Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Severus Snape y el Renacer de los Hollows ❯ Las Leyes Fundamentales de Hollow ( Chapter 7 )

[ A - All Readers ]

Aclaración: Harry Potter y todo su universo le pertenece a J.K. Rowling, al autora original del libro. Sólo mis personajes originales son de mi propiedad, pero eso a nadie le interesa ;) Este es un trabajo de fans para fans...
 
Capítulo 7 - Las Leyes Fundamentales de Hollow
 
A medida que avanzaba la segunda semana del trimestre, el ambiente en Hogwarts se ponía cada vez más tenso y estresante, producto de las constantes evaluaciones a las que eran sometidos los alumnos de todos los niveles, sobre todo aquellos de sexto y séptimo año. Era tan escaso el tiempo disponible para estudiar y hacer los extensos trabajos para cada asignatura, que ni Severus ni James se daban un momento para echarse maldiciones cada vez que se topaban en los pasillos, aunque no cesaron de dedicarse palabras desagradables al pasar, y mirarse con chispas de intenso odio saliendo de sus ojos.
 
Con semejantes niveles de exigencia, muy pocos alumnos de sexto año podían jactarse de llegar a tiempo a todas sus clases, generalmente aquellos que habían abandonado sus esfuerzos en al menos una asignatura, pero la mayoría encontraba prácticamente imposible estudiar, hacer la inmensa cantidad de trabajo que les pedían los profesores y encima ser puntuales. Esto era especialmente difícil para Severus, ya que sus obligaciones como ayudante de Slughorn cada vez le demandaban más dedicación, sobre todo después que el profesor se dedicara casi por completo a la elaboración de una lista detallada con todas las pociones que componían su plan de estudio, delegándole a Severus muchas de sus responsabilidades como profesor del ramo.
 
Justo en el momento en que el joven Slytherin salía a toda velocidad del despacho de Slughorn e intentaba no llegar atrasado a la clase con el profesor Crane, sintió que unos pasos lo seguían por el pasillo y pronto escuchó una voz que reconoció de inmediato.
 
“¡Snape!”
 
Severus se detuvo en seco afuera de la sala de Defensa Contra las Artes Oscuras, justo cuando sus compañeros entraban a clases tras el profesor, y se dio vuelta rápidamente, estirando su mano derecha hacia Eve; la niña venía corriendo por el pasillo muy agitada, sujetando firmemente un grueso rollo de pergamino, el que depositó en la mano de su ayudante.
 
“Justo en el plazo, Hollow” - dijo fríamente Severus, y guardó el pergamino en su bolso.
 
“Lo sé... disculpa... no podía... encontrarte...” - respondió la niña, respirando con dificultad.
 
“Pensaba que tenías esto listo la semana pasada, en la biblioteca...” - dijo Severus, mirándola extrañado.
 
“Sí... es decir... no... pero ahora sí...” - Eve esbozó una sonrisa por la torpeza de sus palabras. Severus levantó una ceja.
 
“Bien. La próxima vez, que esto llegue a mis manos antes, Hollow. Un minuto más y tienes un cero” - dijo secamente el joven, y se apresuró en entrar a la sala de clases antes que el profesor cerrara la puerta, sin alcanzar a ver la sonrisa pícara que se dibujó en el rostro de la niña.
 
Las clases del profesor Crane habían sido muy interesantes y entretenidas durante los primeros cursos en Hogwarts, logrando captar la atención de todos sus alumnos con historias increíbles sobre hombres lobo, demonios antiguos y maldiciones horribles que atemorizaban incluso a los magos más valientes. Sin embargo, ante una clase compuesta en su totalidad por adolescentes que se acercaban a la mayoría de edad (otros, como Severus, ya habían cumplido los diecisiete años), los relatos del profesor parecían cada vez más infantiles, y paulatinamente los alumnos comenzaban a intercambiar mensajes escritos en pequeños papeles, hacer dibujos en sus libros o simplemente evadirse con su imaginación hacia lugares más emocionantes.
 
¡Pss! ¡Wilkes!
 
Melanie aprovechó que el profesor escribía un encantamiento en la pizarra y miró rápidamente hacia atrás, donde se encontraban sentados Severus y Evan. Con señas, Evan le señaló un papel que Severus escribía con mucha rapidez, y luego de arrugarlo en una pequeña pelota, lo lanzó con mucha precisión hacia la mesa de la joven. La rubia leyó rápidamente el mensaje que iba escrito en el papel, y luego de escribir su respuesta, lo lanzó de vuelta hacia la mesa de Severus y Evan, justo antes de que el profesor girara hacia la clase y comenzara a explicar las utilizaciones del conjuro Patronus. Severus abrió con mucho cuidado el papel, procurando que el profesor no se diera cuenta que no ponían atención a su clase.
 
“¿Qué dice?” - preguntó Evan, con ansiedad.
 
Severus le pegó un codazo al chico para que se quedara en silencio; en ese momento, Sirius Black los estaba observando, intentando escuchar qué era lo que estaban tramando. Cuando Sirius se dio cuenta que había sido descubierto, comenzó a hacerle señas amenazadoras a los dos chicos Slytherin, que fingieron ignorarlo.
 
“¡Profesor, Black no está poniendo atención!” - dijo de pronto Severus con voz muy fuerte.
 
Todos voltearon sus cabezas para mirar hacia Sirius, quien no alcanzó a sentarse derecho en su silla y fue descubierto por el profesor haciendo una seña muy grosera a Severus.
 
“¡Sr. Black, por favor!” - lo regañó el profesor - “¡Ponga atención a la clase, esta es materia muy importante!”
 
“¡Profesor, esta es una infamia!” - se defendió Sirius, de forma muy teatral. “Pregúntele a Quejicus, ¡él tampoco estaba poniendo atención!”
 
“Claro que sí” - respondió tranquilamente Severus, al ver que el profesor lo miraba con el ceño fruncido. “Hablaba sobre los Patronus y su utilización contra criaturas tenebrosas como los Dementores...”
 
“¡Eso cualquiera puede decirlo, nada del otro mundo, Quejicus!” - insistió Sirius, con rabia.
 
“También mencionó” - siguió Severus, ignorando por completo a Sirius - “la forma correcta de realizar esta invocación y la necesidad de evocar recuerdos agradables lo suficientemente significativos... y por supuesto, que todo mago posee un Patronus personal e irrepetible”.
 
El profesor asintió con la cabeza mientras sonreía.
 
“Perfecto, Sr. Snape, son diez puntos para Slytherin... y en cuanto a Usted, Sr. Black...” - se dirigió a Sirius con una expresión muy seria - “¿Será necesario descontarle puntos a su casa, como a los niños de primer año?” - los Slytherin soltaron una sonora carcajada. “Compórtese, por favor, y ponga atención”.
 
Sirius no dijo nada más, pero le lanzó una mirada llena de odio a Severus, quien le respondió con una sonrisita burlona muy desagradable. Evan miró asombrado a su compañero de mesa; ninguno de los dos había puesto atención en clase, pero Severus había podido dar una completa respuesta sobre los Patronus a su profesor.
 
“¿Cómo lo hiciste?” - preguntó Evan, en susurros. “¿Cómo sabías... lo que había dicho Crane?”
 
“Lo sé de memoria” - respondió Severus, tranquilamente. “No necesito estas estúpidas clases”. El joven entonces volvió a mirar el papel que les había devuelto Melanie Wilkes, y leyó rápidamente lo que decía.
 
“¿Y bien?”
 
“Dice que le interesa” - respondió Severus con una sonrisa, y ambos miraron hacia la chica rubia, que giró su cabeza y les guiñó un ojo con complicidad.
 
“Entonces” - Evan bajó muchísimo el volumen de su voz - “¿Con esto Malfoy tendrá todo listo? ¿Nos pondrá en contacto con él?”
 
“Así es...” - Severus apuntó con su varita hacia el papel y unas llamas color azul intenso se encargaron de quemarlo por completo. “Enviamos la lechuza, esperamos un año más y estamos dentro...”
 
Ya había oscurecido cuando la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras llegó a su fin, y afuera caía una copiosa nieve, las fuertes ráfagas de viento haciendo que los árboles se inclinaran con violencia. Todos los alumnos se retiraron rápidamente por los fríos pasillos del castillo hacia el Gran Salón para cenar, donde los esperaban unos grandes tazones de chocolate caliente, listos para hacerlos recuperar la temperatura de sus cuerpos. Evan, Ted y Melanie se sentaron en la mesa de Slytherin y de inmediato comenzaron a beber su chocolate, pero Severus no se sentó con ellos, sino que tomó una pequeña bandeja de plata de la mesa y empezó a llenarla con comida.
 
“Oye” - dijo Ted. “¿No vas a cenar, Severus?”
 
Severus negó con la cabeza y sólo dijo “Slughorn”, y de inmediato sus compañeros comprendieron que tenía trabajo que hacer por su ayudantía. Luego de agregar los últimos pedazos de jamón sobre el montón de comida que tenía en su bandeja, Severus tomó su tazón de chocolate y se retiró del comedor.
 
Aunque le había advertido a Eve que se encontraba justo en el plazo para entregar su tarea sobre las Teorías Fundamentales de Agrippa, daba lo mismo si la niña hubiese llegado en esos momentos con el pergamino ya que Severus, en realidad, ni siquiera había mirado los trabajos de sus alumnos de segundo año. Mientras caminaba por los pasillos hacia la Sala Común de Slytherin, el joven iba repasando mentalmente la lista de cosas que tenía que hacer en lo que quedaba de la semana. “Corregir la tarea de Agrippa... estudiar Transfiguración... mañana, cazar sapos para Slughorn... la interrogación de McGonagall... el ensayo para Crane... ¡Maldición, la exposición de Encantamientos! ¿En qué momento voy a terminarla?...
 
Severus ya comenzaba a sentirse levemente mareado cuando llegó a las puertas de su sala común, y tras decir la contraseña, se encontró con el hall de entrada completamente repleto de estudiantes de segundo año, que escribían afanosamente en grandes rollos de pergamino algo que tenía todo el aspecto de ser una tarea para el profesor Crane. En cuanto Severus entró a la sala común, todos los chicos de segundo se voltearon a mirarlo con ojos esperanzados, y uno de ellos se acercó rápidamente al joven.
 
“Severus, hola... Oye, ¿tienes ya las notas de Slughorn?”
 
El joven ayudante giró sus ojos y dejó salir un suspiro de cansancio; evidentemente, sería imposible corregir las tareas de Pociones con todos los alumnos de segundo observándolo y haciéndole preguntas. Ignorando completamente al chico que lo miraba expectante, Severus pasó caminando a paso veloz por el hall y subió las escaleras rumbo al dormitorio de hombres, que afortunadamente se encontraba completamente vacío. Rápidamente, dejó su bandeja con comida y el tazón de chocolate en su velador, y muy para su pesar, sintió que una inmensa somnolencia y cansancio lo invadieron apenas le echó un vistazo a su cama, que parecía llamarlo a acomodarse en el blando colchón, cubrirse con las mantas y dormir para nunca volver a despertar.
 
Después de un par de minutos en que Severus consideró seriamente unirse al grupo de los alumnos que habían sacrificado una de sus asignaturas en beneficio de su salud física y mental, el joven finalmente abrió el primer cajón de su velador y sacó un montón de rollos de pergamino, se acomodó encima de su cama y comenzó la dura labor de corregir las tareas sobre las teorías de Agrippa.
 
Calcado al libro... cero trabajo personal” - pensaba Severus, mientras corregía los trabajos de sus alumnos de Slytherin. Aunque él los ayudaba cada vez que podía para que obtuvieran excelentes calificaciones y ganaran puntos para su casa, en ocasiones el joven dudaba realmente de la capacidad intelectual de sus compañeros de menor grado.
 
Este ni siquiera se leyó el libro...” - Severus escribió un flamante cero con tinta roja en el trabajo de uno de los Gryffindor. Ya habían pasado por lo menos cuarenta minutos y el cansancio comenzaba a ponerlo de mal genio, sobre todo después de comprobar que a la gran mayoría de los alumnos se le ocurrió hacer tareas mucho más extensas que el mínimo que había pedido Slughorn.
 
Mal copiado del libro... y mal copiado entre ellas...” - el joven terminó de leer el pergamino de Jane Peakes, que resultó ser una copia exacta de la tarea de Daisy Hookum, incluso en las faltas de ortografía. “¿Es que nadie hizo esta tarea bien?
 
Y entonces, se acordó. Severus buscó durante unos segundos su mochila, que había tirado lejos al entrar a la habitación, y sacó de su interior el rollo de pergamino que le había entregado Eve, haciendo una mueca de desagrado; a juzgar por su apariencia, la chica había escrito la tarea más extensa de todas. El joven luego regresó a su cama y comenzó a leer el trabajo de la niña; la información estaba correcta, y si bien citaba fuentes bibliográficas, se había preocupado de, por lo menos, inventar una redacción con sus propias palabras. Además, hasta el momento era la única que había logrado comprender a cabalidad las teorías de Agrippa, dando ejemplos prácticos sumamente certeros y originales.
 
En medio de su lectura, el joven encontró de pronto un par de hojas de pergamino metidas entre medio de la tarea de la niña, que anunciaban un título bastante llamativo con letras regordetas y chispeantes.
 
“Las Leyes Fundamentales de Hollow
Quince-Más-Una Leyes Básicas Para Su Aplicación Universal”
 
Severus necesitó volver a leer el título para comprobar que no se había quedado dormido y en realidad había visto lo que aparecía escrito en el pergamino. Luego, el joven frunció un poco el entrecejo y comenzó a leer una lista numerada que seguía al título, y a los pocos segundos agradeció que la habitación de hombres se encontrara completamente vacía, porque dejó salir una fuerte carcajada que apenas pudo contener para seguir leyendo. La niña había escrito dieciséis pomposas “leyes” de contenido bastante funesto pero absolutamente aplicables a la clase de Pociones, con un grado de sarcasmo y humor negro completamente inesperado para una niña de aspecto tan inocente como Eve. Pasajes como “El arte y ciencia de hacer pociones es una disciplina completamente lógica y racional, una rama de la magia que debe mantenerse pura y no debe admitir lugar a ambiciones personales ni oscuros propósitos; por lo tanto, es naturalmente lógico y racional que esté dominada por la casa de Salazar Slytherin”, “Ante esto, las siguientes leyes universales aplican: si Ud. es Slytherin, no necesita seguir asistiendo a clases: aprueba el ramo con nota de excelencia. Alumnos de Ravenclaw y Hufflepuff deben considerar que todo lo que digan puede y será utilizado en su contra durante el transcurso del ramo” y “La casa Gryffindor se regirá por las siguientes leyes: Perderá diez puntos por cada alumno que se presente en el aula. Perderá cinco puntos por cada alumno que no asista a clases. Además, perderá veinte puntos en cada clase, sin especificar motivo, sin excepciones” entretuvieron enormemente a Severus, quien sin darse cuenta pasó varios minutos releyendo el gracioso pergamino que le entregara Eve, hasta que súbitamente se acordó del montón de tareas de Agrippa que aún debía revisar y volvió al trabajo, mientras sus compañeros de habitación regresaban poco a poco del Gran Salón, conversando animosamente y sin notar que el joven parecía particularmente sonriente mientras leía los pergaminos.
 
Cuando Severus finalmente logró terminar de corregir todas las tareas de los alumnos de segundo año, el cansancio ya se había apoderado completamente de él y apenas podía permanecer despierto para escribir el último flamante “Aceptable” en el trabajo de uno de los Slytherin, sintiendo una profunda envidia por sus compañeros de pieza que roncaban plácidamente, cómodamente acostados en sus respectivas camas. Lentamente, como si significara un esfuerzo enorme poder moverse, el joven metió los pergaminos de sus alumnos de vuelta en el cajón de su velador, y sin pensarlo dos veces, decidió que poco le importaba que al día siguiente McGonagall lo mirara con enfado al descubrir que no había estudiado para la interrogación (“de todas formas, no es que necesite estudiar demasiado” pensó) y, definitivamente, poder recostarse en su cama y dormir pasó a ser la más alta de sus prioridades.
 
Sin embargo, antes de quedarse profundamente dormido, Severus recordó sus propias palabras hace una semana en la biblioteca. “La próxima vez, Hollow, acuérdate de mí cuando hagas tus ensayos... y, por favor, escribe algo un poco más interesante...” El joven de pronto sintió un extraño y leve nerviosismo al acordarse del pergamino que le entregó Eve, y esbozó una pequeña sonrisa ante la idea de que, evidentemente, la niña Gryffindor había estado pensado en él mientras escribía todas esas cosas, exclusivamente para que él las leyera.
 
Al día siguiente, durante la clase práctica de Pociones, lo primero que hizo Severus fue repartir las tareas corregidas a sus alumnos, provocando una verdadera conmoción a medida que los pobres chicos recibían sus horribles calificaciones y las comentaban entre ellos. Cuando Severus llegó al puesto donde se encontraban sentadas Eve y Daisy, dejó sus pergaminos en la mesa y Eve de inmediato se asombró al encontrarse con un simple “Aceptable” por su tarea sobre las teorías de Agrippa.
 
“¿Aceptable? ¡Estás bromeando!” - protestó la niña de inmediato.
 
“¿Acaso esperabas más, Hollow?” - respondió Severus, levantando sus cejas. “Debieras alegrarte, la mayoría del curso reprobó este trabajo...”
 
“¿Pero un Aceptable?” - Eve estaba realmente molesta. No se había esforzado tanto para obtener una nota tan mediocre, y sabía que su trabajo merecía, por lo menos, un “Excede las Expectativas”.
 
“Tienes la nota que mereces, Hollow. Tu trabajo cumple con los requisitos, pero no sobresale del resto...” - mintió el joven, esbozando una mueca sarcástica al ver que la niña se enfadaba aun más - “Además, el material extra que entregaste ni siquiera me hizo sonreír...”
 
Eve entonces miró con enojo a Severus y ya comenzaba a buscar las palabras para responderle, pero el joven la interrumpió de inmediato.
 
“Quizás la próxima vez... logres impresionarme...”
 
La niña abrió la boca para decirle algo a su ayudante pero se quedó en silencio, sonrojándose levemente, mientras Severus la observaba con un rostro completamente inexpresivo antes de retirarse hacia los estantes en la parte trasera del salón.
 
Próxima vez...” - pensó la niña, mientras volvía a mirar el “Aceptable” escrito con tinta roja y una letra diminuta en su pergamino, y sonrió levemente al darse cuenta de lo que había querido decir el joven Slytherin.
 
 
***
 
 
Los graciosos pergaminos que Eve adjuntaba a sus tareas de Pociones se convirtieron durante las semanas siguientes en una rutina habitual para Severus, quien (aunque se negaba a admitirlo) esperaba con cierto entusiasmo poder llegar a la habitación de hombres de Slytherin, relajarse un rato con los textos disparatados que escribía la niña, reírse a carcajadas, y luego en clases molestarla diciéndole que apenas había esbozado una sonrisa. Era una situación completamente nueva e inesperada para el joven Slytherin, quien no podía dejar de sentir una extraña sensación de complicidad con la chica Gryffindor, recibiendo semana tras semana, en secreto, los textos que la niña escribía especialmente para él.. Por otro lado, Eve tenía la certeza de que su ayudante mentía cada vez que comentaba lo aburrido de sus escritos y se esforzaba aún más en inventar cosas inusuales, completamente decidida a obligarlo a confesar que, por lo menos, había sonreído una vez, y así se pasó todo el resto del trimestre intentando sacarle una risa a Severus, sin éxito.
 
Sin embargo, la secreta diversión de Severus no lograba hacerlo olvidar las preocupaciones del mundo real, que comenzaron a presionarlo con insistencia.
 
Se acercaba la última salida a Hogsmeade del año y los alumnos de cursos superiores ya hacían planes para divertirse durante su visita al poblado mágico, pero para los alumnos de sexto año de Slytherin, el misterioso mensaje traído por la lechuza de Regulus Black significó una serie de precauciones extra.
 
“Bien, está todo listo” - dijo Ted Avery. “Malfoy nos espera en las Tres Escobas a las cuatro en punto...”
 
“¿Las Tres Escobas?” - preguntó Melanie Wilkes, extrañada. “¡Pero ese lugar estará lleno de gente!”
 
“Precisamente” - la interrumpió Severus - “Nadie nos prestará atención si vamos en grupo a ese lugar”.
 
“Así es... y además” - Ted bajó muchísimo el volumen de su voz, casi susurrando - “El también estará en Hogsmeade...”
 
El pequeño grupo de alumnos que se encontraba reunido en la sala común de Slytherin se quedó en completo silencio.
 
“¿Está... aquí?” - preguntó finalmente Evan Rosier.
 
“¿Podremos verlo?” - insistió Melanie.
 
“La carta no dice nada más” - respondió Ted, que se había puesto un poco más pálido de lo normal.
 
Mientras el grupo de compañeros comenzaban a hacer planes para reunirse con Lucius Malfoy en las Tres Escobas, e invitaban a Regulus y algunos de sus amigos de cuarto año a que los acompañaran, Severus permaneció muy pensativo y en silencio. Todos sabían muy bien quién era la persona que había viajado hasta Hogsmeade, pero el joven no lograba imaginarse cuáles serían sus intenciones. Sin embargo, la sola posibilidad de poder acercarse desde ya a un mago de poder excepcional e intentar ser aceptado como su discípulo hizo que un escalofrío de ansiedad y temor lo recorriera por completo.
 
Pero también, una sensación en lo más profundo de sus entrañas incomodaba a Severus. Veía en sus compañeros de casa la emoción y el nerviosismo por el camino que habían escogido para cuando egresaran de Hogwarts, y él también se sentía ansioso por salir pronto del colegio y ofrecer sus capacidades a alguien que pudiera apreciarlas. Había pasado toda su vida demostrándole a los demás sus increíbles habilidades mágicas, se había ganado el respeto de miembros de familias de magos tan respetables como los Malfoy y los Black, que lo habían aceptado como un par entre ellos, a pesar de tener un padre muggle, y se había ganado el respeto temeroso de todos sus compañeros de casa, a pesar de las humillaciones de los Merodeadores. Esta era sin duda la máxima oportunidad para demostrar a niveles insospechados el excelente mago en el que se había convertido después de tantos años, pero aún así, una vocecita en el fondo de su inconsciente parecía susurrarle palabras que no lograba comprender, pero que producían un terrible efecto en él.
 
Lo hacían dudar.
 
En esos momentos en que su mente parecía nublada y por primera vez sus decisiones no se sentían del todo convincentes, la biblioteca de Hogwarts pasaba a cumplir el más importante de los roles que le había atribuido Severus, acogiéndolo como un refugio donde podía meditar e intentar hacer callar esa insistente vocecilla.
 
Severus, sin embargo, había olvidado que la biblioteca se había convertido hace dos años en el refugio de alguien más en Hogwarts, y mientras garabateaba unas palabras en uno de sus textos de estudio pudo ver de reojo que la figura de una niña de cabello ondulado y casi rubio se acercaba a él con paso firme.
 
“¡Hola, Snape!”
 
El joven levantó su mirada y saludó a Eve asintiendo con su cabeza, sin decir una palabra, y regresó a su libro. Una mueca de decepción se dibujó en el rostro de la niña.
 
“Vaya... yo también me alegro de verte...”
 
 
“¿Qué quieres, Hollow? Estoy estudiando...”
 
Eve sonrió pícaramente y se sentó delante de Severus.
 
“Sólo venía a hacerte un par de preguntas sobre la materia de Slughorn...”
 
Severus miró a la niña y levantó sus cejas con incredulidad; era evidente que Eve estaba tramando algo.
 
“Y también...” - continuó la niña, mirando a su ayudante directo a los ojos - “quería preguntarte sobre mi último escrito especial... ¿ya lo leíste?”
 
“Sí, ya lo leí” - respondió tranquilamente Severus.
 
“¿Y?”
 
“Me atrevería a decir que ése fue el más aburrido de todos, Hollow” - dijo el joven, bajando nuevamente su mirada hacia el libro que tenía adelante, no sin antes recordar la imagen de sí mismo riéndose de buena gana mientras leía el texto sobre las “101 Maneras de Envenenar un Bezoar, por Hollow”. “Creo que debieras dejar de perder tu tiempo en esos textos...”
 
“Estás mintiendo” - dijo de pronto Eve, sonriendo. Severus levantó rápidamente su mirada hacia la niña, sorprendido.
 
“¿Perdón?”
 
“Estás mintiendo. Por eso bajaste la mirada... no querías que te descubriera...”
 
Severus le dio a Eve una sonrisa sarcástica; sin saberlo, la niña realmente había dado en el clavo.
 
“¿Acaso sabes Legeremancia, Hollow?” - dijo finalmente, sin inmutarse.
 
“Legere- ¿qué?” - preguntó la niña, un poco confundida; jamás había escuchado esa palabra.
 
Olvídalo...” - respondió el joven, con un tonito burlón en su voz, cuando de pronto divisó la figura robusta de un hombre más bien regordete que se asomaba a la entrada de la biblioteca, llevando un montón nada despreciable de carpetas y papeles en sus brazos.
 
“¡Severus!” - lo llamó el profesor Slughorn, haciéndole señas. “¿Puedes venir un momento, por favor?”
 
Severus le echó una rápida mirada al montón de carpetas que cargaba el profesor y pudo adivinar de inmediato que ahí se encontraba su próximo tedioso trabajo. Sin prestar mayor atención a Eve, el joven se levantó de su silla con cierta pereza y caminó hacia el profesor, quien de inmediato comenzó a darle una serie de instrucciones mientras le mostraba el contenido de las carpetas. Eve, por otro lado, permaneció en su silla esperando que regresara su ayudante, cuando de pronto sus ojos se posaron en el libro que éste había dejado encima de la mesa. Parecía un texto de estudio común y corriente, pero aunque se encontraba viéndolo al revés, Eve pudo divisar perfectamente que estaba lleno de líneas escritas en los bordes y varios borrones encima de los párrafos impresos. Intrigada, y con un extraño presentimiento apoderándose de sus entrañas, la niña tomó el libro en sus manos y de inmediato se dio cuenta que se trataba de un ejemplar de “Fabricación Avanzada de Pociones” para sexto año, y su sorpresa fue enorme al comprobar que Severus había modificado las instrucciones de preparación para la gran mayoría de las pociones que aparecían en el libro, incluyendo las cantidades e incluso los ingredientes mismos.
 
Cuando Severus regresó a su asiento y dejó el montón de carpetas que le había entregado el profesor Slughorn en una esquina de la mesa, se dio cuenta de inmediato que su libro ya no se encontraba en el lugar donde él lo había dejado, sino que en las manos de Eve, quien lo miraba con un rostro lleno de reproche.
 
“¿Qué haces con mi libro, Hollow?”
 
“¡Pero cómo te atreves!” - le respondió Eve en voz alta, temblando de rabia. “¿Cómo tienes el descaro de darme un sermón por haber cambiado las instrucciones de algunas pociones? ¡¡Tú haces lo mismo!!”
 
Eve entonces arrojó el libro de pociones sobre la mesa con furia.
 
¡No cambies las instrucciones! ¡No modifiques los ingredientes! ¡La lógica de las pociones!” - continuó reprochando la niña, mientras Severus tomaba lentamente su libro y miraba sus propias correcciones escritas en todas las páginas con cierta curiosidad, como si por primera vez las leyera. “¡Te has estado burlando de mí todo este tiempo!”
 
Y entonces ocurrió algo completamente inusual. Severus sacudió suavemente su cabeza y por primera vez dejó caer su máscara de indiferencia ante la niña, sonriendo genuinamente, algo que Eve no alcanzó a notar debido a su enfado.
 
“¡Eres un hipócrita, Snape! Tú y yo hacemos las mismas cosas, pero yo me llevo el sermón, ¿no es cierto? ¿Acaso crees que es muy divertido?”
 
“¡Pero cómo puedes pensar siquiera en compararte conmigo, Hollow!” - se defendió el joven, casi riéndose. “¡Yo estoy en sexto año!”
 
“¿Y eso te hace ser mejor que yo en Pociones acaso?”
 
“¡Mis conocimientos triplican los tuyos!” - Severus dejó salir una pequeña risa ante la insistencia de la niña.
 
Eve abrió la boca pero se quedó sin palabras; no tenía argumentos para responderle a Severus y sabía muy bien que su ayudante tenía razón, pero se sentía muy humillada y engañada. Sostuvo la mirada del joven durante unos segundos y entonces recién se percató de que él sonreía ampliamente, con una sonrisa sincera libre de sarcasmo y burla, y un curioso cosquilleo en su estómago hizo que se sintiera súbitamente nerviosa, sonrojándose levemente.
 
“Me voy de aquí” - dijo finalmente Eve, intentando ocultar su rostro ruborizado.
 
“Excelente” - respondió Severus, todavía sonriendo. “Así podré seguir estudiando...”
 
La niña le dio una mirada asesina al joven Slytherin, pero en lugar de atemorizarlo por su furia contenida, sólo consiguió que su ayudante volviera a soltar una pequeña risa.
 
“¿Ahora me odias, Hollow?” - preguntó Severus, divertido. “¿Ahora soy el monstruo hipócrita que hace tu vida imposible?”
 
Eve entonces sonrío muy falsamente.
 
“No, Severus... se necesita más que eso para obtener algo tan importante como mi odio” - dijo la niña, dándole tan poca importancia al asunto que logró ver un pequeño destello de decepción en los ojos del joven Slytherin. “Pero ahora que sé que nos parecemos más de lo que tú quisieras” - de pronto Severus ya no sonreía tan ampliamente - “seguiré insistiendo con mis... textos originales, hasta que admitas que de verdad los encuentras divertidos”.
 
Mientras Eve se retiraba de la biblioteca con una sonrisita triunfal en su rostro, Severus permaneció un rato pensativo mirando su libro de Pociones. De pronto, las preocupaciones que lo habían estado molestando con insistencia habían desaparecido casi por completo y se sentía mucho más tranquilo y relajado.
 
Algo había en esa niña que lo hacía sentir a salvo en medio del torbellino de acontecimientos que se avecinaba.
 
 
***
 
Finalmente llegó el día para la última visita de los alumnos de cursos superiores al poblado mágico de Hogsmeade, un agradable día soleado durante la segunda semana de Mayo, y desde temprano los pasillos de Hogwarts se vieron inundados de jóvenes ansiosos por poder salir a divertirse. En medio de la multitud, los Merodeadores anotaban en un pedazo de pergamino la lista de cosas que querían comprar en la Tienda de Bromas de Zonko, cuando de pronto vieron pasar a un grupo de alumnos de Slytherin conversando muy secretamente y con actitud sospechosa, entre los que iba Severus.
 
“Mira eso, Cornamenta” - dijo Sirius, mientras le daba un leve golpecito a James en su brazo izquierdo. “¿Qué te parece ese grupito?”
 
“De lo peor” - respondió James, mientras miraba con cierto desprecio a Severus, Ted y Evan, que se alejaban por el pasillo hacia la salida del colegio.
 
“Oye, Sirius” - dijo de pronto Peter - “¿No es ése tu hermano?”
 
Los cuatro Merodeadores entonces miraron en dirección a una de las escaleras a la entrada del castillo, y vieron a Regulus Black y un grupo de compañeros de cuarto año caminando junto a Melanie Wilkes, también hablando discretamente entre ellos.
 
“¿Qué hace ese tonto con ésa?” - pensó Sirius en voz alta, y rápidamente cruzó el pasillo dando largos trancos hasta que logró alcanzar a su hermano.
 
“¡Regulus!”
 
El chico dio un salto al escuchar la voz de su hermano mayor y se dio vuelta con su rostro asustado, como si hubiese sido sorprendido haciendo algo malo. Melanie le dio una mirada de desprecio a Sirius.

”Te esperamos afuera, Black” - le dijo la rubia a Regulus, y salió junto con los alumnos de cuarto año en la misma dirección que el grupo anterior de Slytherin.
 
“¿En qué malos pasos andas?” - preguntó directamente Sirius.
 
“¿De qué hablas?” - se defendió Regulus, un poco nervioso. “No estoy haciendo nada malo...”
 
“¿Entonces debo suponer que sólo pretendes ir a dar una vuelta inocente a Hogsmeade con tu amiga Melanie Wilkes? Y de paso juntarte con Snape, Rosier y los otros Slytherin, por supuesto...”
 
“¡Lo que yo haga en Hogsmeade no es asunto tuyo...!”
 
“¡Ja!” - ladró Sirius - “¡Cuando te conviene te haces el chico grande y maduro que se codea con los chicos malos de Slytherin! Pero tú y yo sabemos que no eres más que un niño mimado por mamá...”
 
“¡Cállate, idiota! ¡Déjame en paz!”
 
“Sí, es posible que sea un idiota” - Sirius aferró uno de los brazos de su hermano y lo empujó contra la pared del castillo - “Pero no estoy ciego, Regulus. Sé con la clase de gente que te estás juntando, y te lo advierto, no te estás metiendo en nada bueno...”
 
“¡Tú no tienes idea de nada, imbécil!”- respondió el chico, intentando librarse de su hermano, sin éxito. “¡Y no tengo por qué escuchar a un cobarde que se fuga de casa sólo porque su familia le dice las cosas como son!”
 
“Pues yo creo que tú los escuchas demasiado, hermanito... y te están lavando el cereb... ¡AUCH!”
 
Sirius soltó rápidamente a su hermano, que había utilizado su vara mágica para quemar la mano que lo sostenía, y vio con impotencia cómo Regulus se alejaba corriendo y salía del castillo.
 
“Pero qué diablos...” - se preguntó Sirius en voz alta, mientras el resto de los Merodeadores se acercaba rápidamente a él.
 
“¿Qué fue lo que pasó?” - preguntó James, preocupado al ver la pequeña quemadura en la mano de su amigo.
 
“No sé qué mosca lo picó” - respondió Sirius, molesto. “Pero no me gusta que se esté juntando con esa chica Wilkes... ella es del grupo de Quejicus, los mismos que se codeaban con Malfoy y mi prima...”
 
“Los Slytherin se ven bastante... misteriosos, ¿no creen?” - comentó Remus. “¿Estarán tramando algo?”
 
“No lo sé, pero antes de irme de mi casa alcancé a escuchar un par de conversaciones bastante oscuras, si sabes a lo que me refiero...” - respondió Sirius, con amargura.
 
“¿Por qué no los seguimos?” - preguntó Peter, con un cierto entusiasmo. “Veamos qué es lo que pretenden...”
 
“Nah” - dijo Sirius - “No pienso pasarme el día pendiente de un montón de magos oscuros, que el diablo se encargue de ellos...”
 
Los Merodeadores se disponían a salir del castillo rumbo a Hogsmeade, cuando de pronto se cruzaron con un pequeño grupo de alumnas de segundo año de Gryffindor que venían caminando de vuelta desde los jardines del colegio. Rápidamente, Sirius se separó de sus amigos y le cortó el paso a Eve, que lo miró un poco sorprendida.
 
“Ah... hola, Sirius...”
 
“¡Eve!” - el joven procuró verse lo más apuesto posible - “¿Qué tal si nos acompañas a Hogsmeade?”
 
Tanto Eve como Remus, que había seguido a su amigo, se sorprendieron ante esa propuesta.
 
“Pero...” - balbuceó la niña - “yo no puedo... aún no estoy en tercero...”
 
“No te preocupes por eso” - Sirius le guiñó un ojo de forma traviesa - “Tenemos una forma infalible para sacarte del castillo sin que te descubran...”
 
“Ejem...”
 
“¿Qué pasa, Lunático?”
 
“Ehm... ¿olvidaste que soy un Prefecto?”
 
Sirius le dio una mirada muy extraña a su amigo, como si recién se diera cuenta del cargo especial que éste tenía dentro de Hogwarts.
 
“¿Me acusarás si saco a Eve del colegio?” - preguntó finalmente Sirius, sorprendido.
 
“No sólo te voy a acusar” - respondió Remus, muy serio - “sino que tampoco pienso ayudarte a sacarla de aquí... la meterás en serios problemas si la descubren en Hogsmeade sin permiso...”
 
“¡Pero tenemos la capa de Cornamenta!” - protestó Sirius.
 
“También nos meterás en problemas a nosotros” - siguió el joven Prefecto, sin prestar atención a la protesta de su amigo - “y no queremos que nos descuenten más puntos, estamos empatados con Ravenclaw y McGonagall ya me ha hecho demasiadas advertencias...”
 
Remus y Sirius siguieron discutiendo durante unos segundos, sin percatarse que Eve los observaba completamente atónita, sin comprender de qué estaban hablando.
 
“¡Muy bien!” - dijo finalmente Sirius, con un leve aire de decepción - “Está bien, no te sacaré del castillo, Eve, pero el próximo año tienes que venir con nosotros, ¿de acuerdo?” - el joven nuevamente le guiñó un ojo a la niña.
 
“Ehm... sí, el próximo año supongo que no habrá problema...” - respondió Eve, todavía sin comprender nada.
 
“Nos vemos entonces” - se despidió el joven, muy sonriente - “¡Te traeré algo de Honeydukes!”
 
Remus, quien de pronto parecía estar a punto de estallar en carcajadas, hizo un breve saludo con su mano a Eve y se alejó junto con su amigo, dejando a la niña y sus amigas perplejas por la extraña escena que acababan de presenciar.
 
El numeroso grupo de alumnos de Hogwarts que visitaba el poblado de Hogsmeade se pasó todo el día recorriendo las pintorescas calles, comprando artículos novedosos o compartiendo unos buenos tragos de cerveza de manteca en Las Tres Escobas, la taberna favorita de todos los visitantes del pueblo. En medio de las risas y el bullicio general de la multitud que inundaba el local atendido por la Sra. Rosmerta, un pequeño grupo de alumnos de Slytherin se encontraba sentado en una mesa lejana, en actitud expectante, hasta que de pronto entró a la taberna un hombre alto cubierto de pies a cabeza con una elegante túnica negra, que se acercó rápidamente a ellos. Apenas llegó a la mesa, el hombre removió su túnica y dejó ver el rostro de un joven apuesto, de semblante altanero y ojos sumamente fríos y calculadores, su largo cabello plateado cayendo sobre sus hombros.
 
“Llegas un poco tarde, Lucius” - dijo Severus, con un poco de sorna.
 
Lucius Malfoy esbozó una sonrisita de sarcasmo y saludó en silencio al grupo de jóvenes reunidos en la mesa.
 
“Fue completamente involuntario” - se excusó. “Me encontraba en servicio especial...”
 
“Bien” - dijo Ted Avery, un poco impaciente. “Aquí estamos todos los interesados... ¿Tienes noticias para nosotros?”
 
Lucius echó un rápido vistazo al grupo de jóvenes que tenía delante suyo, reconociendo a varias caras conocidas de sus años en Hogwarts. De pronto, se detuvo mirando fijamente a Regulus Black.
 
“No sabía que la familia Black enviaría a uno de sus hijos a esta reunión... Cissa no me había comentado nada...”
 
“No podíamos estar ausentes” - respondió el chico con orgullo, sosteniendo la mirada de Lucius. “La causa tiene todo nuestro respaldo...”
 
“Muy bien, muy bien” - dijo Lucius, sonriendo levemente ante el ímpetu del muchacho. “Traigo noticias, pero debemos ser precavidos... ¿Severus, por favor?”
 
Severus entonces sacó su vara mágica de uno de sus bolsillos y miró rápidamente alrededor, asegurándose que nadie los observaba.
 
“¿Piensas hacer magia aquí?” - preguntó Regulus, preocupado. “No tenemos permiso...”
 
“Tú no tendrás permiso” - le respondió Severus, secamente. “Pero no hay problemas para un mayor de edad... ahora, cúbranme”
 
El grupo de Slytherin entonces formó un grupo mucho más cerrado y Severus hizo un rápido movimiento con su vara.
 
¡Muffliato!
 
De pronto, todos los que rodeaban a Severus sintieron un leve zumbido en sus oídos. Lucius asintió con la cabeza.
 
“Aún no logro dominar ese encantamiento, Severus... parece que no puedo ser lo suficientemente discreto...”
 
 
El joven Slytherin le dio una sonrisa burlona a su amigo e hizo un gesto para que continuara con su relato.
 
“Muy bien” - dijo Lucius, muy serio. “Ahora que podemos hablar sin ser escuchados, pasemos al motivo de esta reunión. Apenas recibí la última lechuza que me enviaron puse esa información en conocimiento del Maestro, y debo contarles que se mostró muy complacido por la disposición que han demostrado”.
 
Melanie Wilkes dejó salir un pequeño chillido de entusiasmo.
 
“Así que pueden estar tranquilos, porque él los recibirá con los brazos abiertos una vez que hayan finalizado sus estudios en Hogwarts... y aquellos que aún son demasiado jóvenes para unirse a nuestra causa en este momento” - se dirigió con la mirada al grupo de Regulus Black y sus compañeros de cuarto año - “tendrán tiempo suficiente para demostrar su interés como ya lo han hecho sus mayores... pero deberán esforzarse para ser considerados...”
 
Lucius hizo una pequeña pausa en su discurso. Todos los chicos que lo rodeaban lo miraban con expectación.
 
“Supongo que también estarán al tanto de que nuestro Maestro se encuentra en estos momentos en Hogwarts...”
 
Un murmullo de asombro recorrió a todo el grupo.
 
“¿En Hogwarts?” - preguntó Evan Rosier.
 
“¿Irá a hablar con Dumbledore?” - Severus preguntó directamente a su amigo.
 
“Es lo más probable, no estoy al tanto de los detalles” - respondió Lucius. “Pero según lo que ocurra en esa visita a Hogwarts se tomarán decisiones muy importantes. McNair, Nott y otros esperan a nuestro Maestro en el Cabeza de Puerco, y varios de nosotros, los nuevos, hemos venido como escoltas. Como ven, el Maestro ya comienza a dar los primeros pasos a favor de nuestra causa, así que es necesario que estén desde ya preparados...”
 
El grupo de alumnos de Slytherin continuó tan absorto en su conversación que no se percataron que estaban siendo observados. Sentados a algunas mesas más lejos, los Merodeadores, Lily y varios alumnos de Gryffindor se encontraban en medio de un juego de ajedrez mágico entre Sirius y Remus, pero James no se encontraba precisamente interesado en ver cómo uno de los alfiles de Remus hacía volar la cabeza del último de los peones de Sirius. Al contrario, observaba muy atentamente al grupo que conversaba tan secretivamente con Lucius Malfoy, de quien no había escuchado nada bueno en los últimos años, y le llamaba muchísimo la atención que, por más que lo intentara, no lograba escuchar ni una palabra de lo que estaban hablando.
 
 
De pronto, Lucius se levantó de la mesa seguido de Severus, y ambos se dirigieron a la barra donde atendía la Sra. Rosmerta. James no pudo evitar seguirlos discretamente con la mirada, aferrando con impaciencia su capa invisible dentro de su mochila.
 
“Diez cervezas de manteca, por favor” - le dijo Lucius a la camarera, y se sentó en uno de los bancos que estaban frente a la barra.
 
“¿De qué querías hablarme?” - preguntó Severus, intrigado.
 
“Te tengo grandes noticias. Él espera conocerte pronto, Severus, ha escuchado muchas cosas acerca de ti”.
 
“¿Ah, sí?” - Severus no pudo evitar sentir un poco de vanidad.
 
“Así es. Tienes que agradecernos, te hemos adelantado bastante el camino... tus habilidades no pasarán desapercibidas por él, Severus, y todos te estamos esperando...”
 
La Sra. Rosmerta llevó los cinco primeros tazones con cerveza de manteca a los dos jóvenes.
 
“Bueno, no falta mucho para que salga de Hogwarts...”
 
“Lo sé... eso no es lo que me preocupa...” - dijo Lucius.
 
“¿A qué te refieres?”
 
“A que no te veo demasiado entusiasmado con la idea, Severus”.
 
El joven Slytherin permaneció un breve instante en silencio.
 
“No sé de qué hablas...”
 
“Has cambiado desde la última vez que nos reunimos... ya no eres tan participativo ni aportas ideas nuevas a la causa...” - Lucius miró con sus fríos ojos grises directamente en los negros ojos de su amigo. “¿No te estarás arrepintiendo de algo?”
 
Severus no le dijo nada a su amigo, pero esa molesta vocecita que lo había estado atormentando hace algún tiempo pareció volver a sonar en lo más profundo de su conciencia, mencionando algo acerca de Lily y sus padres muggles, y algo sobre otra persona que no alcanzó a comprender del todo. El joven entonces miró directamente a su amigo y sus ojos de pronto parecieron completamente vacíos de toda emoción y expresión. Lucius entonces rompió el contacto visual.
 
“Con Bella hemos hablado maravillas de ti, Severus” - dijo finalmente Lucius.
 
“Lo sé, y lo agradezco... no entiendo por qué te preocupas...”
 
“Tan sólo no nos defraudes” - dijo Lucius, tomando la bandeja con cervezas de manteca que le entregaba la Sra. Rosmerta y caminando de vuelta a la mesa de los Slytherin, sin percatarse que uno de los bancos de la barra parecía haber sido movido por una fuerza invisible.
 
El agradable anochecer de primavera le indicó a todos los alumnos de Hogwarts que era la hora de regresar al castillo, y grandes grupos de jóvenes caminaron alegremente de vuelta hacia el portón de entrada del colegio, la mayoría de ellos acarreando un enorme botín de bromas, dulces y toda clase de artículos mágicos en sus bolsillos y mochilas. El grupo de alumnos que se había reunido con Lucius Malfoy conversaba animosamente sobre sus futuros planes, y ya se encontraban en el pasillo que conducía a la sala común de Slytherin, cuando de pronto Severus, Evan, Ted y otros alumnos de sexto año que habían estado conversando entre ellos, se detuvieron en seco antes de doblar en el último corredor.
 
“Oigan, chicos, ¿qué pasa?” - preguntó Melanie, un poco molesta porque había chocado fuertemente contra Ted.
 
Pero ninguno de los chicos le respondió, y dando grandes zancadas, avanzaron rápidamente por el pasillo, movieron ágilmente sus varitas y varios chorros de luz salieron disparados en distintas direcciones, hasta que de pronto uno de ellos dio de lleno contra un contrincante invisible.
 
“¡Ahhhh!”
 
Todos los Slytherin que en ese momento se encontraban en el corredor se quedaron con la boca abierta al escuchar un grito que parecía venir de la nada. Severus entonces avanzó tranquilamente un par de pasos, con una sonrisa terriblemente malvada en su rostro.
 
“Bien, Potter, ¿no crees que has fisgoneado lo suficiente?”
 
Rápidamente, Severus hizo un movimiento con su varita y dejó al descubierto a James Potter, que se encontraba cabeza abajo, su rostro encendido de ira y desesperación, luchando furiosamente por liberarse del hechizo que lo mantenía prisionero, mientras su capa invisible caía al piso de piedra.
 
Una sonora carcajada inundó súbitamente el pasillo, mientras los alumnos de Slytherin se acercaban lentamente a observar el espectáculo.
 
“Esta escena me parece conocida” - dijo burlonamente Ted Avery. “Llegó la hora de la venganza, ¿no es cierto, Severus?”
 
“¿Nos ha estado espiando todo este rato?” - preguntó Regulus Black, indignado. “¡Jamás pensé que caería tan bajo!”
 
“Apuesto a que quería saber si tramábamos algo en contra de la sangre sucia de Evans” - dijo Melanie Wilkes, con una risita muy desagradable, sin alcanzar a detectar el destello de rabia que apareció fugazmente en los ojos de Severus.
 
“¿Qué podemos hacer con él?” - preguntó Evan Rosier, riendo. “Un Gryffindor espiando a un grupo de Slytherin, no podemos dejar pasar esta osadía...”
 
“Propongo que lo pongamos de ejemplo para el resto de sus compañeros” - dijo Ted. “Quizás un par de maldiciones dolorosas le enseñen a respetar el espacio de los demás”.
 
Todos los alumnos que presenciaban la escena gritaron en aprobación; para nadie era un misterio que James era odiado por casi todos los miembros de la casa Slytherin, y la oportunidad de desquitarse por sus ataques y bromas pesadas era sencillamente perfecta. Severus permaneció en silencio mirando fijamente a James, que le devolvía la mirada con todo su odio, intentando articular palabras pero completamente silenciado por el hechizo.
 
“¿Qué pasa, Potter? Apuesto que no resulta tan divertido ser el centro de las burlas de todos...”
 
James se movió furiosamente pero no lograba liberarse; comprendía que se encontraba en una situación peligrosa para él, completamente rodeado de enemigos, y se arrepintió enormemente por no comentarle nada de su plan al resto de los Merodeadores.
 
“¡Bajémosle los pantalones como hizo con Severus!” - se escuchó una voz entre el grupo de Slytherin.
 
“¡No! ¡Mejor llenémosle la cara de verrugas, ya que se cree tan apuesto!”
 
“¡Mejor un hechizo Piernas de Lana, para que no juegue Quidditch un buen tiempo!”
 
Una tras otra se sucedieron las sugerencias para maldecir a James, que permaneció todo el rato levitando cabeza abajo y completamente inmovilizado, sometido a los insultos y las burlas de los Slytherin, que cada vez proponían cosas más oscuras y terribles.
 
“...¡Démosle a beber una poción Inflamaestómagos...!”
 
“...¿Y si mejor le preguntamos a la sangre sucia? Ella debe tener una buena idea...”
 
De pronto, todos los alumnos se dieron vuelta y vieron a Lily llegar corriendo por el pasillo, con su rostro muy afligido y su vara en la mano. El corazón de Severus dio un brinco.
 
“¡¿Qué creen que están haciendo?!” - preguntó la joven, indignada - “¡¡Déjenlo!!”
 
“Aquí llega Evans, la sangre sucia defensora de los afligidos” - dijo burlonamente Ted, haciendo reír al grupo de Slytherin, que lentamente comenzó a rodear a la joven.
 
“¡Avery, tú estás haciendo esto!” - le gritó la joven, apuntándolo amenazadoramente con la varita.
 
“Ah, ah, Evans, ¿acaso no sabes que los menores de edad tienen prohibido hacer magia en los pasillos?” - el grupo de Slytherin nuevamente soltó una carcajada.
 
“¡Cállate y quítale la maldición, Avery!” - la punta de la varita de Lily comenzó a brillar.
 
“¿Cómo sabes que soy yo el que controla el hechizo?” - se defendió Ted, un poco asustado al ver que la joven estaba a punto de lanzarle una maldición. “Potter tiene muchos enemigos entre nosotros, hizo muy mal en venir a husmear en nuestros asuntos...”
 
Lily miró alrededor, como intentando encontrar al que había lanzado el hechizo contra James, y de pronto se dio cuenta que estaba completamente rodeada de Slytherin que la miraban con profundo desprecio y la insultaban. James intentó gritarle a Lily que escapara y fuera en busca de ayuda, pero ningún sonido salió de su garganta, y la desesperación comenzó a apoderarse de él al ver a la linda pelirroja completamente sola entre el amenazador grupo.
 
“¿Quién de ustedes fue?” - preguntó Lily, su voz temblando de rabia. “¡¿Quién de ustedes cobardes atacó a James?!”
 
El silencio invadió el corredor mientras los Slytherin miraban burlonamente a Lily, que en vano intentaba descubrir al autor del hechizo. De pronto, un chorro de luz dio directamente en la vara de Lily, que salió volando lejos por el pasillo, y un murmullo de asombro se escuchó entre los alumnos.
 
“¡Ninguna asquerosa sangre sucia le faltará el respeto a magos de sangre pura como nosotros!” - Ted tenía el rostro crispado de ira mientras apuntaba descontroladamente su vara hacia la joven. Severus comprendió el peligro de inmediato y dio un paso hacia la pelirroja.
 
“Ya es suficiente” - dijo el joven. “No ganaremos nada con ella...dejemos que se vaya y le cuente a los demás...”
 
“¡Yo no me iré de aquí sin James!” - protestó la muchacha. Severus sintió que los celos comenzaban a invadirlo.
 
“Potter no saldrá de este lugar demasiado pronto, tengo asuntos pendientes con él...”
 
“No me iré sin James” - repitió la joven, sus verdes ojos al borde de las lágrimas. Un destello de rabia volvió a asomarse a los ojos de Severus, sus entrañas recogiéndose de ira.
 
“Eso no podrá ser” - dijo finalmente Severus, su voz cargada de resentimiento. “Yo le lancé el hechizo, y no pienso dejarlo ir hasta que pague por lo que me hizo”.
 
Lily miró a Severus completamente sorprendida.
 
“¡Tú...!” - la joven no podía creer lo que escuchaba. “¿Cómo puedes hacer esto, Snape? ¡Déjalo ir!”
 
“Lo haré, Evans, si estás dispuesta a darme algo a cambio” - respondió el joven, mirándola directamente en sus ojos verdes, mientras que con su vara volvía a apuntar hacia James. “O de lo contrario, Potter se queda donde está hasta que yo lo crea conveniente...”
 
Lily se puso muy seria y Severus pudo ver en sus ojos que la linda joven estaba profundamente decepcionada.
 
“Pensé que eras distinto, Snape” - dijo Lily, su voz llena de reproche. “Jamás pensé que llegarías tan bajo por una estúpida venganza”.
 
“Muy bien, si no piensas colaborar...” - Severus dio un paso en actitud amenazadora hacia James.
 
“¿Y qué piensas hacer?” - le gritó la pelirroja, con sarcasmo. “¿Le bajarás los pantalones y luego me pedirás que salga contigo, igual como hizo James?”
 
Severus dejó salir una pequeña risa burlona.
 
“Evans... debieras saber que mi magia es mucho más refinada que los trucos baratos de Potter... mi precio será mucho más alto...”
 
Lily se ruborizó levemente pero mantuvo su mirada fija en los ojos de Severus, mientras que James luchaba desesperadamente contra la maldición que lo mantenía prisionero, furioso por la forma en que su peor enemigo se dirigía a la chica que le gustaba.
 
“¿Y bien? ¿Cuál es ese precio?” - preguntó Lily, desafiante.
 
De inmediato, el grupo de Slytherin que observaba la escena estalló en exclamaciones, cada uno haciendo diversas sugerencias a Severus sobre el precio que debía pagar Lily. De pronto, se escuchó muy clara y fuerte la voz de Melanie Wilkes.
 
“Un beso” - la muchacha sonrió con malicia. “Besa a Severus y dejaremos ir a tu Potter”.
 
Se produjo un súbito silencio en el pasillo. Lily miró asustada a James, que se había quedado inmóvil de asombro, pero no se atrevió a mirar directamente a Severus; sus mejillas volvieron a sonrojarse.
 
“Un beso...” - dijo Severus, divertido, y varios de los alumnos que estaban en el lugar dejaron salir una carcajada. El joven Slytherin entonces le dirigió una mirada perversa a James y comprendió de inmediato que esa sería la mejor manera de vengarse. “Muy bien, me parece justo... un beso es el precio para liberar al engreído de Potter”.
 
El grupo de Slytherin aplaudió animosamente la iniciativa; a pesar de que consideraban a Lily como alguien inferior por ser hija de muggles, todos estaban de acuerdo que era la alumna más bonita de Hogwarts, y secretamente, varios de los chicos presentes deseaban poder recibir un beso suyo. Desesperada, la bella pelirroja buscó rápidamente con la mirada su varita, pero ésta se encontraba demasiado lejos en el pasillo como para lograr alcanzarla. Entonces, le lanzó una mirada llena del más puro enojo a Severus, sin lograr dejar de ruborizarse furiosamente ante semejante petición. James de pronto parecía estar gritando lleno de ira, pero de su boca no salía ninguna palabra, aunque varios pudieron leer sus labios y descifrar los terribles improperios que le dedicaba a su enemigo.
 
“¿Un beso?” - preguntó la joven, incrédula.
 
“Un beso que valga la pena, Evans, y dejaré ir a Potter” - respondió Severus con una leve sonrisa maliciosa, sin despegar su mirada de los ojos de Lily. Su corazón latía fuertemente en su pecho al ver que la joven parecía estar considerando seriamente la petición.
 
Lily se quedó un breve instante en silencio, sin saber qué hacer. Podía ver de reojo a James luchando para liberarse por sí solo de la maldición de Severus, pero en ese momento sus ojos se encontraban fijos en los negros ojos del muchacho delante de ella, desafiante y misterioso, y un montón de pensamientos invadieron su mente. Severus siempre le había parecido un chico tranquilo y de buenas intenciones, pero el joven adolescente que tenía ante sus ojos era mucho más atrevido y malévolo de lo que nunca hubiese imaginado, haciéndola sentir sorpresivamente un leve cosquilleo inquieto en su estómago.
 
De pronto, y en cosa de segundos, Lily avanzó rápidamente hacia Severus, y ante el asombro de todos, aferró fuertemente la solapa de la chaqueta del joven y lo obligó a inclinarse hacia ella, sus rostros quedando a pocos centímetros de distancia. Fue un muy breve segundo en que pudieron sentir sus respiraciones muy de cerca, mientras Severus se decidía a dar el primer paso y mientras Lily por primera vez sentía que su corazón latía más rápido por alguien que no fuera James, pero a ambos ese instante les pareció casi eterno, hasta que finalmente la muchacha inclinó su rostro y lo besó decididamente en la mejilla.
 
En el pasillo se escucharon las exclamaciones de júbilo y las risas burlonas de los Slytherin ante la jugada maestra de Severus, mientras que Lily se alejaba lentamente del joven, su rostro casi del mismo color de su largo cabello. Severus volvió a mirarla directamente a sus ojos y sonrió con un poco de tristeza; había sido sin duda la mejor oportunidad para hacer un primer avance en la conquista de Lily, pero a pesar de percibir una sombra de duda en las acciones de la joven, él no había intentado nada; le había quedado muy claro que ella había accedido a besarlo tan sólo para liberar a James.
 
“Eso no fue suficiente, Evans” - dijo Severus casi en un susurro, y Lily lo miró asustada. - “Sin embargo, liberaré a Potter, ya que insistes...”
 
Severus dirigió nuevamente su varita hacia James y casi de inmediato el muchacho fue liberado de la maldición, cayendo pesadamente al piso.
 
“¡James!” - Lily corrió al lado del joven Gryffindor, ofreciéndole su mano para ayudarlo a ponerse de pie, pero el muchacho prefirió levantarse por sí solo. No miraba a Lily y su rostro demostraba cuán dolido estaba después de semejante escena.
 
Tienes suerte que Evans haya estado aquí para ayudarte, Potter” - dijo Severus, repitiendo con su voz llena de malicia las palabras que alguna vez James le había dedicado. El chico Gryffindor dirigió sus ojos llenos de odio hacia el joven Slytherin, deseándole las más terribles de las maldiciones, momento que Severus aprovechó para sonreírle desafiante y despedirse silenciosamente de Lily.
 
Pero justo en el momento en que Severus recibía las felicitaciones de sus compañeros de casa y sonreía ampliamente por su venganza tan bien ejecutada, giró en un instante su cabeza para hablarle a Evan Rosier y se encontró de lleno con Eve, quien evidentemente había observado toda la escena acompañada de su amiga Daisy. El joven sintió súbitamente un enorme e inexplicable vacío en su estómago y su sonrisa se borró casi de forma instantánea de su pálido rostro.
 
“Sólo veníamos a dejarte la tarea de Slughorn, Snape” - dijo la niña, con una voz y un rostro tan naturales que Severus se estremeció levemente. Eve entonces sacó unos pedazos de pergamino que tenía metidos dentro del libro de pociones que llevaba entre sus brazos, y se los entregó a su ayudante con una sonrisa. Daisy también sacó su tarea de su bolso, pero fue mucho menos amistosa al ponerla en las manos de Severus.
 
“Por cierto... esa fue una muy buena jugada...”- dijo finalmente Eve, dirigiendo su mirada levemente hacia Lily, quien ya había recuperado su varita y en vano intentaba acercarse a James, corriendo tras él por el pasillo rumbo a la sala común de Gryffindor.
 
Severus no dijo nada pero sus ojos se posaron en un pedazo de pergamino que había quedado metido en el libro de Eve, donde pudo leer un encabezado de letras regordetas y chispeantes que decía “El Método Hollow de Sueño Reparador con Filtro de los Muertos”. El joven alcanzó a sentir que su corazón dejaba de latir por un instante y dirigió una rápida mirada a la chica, que ya no sonreía y hacía ademán de retirarse.
 
“Bien, Snape, nos vemos el próximo Jueves...”
 
Antes de que Severus alcanzara a reaccionar, Eve giró rápidamente y se retiró a paso veloz del lugar, seguida de cerca por Daisy, que le lanzó una mirada llena de desprecio a su ayudante. El joven Slytherin permaneció un momento de pie en medio del pasillo, sintiéndose extrañamente angustiado mientras veía como Eve se alejaba rumbo a su sala común, cuando de pronto lo invadió un presentimiento. De inmediato le echó un vistazo a los pergaminos que le había entregado la niña, y no pudo dejar de decepcionarse al comprobar que, efectivamente, Eve sólo le había entregado su parte correspondiente a la tarea de Slughorn.