Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ El Arte de Sobrevivir ❯ Competencia ( Chapter 1 )

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Nota de Niteryde: Antes de empezar, solo quería decir unas cuantas cosas.

 

1) Esta historia será oscura a veces. Tal vez muchas veces. Si no te gustó cómo escribí a Vegeta en "Punto Sin Retorno" o en cualquier secuencia de flashback que he usado en algunas de mis historias, o si no te gustó el tono de "Punto Sin Retorno" para nada, entonces no te recomiendo leer esto.

 

2) Tengo la intención de que esta historia encaje en el canon. Eso significa que los terrícolas no harán aparición (cara triste). Se centrará principalmente en Vegeta, Nappa y Raditz. No habrá ningún enorme salto de tiempo o cualquier tipo de avance rápido hacia el futuro. Solo estará contenido en ese marco cronológico, centrándose justo en esa parte de su vida.

 

3) Edades: realmente no pude encontrar nada sobre esto, así que voy a ser perezosa y decir que todos tienen diez años de diferencia, lo cual pone a Vegeta en 17, Raditz alrededor de 27 y Nappa alrededor de 37; solo para aclarar.

 

 

De cualquier manera, es la más larga nota de autor de todas. Si aún están conmigo, espero que lo disfruten :) Como de costumbre, no soy dueña de ninguna parte de Dragonball Z.

El arte de sobrevivir

 

Autora: Niteryde

Traductora: Chicamarioneta 

 

Capítulo I


Competencia

 

 

La mazmorra subterránea se encontraba oscura, llena de gente y húmeda; el aire en particular olía a sudor y sangre.

Era la atmósfera perfecta para una buena pelea.

Nappa no reaccionó cuando la sanguinaria y alborotada multitud coreó impaciente el nombre de un hombre, creyó que el lugar era grande, pero ahora no parecía lo suficientemente grande, ya que más foráneos llenaban el área para presenciar el espectáculo. De pie al fondo del cuarto, de espaldas contra la pared, podía observar con facilidad por encima de las cabezas de todos. Vio la sangrienta pelea que cautivaba a la multitud, la pelea que a toda velocidad se inclinaba hacia un lado.

En lo que tenía el aspecto de una jaula de alambres de púas, un escurridizo alienígena reptiloide color verde se puso de pie y miró de un modo arrogante al guerrero más pequeño que quedó tirado boca abajo en el suelo. Parecía que la pelea había sido ganada, pero Nappa sabía la verdad; él alzó la mirada por un instante e hizo contacto visual con Raditz a través de la mazmorra. Tuvieron un intercambio silencioso y Nappa sonrió. Ambos saiyayíns luego miraron a un lado, donde dos pequeños alienígenas de piel roja se hallaban observando la pelea con los ojos azules bien abiertos.

Uno de ellos silbó, su lengua bífida se agitó ansiosa antes de que le dijera a su compañero en un tono desesperado:

—Remi, si no detienes esta pelea pronto, ese chico va a ser asesinado.

—No, no, ¡mira! —El otro alienígena lo interrumpió señalando de nuevo a la pelea—. ¡Se está levantando otra vez!

En efecto, el guerrero caído se apoyó en sus manos y sus rodillas. Tenía el torso desnudo y la piel bronceada de su espalda brillaba por el sudor, vestía pantalones negros sueltos, botas y llevaba una máscara blanca que le cubría casi toda la cabeza, salvo por los ojos y la boca. Pero incluso con la máscara no lograba detener las pocas hebras de cabello negro que caían sobre sus ojos. Luego de limpiar tanta sangre como pudo de su cara, el guerrero miró lentamente hacia atrás a su contrincante reptil y le ofreció una sonrisa burlona.

El peleador reptil se abalanzó ansioso por dar el golpe final que lo noqueara y finalizara la pelea. Dirigió su más fuerte patada directo al cuello del joven guerrero, pero su tobillo fue capturado sin esfuerzo con una sola mano. El reptil parpadeó un par de veces debido a la sorpresa y trató de tirar de su pie, no obstante, no pudo romper ese poderoso agarre y se quedó saltando en el pie libre tratando de mantener el equilibrio. Antes de que el peleador reptil siquiera pudiera verlo venir, el guerrero más pequeño se levantó en un instante y le lanzó un golpe tan devastador justo debajo de la barbilla, que lo envió volando hacia atrás hasta que se estrelló brutalmente contra la jaula.

El público cayó en un estupefacto silencio cuando el hombre reptil no se levantó de donde aterrizó. Mientras tanto, el otro guerrero que había estado recibiendo una paliza en los últimos minutos permaneció de pie sin esfuerzo, escupió una bocanada de sangre en el suelo, hizo crujir su cuello una vez y luego miró a la multitud. Después de unos segundos, el público volvió a la vida y rugió su aprobación.

Los dos alienígenas rojos prácticamente fueron bombardeados por los gritos de los foráneos.

—¡Eso fue SUERTE! ¡Tengo 2500 yins que dicen que este chico no puede manejar una pelea más!

—¡Dejen a mi hijo a luchar con él! ¡6000 yins declaran que acabará tragándose sus dientes!

—¡TODO EL MUNDO, POR FAVOR, MANTENGAN SUS APUESTAS HASTA QUE EL PRÓXIMO HOMBRE PASE A LUCHAR! —gritó Remi. Dentro de la jaula, el cuerpo del luchador reptil era arrastrado afuera. Paralelo a esta escena, el vencedor permanecía de cuclillas observando el caos tras de la jaula con velado disgusto.

—¡Pelearé contra él! —Una poderosa voz resonó sobre la multitud. Todo el mundo miró a Nappa, que caminaba hacia adelante. El gran saiyayín desenvolvió poco a poco la cola de su cintura y la agitó con seguridad por detrás—. Soy un saiyayín y los saiyayíns no perdemos peleas. Lucharé contra ese chico y lo aplastaré como el insecto que es.

Todos en la multitud intercambiaron miradas y susurros. Se fijaron en su armadura y lo reconocieron como uno de los hombres de Frízer, sin embargo, la cola cambió el nombre del juego. Los saiyayíns supervivientes que trabajaban para Frízer habían comenzado a ganarse una reputación, sobre todo el saiyayín más joven, identificable por su característico cabello flameado. Todos se sintieron aliviados de que no fuera él, pero si este sujeto iba a pelear, eso solo significaba una cosa: el otro guerrero era un hombre muerto caminando.

—¡2500 YINS AL SAIYAYÍN!

—¡3000 YINS! ¡Ese chico va a estar muerto antes de que sepa quién lo golpeó!

—¡Esperen, maldición, ESPEREN! —gritó Remi, su cara roja enrojeció aún más por el creciente calor en el calabozo. Se limpió el sudor de su piel escamosa y luego preguntó—. ¿Hay ALGUIEN aquí que apueste dinero por el muchacho?

—Yo —dijo Raditz tranquilamente dando un paso hacia adelante a través de la multitud. La armadura alterada que vestía escondía su cola debajo del protector de entrepierna mientras avanzaba sin ningún esfuerzo—. El chico es mi hermano y le puede ganar a cualquiera, incluso a un saiyayín. Si pierde, les pago a todos el doble de su apuesta, pero si gana, me quedo con todo el dinero.

De inmediato la multitud estalló en un frenesí de actividad, todo el mundo comenzó a empujar hacia el frente para entrar en la apuesta. En ese momento se abrió la puerta de la jaula, el joven guerrero ni se inmutó, solo se mantuvo de cuclillas. Tenía los brazos extendidos a los costados, donde agarraba firmemente un afilado alambre con ambas manos desnudas mientras se reclinaba contra este. Su sangre carmesí goteaba hasta el suelo desde el alambre, desde la piel desgarrada de sus manos y su espalda. Él apenas lo notó.

Nappa avanzó hasta la jaula lleno de confianza riéndose. Justo cuando estaba a punto de ingresar, se quitó la armadura dejando al descubierto su enorme constitución. En cuanto a tamaño, casi eclipsaba a su oponente que era mucho más delgado. Su acción solo intensificó las apuestas, pero él no prestó atención a eso al entrar.

No te vuelvas loco, Vegeta, suplicó en silencio mientras la puerta era cerrada con llave detrás de él. Recuerda que los tanques de regeneración no funcionan.

No te preocupes, Nappa, le respondió Vegeta, él se levantó despacio de su posición en cuclillas y le mostró una sonrisa maliciosa. Solo tendremos un poco de diversión antes de ganar la competencia. Y no me refiero a esta pelea.

No ganarás si mataste a ese último tipo.

Yo no lo maté, tonto. Está inconsciente y tal vez no vuelva a caminar, pero me contuve lo suficiente como para asegurarme de no matarlo. No voy a perder.

Nappa asintió de forma sutil, sabía a qué se refería el príncipe. A continuación, envolvió su cola alrededor de su cintura y miró a través de la multitud a Raditz. El saiyayín estaba ocupado discutiendo acaloradamente unos detalles con Remi y su socio de negocios. De los tres, Raditz era de lejos el negociador más hábil; Vegeta también lo era, aunque su disposición demasiado impaciente y temperamental en relación al tira y afloja lo hacía preferir el uso de la coerción mediante la eliminación de una extremidad o dos para conseguir lo que quería.

Por desgracia, en este pequeño juego no se permitía la violencia hacia los alienígenas nativos. Vegeta la mayor parte del tiempo no se preocupaba por las reglas de Frízer, sin embargo, en este caso le importaban muchísimo. Había mucho en juego para el joven príncipe y no le iba a dar ninguna razón que lo hiciera no recompensarlo una vez que saliera victorioso.

Finalmente, Raditz se dio la vuelta y le hizo a Nappa un gesto con la cabeza de seguir adelante. El público ya se encontraba frenético, gritaban y coreaban para que el saiyayín grande destroce al desgarbado adolescente ensangrentado frente a él. Vegeta tocó su mandíbula con una mano para evaluar el lado de la misma. Estaba un poco adolorida, no obstante, aparte de eso, parecía bien. A continuación, reajustó su máscara lo mejor que pudo. Era áspera e incómoda debido al calor, pero si iban a ganar el dinero, entonces tenía que usarla hasta que la supuesta "lucha" terminara.

Él se escabulló fuera del camino cuando Nappa envió un puñetazo directo a su rostro y terminó por destrozar una parte de la jaula con el impacto, lo que mandó a volar a los alienígenas que se hallaban cerca. Vegeta maldijo en voz baja furioso, esperaba que ninguno de los débiles estuviera muerto.

¡Idiota!, él siseó mentalmente. ¡No se nos permite matar a nadie! ¿Recuerdas?

¡Vaya! Lo siento, Vegeta, añadió Nappa mirando hacia la multitud que había explotado en fanatismo por la exhibición de su fuerza. Lejos de estar asustados, solo se entretuvieron más. La mirada de Vegeta se oscureció; si querían diversión, los complacería.

Puede que tengas que terminar con esto pronto, Vegeta, Raditz envió el mensaje de repente haciendo que el príncipe lo mirara por sobre su hombro, parece que algunos de estos tontos no van a seguir con sus apuestas.

Vegeta se volvió hacia Nappa y se desvaneció de su vista para evitar recibir otro brutal derechazo, pero al instante reapareció detrás de su compañero y le propinó una poderosa patada en la nuca. El impacto lo envió volando hacia adelante donde se estrelló atravesando la jaula, obligando a todos los que miraban a lanzarse al suelo por puro instinto de conservación. El saiyayín solo se detuvo cuando chocó contra la pared opuesta. A diferencia de Vegeta, quien estaba fingiendo fatiga y daño para sacarle una mayor cantidad de dinero a la multitud, no había nada de falso en el rostro de dolor de Nappa. Apenas podía moverse después de ese impacto.

El príncipe aterrizó con total calma sobre sus pies, haciendo caso omiso de la multitud, que permanecía en un silencio absoluto y colocó sus ojos en Raditz.

¿Así de rápido?, gruñó mentalmente.

Sí, pero creo que quizás hayas dejado paralítico a Nappa, respondió Raditz de un modo cauteloso mirando al hombre caído que todavía trataba de recuperar su función motora.

Espero haberlo hecho. Me daría una excusa para matarlo de una vez por todas, Vegeta se burló, luego se retiró por la salida a medida que había creado en la jaula de alambres. Todos los alienígenas a su paso salieron a prisa de su camino. Su exhibición de poder finalmente empezó a provocar sospechas en cuanto a su verdadera identidad y nadie quería decir nada por temor a tener razón.

—Bien, supongo que tomaré el dinero ahora —dijo Raditz con indiferencia rompiendo el incómodo silencio del calabozo.

—¡No es justo! —gritó un joven alienígena tuerto desde la parte posterior—. ¡Ese muchacho no es un peleador ordinario! ¡Nadie puede acabar con un saiyayín! ¡Tiene que ser Ve… —Él fue silenciada por otro alienígena que lo golpeó en la cara.

—Es lo justo, mi hermano ganó. Tal vez este debilucho al que venció no es un verdadero saiyayín después de todo —comentó Raditz mirando a Nappa con desprecio.

Los alienígenas susurraron y parecieron relajarse un poco más al oír esa explicación. Raditz se volvió hacia Remi otra vez, quien de inmediato le extendió una enorme bolsa llena de monedas. Él agarró la bolsa, la tiró sobre su hombro y se fue por el mismo lado que Vegeta.

Le tomó apenas pocos minutos salir al aire nocturno. Tan pronto como lo hizo, sacó su rastreador y se lo puso, luego despegó en dirección a sus vainas espaciales abandonadas. El planeta en que se hallaban era fértil y rico, algo que saltaba a la vista por lo avanzado de la civilización que pudo observar desde el aire. Esa era solo una de las razones por la que Frízer no había querido a nadie muerto debido a las manos de sus hombres. La razón más grande, por supuesto, era que sus hombres no deberían estar en el planeta en absoluto.

Vegeta ya se había quitado la máscara para el momento en que Raditz finalmente aterrizó junto a él. El príncipe estaba sentado en la escotilla de su vaina espacial usando la máscara arrugada para limpiar la sangre y el sudor de su cuerpo. Ni siquiera levantó la vista cuando Raditz se sentó frente a él.

—¿Conseguiste todo?

—Sí. Con lo que nos dieron el día de hoy, creo que esto nos pone como a unos 95 000 más o menos —dijo Raditz mientras soltaba la bolsa entre ellos.

—Cuéntalo y asegúrate —le ordenó Vegeta—. Si te falta, vuelve allí y obtén el resto. Hasta la última de esas monedas cuenta. —Él frunció el ceño y miró a lo lejos—. ¿Dónde diablos está Nappa?

—Aún se está recuperando.

—Debería haberle dicho que nos consiga algo de comer antes de que regrese aquí. —Vegeta se quejó arrojando la ahora sucia máscara a un lado donde rodó en la tierra roja—. No he comido en no sé cuánto tiempo.

—De hecho, podríamos comprar algo en la ciudad con todos estos yins. Tal vez hasta conseguir una o dos mujeres —le propuso Raditz con una sonrisa de lado. Esa sonrisa se desvaneció cuando vio la mirada enfurecida que recibió y añadió al instante.

—Solo estoy bromeando, por supuesto. Sé que no podemos gastarlo.

—Tienes la maldita razón, no podemos gastarlo. No mientras no sepamos cuanto hizo el resto.

—¿Crees que alguien hizo más?

—Lo dudo. De acuerdo a la base, la lucha subterránea ilegal en este planeta es donde está el dinero y aunque nos quedamos allí todo el día, no vimos a nadie.

—Es verdad.

—Basta de hablar, cállate y cuenta el dinero —gruñó Vegeta haciendo un gesto con el mentón hacia la bolsa, luego se echó de espaldas. Ahora que la adrenalina de las peleas estaba empezando a desaparecer, sentía un poco de dolor por los golpes que había recibido. No era nada que no pudiera manejar, pero descansar su cuerpo durante unos minutos sería de gran ayuda.

Durante un tiempo, el único sonido fue el del traqueteo de las monedas que Raditz contaba con esmero. Vegeta se quedó mirando el cielo nocturno, debatía en silencio si tenían o no lo suficiente. La única forma en que iba a conseguir lo que realmente quería era llevar de regreso la mayor cantidad de dinero a Frízer sin llamar la atención, sin coacción, sin amenazas y sin derramamiento de sangre. Era un reto trivial, pero el solo pensamiento hizo que Vegeta rechinara los dientes de la rabia. Él ni siquiera debería haber estado haciendo esta ridícula asignación en primer lugar. En su mente, Frízer tenía que haberle dado lo que tanto merecía: un puesto en el equipo clasificatorio para el rango de élite.

Cada unos pocos ciclos solares en el calendario Cold, Frízer elegía a cuatro de sus mejores soldados sin clasificar y formaba un equipo. Estar en el equipo no significa que finalmente se te otorgara el rango, un equipo era donde cada soldado competía con el resto de miembros en asignaciones desafiantes, hasta que solo un hombre salía victorioso. Ese hombre sería entonces de forma oficial un soldado de rango 5, que era el nivel más bajo —el más alto era el rango 1, ostentado solo por los cuatro miembros élite de las fuerzas especiales Ginyu—. A pesar de que el rango 5 era el más bajo, tener cualquier rango significaba que tu vida era solo un poco menos inservible a los ojos de Frízer. Maldición, incluso había algunos beneficios. Era apenas una mejora en las vidas de aquellos que lo consiguieron, pero ese infinitamente pequeño trozo de privilegio en una vida de otra manera sin esperanza hacía que todos los soldados anhelaran con desesperación la oportunidad de entrar al equipo. Y Vegeta no era una excepción.

El príncipe había sido pasado por alto la última vez que Frízer eligió el equipo, algo que todavía hacia revolver su estómago con ira y resentimiento. Él y sus hombres eran, de lejos, los más productivos que tenía Frízer, pero él lo descartó alegando que era demasiado joven por el momento. «La juventud engendra ignorancia y temeridad», esa fue la explicación condescendiente que Vegeta recibió. En esta ocasión, el príncipe era mayor y se notaba. Era un poco más alto, su voz sonaba mucho más profunda y la mitad de su flequillo juvenil se había ido. Sin embargo, Frízer escogió solo a tres soldados, una vez más pasando por alto al saiyayín.

Vegeta casi había perdido la esperanza, cuando Frízer de improviso anunció un concurso abierto a cualquier hombre sin rango. Debía ganar la competencia si quería conseguir la última plaza en el equipo clasificatorio. Y aquí estaban, tratando de hacer precisamente eso. Raditz y Nappa no tenían la suficiente fuerza que les permitiera calificar al puesto, pero ambos eran leales a su príncipe y él deseaba ser incluido en el equipo. Después de todo, si Vegeta ascendía, las cosas podrían mejorar un poco para los tres.

Eso era lo que esperaban.

—Pues miren quien se levantó de entre los muertos al fin. —Raditz resopló cuando Nappa aterrizó al lado de ellos, en una mano sostenía su armadura y con la otra se frotaba la nuca.

—¿Ah, sí? Me gustaría verte recibir esa patada de Vegeta y que todavía tu maldito corazón siga latiendo— dijo Nappa de manera brusca antes de volver su atención al príncipe que mantenía los ojos cerrados ahora—. ¿Tenías que golpearme tan fuerte, Vegeta? ¡Tarde siglos en levantarme después…

—Cállate, Nappa.

Nappa exhaló despacio por la nariz, pero sabía que era mejor no empujar más. En su lugar, volvió su atención a Raditz que hacia ordenadas pilas de monedas en la tierra.

—¿Puedo ayudar con algo de eso? Estoy aburrido.

—¿Ayudar? Ni siquiera sabes contar —respondió Raditz burlonamente.

Nappa gruñó.

—¡Cuida tu boca, tercera clase! Sé cómo contar.

—Si, como no.

—¿Por qué no contamos todo esto en la base? —preguntó Nappa mirando hacia atrás a Vegeta—. Tenemos que regresar pronto de todos modos ... ¡Oigan, ya sé! Tal vez podamos detenernos en el planeta Giyonam para conseguir algunas mujeres en la taberna de Uvi ¡AY! —Él aulló y cayó al suelo mientras se agarraba el hombro. Nappa se dio la vuelta e hizo una mueca de dolor, lentamente quitó su mano para hallar la piel en carne viva y con ampollas por una ráfaga de ki.

—Te dije que cerraras la maldita boca. —Vegeta se burló, sus ojos todavía estaban cerrados y una palma se extendía hacia Nappa—. No nos iremos porque estoy disfrutando del silencio, pero para poder hacerlo sería útil que ustedes dos mantengan sus bocas cerrada.

Vegeta guardó para sí la parte que no quería oír nada acerca de las mujeres. Siempre que no estaba consumiéndose por su odio hacia Frízer o rumeando sobre cómo ganar mayor fuerza rápidamente, sus pensamientos iban directo a ellas. Cualquier mujer y todas las mujeres, de todos los colores y tamaños, de todas las razas. Todas atraían su vista estos días en las misiones para su frustración. No ayudaba que nunca había tenido una, sin embargo, eso no lo molestaba, eran una debilidad que superaría. Tenía cosas mucho más importantes que hacer después de todo, como ganar un rango en el ejército más poderoso del universo.

Los tres saiyayíns cayeron en el silencio durante algún tiempo. Era un raro momento de paz, pero todos ellos se incorporaron de un salto cuando escucharon una fuerte explosión no muy lejos.

—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Nappa en voz alta, Raditz corrió por su rastreador y Vegeta recogió su armadura a toda prisa, se la metió por la cabeza para colocársela y se puso sus guantes blancos.

—¿Qué recibes, Raditz? —Él exigió agarrando su rastreador verde, se lo acomodó y lo activó.

—¡Son Tanus y sus hombres! ¿Qué demonios están haciendo? ¡Frízer dijo que no matáramos a nadie!

—¡Están destruyendo la ciudad! —gritó Nappa completamente incrédulo—. ¡Ese pequeño imbécil! ¡Va a ponernos a todos en la lista roja de Frízer!

—Zabón, adelante —siseó Vegeta en su rastreador mientras se apartaba de sus compañeros. Esperó unos segundos y lo golpeó con impaciencia al no oír nada más que estática—. ¡Maldita sea, respóndeme!

—¿Qué debemos hacer? —preguntó Raditz mirando ansioso de nuevo a Vegeta cuando el príncipe se volvió otra vez hacia ellos—. Frízer dijo que si cualquiera de nosotros…

—Lo sé —escupió Vegeta. Las amenazas del tirano habían sido específicas, todo el mundo estaba programado para morir si alguien desobedecía sus órdenes. Prometió que la forma de muerte seria horrible y dolorosa hasta el último suspiro. Vegeta no quería imaginarlo mientras su mente buscaba una explicación, finalmente concluyó—. Tanus debe haber sabido que no podía ganar la competencia, esta sería la tercera vez que lo pasarían por alto. Debe querer morir y parece que el tonto planea llevarnos con él, es la única explicación.

Los saiyayíns intercambiaron miradas rápidas, ya que las explosiones crecían a la distancia. Por último, Nappa y Raditz miraron a Vegeta en silencio esperando por su decisión. Matar a otro hombre en el ejército de Frízer estaba prohibido si no tenías rango, el castigo era la muerte inmediata.

—Frízer no me matará, no se preocupen. —Vegeta se jactó con arrogancia, después se volvió hacia la explosión y sus ojos se oscurecieron de ira—. Tanus pagará por poner mi vida en peligro. Él va a morir en mis manos ahora mismo —juró.

—Pero Vegeta… —Nappa comenzó a preocuparse, no le gustaba el impulsivo plan de su príncipe. Se tambaleó hacia atrás cuando Vegeta despegó como si fuera un rayo de luz azul. Él y Raditz se dieron una pequeña mirada y el más joven saiyayín lanzó su alijo en la vaina espacial de Vegeta antes de cerrar la puerta con seguro.

Luego ambos despegaron al cielo para volar tras él.