Slayers Fan Fiction / Weiss Kreuz Fan Fiction ❯ Demon Child ❯ Capítulo 4 ( Chapter 4 )

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Capítulo 4
 
Un Compañero de Juegos Especial
 
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Los personajes de Slayers le pertenecen a Hajime Kanzaka.
 
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La noche era obscura en las calles de Tougen y la luna no se animaba a iluminar los más obscuros callejones. Un par de guardias pasó a caballo dando su usual ronda de vigilancia por las adoquinadas calles. No bien habían pasado una figura encapuchada se apuró y salió de su escondrijo, internándose más adelante en una de las casas.
 
El hombre, al verse cubierto finalmente, se quitó la capa y de inmediato su apariencia cambió. Sus vestiduras eran aquellas del consejero real de Tougen, el Ministro. El hombre, de mirada perversa y cabello mezquino se irguió completamente y se dirigió al otro hombre que lo recibía efusivamente. Antes de que pudiera siquiera saludarlo lo interrumpió.
 
“¿Finalmente encontraste lo que te pedí, Youki?” Se escuchó una voz llena de cinismo y socarronería.
 
“Sí su Excelencia.” Respondió Youki con voz melosa y aduladora mientras hacía una reverencia que hacía que unos mechones cobrizos cubrieran sus ojos verdosos.
 
“¿Puedo verlo?” Insistió el Ministro.
 
“Claro que sí su Excelencia, por aquí.” Ambos hombres pasaron a un cuarto contiguo, sin más decoración que algunas sillas. En una esquina yacía un joven de cabellos negros y lacios hasta los hombros. Al ver a los dos hombres gruñó amenazadoramente.
 
“De pie muchacho.” A pesar del disgusto que le causaba la situación, el joven se puso de pie, levantando altaneramente la barbilla.
 
“Baka, ¿qué se supone que sea?, te dije que quería un demonio, no un mocoso.” Replicó con evidente molestia el embajador quien esperaba encontrar a un monstruo en lugar de un chico.
 
“Ahh, su Excelencia, sólo espere un momento.” El hombre se acercó al joven y tocando la piedra roja que colgaba del collar murmuró unas palabras. Al instante, el cabello del joven volvió a su color natural, y sus ojos se fijaron directamente en el Ministro, quien suprimió un grito de espanto.
 
“Por el tesoro real...” Susurró con voz temblorosa ante la visión que se presentaba frente a sus ojos.
 
“¿Acaso no es del agrado de su Excelencia mi regalo?” Contestó Youki con una sonrisa.
“Pero... ¿de dónde lo has sacado?” El Ministro hizo un intento por acercarse al joven pero de inmediato se arrepintió, una sola mirada furiosa lo regresó a su lugar. El otro hombre volvió a tocar la piedra y al susurrar unas palabras, el joven volvió a tomar la apariencia de un inocente muchacho.
 
“Fascinante...” Murmuró el Ministro. “¿Dónde lo encontraste?” Repitió con vehemencia.
 
“Dónde lo encontré, eso es un secreto, lo importante es que su Excelencia tiene lo que desea, siempre que nuestro trato siga en pie.”
 
“Claro que sí, mi querido amigo, claro que sí. Este será el regalo perfecto para la pequeña malcriada del Rey.” Sonrió maléficamente.
 
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La princesa Filia estaba sentada muy derecha en la silla al lado de su padre. Era su cumpleaños número doce, pero se sentía demasiado aburrida. Le habían regalado muchas cosas, pero ella no se había interesado por ninguna. Miraba desdeñosamente a todos los invitados con aires de superioridad.
 
A la entrada del salón se escuchó anunciar la entrada del primer Ministro de palacio. Filia suspiró, ese hombre realmente le ganaba a todos haciendo su vida miserable. Lo odiaba con toda su alma, a pesar de que estaba obligada a soportar su presencia. Su padre confiaba en aquel hombre, qué desagradable. El Ministro pasó al centro del salón con cierta rimbombancia.
 
“Sus Majestades, su Alteza, deseo expresar mis mejores deseos en el cumpleaños de la princesa Filia, por lo que le he traído un regalo que espero sea de su agrado.” El hombre tronó los dedos y dos guardias escoltaron a un joven elegantemente vestido hasta la presencia de la princesa. El joven se inclinó en una profunda reverencia permaneciendo callado.
 
“Este es mi regalo para la princesa Filia, un compañero de juegos.” El Ministro sonrió para sus adentros al ver que la princesa se mostraba sumamente curiosa.
 
“Ministro, no tenía que preocuparse tanto...” Comenzó el Rey, pero de inmediato la princesa lo interrumpió diciendo que quería verlo más de cerca. Su padre asintió y la princesa bajó de la silla dando pequeños saltos muy impropios para una figura real de su edad, acercándose hasta quedar frente a frente con el joven.
 
“De pie.” Chilló. El joven así lo hizo.
 
“¿Cómo te llamas y qué edad tienes?” Preguntó.
 
“Me llamo Xellos y tengo catorce años.” Respondió indiferente.
 
“¿Realmente crees que puedes ser mi compañero de juegos?” Preguntó groseramente, mientras lo empujaba con el dedo índice varias veces. Casi todos los invitados comenzaron a sudar la gota gorda, incluyendo el Ministro.
 
Xellos se quedó sumamente asombrado por unos instantes, pero recuperó su compostura.
 
“Sólo si no sueles jugar cosas de niña boba.” Respondió igual de grosero.
 
“¿Cómo te atreves a decirme niña boba?, ¿acaso no sabes que estás hablando con la princesa?” Chilló nuevamente. Xellos pareció estremecerse de la furia que sentía, nunca nadie se había dirigido a él con tanto aire de superioridad y altanería. Algo en su interior le decía que no debía comportarse a la altura de la niña pero su furia pudo más que su juicio.
 
“Una princesa muy malcriada, además, no dije que fueras una niña boba, simplemente que quizás juegas cosas de niña boba. Pero si te has ofendido supongo que esos deben ser tus juegos.” Contestó al tiempo que mostraba una sonrisa triunfante.
 
Filia estaba roja del coraje. El Rey trató de disculparse de inmediato con el primer Ministro, sugiriéndole que quizás la princesa desearía otro regalo cuando de repente la princesa lo volvió a interrumpir. Se había compuesto repentinamente y su voz sonaba demasiado dulce.
 
“No te preocupes padre, creo que el regalo del primer Ministro es perfecto.” Dijo tornándose a ver a su padre con sus enormes ojos azules. En el momento en que su padre asintió, la princesa dio media vuelta y quedó nuevamente mirando al joven. “Ya veremos si te gustan o no mis juegos de niña boba...” Susurró y seguidamente le sacó la lengua regresando luego a su asiento de la misma forma en que había bajado las escaleras.
 
Xellos sentía ganas de poner sus manos alrededor del pequeño cuello de la princesa y estrangularla lentamente pero se contuvo, el collar lo obligaba.
 
“Bien, entonces ordenaré que lo envíen a su recámara, princesa.” Y diciendo esto, el joven hizo una corta reverencia y siguió tras los pasos del Ministro.
 
Filia sentía que iba a disfrutar mucho su regalo, en especial cuando supiera los planes que tenía para él. Una imagen del joven vestido de muñeca pasó por su mente y sonrió maléficamente. Sí, definitivamente iba a disfrutar mucho su regalo. Luego tendría que contarle a sus amigos de su regalo de cumpleaños.
 
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Cuando terminó la fiesta de cumpleaños, Filia se dirigió a su habitación. Estaba sumamente cansada y sólo quería irse a dormir.
 
Entró a su habitación y se cambió la ropa, colocándose un primoroso pijama rosa con bordes blancos. Sin embargo, al tirarse en su cama se dio el susto de su vida.
 
“¡Ahh, qué haces aquí!” Chilló inmisericorde. El joven, que hasta ese momento había estado dormido sobre la cama, despertó sumamente aturdido mientras Filia lo atacaba con las almohadas.
 
“¡Toma esto, y esto, y esto, por atrevido, y toma esto también, baka!” Y sin más le dio un empujón que lo tumbó de la cama.
 
“Itai.” Fue lo único que pudo decir mientras golpeaba el piso. Se sentó en el piso y se sobó la cabeza mientras la princesa lo miraba enojada.
 
“¿Qué haces en mi habitación?” Chilló enojada.
 
“El Ministro le explicó a su alteza que me dejaría en su habitación, ¿cómo pudo olvidarlo?” Le dijo igual de enojado y sarcástico. “He estado aquí desde entonces.”
 
“Ohh...” Dijo un poco nerviosa Filia de haberlo olvidado. “De todas formas, es hora de dormir, así que sal de mi habitación.” Le dijo recuperando la compostura y cerrando los ojos en un gesto ofendido que sólo la princesa era digna de ofrecer.
 
“¿Y a dónde iré?” Preguntó confundido.
 
“A cualquier parte, sólo sal de mi habitación.” Le gritó nuevamente. El joven se puso de pie y salió de la habitación dejándola sola. Filia suspiró indignada y luego de arreglarse el cabello en unas gruesas trenzas, se metió bajo las cobijas y de inmediato quedó profundamente dormida.
 
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Gracias por leer.