hizo un puño para controlar la propagación antes de mirar al animal que atrapó—. Bueno, mejor cocinemos esta cosa antes de que Vegeta regrese.

—Esto apenas será suficiente para nosotros tres —comentó Nappa mientras Raditz arrastraba al animal hasta el fuego—. Faltará para Vegeta que también necesita comer.

—Está bien, no tengo hambre —dijo Trunks con el ceño fruncido y cruzó los brazos sobre su pecho sin darse cuenta de la pequeña sonrisa de Nappa al ver el manierismo familiar. La última vez que el adolescente comió con los saiyayíns, lo había amargado toda la experiencia. Aunque estaba casi muerto de hambre, sabía que podría durar un poco más sin alimentarse.

—Haz lo que quieras, mestizo...

**********

Tan pronto como Vegeta supo que se hallaba fuera del alcance del oído, se agarró el pecho y se dejó caer de rodillas, Al fin podía ceder al dolor que había estado escondiendo frente a sus hombres. Prácticamente jadeando ahora, se arrastró usando su otra mano, que aún sostenía el dispositivo electrónico de Raditz, hasta que llegó a un gran árbol. El príncipe se dio la vuelta para poder sentarse contra este y cerró los ojos esperando que el dolor ardiente en su pecho disminuyera.

Luego de un agonizante minuto, el dolor por fortuna comenzó a ceder. Vegeta frunció el ceño y apoyó la cabeza contra el árbol, su respiración finalmente disminuyó de velocidad. Se quedó quieto por unos minutos más para dejar que su fuerza volviera poco a poco mientras se preguntaba qué tipo de maldito veneno corría por su sangre. Si los tsufurus no estuvieron en su lista negra antes, ciertamente cimentaron su lugar después de esta táctica. Si había una cosa que odiaba con todas sus fuerzas, era cuando un enemigo recurría al veneno. Esta no era la primera vez que había sido envenenado; de hecho, los tsufurus le hicieron lo mismo la semana pasada. Antes de eso, sin embargo, tenía que regresar a su infancia para recordar la última vez que fue víctima de esa maniobra.

Vegeta abrió un ojo y miró el dispositivo electrónico. Podía leer el último informe sobre Liyana tan claro como el día, pero nunca había visto nada igual.

¿Un nivel de poder promedio de 78 000? ¿En una población de millones?

¿Con los tsufurus pisándole los talones?

¿Con veneno corriendo por su sangre?

Cuando el sudor comenzó a meterse en sus ojos, se quitó el rastreador y lo arrojó a un lado. Se los frotó en un esfuerzo por concentrarse. Necesitaba un plan y lo necesitaba de inmediato. Nappa y Raditz eran leales, aunque también eran unas bestias. El muchacho podría ser poderoso, pero ignoraba la crueldad que definía el universo en el que vivía.

Como siempre, cualquier esperanza de supervivencia recaía directamente sobre sus hombros...

**********

Trunks estaba sentado cruzado de piernas con el ceño fruncido mientras observaba como Nappa y Raditz atacaban hambrientos al animal que Raditz cazó. Principalmente mantenía los ojos en Nappa, ya que se preguntaba si había cometido un error al admitir que el hombre tenía razón. El saiyayín grande había dicho que le diría la verdad a Vegeta si él lo presionaba. Trunks no podía pensar en una situación en la que su padre le preguntara tal cosa, pero aun así se sentía incómodo.

—Entonces, ¿dónde crees que se esconde Ares? —dijo Raditz con la boca llena de carne semicocida.

—No lo sé —respondió Nappa de cuclillas frente al fuego. Él arrojó un hueso a las llamas—. Todavía creo que deberíamos haber destruido el planeta. Al diablo con lo que Frízer quiere.

Raditz se rio. 

—Tenemos que purgarlo, órdenes son órdenes.

—Sí, bueno, cuanto más tiempo dejemos vivir a los tsufurus, más fuertes se volverán. —Se quejó Nappa. Dejó de lado la parte en la que deseaba que Vegeta hubiera tomado a los tsufurus más en serio cuando se enteraron de que había sobrevivientes. Raditz asintió—. Es solo cuestión de tiempo antes de que quieran comenzar una guerra.

—No habrá ninguna guerra —interrumpió repentinamente una voz ronca—. Los tsufurus nunca tendrán la oportunidad.

Los tres volvieron los rostros a tiempo para ver a Vegeta entrar en el pequeño claro. Todos se pusieron de pie al instante cuando el príncipe le arrojó el dispositivo electrónico a Raditz, quien a las justas levantó una mano para atraparlo. Vegeta frunció el ceño, se cruzó de brazos y miró por encima del fuego a Raditz que ahora leía el dispositivo.

—¡Un nivel de poder promedio de 78 000! ¡Eso es imposible! —gritó con los ojos muy abiertos.

—¡Qué! ¡Eso no puede ser! —gritó Nappa y se acercó a revisar mientras Trunks miraba a Vegeta de la manera más indiferente que pudo. Su ki era notablemente más débil ahora y el adolescente sabía que esa no era una buena señal. Si Vegeta estaba ansioso o preocupado, no lo demostraba.

—Lo es y debemos prepararnos. El muchacho y yo nos quedaremos aquí en Rithica —dijo Vegeta con dureza mientras cambiaba su mirada oscura hacia Trunks, lo que hizo que el adolescente se sienta incómodo al instante—. Completaremos la purga para que se ensucie las manos y nos encargaremos del problema con los tsufurus de una vez por todas. En cuanto a ti, Nappa —añadió desplazando los ojos hacia Nappa—. Quiero que te adelantes a Liyana, explores el planeta y nos encuentres un buen lugar donde podamos escondernos hasta que estemos listos para atacar. Sabremos una vez que estemos allí si debemos aplicar la técnica divide y vencerás o simplemente esperar hasta que haya luna llena para liquidarlos. En cualquier caso, no lo jodas ni dejes que te maten antes de que lleguemos —gruñó de forma amenazadora. 

Nappa asintió. 

—Sí, Vegeta.

—¿Qué hay de mí? —preguntó Raditz. Vegeta frunció el ceño y le devolvió la mirada, se quedó viéndolo fijamente por algún tiempo. Trunks miró a Nappa, pero él ya se estaba dirigiendo a su vaina espacial. El adolescente dejó escapar un suspiro de alivio al verlo partir sin intercambiar palabras con Vegeta. Parecía que esta vez, Nappa podría estar de su lado.

—¿Qué tan seguro estás de que Kakaroto sigue vivo, Raditz?

Las palabras de Vegeta fueron como una aguja rayando un disco, eso de inmediato volvió a llamar la atención de Trunks. Raditz se enderezó al oír la pregunta, su expresión era neutral y cautelosa, pero sus ojos brillaban de emoción y expectativa.

—Sé que todavía está vivo —afirmó.

—Hmm —gruñó Vegeta volviendo a mirar el fuego—. Tener a otro saiyayín con la capacidad de transformarse en ózaru sería útil... —dijo en voz alta, su ceño fruncido se hizo más pronunciado—. Incluso si es mucho más débil que tú, sería bueno contar con su ayuda en Liyana —miró de nuevo a Raditz— ¿A qué planeta fue enviado?

—Al planeta Tierra, galaxia número siete, sector sur —respondió. Trunks hizo todo lo posible por mantener una mirada impasible en su rostro, pero su corazón latía con fuerza.

El ceño de Vegeta se endureció aún más mientras se burlaba. 

—El sector sur está lleno de planetas inútiles. No es de extrañar que Frízer nunca lo haya encontrado allí, si está realmente vivo.

—¡Hey, Kakaroto está vivo! —replicó Raditz con indignación. Vegeta levantó una ceja ante su tono y Trunks se tensó por instinto, el adolescente solo esperó el golpe de represalia. Raditz se aclaró la garganta al instante y retrocedió—. Lo siento, Vegeta…

Vegeta lo golpeó en la cara con tanta fuerza que el saiyayín alto fue enviado volando hacia atrás, atravesó la base de un árbol y se estrelló contra otro a varios metros de distancia. Frutas y hojas cayeron de inmediato sobre su rostro mientras el primer árbol caía hacia un lado con un fuerte golpe, lejos de ellos. Casi tan pronto como el árbol aterrizó, la vaina espacial de Nappa se encendió y despegó hacia el cielo. Trunks lo miró molesto, deseaba haber prestado más atención. Si se hubiera enfocado en escuchar al saiyayín grande, podría haber oído algún comando especial necesario para establecer las nuevas coordenadas de destino...

—Fáltame al respeto UNA puta vez más y te haré pedazos para darte de alimento a las aves, ¿te quedó claro? —gruñó Vegeta peligrosamente. Raditz asintió en silencio y se quitó la sangre de la cara producto del golpe. Vegeta se agachó, recogió el dispositivo electrónico y lo limpió con total tranquilidad mientras se enderezaba. Finalmente, frunció el ceño—. Entonces, quiero que vayas y veas por ti mismo si Kakaroto todavía sigue con vida. Si lo está, tráelo. El sector sur está lejos, así que ya deberíamos haber purgado a Liyana para cuando regreses, pero aun así seguiría siendo bueno tener más manos para tareas similares en el futuro... y también será bueno tener ayuda para derrocar a Frízer. —Terminó de decir con una sonrisa astuta.

Raditz se levantó lentamente antes de sonreír y asintió. 

—Lo traeré de vuelta, no importa lo que cueste. Lo juro.

—Este... ¿por qué no voy con Raditz para ayudarlo a traer a Kakaroto?

Vegeta y Raditz miraron a Trunks sorprendidos. El adolescente se echó a reír haciendo todo lo posible por parecer indiferente. Finalmente, Raditz se burló. 

—¿Para qué?, ¿para que me cantes cuando esté aburrido? No me sirves de nada en una misión como esta, mestizo.

Trunks se quitó el cabello lavanda empapado de sudor del rostro y retó a Raditz. 

—Puedo defenderme muy bien maldito…

—No —interrumpió Vegeta lanzándole una intensa mirada asesina a Trunks—. Él tiene razón, quédate aquí, muchacho. Careces de las agallas necesarias para traer a Kakaroto, él no. Además, es su hermano, es su tarea, no la tuya. —El príncipe miró al saiyayín de sangre pura, por lo que no captó la decepción en la cara del adolescente—. Ahora, Raditz, quiero que mantengas las comunicaciones de tu rastreador activadas todo el tiempo que estés en el planeta Tierra. Quiero escuchar todo lo que sucede mientras estés allí, ¿entendiste?

Raditz estaba recogiendo su rastreador cuando escuchó lo que Vegeta dijo. Frunció el ceño y trató de activarlo. 

—No lo sé, Vegeta, mi rastreador ha estado dando problemas desde que estuvimos en la taberna de Uvi. La comunicación fluctúa.

Muy sabiamente omitió que era culpa de Vegeta que su rastreador estuviera actuando así.

Luego de suspirar exasperado, el príncipe se sacó su propio rastreador.

—Toma el mío entonces. Usaré el tuyo por ahora y lo reemplazaré una vez que estemos en la base. —Vegeta le lanzó a Raditz su rastreador verde y Raditz le lanzó el rojo a Vegeta. Los dos saiyayíns se pusieron sus nuevos rastreadores—. Pensaré en algo para no despertar la sospecha de Frízer sobre tu partida. Ahora vete y tráeme a Kakaroto.

—Sí, Vegeta —exclamó Raditz con una sonrisa de entusiasmo en el rostro mientras se dirigía a su vaina espacial. Trunks mantuvo los ojos en su padre, aunque estaba usando su elevada audición para escuchar cualquier comando verbal útil que Raditz pudiera emplear de modo que le sirviera en el futuro...

—Y en cuanto a ti —dijo Vegeta volviéndose de nuevo a Trunks. Él continuó con los ojos bajos y presionó algunas teclas en el dispositivo electrónico negro en sus manos. Trunks le lanzó una mirada sutil a Raditz que estaba subiendo a su vaina espacial. Cuando volvió a mirar a Vegeta, había el holograma de un planeta flotando sobre el dispositivo.

El adolescente parpadeó sorprendido ante el planeta verde y azul pixelado que giraba lentamente entre él y su padre. 

—¿Qué es eso?

—Esto es Rithica, el planeta en el que estamos —le explicó Vegeta. Presionó otro botón y el holograma del planeta repentinamente perdió toda su superficie geográfica. Ahora era una esfera azul giratoria dividida con líneas de cuadrículas blancas. Vegeta levantó una mano y presionó el holograma. Al instante, apareció un punto rojo parpadeante—. Este lugar es donde estamos ahora. —Con su dedo, el príncipe dividió el planeta a la mitad, una línea verde pulsante apareció donde tocó el holograma—. La mitad norte del planeta es mía. Tú tomarás el sur, muchacho. —Señaló lejos del holograma, detrás de Trunks—. El sur está por allá. Avíseme cuando hayas terminado por las comunicaciones en tu rastreador.

Trunks asintió, aunque en el fondo sabía que no iba a participar en esta purga. 

—Claro…

La voz del adolescente se desvaneció ni bien su oído sensible captó la orden de Raditz.

—Establece el destino al planeta Tierra, galaxia número siete, sector sur.

Trunks luego escuchó el sonido ya familiar del encendido de la vaina espacial. Frunció el ceño. ¿Qué carajos? ¿Eso era todo lo que tenía que decir? Estaba vagamente consciente de que Vegeta seguía hablando, pero miró distraído hacia otro lado pensando si debía esperar o no hasta que su padre se marchara para intentar seguir el ejemplo de Raditz. Tal vez si no hubieran establecido el destino ya, podría establecerlo sin necesidad de sobreescri...

Vegeta golpeó tan violentamente a Trunks en la cara con el dispositivo electrónico, que este se hizo pedazos en el proceso. La cabeza de Trunks giró hacia un lado y dio un paso atrás, un hilo de sangre proveniente de una herida cerca de su ojo derecho comenzó a caer.

—Presta atención, muchacho. Como odio repetir lo que digo. —Vegeta lo miró con desprecio, su tono era mordaz. Trunks, furioso, le devolvió la mirada a su padre, pero no dijo nada, solo reprimió la oleada de ira que lo inundaba. Sin embargo, esa ira se disipó rápidamente cuando sintió que el ki de Vegeta cayó después de darle el golpe. Vegeta cerró los ojos y se tronó el cuello, las venas de esa zona y de su rostro estaban dilatadas por la tensión, luego miró a Trunks con unos ojos distantes mientras se separaba de su dolor. El adolescente no tuvo que preocuparse porque lo oyó continuar—. Ahora bien. Si te encuentras con alguien, pregúntale si están con los tsufurus antes de hacer algo. Si lo están, avísame de inmediato y no los dejes ir. Yo iré a donde estés y lo manejaré personalmente.

—¿Qué pasa si no lo están?

—Entonces mátalos —dijo Vegeta con indiferencia.

—Lo siento, yo solo... —Trunks frunció el ceño y sacudió la cabeza—. Es que está mal.

Vegeta abrió la boca para decir algo, pero se detuvo y pensó en ello por unos segundos. Finalmente miró a Trunks con una seriedad que heló al adolescente. 

—Mira, muchacho, Frízer va a vender este planeta en el mercado galáctico cuando hayamos terminado de purgarlo. ¿Sabes qué hará si encuentra sobrevivientes?

Trunks negó en silencio, sabía que no le gustaría la respuesta.

—Los hombres que puedan pelear se unirán al ejército. Si se niegan, morirán. Las mujeres y las niñas se convertirán en esclavas sexuales del alto mando, serán utilizadas y asesinadas una vez que hayan cumplido su propósito. Los niños varones se unirán al ejército y se criarán dentro de este. —Vegeta apretó los puños con fuerza antes de cruzarlos frente a su pecho, sus ojos se llenaron del odio frío que había estado creciendo y supurando dentro de él toda su vida—. La verdad no sé en qué tipo de mundo mimado has crecido, pero en este mundo, muchacho, la muerte es una mejor alternativa a todo lo que te acabo de decir. Ahora haz lo que te digo y avísame cuando hayas terminado, ¿me dejo entender?

Trunks trató de hablar, pero le costaba encontrar las palabras. Hasta este momento, todo era muy claro para él. Lo correcto y lo incorrecto, lo blanco y lo negro. Toda su vida había sido educado para saber que matar estaba mal. Matar era lo que hacían los androides, no él. Solo el mal hacía eso. Sí, él había matado en el último planeta, pero lo hizo para supervivir. Necesitaba seguir con vida para salvar su hogar, sin embargo, después de escuchar el destino por el que pasaría cualquier sobreviviente, ¿cómo podría la muerte no ser una misericordia? La cabeza le daba vueltas, los fundamentos de su moralidad se estaban invirtiendo.

Vegeta sonrió satisfecho cuando vio al horrorizado adolescente perderse en sus pensamientos. La única verdad que le había dicho era el destino de los hombres que sobrevivían a una purga. Las mujeres y los niños casi siempre eran asesinados al instante, ya que se les consideraba sin valor. Los únicos niños varones que se unían al ejército eran los hijos de los soldados —se unían por defecto, independientemente de la opinión del padre sobre el asunto; otra razón más por la que nunca tendría hijos— o aquellos niños que mostraban un potencial extraordinario para ser grandes guerreros, tanto que Frízer no los podía dejar pasar.

Como él.

Aun así, el mestizo no necesitaba saber eso. Si se requería de algunas mentiras por parte de Vegeta para romper al muchacho más rápido, entonces era un pequeño precio a pagar.

—Recapitulemos, tú tienes el sur y yo el norte. Hazme saber si hallas a los tsufurus. Si no los encuentras, entonces infórmame cuando hayas terminado.

—Pero, ¿cómo sabré si... —La voz de Trunks se desvaneció al ver que Vegeta despegaba—... si alguien miente y dice que es un tsufuru solo para vivir —terminó con un suspiro. El adolescente se quitó el cabello sudoroso del rostro y miró su vaina espacial. Oh, estaba tentado a escapar...

Miró de nuevo hacia la dirección por la que Vegeta se fue y decidió que se quedaría el tiempo suficiente para asegurarse de que su padre lograra vencer el veneno. Con Trunks allí, él solo purgaría la mitad del planeta y eso significaba que podía obtener ayuda más rápido para curarlo. Volvió a mirar la vaina espacial. Técnicamente, tenía mucho tiempo.

Podía permitirse esperar un poco más.

Trunks se echó a correr por la jungla en dirección opuesta a la de Vegeta. No había corrido un kilómetro antes de que sintiera como si fuera a sofocarse por el intenso calor. Era asfixiante y le hizo hacerse la pregunta de qué tanto calor haría si no estuviera a la sombra de los árboles azules de la jungla. Siguió moviéndose esquivando las plantas, pero deseaba tener su espada. Él podría simplemente haberse abierto camino.

Alrededor de una hora más tarde, al fin estuvo fuera de la jungla. Por suerte, el calor se había elevado, aunque solo ligeramente cuando Trunks redujo la velocidad de la caminata. Frunció el ceño mientras miraba el amplio claro en el que estaba ahora, había interminables extensiones de pasto azul frente a él. Alzó la vista al cielo y se sorprendió al reparar que Rithica tenía dos soles.

Ahora el calor tenía más sentido. Bajó la mirada al negro que llevaba puesto, decidió que debía quitárselo.

Estaba poniéndose nuevamente la armadura sobre su pecho desnudo cuando sus sentidos de pronto captaron algo. Miró hacia arriba y hacia la distancia, había sentido un enorme nivel de poder, pero solo por un momento. No era de su padre, él sabía eso. Corrió a meter sus pertenencias en su armadura, agarró su rastreador y se lo volvió a poner.

—¿Príncipe Vegeta? —preguntó ni bien encendió las comunicaciones en su rastreador—, ¿está ahí?

Trunks no oyó nada más que estática. Cuando recordó que el rastreador de Raditz había estado funcionando mal, maldijo en voz baja y decidió ir a verificar él mismo. Le parecía extraño que ni Vegeta ni Nappa hubieran captado semejante poder.

Trunks corrió sin parar durante dos horas hasta que la hierba finalmente desapareció en un gran acantilado, el calor por ventura había cedido un poco, ya que un sol se puso. Se quedó de pie al borde del acantilado con los ojos muy abiertos mientras miraba la ciudad que estaba debajo. No era grande, pero podía distinguir una ciudad tecnológicamente avanzada cuando la veía. Se retiró del borde y se deslizó por la pared del acantilado balanceándose sin ninguna dificultad entre la tierra y la roca como si estuviera surfeando en la nieve. Una vez que llegó al suelo, se acercó a la ciudad con prudencia, iba tratando de captar algo con sus sentidos al mismo tiempo que usaba su rastreador.

No recibió nada de ambos.

Hmm, debe estar desierto... quién podría culparlos con este calor, pensó mientras se acercaba. La tierra y las piedras bajo sus pies poco a poco se convirtieron en concreto, que poco a poco se convirtió en un piso pulido y limpio al entrar a la ciudad. Podía ver vehículos futuristas en lo que parecía una calle, pero el lugar lucía completamente desierto.

Es decir, hasta que dio unos tres pasos por una acera cuando de repente se vio rodeado.

—¡Trimalo!

«¡Invasor!», la traducción se desplegó en su rastreador rojo.

Calmado, Trunks levantó ambas manos sin dar un paso más. Había al menos veinte hombres rodeándolo que salieron de la nada. Todos llevaban un traje blanco de aspecto metálico con cascos que los hacían parecer soldados espaciales. Sostenían enormes rifles futuristas que apuntaban hacia él. Trunks los miró con detenimiento, ya había decidido que si le disparaban, los desarmaría a todos. Podía ver sus ojos a través de los vidrios en sus cascos y se sorprendió por el odio que encontró en ellos.

—Si me disparan, les garantizo que todos lo lamentarán —les juró el adolescente con unos ojos azules fríos y la voz muy seria. Estas personas debían ser los tsufurus y habían envenenado a su padre en una jugarreta cobarde. Se sorprendió al descubrir que necesitaba de muy poca provocación para matarlos a todos.

Trunks frunció el ceño. ¿Vegeta lo había influenciado tanto, tan rápido? No podía ser como su padre... aclaró su garganta y comenzó de nuevo.

—Si hablamos, nadie tendrá que morir hoy.

Todos se le acercaron un paso más alzando sus armas y gritando al unísono. Trunks se preparó para actuar cuando una voz sonó repentinamente en una lengua alienígena. La traducción se mostró de inmediato en su rastreador.

«¡Retrocedan, AHORA!»

Al instante, todos los que rodeaban a Trunks bajaron las armas, luego volvieron las miradas en dirección a una figura solitaria que salió de un edificio alto. El adolescente frunció el ceño cuando los hombres se alejaron y fijó los ojos en la figura que se acercaba. Parecía humano, con el cabello rojo y unos penetrantes ojos verdes. Estaba vestido de un modo muy casual, llevaba pantalones azul oscuro y una chaqueta blanca similar a un gi de artes marciales muy ligero.

—¿Quién eres tú? —preguntó Trunks mientras bajaba las manos y miró el símbolo grabado en la ropa del hombre.

—Así que hablas el lenguaje universal —dijo el hombre usando un acento distinto y sonrió. Extendió los brazos como si le diera la bienvenida—. Te lo aseguro, muchacho, no tienes nada que temer aquí.

—No respondiste mi pregunta —replicó Trunks. Uno de los hombres gruñó, levantó su arma y apuntó al adolescente, pero el hombre pelirrojo le hizo una seña con la mano para que la bajara.

—Bueno, creo que es un poco grosero que vengas a nuestra ciudad con intenciones hostiles exigiéndonos respuestas. ¿No estás de acuerdo? —le dijo el pelirrojo y soltó una risa.

—He venido a buscar a los tsufurus.

—Bueno, aquí estamos —le contestó el hombre pelirrojo, su sonrisa se convirtió en una de suficiencia—. ¿Cómo podemos servirte, muchacho?

Trunks le dio al hombre una mirada cautelosa. ¿Era eso una amenaza o este tipo estaba siendo realmente educado? 

—Quiero hablar con un hombre llamado Ares, ¿está aquí?

—No, él es mi hermano y no está en el planeta en este momento. Mi nombre es Miron. ¿Puedo preguntarte qué negocio tienes con mi hermano, muchacho? —preguntó cruzando los brazos sobre su pecho.

Trunks vaciló, pero decidió simplemente hablar con su corazón. La oportunidad estaba al alcance de su mano y tenía que aprovecharla. Él podría terminar todo, aquí mismo, ahora mismo. Luego de cuadrar los hombros, los ojos azules se volvieron hacia los verdes y habló en un tono confiado.

—Quiero discutir un acuerdo para poner fin al conflicto entre los tsufurus y los saiyayíns de una vez por todas.

Miron levantó una ceja con curiosidad, sus ojos verdes se oscurecieron un poco. 

—Bueno, una conversación tan importante no puede ser sostenida aquí, ¿verdad, muchacho? Vamos, entremos para estar fuera del alcance de los dos soles —dijo esbozando una sonrisa, él se giró y regresó hacia el edificio por el que había salido

Trunks siguió a Miron sin dejar de ver con recelo a los hombres que dejaban atrás. A pesar de que había tropezado con el antiguo enemigo de su pueblo y aunque las palabras de Vegeta de “no confíes en nadie” resonaban en sus oídos, se sentía increíblemente tranquilo. Sobre todo porque no creía que estos tipos fueran una gran amenaza para él. No cuando guardaba la transformación de super saiyayín bajo la manga.

«Caballeros, tenemos un invitado», tradujo el rastreador de Trunks mientras entraba detrás de Miron. Había ocho hombres en la habitación vestidos con ropas blancas sueltas sentados en una mesa redonda. Todos se pusieron de pie al instante al ver que Miron no había vuelto solo.

«Lleva un uniforme saiyayín», comentó con desprecio uno de ellos mirando a Trunks.

«No es un saiyayín, no tiene cola», agregó otro hombre, «y no tiene el cabello negro».

«¿Quién es él?»

«Es un corazón puro», respondió Miron con calma, una sonrisa sarcástica que Trunks no pudo ver se extendió por su rostro. El adolescente frunció el ceño, sin saber qué quería decir Miron al llamarlo "corazón puro", pero pareció relajar el ambiente en la habitación. «Como dije, es simplemente un invitado. Me gustaría intercambiar algunas palabras con él en privado. Ustedes tienen otros asuntos que atender, así que les sugiero que lo hagan de inmediato. Terminaremos nuestra discusión más tarde».

Todos los hombres parecían muy disgustados, aun así, Miron asintió con la cabeza en un gesto autoritario y salieron lentamente por una puerta trasera. Como Trunks no vio las miradas asesinas y sospechosas que le estaba dando, revisó con la vista el lugar. Hacía mucho frío ahí, pero lo que llamó su atención fue la gran pantalla incrustada en la pared trasera cerca de la puerta por la que salían los hombres. Había en esta una cuadrícula plana de todo el planeta Rithica con datos desplazándose por debajo. Miron se acercó, presionó un dedo contra la pantalla y esta ennegreció.

Se volvió y le sonrió a Trunks. 

—Por favor, toma asiento, joven —indicó amablemente señalando una silla frente a la mesa. Él mismo se sentó y buscó una jarra de cristal llena de un líquido naranja—. ¿Deseas beber algo?

—No, gracias —respondió Trunks tomando asiento en el extremo opuesto de la mesa redonda.

—No creo haber escuchado tu nombre.

—No creo que te lo haya dado.

Miron se rio entre dientes mientras servía el vaso. 

—Muy bien, muchacho. ¿Qué es un nombre después de todo? No lo necesito para saber una o dos cosas de ti.

—¿Estás seguro? —preguntó Trunks cruzando los brazos sobre su pecho.

—Tu rastreador y tu armadura revelan mucho —dijo Miron antes de recostarse en su silla y miró a Trunks con detenimiento—. Tú eres uno de los soldados de Frízer.

Trunks frunció el ceño.

—No por elección.

Miron sonrió. 

—No sabía que había elección. Tampoco sabía que Vegeta enviaba a niños a hacer el trabajo de un hombre.

—Te lo aseguro, amigo, soy lo suficientemente hombre como para destruirte a ti y a todos tus hombres en un abrir y cerrar de ojos —declaró Trunks, un toque de arrogancia brillaba en sus ojos azules.

—Realmente eres uno de los hombres de Vegeta —reflexionó Miron en voz alta, luego levantó su copa y giró la muñeca para revolver un poco el contenido. Trunks observó cómo se derramaba el líquido y recordó al instante a Frízer—. Solo ellos podrían conocer la historia entre mi pueblo y los saiyayíns... y solo ellos pueden ser tan presumidos como tú —añadió, sus ojos verdes lo vigilaron mientras tomaba un trago.

—Tengo confianza. Confianza en que podemos llegar a una tregua y terminar con este conflicto. Nadie de tu pueblo tiene que morir, Miron —dijo Trunks haciendo contacto visual directo con el hermano de Ares, sus palabras eran sinceras. Miron se echó a reír y se tomó todo el contenido de la copa de un solo trago. Por último, la bajó a la mesa y calmado, miró al adolescente.

—Hasta donde yo sé, es tu líder, el todopoderoso príncipe Vegeta, el que esta envenenado y se está muriendo —le aseguró Miron en un tono de burla—. El cobarde se lo tiene bien merecido. El universo será un lugar mejor una vez que esté muer...

Antes de que pudiera decir algo más, fue golpeado con tal fuerza que se estrelló contra la pantalla en la pared trasera y esta se resquebrajó. Trunks se inclinó amenazadoramente sobre él, sus ojos azules brillaban con un odio feroz. Los ojos de Miron se abrieron sorprendidos cuando lo agarró por la garganta.

—¡Es mi PADRE del que estás hablando y él NO es un cobarde! —exclamó Trunks enfurecido. Los ojos de Miron se abrieron aún más ante la repentina confesión—. A pesar de que estamos aquí para purgar este planeta y de que yo debería dejar que te destruya a ti y a tu pequeño ejército, trato de mostrarte misericordia, pero créeme, estoy así de cerca de encargarme de todos ustedes. —Terminó de decir, su voz destilaba desprecio.

—Está bien, muchacho, está bien. Vamos a hablar de eso, ¿de acuerdo? —suplicó Miron tratando de quitarse la mano que lo sujetaba. Trunks frunció el ceño y lo soltó lentamente. Retrocedió cuando Miron se dobló para poner una mano en la rodilla y con la otra se masajeó la garganta. Miró al adolescente de pie delante de él, sus ojos verdes estaban oscurecidos por el fuego.

—No hay nada de qué hablar. Vas a morir por la mano de mi padre o por la de Frízer si no estás dispuesto a dejar de lado este odio. Mi padre no es el responsable de que nuestros antepasados ​​expulsaran a los tuyos de su planeta de origen. Ese planeta fue destruido hace mucho tiempo y ahora no hay nada que ganar en esta locura, excepto mancharse las manos de sangre, así que deja eso tal como está.

Miron se enderezó, apretó los puños y clavó los ojos en Trunks, quien le devolvió la mirada. 

—¿Qué quieres de nosotros?

—Deja a mi padre y a sus hombres en paz. Imagina que ya están muertos, imagina que nunca escuchaste que estaban vivos, no me importa. Solo detén esto y déjalos en paz —le solicitó Trunks con el rostro inamovible mientras veía directo a los cautelosos ojos verdes de Miron.

—Pides mucho, muchacho —dijo el tsufuru frunciendo el ceño y mirando hacia la puerta detrás de Trunks—. No veo en qué nos beneficiaría abandonar una guerra que estamos preparados para ganar.

—Te beneficiará seguir vivo —respondió Trunks—. Le diré a mi padre que te encontré a ti y a tu hermano muertos. Tú y tu pueblo pueden irse antes de que Frízer venda el planeta. Vegeta no te buscará más, podrás vivir el resto de tu vida en paz.

—Es una oferta tentadora —admitió Miron. Se frotó la barbilla pensativamente y vio a Trunks—. Los saiyayíns de hecho matarán a muchos de nuestros hombres en la guerra... pero ¿cómo puedo estar seguro de que mantendrás tu parte del trato, muchacho?

—Puedo asegurarte que haré todo lo que esté a mi alcance para convencer a mi padre de esa verdad, ¿harás lo mismo con tu hermano?

—Puedo. —Cerró los ojos para pensar por un momento antes de continuar—. Y lo haré.

Trunks se sorprendió. 

—¿De verdad?

—Una vida de violencia no es vida —dijo Miron, ahora tenía las manos detrás de la espalda y los ojos fijos en el suelo de mármol negro—. Le he estado rogando a mi hermano por una solución pacífica, pero él se ha mantenido firme en sus creencias de que los saiyayíns nunca nos mostrarán misericordia. Claramente está equivocado y la prueba de que lo está viene de la mano del hijo de Vegeta, ni más ni menos —miró a Trunks y sonrió—. Supongo que los milagros son posibles.

Trunks se relajó, le devolvió la sonrisa y le extendió la mano al tsufuru.

—Lo juro por mi vida, me aseguraré de que Vegeta y sus hombres nunca te molesten ni a ti ni a tu pueblo otra vez.

Miron contempló la mano de Trunks por unos momentos antes de asentir. 

—Yo haré lo mismo con mi hermano. Juntos podemos llevar la paz a las generaciones venideras.

Luego se acercó y le estrechó la mano.

**********

Vegeta estaba lívido.

Por un lado, el jodido rastreador de Raditz no le permitió establecer una comunicación básica con el rastreador del muchacho, por lo que ignoraba donde estaba y qué hacía en este momento. Y en segundo lugar, no llegó a encontrar a los tsufurus en la mitad norte del planeta. Había interrogado, intimidado y asesinado a los nativos, incluso quemó a algunos vivos para obtener respuestas, pero nadie parecía saber de qué demonios hablaba cuando mencionaba a los tsufurus.

Luego estaba el veneno que comenzaba a causar estragos en su ki. Cuando destruyó la última aldea que encontró, le requirió un esfuerzo extraordinario reunir la energía necesaria para las ráfagas letales.

Huelga decir que, ni bien llegó al claro donde se ubicaban sus vainas espaciales y no vio ninguna señal de Trunks, no se puso de buen humor. Frunció el ceño y miró a la vaina espacial del muchacho que todavía seguía donde aterrizó. Claramente estaba en el planeta. Vegeta decidió darle unos minutos; pasado ese tiempo, solo lo declararía muerto y lo dejaría allí.

Estaba a punto de recostarse contra un árbol y descansar, ya que el pecho le ardía con cada respiración que tomaba, cuando el adolescente de cabello lavanda cayó del cielo y atravesó los árboles. El muchacho aterrizó en posición de cuclillas frente a Vegeta, él retrocedió un paso y levantó automáticamente la mano derecha con la palma hacia adelante. Vegeta gruñó de impaciencia al ver quién era y la bajó.

—¡Muchacho de mierda, casi te mato! ¿Encontraste a los tsufurus? —preguntó. Trunks se enderezó y frunció el ceño mientras observaba a su padre. Había volado de regreso, pero se llegó a perder. Al final decidió simplemente tratar de concentrarse en la señal de energía de Vegeta, sin embargo, era débil. Lo había atribuido a la distancia, pero ahora estaba parado frente a su padre y no se podía negar cuán débil se había vuelto debido al veneno. El príncipe se hallaba cubierto de sangre una vez más por la purga que acababa de terminar, aunque, al menos, no parecía ser la suya.

—Los encontré —dijo finalmente Trunks eligiendo sus palabras con cuidado—, pero Ares y sus hombres ya habían sido asesinados cuando llegué, no queda nadie.

Vegeta rugió furioso al cielo ante la noticia. Ahora incluso los dioses le arrebataban su venganza. ¿Acaso alguna vez algo resultaría como él lo deseaba?

—¡MALDICIÓN! —gritó quitándose el rastreador y dejándolo caer al suelo antes de pisarlo.

Trunks dio un paso atrás, un indicio de indecisión y arrepentimiento estalló dentro de él al ver la reacción de Vegeta. El adolescente había estado tan orgulloso de haber calmado la situación con los tsufurus sin derramamiento de sangre, que no llegó a tomar en cuenta lo que se suponía que iba a pasar. Si no hubiese sido enviado a este tiempo, entonces Vegeta habría purgado el planeta solo. Sin duda, habría encontrado a los tsufurus y los habría matado.

No, hice lo correcto, pensó Trunks para sí mismo con convicción. Salvar a todos esos hombres y permitirles vivir en paz era lo correcto. Su madre estaría orgullosa de él y también Gohan.

—Está bien —dijo Trunks en un esfuerzo por calmar a su furioso padre—. Ahora debemos buscar a alguien para que le saque ese veneno.

Vegeta alzó la mano y se presionó el puente de su nariz como señal de estrés mientras caminaba furiosamente de un lado al otro con la cola agitándose detrás de él. 

—Al carajo con el veneno, muchacho, tenemos que llegar a Liyana y purgarlo. —Él le lanzó una mirada a Trunks y entrecerró los ojos—. Mataste a todos los que se cruzaron contigo, ¿verdad?

—Sí —respondió Trunks automáticamente. Dejó de lado el hecho de que no se había encontrado con nadie, excepto con Miron y sus hombres. El adolescente frunció el ceño al observar como su padre continuaba caminando—, pero el informe anterior decía que los Liyans son una fuerza a tener en cuenta. Debería tener toda su fuerza cuando los enfrentemos.

Vegeta se detuvo y lentamente hizo un gesto de aprobación. El muchacho tenía la razón. Necesitaba un rastreador nuevo de todas maneras. El príncipe gruñó y se acercó a su vaina espacial. Trunks suspiró y siguió su ejemplo.

La puerta se cerró con un silbido mientras Vegeta cerraba los ojos y suspiraba de alivio. Estaba empapado en sudor y más agotado de lo que jamás admitiría. Se agarró el pecho e hizo una mueca de dolor cuando se inclinó hacia adelante.

Trunks estaba tan cansado que no se molestó en echar un vistazo a su alrededor, solo arrojó su rastreador a un lado tan pronto como estuvo en su propia vaina espacial. Si volvían a la base, entonces Vegeta tendría que meterse en uno de esos tanques de agua. Y mientras él estuviera allí, podía irse a la Tierra sabiendo que su padre estaría bien.

—Vamos a volver a la base, ¿verdad? —Trunks esperó una respuesta, pero la preocupación se asentó en su pecho cuando sintió que el ki de Vegeta se debilitaba aún más y no obtenía ninguna contestación. Intentó mirar por la ventana, pero no pudo ver la vaina espacial de su padre desde donde se ubicaba. Se inclinó para abrir la puerta y asegurarse de que todo estaba bien.

Vegeta abrió un ojo ante la pregunta que entraba por el sistema de comunicación. Ignoró al adolescente y se enfocó en alejar su dolor. Abrió la boca para decirle al muchacho que se callara cuando sus sentidos detectaron que algo estaba muy mal. Frunció el ceño y olfateó un poco. ¿Qué diablos era ese olor? Echó un vistazo y obtuvo su respuesta en la forma de un pequeño dispositivo negro al lado de los controles.

Y tenía una luz roja que titilaba.

—Oh, mier…

Antes de que pudiera terminar la palabra, el dispositivo explotó.

Trunks salió de la vaina espacial y fue lanzado a estrellarse contra un árbol antes de que se diera cuenta de lo que estaba sucediendo. Golpeó el suelo con fuerza y se giró instintivamente para levantarse. Gritó cuando un dolor insoportable surgido del movimiento se irradió por su espalda y sus piernas. Miró hacia abajo, sus dos piernas estaban empapadas de sangre y en carne viva. Una quedó completamente inútil, ya que un enorme trozo de metal de la vaina espacial se atascó justo al costado de su rodilla. Al instante lo agarró, se mordió el labio inferior y lo sacó. Jadeándo, cayó de espaldas al suelo, su cuerpo comenzó a temblar de agonía, apenas podía moverse. Echó un vistazo y vio algunos árboles azules ardiendo mientras perdía y recuperaba la visión.

Justo cuando estaba a punto de desmayarse, se dio cuenta de que no podía sentir a Vegeta.

El terror absoluto de ese conocimiento le dio la fuerza para moverse y se arrastró por la tierra hacia las vainas espaciales usando solo sus brazos. Avanzó apenas unos pocos metros antes de que su fuerza se agotara. Exhaló a través de los dientes apretados de cara contra la tierra, sus ojos estaban fuertemente cerrados. Nunca había sentido un dolor tan terrible en toda su vida.

El adolescente al final decidió mandar todo a la mierda. Haciendo acopio de toda su energía, apretó dos puñados de tierra y su ki explotó a su alrededor mientras se transformaba en un super saiyayín. Con esa fuerza recién encontrada continuó arrastrándose dejando un rastro de sangre, se acercó al cráter donde estaba la vaina espacial de su padre y medio rodó, medio cayó en el hoyo.

Trunks contuvo el grito por el que ardían sus pulmones, su cuerpo temblaba sin control tanto por la agonía como por el terror cuando finalmente vio a Vegeta entre los restos de lo que quedaba de su vaina espacial.

—No... esto no puede estar pasando... —susurró dándole la vuelta al cuerpo inmóvil de su padre para que descansara sobre su espalda. Trunks se sentó a su lado y olvidó por completo su dolor físico cuando vio el horrible estado de Vegeta. La mitad derecha de su cuerpo estaba gravemente quemada desde la cara hasta las piernas, su uniforme había ardido directo en su carne y su armadura se hallaba hecha pedazos. La otra mitad de su cuerpo se encontraba bañada en sangre y esta vez definitivamente era la suya.

Trunks bajó una mano temblorosa reprimiendo la feroz náusea que se elevaba dentro de él ante el olor a quemado de la carne y los huesos. Presionó con mucha suavidad dos dedos en el cuello de Vegeta para tratar de sentir su pulso, pero no pudo mantener su mano firme el tiempo suficiente. En un intento desesperado por despertarlo, lo sacudió por lo poco que quedaba de su armadura y, aun así, no obtuvo respuesta.

Trunks levantó una de las manos de Vegeta y la agarró con fuerza. Un resplandor dorado y brillante inmediatamente rodeó ambas manos. Se tumbó a su lado y apoyó la frente contra el cuello ensangrentado de su padre mientras le daba todo lo que le quedaba: su ki infundido con el poder del super saiyayín.

Después de un minuto de transferir su ki, no sintió ningún cambio.

Trunks finalmente rompió a llorar, sus lágrimas se mezclaron con la sangre de Vegeta. Había fallado, esto era su culpa y su padre pagó el precio final. Había ido al pasado para salvar su mundo y no hizo nada más que matarlo.

—Te amo y lo siento mucho, padre. —Se ahogó con las palabras, su cuerpo se estremecía atormentado por los sollozos y el dolor mientras perdía su transformación. No notó que los ojos del príncipe parpadeaban, ya que luchaba por recuperar la conciencia.

—Bueno, ¿no es esto una escena conmovedora?

Trunks abrió los ojos contra la piel de Vegeta al reconocer esa voz. Levantó débilmente la cabeza y miró hacia arriba. Allí vio a un sonriente Miron parado en el borde del cráter con los brazos cruzados sobre el pecho y no estaba solo. Rodeando todo el borde se encontraban sus hombres vestidos con una armadura blanca, todos ellos llevaban las mismas armas de antes y todos apuntaban directamente hacia él.

—Me mentiste, pedazo de mierda. —dijo Trunks enfurecido—. ¡Tú nos hiciste esto!

—Bueno, no quiero tomar todo el crédito, pero... bueno, voy a tomar todo el crédito. —Miron soltó una carcajada—. Lo siento, muchacho, ya habíamos sembrado los explosivos para cuando nos encontraste, pero si nos hubieras matado, nunca los habríamos detonado. Lo bueno es que pudimos atrapar al de sangre pura, no es así, mono misericordioso —añadió esbozando una sonrisa siniestra.

—¡Tú, tu hermano y todos tus hombres van a morir por lo que le han hecho a mi padre! —gritó Trunks sin notar que Vegeta abría un ojo a medias en shock por las palabras que pronunció. El príncipe intentó hablar, mas no pudo. ¿Padre? ¿Él? Imposible... era imposible... su visión se desvaneció y se desmayó antes de que pudiera entenderlo, el dolor se fue misericordiosamente.

—Lo siento, muchacho, yo no tengo hermanos. Soy Ares, el hombre que estabas buscando. ¿Qué importancia tiene un nombre, ¿verdad? —dijo y soltó una risa perversa.

—Maldita serpiente mentirosa —siseó Trunks mientras Ares hacía un ademán con un dedo para que los rodearan.

—Tráiganlos. Vegeta y el próximo heredero al trono saiyayín no morirán tan fácilmente —ordenó. Trunks intentó transformarse en un super saiyayín de nuevo, pero no pudo. Estaba débil y le había dado la poca fuerza que le quedaba a su padre.

Él hizo una mueca de dolor al sentir que algo puntiagudo se clavaba en su cuello. Cayó de espaldas al lado de Vegeta, alzó una mano débilmente y se sacó una aguja. La somnolencia lo golpeó al instante y su visión se nubló cuando su cuerpo se volvió increíblemente pesado. Lo último que escuchó antes de sucumbir a la oscuridad vino de Ares.

—Debiste matarme cuando tuviste la oportunidad, muchacho…