Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Punto sin retorno ❯ Muy atrás ( Chapter 1 )

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Hola a todos, soy yo otra vez, como ya saben soy una super fan de dragon ball, en especial de Bulma y Vegeta. Cuando comencé a traducir mis fics favoritos siempre estuvo en mi mente uno que está en lo alto de mi lista, que es Punto sin Retorno, la obra maestra de Niteryde. Probablemente muchos no lo sepan, pero traducir es una actividad extremadamente placentera y aunque ofrece una gran cantidad de desafíos, el resultado final vale el esfuerzo. Sé que esta obra ya ha sido traducida, pero no he querido privarme del gusto de traducirla yo también, es como un regalo que me he hecho a mí misma. Y como cuando un libro en inglés es traducido al español por diferentes casas editoriales, cada una hace su propia traducción, bueno, no creo hacerle daño a nadie si presento la mía. Al hacer esto lo único que me mueve es entregarles algo que he hecho con mucho cariño. Esta será la última traducción que haga por un buen tiempo, pero les dejaré pronto mi página web donde les informaré cuando vuelva a traducir. Como estamos en diciembre, les envío mis deseos de una feliz navidad.

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Nota de Niteryde: Exención de responsabilidad: No soy dueña de DBZ.

 

Punto sin Retorno

Autora: Niteryde

Traductora: Chicamarioneta

 

Capítulo uno

Muy atrás

 

  

Trunks miró su espada detenidamente con una expresión solemne, la blandió en el aire y la detuvo frente a él. Más allá siguiendo la línea de visión de la espada, por lo que quedaba de una de las ventanas de la Corporación Cápsula, podía ver cómo el humo se elevaba a la distancia. Sus ojos se enfocaron en esa imagen y después se ensombrecieron ante el recordatorio visual de la destrucción que los androides eran capaces de causar. Volvió a guardar el arma en su funda, se la echó al hombro y se quedó mirando por la ventana un minuto más.

Ya era hora, hora de regresar al pasado para repararlo todo. Meditó brevemente en su misión: el antídoto para la enfermedad del corazón se sentía como un ladrillo en el pecho. Necesitaría la ayuda de Gokú si iba a terminar con esta locura. No estaba seguro de si ese hombre haría una gran diferencia y, para ser honesto, todavía seguía un poco escéptico. Su madre, sin embargo, creía muchísimo en el guerrero, así que él debía hacerlo también.

No tenía nada que perder.

Bulma sacó la tapa del rotulador que llevaba en la mano y comenzó a garabatear en el metal de la máquina del tiempo que construyó para su hijo. No había terminado de escribir cuando Trunks apareció por detrás de ella. El adolescente de cabello lavanda inclinó un poco la cabeza para mirar sobre su madre.

—Así que esperanza, ¿eh? —preguntó. Ella sonrió y escribió un símbolo de exclamación adicional para crear más énfasis.

—Es lo que nos hace seguir adelante —dijo mientras se daba la vuelta para mirarlo. Él sonrió con suficiencia y Bulma notó lo mucho que se parecía a Vegeta cuando lo hizo. Ella sonrió de un modo nostálgico—. A ver, dime, ¿tienes todo?

—Sí, tengo todo lo que necesitaré —respondió Trunks y abrió el bolsillo de su chaqueta de la Corporación Cápsula para mostrarle a su madre las cápsulas metidas en el interior.

—¿También tienes el antídoto de Gokú? —Volvió a preguntarle Bulma. Se notaba la preocupación en sus ojos azules.

—También lo tengo —contestó Trunks ofreciéndole una sonrisa tranquilizadora—. Todo estará bien mamá, será emocionante de hecho. —Un fulgor apareció en los ojos del joven y Bulma sonrió al reconocer esa mirada.

—Es tu lado saiyayín el que habla ahora —dijo riéndose mientras negaba con la cabeza.

—Es verdad, supongo. Podré ver a Gohan otra vez y conoceré a su padre de quien tanto he oído hablar, e incluso conoceré al mío —Trunks fue incapaz de detener la sonrisa que se formaba en su rostro. Bulma suspiró y le dio una mirada de complicidad, lo cual a él le causó gracia—. Lo sé, lo sé, ya me has dicho que no era precisamente el sujeto más… amigable.

—No quiero que te decepciones, hijo… —dijo Bulma con cautela. Intentaba encontrar las palabras para expresar lo que estaba sintiendo—. Vegeta no fue un hombre malo. Claro que era arrogante y orgulloso, pero también era alguien difícil de conocer y entender. Nunca me mostró nada de afecto y no quiero que lo conozcas y te crees unas expectativas que no estará a la altura de cumplir…

—Ya lo sé, no las pondré altas, pero aun así va a ser fantástico conocerlo —afirmó Trunks con emoción mientras se quitaba el cabello lavanda de los ojos.

—Hijo —Bulma cambió su tono a uno maternal ni bien puso las manos sobre sus caderas—, no vas al pasado a socializar con Vegeta, ¿sabes?

—También lo sé —respondió y su rostro recobró la solemnidad. El adolescente pasó junto a su madre para ver de cerca a la máquina del tiempo: era tan intimidante como su misión. Lentamente extendió la mano y la dejó descansar sobre la palabra recién escrita.

Esperanza.

—Me hubiese gustado que me dieras un par de semanas para realizarle más pruebas a esta cosa —suspiró Bulma desde atrás. Él se dio la vuelta para mirarla y le brindó una pequeña sonrisa.

—Mamá, eres una genio, estoy seguro de que estará bien —le dijo en un tono tranquilizador. Ella asintió y forzó una sonrisa antes de desviar la mirada. Sin darse cuenta, se abrazó a sí misma, detestaba el temor que sentía por estar separada de su hijo tanto tiempo. Se sorprendió cuando lo sintió abrazarla, como si leyera su mente—. Estaré bien —agregó con absoluta sinceridad.

Bulma suspiró, le regresó el abrazo con fuerza y él la dejó hacerlo todo el tiempo que necesitara.

—Eres lo único que me queda —dijo luego de separarse de Trunks. Ella lo tomó del rostro para mirar al hombre en el que se estaba convirtiendo su hijo—. Más te vale que regreses completo, ¿me oyes? —le ordenó y él sonrió.

—Regresaré completo, mamá, lo prometo.

—Bien —le contestó Bulma mientras lo dejaba ir y le guiñó un ojo—. Aléjate de los problemas, Trunks.

—Tú también —le pidió el adolescente en un tono alegre antes de volverse hacia la máquina del tiempo. Con un salto fácil, subió, tomó asiento y miró a la mujer de cabello azul que se quedó abajo.

—Me conoces, encontraré algo con qué mantenerme ocupada —dijo ella. Ante ese comentario, él se rio.

—Es lo que temo —bromeó Trunks antes de presionar un botón del panel de control. La tapa de vidrio de la máquina del tiempo resonó, descendió y se cerró con un clic mientras ésta se encendía. Presionó otro botón e inmediatamente el motor comenzó a retumbar.

Humo denso surgió de abajo de la máquina del tiempo amarilla a medida que se alzaba en el aire poco a poco. Bulma echó la cabeza hacia atrás y observó con una sonrisa nerviosa a su hijo. Hicieron contacto visual; él le dio un saludo corto, pero seguro.

Hubo un pequeño destello de luz y luego desapareció.

***********

Trunks parpadeó para enfocar sus ojos cuando la luz blanca que envolvió a la máquina del tiempo finalmente desapareció. No le tomó más de unos segundos y estaba algo sorprendido por eso. No sabía qué esperar, ya que no la había utilizado con anterioridad, así que se rio por dentro al no encontrarlo extraño.

Presionó el botón que activó el mecanismo de liberación y el vidrio superior resonó y se levantó. Salió de un salto para caer con gracia sobre sus pies. El adolescente miró alrededor con curiosidad antes de presionar un botón al costado de la máquina para volver a encapsularla, luego la recogió y la metió en el bolsillo de su chaqueta junto a las demás. Su madre le había dado todo lo que necesitaría para quedarse allí tanto tiempo como creyera necesario.

Ni siquiera pensaba permanecer muchas horas, ya que solo debía hablar con Gokú y darle el antídoto que necesitaría para mantenerse con vida lo suficiente como para ayudarlo con los androides. No quería dejar a Bulma sola más tiempo que ese, no con los androides que los perseguían constantemente. El adolescente frunció el ceño, miró a su alrededor y se preguntó dónde había aterrizado. Las coordenadas lo dejaron a unos pocos kilómetros de la casa de Gokú. Nunca estuvo allí, por lo que no sería razonable reconocer el área veinte años en el pasado.

Pero de alguna manera, no le parecía bien.

El área a la que había llegado era estéril, como de piedra o concreto. Se veían pocas plantas y no eran más que arbustos, por su aspecto parecía que se estaban muriendo. Era de noche y su ceño fruncido se profundizó cuando un sentimiento de inquietud se apoderó de él. De alguna manera esto no se sentía bien en lo absoluto. La oscuridad y la soledad del lugar hacían que, en comparación, su futuro lleno de destrucción pareciera radiante. Trunks se disparó al cielo y voló haciendo todo lo posible por localizar algún poder que le permitiera saber dónde se encontraban los demás guerreros Z.

Tras unos minutos de volar sobre nada más que tierra estéril, comenzó a preocuparse, no podía sentir el poder de los guerreros que esperaba encontrar y aun cuando Gohan era técnicamente un niño en esta línea de tiempo, dudaba que su ki fuese tan bajo como para no lograr detectarlo. El suyo era el único que había aprendido a leer y sentir, y lo reconocería sin importar el año en que estuviese.

¡Oh, no!, fue el pensamiento aterrado que tuvo cuando una idea repentina le llegó, ¿y si vine muy tarde y todos murieron?

No… no puede ser, pensó discutiendo consigo mismo mientras volaba más rápido, Gohan sobrevivió a los androides en su niñez, todavía estaría con vida…

De pronto, vio luces más adelante. Eran tenues, pero podía distinguir unas edificaciones vagamente. Sonrió y avanzó más rápido. Había personas allí, lo sabía. Se sentiría mucho más que tranquilo al verlos.

Sin embargo, mientras más se acercaba a las luces y a los edificios, más desaparecía su sonrisa para ser reemplazada por una mirada de preocupación. Esa mirada pasó a una de conmoción cuando detuvo su vuelo bruscamente.

Permaneció inmóvil en el aire mirando el pánico y la histeria que envolvían las calles. Todos corrían y gritaban completamente aterrados. Incluso él estaba horrorizado viendo la escena que se desplegaba a sus pies. Sus ojos también se llenaron de terror.

Esas personas… no eran “humanas”.

Eran criaturas de estatura promedio con piel escamosa y de un color púrpura profundo. Sus grandes ojos eran amarillos y no tenían manos, sino garras. Caminaban erguidos y en este momento, parecían expresar las mismas emociones de los humanos en sus miradas. Eran alienígenas, debían serlo.

Trunks apretó los puños cuando entendió todo, pero sin querer hacerlo.

¿Dónde demonios estoy?

Descendió lentamente y su acercamiento ni siquiera fue registrado por la histeria colectiva que envolvía a la ciudad. Los alienígenas gritaban en un extraño idioma que él no entendía. Trunks aterrizó y corrió hacia la esquina de una edificación donde encontró un callejón desolado. De inmediato sacó la cápsula que contenía su máquina del tiempo, la pulsó y la lanzó al suelo.

Nada pasó.

Sintió como si hubiera recibido una patada en el estómago. La recogió, la pulsó y la volvió a lanzar, pero de nuevo ésta permaneció allí, sin hacer nada. El adolescente simplemente la miró y sus manos comenzaron a temblar.

No tenía idea de dónde ni en qué año se encontraba y ahora tampoco sabía si podía regresar a su hogar.

Tomó la cápsula luchando contra la reacción impulsiva de lanzarla y destruirla. No, tenía que guardarla, ubicar un lugar seguro y hacer todo lo posible por repararla. Mientras la guardaba, lamentó no haber escuchado más a su madre cuando había intentado explicarle el diseño de su creación.

En ese momento, Trunks cayó de bruces al suelo al ser empujado desde atrás. Él se levantó y sacó su espada en menos de un segundo cuando miró al culpable.

—¿Quién eres? —demandó una respuesta lanzándole una mirada asesina al alienígena frente a él. Parecía más pequeño que el resto, como si fuese un niño. Estaba sentado en posición fetal viéndolo completamente aterrado. Trunks notó su temor y sintió remordimientos. Por lo general, era él quien se hallaba en esa situación, con esa mirada en sus propios ojos.

Lentamente le ofreció una sonrisa y volvió a colocar su espada en la funda. El alienígena retrocedió un poco, era claro que le tenía miedo. Trunks se arrodilló y su sonrisa se amplió.

—Hey, no te haré daño —le dijo con sinceridad y la criatura pasó de verlo atemorizado a verlo confundido— ¿Me entiendes? —le preguntó mientras el niño se levantaba poco a poco y él notó que era de la mitad de su estatura.

Lla yen ki trinkelai —respondió el alienígena mirándolo aún atemorizado con ojos suplicantes. Trunks negó con la cabeza intentando comunicarle que no lo comprendía.

De repente, la criatura se le acercó y lo tomó por la chaqueta.

—¡Hey! —dijo Trunks, los ojos del niño se ampliaron, estaba evidentemente aterrado.

Lla yen saiyayín.

Trunks inclinó la cabeza con curiosidad al reconocer lo que acababa de escuchar.

—¿Has dicho saiyayín?

Los ojos del alienígena se ampliaron aún más y antes de que Trunks pudiese preguntarle otra cosa, salió corriendo dejándolo atrás.

—Hey, espera un momento —gritó, sabía que podía detenerlo, pero no quería hacerlo, solo quería respuestas—. Yo soy un sai…

De improviso, el niño dejó de correr y regresó, luego empujó a Trunks detrás de un bloque de lo que parecía concreto caído y le cubrió la boca con una de sus garras púrpuras. Sus palabras murieron cuando los dos se asomaron por encima del escondite. Lo que vio le dio escalofríos.

A no más de quince metros vio pasar una ráfaga de energía por las calles de la extraña ciudad. El aire se llenó de gritos de horror y gemidos de lamento. Cuando el humo se disipó, apareció en el centro un hombre de cabello negro tan largo que le llegaba hasta el final de la espalda. Tenía un aparato metálico en el oído y de este salía un cristal que le cubría el ojo izquierdo.

Él se volteó con una sonrisa de satisfacción y Trunks y el niño bajaron las cabezas para ocultarse tras el bloque de concreto. Otra ráfaga de energía pasó sobre ellos, se estrelló contra un edificio cercano y lo envolvió en llamas inmediatamente. El adolescente vio la devastación horrorizado mientras la indecisión lo devastaba ¿Debía levantarse y acabar con toda esta locura?

Había visto la armadura del hombre y también la cola rodeando su cintura. Sabía que era un saiyayín, esa energía solo podía venir de uno, pero hasta donde tenía conocimiento, ya no quedaba ninguno. Los únicos que sobrevivieron eran Gokú y su padre. Al menos los únicos de sangre pura veinte años en el pasado.

Los ojos de Trunks se ampliaron. ¿Cuántos años en el pasado había viajado?

Saiyayín —susurró el alienígena señalando al hombre. Aturdido, Trunks miró al niño que se encontraba a su lado antes de sentir como otra explosión estremecía el área. Él se cubrió los oídos e hizo una mueca de dolor mientras trataba de protegerse de los escombros que caían sobre ellos.

De pronto, sintió que una gran ira lo envolvía, no había dejado un mundo lleno de destrucción para venir a adentrarse en otro y estaba luchando por contener la furia que corría por sus venas. Pero recordó que su madre le había advertido que no alterara nada, que solo le entregara el antídoto a Gokú, ya que incluso el cambio más ínfimo podía crear grandes ramificaciones en el futuro. Las cosas cambiarían enormemente y él prometió…

Sintió que otra explosión sacudía una edificación cercana y apretó los dientes; el cuerpo le temblaba, le pedía intervenir. Escuchó al hombre reír a carcajadas y no pudo imaginar qué clase de monstruo era capaz de reírse de todo lo que sucedía. Esta civilización estaba indefensa, él la destruyó y luego no había hecho nada más que reírse de su pena y muerte.

—Qué egoísta eres Raditz. —Trunks oyó una voz hosca y profunda hablar en un tono divertido. Se sorprendió cuando cayó en cuenta de que hablaban su idioma. La voz estaba más cerca de él, a unos tres metros—. Ni siquiera me dejaste divertirme con ellos.

El otro hombre rio.

—Lo siento Nappa, pero tenías que llegar antes si querías divertirte. No pude evitarlo.

El primero rio también.

—Bueno, estoy seguro de que puedo encontrar a algún alienígena deforme que quede para divertirme.

Trunks y el niño permanecieron sentados con las espaldas presionadas contra el bloque de concreto. Él no se atrevía a respirar, pues no sabía quiénes eran esos saiyayíns, pero estaba bastante seguro de que podía derrotarlos fácilmente y sin ninguna ayuda. Sin embargo, no tenía idea de lo que eso causaría en la línea de tiempo que conocía. Solo quería que se marcharan para así averiguar cómo salir de ahí y regresar a su hogar o a la línea de tiempo a la que se suponía que debía ir.

En ese instante se oyó un bajo sonido gutural. Trunks entrecerró los ojos mientras veía al frente y vio tropezar entre el humo y el fuego lo que parecía ser una mujer de más o menos su estatura. Ella los miró a él y al niño sentado a su lado, y soltó un grito sonoro.

El niño respondió a su llamado antes salir para abalanzársele encima.

—¡No! —siseó Trunks y se volteó para mirar sobre el bloque de concreto a los saiyayíns, vio que el más cercano a él era un hombre alto, corpulento y calvo, además de amenazante. El hombre giró y observó a los alienígenas mientras arqueaba una ceja divertido. Ninguno de los saiyayíns lo habían visto, pero eso iba a cambiar si alguno de los dos hacía lo que él pensaba que iban a hacer.

Trunks gruñó al ver que el calvo se reía y dirigía la mano hacia los alienígenas para lanzar una ráfaga de energía.

—Hey Raditz, mira, tiro al blanco.

—Espera Nappa —dijo Raditz.

Trunks se congeló cuando oyó al otro hablar. Su mano agarraba su espada, estaba listo para desenfundarla, levantarse de un salto y darse a conocer. Ya había presenciado demasiada destrucción y ver al niño con la que parecía su madre ser sacrificados frente a sus ojos sería demasiado duro de soportar. Había estado a punto de salir para bloquear el ataque de los saiyayíns, pero ahora solo se recostó contra el bloque de concreto con el cuerpo rígido.

—¿Qué pasa? —preguntó Nappa luego de soltar un suspiro y miró por encima de su hombro al saiyayín más joven. Raditz frunció el ceño frente a los alienígenas que su compañero estaba listo para desintegrar.

—Mi rastreador acaba de detectar algo —dijo y Nappa se burló ante la ridícula observación. Trunks cerró los ojos con fuerza. ¿Cómo pudo olvidarlo? Los artefactos en sus rostros eran rastreadores capaces de leer los niveles de poder, nunca había necesitado uno porque Gohan le enseño a percibirlos con sus propios sentidos, aunque resultó de poco valor dado que no podían percibir la energía de los androides. Ahora los saiyayíns sintieron el suyo y se maldijo por eso. Tenía que mantenerlo suprimido y no dejar salir sus emociones.

—Bueno, tendrás que conseguir uno nuevo, porque el mío no detecta nada —comentó Nappa con un tono aburrido y desvió la mirada— ¿Puedo destruirlos ahora o tienes alguna otra observación sin sentido que quieras compartir?

El adolescente se preparó para la acción mientras Raditz se reía.

—No soy Vegeta, no aceptas órdenes de mí.

Trunks sintió que su sangre se congelaba y que su corazón se detenía.

¿Vegeta, su padre Vegeta? ¿El mismo hombre del que su madre se había enamorado? ¿El mismo?

Él… ¿estaba detrás de todo esto?

La cabeza del adolescente de cabello lavanda comenzó a dar vueltas mientras luchaba por respirar. Esto no podía estar pasando, tenía que haber un error. Tal vez quedó inconsciente cuando viajaba en la máquina del tiempo y todo no era más que una pesadilla.

Inesperadamente, hubo una explosión en la lejanía, Raditz y Nappa se miraron el uno al otro y sonrieron. Nappa bajó la mano y se tronó el cuello.

—¡Perfecto! Vegeta acaba de comenzar el espectáculo pirotécnico en el palacio. —Se rio y comenzó a caminar hacia Raditz.

—¿Qué hay de tus amiguitos? —preguntó Raditz con una sonrisa burlona. Nappa les hizo un gesto de desdén con la mano sin siquiera voltear a verlos.

—Tendrán lo que se merecen cuando explotemos este planeta. —Nappa soltó otra risa. Trunks apretó los dientes mientras veía a los alienígenas que trataban de huir. La madre estaba herida y su estómago se revolvió ante la vista de los cuerpos muertos que intentaban dejar atrás. Sentía pesar por esta extraña raza que había sido masacrada justo frente a él—. Mejor nos vamos si no queremos perdernos el espectáculo. Vegeta dijo que tendríamos un torneo y no quiero perdérmelo.

—Será divertido aun cuando no haya nadie con quien valga la pena pelear —dijo Raditz encogiéndose de hombros.

—Hey, nunca se sabe, tal vez alguno dure más de diez segundos. —Nappa volvió a reír mientras los dos saiyayíns se elevaban al cielo.

Trunks soltó el aire una vez que sintió que sus niveles de energía se disiparon. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en el bloque de concreto contra el que estaba sentado. El olor a carne podrida llegó a su nariz y luchó para contener las náuseas. Gritos de angustias lentamente comenzaron a oírse a su alrededor y poco a poco abrió los ojos para ver la destrucción.

Se levantó despacio, se dio la vuelta para estudiar el daño y sintió que un horrible efecto de déjà vu lo embargaba. Fuego y destrucción… pensaba que tendría algo de paz cuando viajara al pasado, pero ahora estaba metido hasta el cuello en eso otra vez.

Y su padre era el responsable.

Suprimió la rabia que lo asolaba ante ese hecho, sabía que él había tenido un pasado doloroso, pero su madre no conocía nada al respecto, excepto que estuvo bajo las órdenes de Frízer desde que era un niño. Él había mantenido todo aquello en privado y no compartió los detalles de su vida pasada con ella, lo cual lo molestó mucho cuando era más joven. ¿Cómo podía aprender de su padre si su madre ni siquiera conocía los secretos de su vida?

Pero ahora… ahora comenzaba a entender.

Caminó hacia las afueras para alejarse de la carnicería, de todo. Aturdido y con la mano algo temblorosa, sacó de su chaqueta la cápsula que contenía la máquina del tiempo, lo intentó de nuevo y no pasó nada.

Otra vez y nada.

Otra vez y nada.

Otra vez y nada.

Trunks recogió la cápsula, no podía repararla, ya que no tenía herramientas y, lo más importante, tiempo. Si había escuchado a los saiyayíns bien, estaban planeando destruir el planeta, quizá más pronto de lo esperado. Apretó la cápsula con fuerza.

—¿Qué hago? —murmuró con el cabello lavanda cubriendo sus ojos azules—. No puedo esperar a que destruyan el planeta…

Lentamente, dos opciones se le presentaron al saiyayín mestizo. Las dos únicas que tenía.

La primera era evitar que los saiyayíns destruyeran el planeta en el que estaba, la única manera de lograrlo era pelear contra ellos y matarlos. Aunque no le importaba acabar con Raditz y con Nappa, sabía que no debía matar a Vegeta porque si lo hacía, él jamás existiría. Podría desaparecer en el aire o algo así.

Además, estaba el factor no tan pequeño de que el hombre era su padre y a pesar de que su admiración y perspectiva hacia él fueron sacudidas gravemente, aún lo amaba. Sabía que nunca sería capaz de lastimarlo aun cuando era lo bastante fuerte como para hacerlo.

Eso le dejaba solo la segunda opción.

Si no podía detenerlos, entonces tendría que unírseles hasta que tuviese el tiempo suficiente para descubrir cómo alejarse de este desastre. Después de todo era un saiyayín mestizo y quizá el guerrero más fuerte del universo en esta línea de tiempo. Asintió sabiendo que debía suprimir su poder y ser uno de ellos. No quería destacarse, pero haría lo necesario para ganarse la aceptación de sus congéneres… especialmente el de su príncipe. Ocultaría su identidad y poder de super saiyayín, y se presentaría como un superviviente de la misma sangre de ellos. Un hermano que con suerte aceptarían.

Trunks, ahora con determinación, se elevó hacia el cielo y voló en la dirección por la que Nappa y Raditz se habían marchado. Mantuvo la vista al frente dejando que el viento azotara su cabello para así no poder mirar la muerte bajo él.

 

Finalmente, después de dieciocho años, iba a conocer a su padre, solo que no de la manera en que él esperaba.