Saint Seiya Fan Fiction ❯ Ayoros ❯ Los planes de la deidad. ( Chapter 19 )

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XIX. Los planes de la deidad.
 
El chiste de todo aquel complot era salir de ahí de alguna forma... pero una vez afuera, Ayoros se daba cuenta de que quizá, a la brillante idea de querer escapar, se le había fundido el switch...
Aquel conjunto de blancas estructuras era inmenso, interminable: cada corredor llevaba a otro; cada intersección, llevaba a cuatro más... cada puerta desembocaba en una nueva... Simplemente, para los ojos del niño, aquel sitio no tenía salida.
Pero ya había llegado tan lejos... al menos eso pensaba el chiquillo luego de haber pasado horas (como tres) de jugar al gato y al ratón con los guardias, quienes varias veces estuvieron a punto de descubrirle y que aún ahora le pisaban los talones; no podía saber Ayoros si al dar la siguiente vuelta o al abrir otra puerta no habría ya centinelas esperándolo... Simplemente se estaba arriesgando demasiado y él lo sabía.
 
Ayoros: - Bueno, ya llegué muy lejos como para regresarme a pedir perdón... (rascándose la cabeza) y de cualquier forma, creo que a estas alturas ya no sé ni como regresar... -
 
El niño se sonrió a si mismo aprobatoriamente; luego de mirar a su alrededor y asegurar el camino, siguió avanzando sigilosamente.
 
 
El panorama desolado provocaba estragos en la vista del muchacho, pues el sol estaba en su máximo apogeo y no había ni una sola nube en el cielo para desafiar aquella fuerza. Shura odiaba admitirlo, pero había sido demasiado impertinente el haber salido corriendo del Santuario sin rumbo, sin víveres y sin idea de cómo regresar.
El joven se dejó caer de sentón, se despojó de los tirantes que le sujetaban la caja de su armadura a la espalda y luego se recargó contra esta con gesto cansado y aflojerado. Necesitaba meditar qué haría a continuación...
 
“¡Eh, Shura!”
 
El santo de capricornio se puso de pié de un brinco al escuchar su nombre. Miró por aquí y por allá, hasta que se le hizo presente la figura del escorpión Milo.
 
Shura: ¿Milo?
 
Milo: (acercándose a su amigo) ¿Qué haces aquí?
 
Shura: Eh.. ¿que qué hago aquí?... bueno verás... (pensando) ¡¿tú qué haces aquí?!
 
Milo: ...
 
El sol les calentó un rato las cabezas mientras se quedaban en silencio viéndose uno al otro con cierta desconfianza.
 
Al final, y aparentemente agotado por ese potente sol, Milo se dio la oportunidad de romper el silencio:
 
Milo: e-jem... ¿No quisieras que camináramos un poco más?... allá adelante hay una formación rocosa que puede protegernos de este endemoniado sol...vamos y te contaré por qué ando aquí... ¿tú harás lo mismo?
 
Shura: (curioso) Pues... vale.
 
Milo indicó el camino.
 
 
Por fin logró llegar a un lugar diferente... un jardín... muy grande pero que al niño le pareció el paraíso, porque además de su extraordinaria belleza y sencillez, al final de este se alzaba una enorme puerta de madera con extrañas inscripciones, y eso sólo podía significar una cosa: ¡Debía ser aquello la salida de ahí!.
 
El niño miró a ambos lados, atrás de si... adelante... el área estaba aparentemente libre... ¿se aventuraría a cruzar aquella enorme estancia natural, a expensas de ser visto, luego de tanto esmero para que nadie descubriera su ubicación?... Bueno.
 
Primero avanzó pausadamente, deteniéndose a instantes para ver y oír todo lo que pudiera moverse a su alrededor... pero estaba todo tan silencioso... ya ni el aire hacía ruido... Al sentirse un poco más seguro, fue cuando empezó a caminar más rápido... hasta que ya se encontraba corriendo. Logro así llegar hasta la puerta... que efectivamente era de dimensiones titánicas (osease muy grandota) y más a la proporción del niño.
 
Ayoros: (levantando la mirada) Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhh... (viendo las enormes manijas) ¿Y podré abrir esta cosa?
 
Nuevamente miró a su alrededor... ¿no hay nadie?, ¡genial!. Atrapó con sus dos manitas una de las enormes manijas redondas y doradas que adornaban la puerta, y empezó a jalarla hacia si... pero a pesar de sus esfuerzos, el lado de la puerta que eligió, no cedía en lo más mínimo.
 
Ayoros: Agh, bueno, si no es para dentro... (encogiéndose de hombros) entonces es para afuera...
 
El niño se apoyó esta vez contra el enorme trozo de madera y ahora lo estaba empujando con todas sus fuerzas (que por causa de efecto eran mayores a las de un niño común y corriente de su misma edad). Esta vez, la puerta empezó a ceder...
 
 
 
Efectivamente, ahí adelante había una buena sombra para descansar un poco. Ambos se sentaron recargados contra la pared rocosa luego de haber dejado sus armaduras, cada una al lado de su respectivo usuario.
 
Shura: Buena sombra... (viendo a Milo) ¿Cómo sabías de estas rocas?, están bastante retiradas del Santuario...
 
Milo: (Sonriendo) Cuando éramos más pequeños, solíamos venir hasta acá... Ayoria fue el primero en saber de este lugar y él nos mostró a todos cómo llegar... (pensando) pero si me preguntas cómo es que él sabía de esta formación, la verdad no podría contestarte nada preciso... jamás se nos ocurrió preguntarle... (encogido de hombros) En fin, el caso es que era bastante peligroso venir hasta acá... podíamos perdernos o ser descubiertos por los centinelas, pero por eso era emocionante... (mirando hacia arriba) me gusta este lugar, de alguna forma me recuerda buenos momentos de mi vida... También cuando Ayoros llegó, cuando salíamos a pasear al mercado, a menudo lo traía aquí un rato... y acabábamos entrenando o jugando, ya sabes... A él también le gusta mucho este sitio.
 
Shura: Ju, así que después de todo sí le enseñabas algo más al niño, que no fuera vaguear y comer hasta hartarse.
 
Milo se limitó a mirar a Shura con gesto indignado... y ambos volvieron a guardar silencio.
 
Shura: Hablando de Ayoria... tengo la teoría (viendo a Milo) De que él, Afrodita, Máscara de la muerte y Mu salieron del Santuario para ir a buscar a Ayoros...
 
Milo: ¿Ah sí?
 
Shura: Por eso estoy aquí... decidí seguirlos, o en defecto, ir por mi cuenta... T T me estaba volviendo loco y la simple idea de que ellos se hubieran adelantado me enervó la sangre y no pude quedarme más tiempo pensando en qué hacer... así que ya sabrás el resto.
 
Milo: Ah, vaya.
 
Shura: ¿Y tú? ¿Pensaste en lo mismo, o por qué es que te has salido del Santuario?
 
Milo: Pues... en parte es una cosa... y en parte es otra...
 
Shura: ¿?
 
Milo: (viendo a Shura a la cara) Estoy preocupado por Ayoros, es cierto, y deseo saber que él está bien... aunque sé que seguramente nada de lo que ha pasado puede considerarse como “bien”... pero... hay algo más que me está preocupando, es decir, que no me deja de dar vueltas en la cabeza...
 
Shura: (muy concentrado) ¿Qué puede ser más importante que los últimos acontecimientos?
 
Milo: No que sea más importante... es que es parte de lo mismo... (suspiro) ¿Recuerdas que esa mujer, que supuestamente es la diosa Hera, venía acompañada por otros dos sujetos y por una muchacha muy bella?
 
Shura: (desconcertado) U-¿ju?
 
Milo: Bueno... es que... (sonrojado) esa chica...
 
Shura: (casi sin respirar) ...
 
Milo: Es la muchacha del mercado...
 
Shura: ¿Duh?
 
Milo: (viendo con sorpresa la cara de incertidumbre de su amigo) ¿Qué?
 
Shura: ¿De qué hablas? ¿Cuál chica del mercado?
 
Milo: (silencio)... ¿Qué no lo sabes?... Vaya, creí que Máscara de la muerte se lo habría contado a todo mundo...
 
Milo recordó con un poco de pena como era que, después de haber hablado aquel día con Máscara de la muerte, no pasó ni la tarde cuando ya todo el Santuario estaba enterado de su interés por alguna desconocida... “Maldito crustáceo” se repetía Milo cada vez que pensaba en la falta de tacto de su compañero de armas.
 
Shura: (recordando, cayendo en cuenta) ¡Ah ya!... Sí, él nos llegó a comentar algo así de que te gustaba una muchacha que habías conocido en el... (armando el rompecabezas) ¡¿Era la misma que venía con esa mujer?!
 
Milo se limitó a hacer un gesto positivo. Shura lo miraba atónito, sin saber si reírse, llorar o enojarse y golpearlo para calmar el estrés... ¡Con razón cuando vio a Hera y su comitiva el Santo de Escorpión se había puesto pálido!
 
Milo: En realidad fueron muy pocas las oportunidades que tuve de hablar con ella, era escurridiza y huía cuando me veía acercarme... intenté poner en práctica algunos de los consejos de Máscara de la muerte, pero como que no funcionaban, así que requería de otro plan para llamar su atención... fue entonces que descubrí que le enternecían los niños y... pues entonces... pues utilice a Ayoros como carnada... tú sabes...
 
El rostro de Shura comenzó a ponerse rojo, amarillo, verde y sabía que pronto estallaría en cólera, pero Milo estaba demasiado concentrado en aquellos bellos recuerdos como para darse cuenta de que su compañero pronto sería homicida...
 
Milo: (alegre) ¡Y funcionó!, y entonces pude acercarme a ella y charlar un poco... pero aún así era demasiado tímida... (pensando) y ahora que lo pienso, me preguntaba muchas cosas sobre Ayoros... si comía bien, o si estaba feliz y yo a todo le decía que sí, estaba más ocupado en verla que en escucharla... es tan bonita...
 
Shura: (mirada sombría) Prácticamente... habéis sido tú el culpable de darle información al enemigo, sotonto...
 
Milo volteó a ver entonces a Shura... sólo para acabar paralizado debido a su presencia tan aterradora... de repente Milo se dio cuenta de que Shura era la última persona a la que le podría haber confesado todo aquel teatro...
 
Milo: O-oye...
 
Shura: (alzando los brazos) Te voy a partir todita tu...
 
“¡Shura, Milo!”
 
Para Milo, aquella interrupción tenía que venir del mismísimo Dios (o Zeus más bien), nada podría haber sido más oportuno y se alegró de ver a... ¡Saga!, no, aquello ya no era oportuno ni mucho mejor que haber sido asesinado por Shura... Si Saga los había encontrado sólo podía significar una cosa: Problemas.
 
Saga: (sarcasmo) Se ve que se la han pasado muy bien jugando... ¡¿Por qué abandonaron el Santuario?!
 
Shhhhh, silenciooooo.
 
Saga: (molesto) ¡¡Respondan!!
 
Shura: (apuntando con el dedo índice a Milo) ¡El empezó!
 
Milo: (Molesto) ¡No es cierto! ¡Tú te saliste primero, si no cómo es que te encontré después!
 
Saga: ¡Ya basta! En lugar de estarse peleando como niños chiquitos deberían estar haciendo algo productivo.
 
Shura: (cínico) Bueno, yo iba a matar a Milo...
 
Saga: ¡Eso no cuenta!
 
Milo: (cambiando el tema) ¿Por qué estás tú aquí Saga?
 
Saga: Porque he decidido traer de regreso a todos y cada uno de los Santos dorados que han salido del Santuario y eso los incluye a ustedes... y a Ayoros.
 
 
Cuando por fin vio el desértico panorama que se alzaba tras esa enorme puerta, Ayoros se quedó petrificado.
 
Ayoros: (Consternación) Esto no estaba en mis planes...
 
¿Pues qué quería? Que hubiera un frondoso bosque repleto de flora, fauna (¿y primavera?) y con abundante comida para poder pasear durante semanas sin morir de hambre o sed?... pues no hubiera estado mal, pero soy tan malévola que me encanta poner más líos a cada tecla que oprimo (ñaca, ñaca ...)
 
Ayoros: ¬_¬... No... definitivamente por aquí no me puedo salir...
 
Sin tomarse la molestia de volver a cerrar la puerta, el niño se dio media vuelta... y justo antes de que empezara a caminar, se fijó como una sombra aparecía de pronto proyectada contra el suelo... ahí había alguien, y se encontraba a sus espaldas... el niño volteó casi paralizado por el susto. A continuación observó con asombro a aquel sujeto que le tapaba la luz; el hombre en cuestión, se limitó a mirar al pequeño con sus ojos rojos.
 
Sujeto: (que poca imaginación para no poner nombres ¿verdad? ^-^) ¿Ibas a algún lugar, chiquillo?
 
Si su mirada lo estremecía, el escuchar su voz tan cínica y fría le podría haber causado un seco a Ayoros. A pesar de verse tan tranquilo, casi dormido (tenía ojos de gente adormilada), ese sujeto daba mucho miedo.
 
Ayoros: (pensando rápido en una respuesta creíble) ¿Esta no es la cocina, verdad?
 
Oh, muy convincente que es este niño.
 
El hombre se limitó a arquear una ceja en señal reprobante.
 
Ayoros: Bueno... la verdad es que...
 
Sujeto: ¿Tratabas de escapar, no es cierto?
 
Ayoros: (molesto, entre dientes) Si sabías para qué preguntas...
 
Sujeto: Sí claro...¿Tú te irías solo?... Una pulga tan insignificante moriría a pocos días de camino... allá afuera no hay más que un basto desierto antes de poder llegar a cualquier civilización... Sin conocer la región, morirías.
 
Ayoros: Bueno, gracias por el aviso...
 
Y en un intento por escapar, Ayoros se echó a correr, pero bastó con que el hombre de ojos rojos extendiera uno de sus brazos para atrapar al niño.
 
Sujeto: Niño necio ¿acaso crees que voy a dejar que corras? Hebe me mandaría a la hoguera si se enterara de que te he dejado escapar...
 
Ayoros había forcejeado un poco, pero a estas alturas se daba cuenta de que el sujeto no lo soltaría, así que mejor optó por quedarse quieto, siendo aún levantado como piñata por aquel hombre detestable.
 
Ayoros: (viendo al tipo) ¿Y Hebe quién es?...
 
Sujeto: Por el momento... es algo así como mi dueña...
 
Ayoros: ¬_¬ Pues no le digas nada y listo -Este sujeto ha de tener puro aire en la cabeza-
 
Sujeto: (volteando al niño para verlo directo a los ojos) Que niño tan inocente... te mandaré a una habitación de la que no podrás salir nunca... A nadie podrás engañar estando dentro de ella...
 
Ayoros: ¿Eh?
 
Sujeto: Estoy al tanto de lo que dicen los centinelas... que rompiste una ventana y por ahí te huiste... pero... no había sangre o ropa rasgada, y es raro que por ese agujero tan pequeño, a pesar de tu tamaño, hubieras sido tan hábil como para no haberte cortado... Fuiste más listo ¿no es así?... ¿Pensaste que podías engañar a los guardias?... ¿A mi?...
 
El niño miraba aterrado la cercanía de esos ojos rojos... hasta ese día, no había conocido otra cosa que le asustara más que ese par (ya ni siquiera Máscara de la muerte haciéndole honor a su nombre).
 
“¡Tiphón, deja en paz a ese niño!”
 
Una voz dulce, pero adaptada a un tono más riguroso, permitió a Ayoros olvidarse de ese hombre que tanto temor le causaba. Voltearon ambos, el niño y el guerrero, para encontrarse con la seria mirada de una hermosa muchacha... la misma que hubiera acompañado a Hera a recoger a Ayoros al Santuario.
 
El sujeto -aparentemente a quien la muchacha había llamado Tiphón- soltó al niño y se puso de inmediato de rodillas ante la dama.
 
Tiphón: Mi diosa Ilítia, lamento su disgusto, no era mi intención de ninguna forma lastimar al niño, a pesar de lo que pudiera parecer.
 
Ilítia: (serena) Espero que sea así Tiphón...
 
La muchacha se aproximo cautelosamente a Ayoros (pobre porque ha de haber caído de panzazo en el suelo), luego le tendió la mano, inclinándose un poco a la vez para ver a la cara al niño, quien acababa de levantarse sobre sus rodillas (adolorido y casi llorando del golpe); entonces le ofreció una sonrisa amable y cálida.
 
Ilítia: Ven conmigo Ayoros... no dejaré que te hagan daño.
 
Viendo las opciones que tenía, si tratar de escapar y enfrentarse de nuevo al tipo aquel, o irse con esa chica que de alguna forma le brindaba paz (y era bonita)... pues escogió irse con la diosa Ilítia, mejor.
Ayoros tomó entonces la mano de la chica, conservando aún en su rostro una expresión medio seria, medio asustada, medio... ¿tantos medios?, bueno: un cuarto seria, un cuarto asustada, un cuarto feliz y un cuarto decepcionada, todo junto para completar el entero...
La chica se puso de pie.
 
Ilítia: (viendo al otro tipo) Escúchame bien Tiphón, yo sé que eres el hombre de mayor confianza de mi hermana Hebe... pero ya te lo había dicho antes, si te permito quedarte en mis templos, es bajo la condición de que cuides tu conducta... Y de que no te acerques a los habitantes de estos.
 
La muchacha, aunque de facciones finas y dulces, no podía ofrecerle a aquel sujeto otro ademán que no fuera el de severidad y desconfianza. Su hermana había llegado un día con él y con otros dos sujetos, y no explico nada más allá de decir que era su guerrero más noble junto con el otro par... ¿desde cuando?...
 
Ilítia se dio media vuelta y se marchó junto con Ayoros aún pensando en los escalofríos que le ocasionaba la presencia de este hombre en sus templos.
 
Tiphón: -Vaya... esa niña no confía en mi después de todo... bien por ella-
 
Ambos, Ilítia y Ayoros (claramente decepcionado), se alejaron rumbo a la entrada principal de un templo cercano.
 
Ilítia le ofreció una última mirada al guerrero de su “hermana” (estos parientes). Él pareció entender el significado de esta última acción, se dio media vuelta y camino hacia la enorme puerta que se había quedado abierta. Al verlo, la joven continuó guiándole el camino a Ayoros.
 
Tiphón: (deteniéndose) -Una vez resguardado aquí Zeus, todo estará listo para terminar con el plan del Santuario... Me asegurare de que todo esté en orden allá-...
 
El joven desapareció antes de cruzar la puerta.
 
 
Hyoga era quien ahora tenía que hacerse cargo de atender a su maestro, luego de que Mu y Ayoria se marcharan sin decir nada, pues ya no había nadie que pelara al pobre de Camus (ya ni siquiera estaba Milo para hacerlo repelar, ese también se había ido) y como aún era una persona “enferma”, pues debía estar vigilado.
Aún así, para Hyoga era notoria la rápida mejoría de su maestro quien ya podía caminar normalmente (aunque pronto se casaba y tenía dolor así que no podía alocarse), así que ya no estaba tan preocupado y a menudo le daba gusto a su instructor y lo dejaba sólo, pues el mismo Camus se lo pedía.
Y hablando de Camus, este andaba muy disgustado por el repentino abandono de sus compañeros. Comprendía la necesidad de Ayoria por irse, incluso la de Shura y todavía la de Saga (porque para este entonces ya había corrido por todo el Santuario la noticia de la huída de los santos dorados), pero de ninguna manera podía llegar a entender por qué Afrodita, Mu, Máscara de la muerte, Sahaka o el inútil de Milo se habían aventurado también. Mu y Shaka eran tan serios e indiferentes, además de que no se habían vuelto tan apegados al niño (o por lo menos no lo demostraban tan abiertamente como los demás)... Afrodita... pues era Afrodita, y Máscara de la muerte lo odiaba hasta donde se había enterado. En cuanto a Milo... bueno, él todavía le había agarrado más cariño al niño... ¡Pero el muy mal agradecido podría haberle dicho que se iba! Entonces, quizá, Camus podría haberlo acompañado... ¡odiaba sentirse tan inútil! Necesitaba algo de acción, y todos sus compañeros, o los que consideraba sus amigos más allegados (entre comillas) le habían olvidado y abandonado sin preguntarle nada...¡Pues eso de ninguna manera se iba a quedar así! Si ya todo mundo se estaba escapando para ir a tener un poco quehacer en sus vidas... pues él también lo haría. Si alguien podía salvar a Ayoros, ¡sería él!
¡Crack! La espalda del santo de Acuario tronó de repente, éste se quedó paralizado sin saber si llorar o gritar.
 
Camus: Yo... ya... estoy... cansado... de... ¡ESTO!
 
Y mientras el joven seguía de pie sin poder moverse de la entrada de su templo, dentro de éste y sin que nadie se diera cuenta, aquella extraña sombra brotaba de uno de los rincones más oscuros de la casa de Acuario. Sólo esos ojos rojos la hacían visible. Luego de contemplar un rato su alrededor, la creatura se marchó con movimientos lentos y rectos.
 
 
A pesar de la situación, Saga caminaba como si estuviera solo. No daba oportunidad a ninguno de los dos jóvenes de seguirle el paso, ya que mientras éste andaba con grandes zancadas, el otro par iba aún dudando y desacelerando el paso en repetidas ocasiones; por su lado Saga parecía, o no darse cuenta, o ignorarlos.
 
Milo: (en voz baja a Shura) Seguro que se ve molesto...
 
Shura: (Igual) Sabes cómo es... cuando trae algo en mente “no se detiene” hasta alcanzar su objetivo...
 
Milo: ¿Crees que sepa a dónde se dirige?
 
Shura: Bueno... si lo sabe ya es ganancia... Yo no tengo ni idea de a dónde ir...
 
Milo: Pues, ni yo...
 
Una súbita mirada de intriga pasó como bala por la mente de ambos compañeros. Unos minutos de intercambiar miradas confusas y voltearon a ver a Saga. Luego se detuvieron algo molestos, indignados ¿o tal vez sólo cansados?
 
Shura: Eh, Saga...
 
El muchacho llamó. Saga atendió (curiosamente, por que hasta ese momento no les había hecho el mínimo caso) viéndolos con un aire serio e indiferente (el clásico, pues).
 
Saga: ¿Por qué aún me siguen?
 
Shura y Milo: ...
 
Saga: ¿Acaso no les dije que regresaran al Santuario?
 
Shura y Milo: (molestos) No.
 
Saga: Pues regrésense.
 
El joven dio media vuelta y se apresuró a seguir adelante.
 
Los otros dos lo miraban mientras una brisilla seca les despeinaba los cabellos.
 
Shura: ¡¿Pero a qué andas jugando tú...
 
Shura se quedó callado cuando Saga se volteó por segunda vez, en esta ocasión, regresando su camino recorrido hasta detenerse justamente frente a sus dos colegas.
 
Saga: ¿Tienes idea de a dónde me dirijo?
 
Shura: N...no...
 
Los dos intercambiaron miradas.
 
Saga: Entonces nada más me estorbas.
 
Nuevamente dio la vuelta y emprendió camino.
 
Milo: ¡Ah! ¡Espera Saga! ¿Cómo que no sabes a dónde vas?
 
Saga: (deteniéndose, mirando al frente) Me dijeron que viniera... (viendo a sus amigos) Pero no me dijeron el resto. Sin embargo, creo tener cierta idea... Ayoros alguna vez me comento sobre esto.
 
Milo y Shura: (incrédulos) ¿Eh?
 
Saga: (suspirando) No tontos, no “éste” Ayoros... me refiero a... bueno, a “éste” Ayoros pero antes de ser él...
 
Milo y Shura: ...
 
Saga: (señalando a Shura) ¡El Ayoros que mataste, maldición!
 
Shura: ¡¡A callar!!
 
Milo: ¿Cómo?
 
Saga: (suspiro) Es una larga historia... confórmense con saber que presiento que se lo llevaron al mismo sitio al que él y Shion fueron a recoger a Atena cuando acababa de resucitar... lo llaman “El recinto de los dioses Viajeros”.
 
Milo: ¿Estás seguro?
 
Saga: (movimiento negativo) No, pero confío en mi intuición...
 
Shura: ¡Pues entonces iremos contigo!
 
Saga: No lo creo.
 
Shura: Ni pienses que irás solo. Yo también deseo... bueno, ya sabes.
 
Milo: ¡Sí yo también!
 
Saga: ...Pues como gusten. Aunque yo preferiría que regresaran al Santuario. La defensa se ha quedado baja.
 
Shura: Eres el hombre más necio que he conocido (acercándose) Ya que no entiendes que nosotros somos más necios que tú.
 
Milo: (lo mismo) Exacto. Iremos los tres, o no irá ninguno.
 
Silencio.
 
Paréntesis cultural: Creo que debería investigar algunos sinónimos para “silencio”, es muy usual en esta historia como para estarlo repitiendo tanto...
Fin del paréntesis cultural.
 
Saga: ...Si nos damos prisa... Quizá podamos darle alcance a los demás.
 
Milo: ¿Entonces ellos también se marcharon por eso?
 
Saga: Es lo único que se me ocurre como para que se hayan ido Ayoria, Mu, Máscara de la muerte y Afrodita juntos... además, Shaka también se fue. A él también debemos encontrarlo.
 
Shura: ¡Pues adelante, ¿a qué esperamos?!
 
Los tres se pusieron nuevamente en marcha.
 
 
La chica limpiaba el rostro del niño con una toalla pequeña, la cual había humedecido primeramente en un cazo dorado que yacía a un lado de ella, reposando sobre una mesita blanca.
Aquella recamara le causaba una sensación extraña a Ayoros... como si ya antes hubiera estado ahí, se sentía incómodo pensando en eso, pero no podía evitarlo...
 
Ayoros: (viendo a la chica) ¿Tú vives aquí?
 
Ilítia: Así es...
 
Ayoros: Yo... siento que conozco este lugar...
 
Ilítia: (riendo ligeramente) Eso es obvio... Aquí naciste...
 
Ayoros: ¡! ¡¿En esta recámara?!
 
Ilítia: ¡Oh no!... en este lugar, pero no precisamente en esta recámara... (recordando) -Aunque viniste por primera vez cuando nació Atena...-
 
El chasquido de una puerta los había interrumpido. Los dos miraron a la parte posterior de la habitación (que era como una sala de estar) y se encontraron con la sorpresa de que, quien acababa de entrar, era la diosa Hera...
La joven se levanto de inmediato para saludar a su madre con una tierna reverencia. Ayoros por su parte, recordando aún el mal momento que pasó en el Santuario por aquella mujer, se escondió atrás de Ilítia.
 
Ilítia: Madre, él esta bien.
 
Hera: Lo sé. Los centinelas me avisaron que le vieron a tu lado. Déjame hablarle.
 
Con un ademán delicado, la chica tomó al niño por los hombros y lo colocó delante de ella misma.
 
Hera: Ayoros... pequeño mío...
 
Ayoros: ...
 
Hera: Mi nombre es Hera, pero sé que eso lo escuchaste cuando fui por ti al Santuario. Yo soy...
 
Ayoros: (Interrumpiendo) ¿Y cuando volveré allá?, al Santuario...
 
La diosa calló unos momentos sin dejar de mirar fijamente al niño.
 
Hera: Ese sitio... ha dejado de ser tu hogar.
 
Ayoros: (bajando la mirada) No quiero...
 
Hera: Pude darme cuenta por tus acciones pasadas. Estarás contento, lo que hiciste es una enorme falta de respeto Ayoros.
 
Ayoros: (mirando al suelo) ...
 
Hera: ¿En qué pensabas? Podrías haberte lastimado.
 
Ilítia: Madre por favor no lo regañes... el niño aún esta tenso y asustado. Fue separado de la noche a la mañana del lado de las personas a quienes consideraba su familia...
 
Hera: (suspiro) Lo sé... pero era necesario, esa energía se presentaba cada vez con mayor persistencia...
 
Ilítia: Entiendo... ¿y qué has sabido de mi padre?
 
Hera: Ja, nada (sarcasmo) Y por eso ya estoy organizando un baby shower para el próximo mes.
 
Ilítia: ...
 
Hera: Olvídalo hija mía, no espero que entiendas el veneno que habla tu madre.
 
Ilítia: No esta bien que digas eso de ti misma.
 
Hera: Eso no importa ahora.
 
La mujer avanzó un poco más, hasta detenerse y arrodillarse frente a Ayoros. Luego lo observó un rato, con una sonrisa cálida y maternal.
 
Hera: Que extraño es verte... así... (dándole palmaditas en la cabeza al niño) ojalá que cuando crezcas, no cambies... y seas como antes...
 
Ilítia: Pero madre, ¿cómo le dices esas cosas?
 
La diosa se volvió a poner de pie para hablarle a su hija.
 
Hera: ¿Y crees que lo entienda de cualquier forma? (viendo a Ayoros) Aún ahora no concibo por qué Zeus decidió mandarlo al mundo mortal una vez más... cuando podría haber crecido a mi lado...
 
Ilítia: Es el lugar al que pertenece madre... y él es feliz ahí... Aunque te hayas encariñado con él, desde la primera vez que vino... creo que importa más lo que él quiere...
 
Hera: Jm, si Zeus no lo hubiera mandado con Atena, y nunca hubiera conocido a esa bola de gañanes... ¿tu crees que hubiera sido feliz aquí, conmigo?
 
Ilítia: Puede ser; pero tarde o temprano, hubiera empezado... a recordar...
 
Hera: Eso también lo sé... por eso es que...
 
El rechinar de la puerta (otra vez) hizo a las dos mujeres interrumpieran su conversación. Una tercera dama entraba a escena. Era una joven un tanto más alta que Ilítia y de mayor edad aparentemente, pero aún así se veía muy viva.
La muchacha ofreció un saludo cortes a ambas.
 
Hera: Hebe, ¿qué necesitas hija mía?
 
Hebe cerró la puerta tras de si y luego se acercó a su madre.
 
Hebe: Lamento mi intromisión, hermana, madre, pero he venido a conocer por fin, al pequeño del que tanto hablaban...
 
La muchacha dio un rápido vistazo a Ayoros, quien le regreso la mirada, aunque no pudo sostenerla mucho tiempo... los ojos de esta diosa tenían un brillo particularmente... incómodo.
 
Hera: Vaya... ¿ya has terminado con tus misiones?
 
Hebe: (viendo a Hera) Sí, la parte Norte esta libre de sombras...
 
Ilítia: ¿Y has sabido algo de nuestro padre?
 
Hebe: (molesta) No... pero Hefesto asegura que se encuentra bien (sonrisa burlona) parece ser el único que sabe dónde anda...
 
Hera: (viendo a Ilítia) Oye hija, ¿por qué tanto interés por el paradero de tu padre?
 
Ilítia: ¡Oh, nada! Es curiosidad... ya ha pasado tanto tiempo fuera... tú sabes...
 
Hera y Hebe: ...
 
Ayoros: ~_~ -Ya me maree con tantos nombres-
 
Hera: (movimiento negativo de la cabeza) En fin... (viendo a Hebe) ¿Y hablando de Hefesto, ese muchacho necio, sabes a dónde se fue?
 
Hebe: Al parecer, esta visitando el templo dedicado a Venus-Afrodita... parece que pasará un tiempo por allá...
 
Ilítia: Seguro... aunque no creo que sea para visitarla, ella aún descansa en el Olimpo...
 
Hebe: Y él lo sabe, pero no sé que asunto importante fue a hacer allá.
 
Hera: Bueno, bueno, no es prudente hablar sobre las vidas de otros...
 
Hebe: Claro madre, tienes razón... Por cierto, necesito hablar contigo un momento...
 
La muchacha volteó a ver a su joven hermana, aparentemente y de acuerdo al gesto en su rostro, lo que sea que tuviera que hablar con Hera, quería hacerlo en “secreto”. Ilítia lo comprendió así de inmediato...
 
Ilítia: (cortés) Si es tu deseo hermana (haciendo una reverencia) Iré a acomodar a Ayoros en una habitación para que descanse... (viendo al niño) ¿o tienes hambre, quizás quieras comer algo primero?...
 
Ayoros: (pasando su vista de una deidad a otra) ... Yo...
 
Hera: ¡Pues claro que ha de tener hambre! Iris quién sabe a dónde se fue, no me hizo caso... mira que ni las ropas le cambió.
 
Ilítia: (risa) Tranquila madre, me ocupare de eso.
 
Ilítia abandonó el lugar junto con Ayoros. Hebe la miró marcharse, y luego miró a su madre.
 
Hebe: Madre...
 
Hera volteó a ver nuevamente a su hija, luego de haber visto marchar muy tranquila a Ilítia.
 
Hebe: Parece ser... que tenemos muchos problemas... más de los que creíamos en un principio.
 
Hera: ¿De qué hablas?
 
Hebe: A parte del problema con las sombras aquí en el mundo mortal... parece ser que la ausencia de mi padre, ha ocasionado algunas insurrecciones en el Olimpo.
 
Hera: ¡¿Qué- qué?!
 
Hebe: No estoy segura... puesto que no he podido ir personalmente, pero he mandado a uno de mis emisarios a ver... Hefesto fue quien me lo dijo antes de irse...
 
Hera: ¿Sabes Hebe... que lo que me estas diciendo es muy grave?
 
Hebe: Si no fuera así, no te lo diría...
 
Hera: Vaya... si Zeus pudiera ver todas las tonterías que ocasiona... Bien, partiré al Olimpo... cuanto antes mejor... espero mientras tanto, que tú y tus hermanos se hagan cargo de los problemas con las sombras...
 
Hebe: Así será madre.
 
La diosa mayor dio un par de pasos antes de detenerse de nuevo.
 
Hera: Y otra cosa Hebe.
 
Hebe: ¿Sí?
 
Hera: Por ningún motivo deseo que tus guardianes se acerquen a Ayoros... ¿entendido?
 
Hebe: ¿Eh?
 
Hera: (viendo a su hija) No me agradan... aún cuando los mandaste para que me acompañaran al Santuario de Atena... no logró ver por qué les tienes tanta confianza... Yo, hija mía, igual que tu hermana, desconfío de ellos, especialmente de ese hombre de los ojos rojos, y espero que lo entiendas...
 
Hebe: (reverencia) Gracias por tus palabras madre, tendré cuidado.
 
Hera: Claro...
 
Hera miró una última vez a su hija. Luego, se marchó.
 
Hebe permaneció unos minutos en silencio, en completa meditación... A continuación, una sombra apareció de la nada. Hebe le volteó a ver. Tiphón le otorgó entonces a la muchacha una mirada bastante reposada y seria. Ella le sonrió.
 
Tiphón: Vaya... todo empieza a acomodarse...
 
Hebe: (asentimiento) Así parece... la intervención de mi madre en el Santuario fue bastante oportuna.
 
Tiphón: ¿Y entonces qué estamos esperando ahora para acabar con él y con tu padre?
 
Hebe: Calma Tiphón, debemos aún esperar a que mi madre se marche al Olimpo... una vez ahí, podremos movernos con mayor facilidad, pues ya no habrá quien nos moleste.
 
Tiphón: ¿Y qué hay de tus hermanos?
 
Hebe: Hefesto e Ilítia, por favor. El primero anda haciendo no sé qué cosas por ahí, ni siquiera estoy completamente segura de que vaya a visitar el templo de Venus-Afrodita, quizá sigue reparando armaduras... en cuanto a mi hermana... es demasiado inocente para darse... o querer darse cuenta. Además, sé que si hablo con ella, lo entenderá. Jamás me ha negado algo.
 
Tiphón: Pareces muy segura... pero las cosas se podrían complicar...
 
Hebe: Ya no molestes.
 
Hebe emprendió la retirada, no sin antes dirigirle una última mirada a su guardián.
 
Hebe: mañana temprano todo estará listo para el siguiente movimiento. Sólo por favor, no te demores más en lo que te pedí.
 
La muchacha sonrió con cierta humildad, y a continuación salió de la recámara. El sujeto de ojos rojos, al encontrarse solo, desapareció nuevamente.
 
Resultaba curioso imaginar, que Hebe era la misma muchacha que hacía algunos días había tenido un desagradable encuentro con uno de los Santos de Atena (llámese Máscara de la muerte...), y que por lo mismo no le quedaba ninguna duda del tipo de rufianes que eran.
 
Cuando los dos se hubieron marchado, una figura luminosa emergió del suelo de aquella habitación, que fuera objeto de tantas discusiones ese día... Iris había escuchado todo y se mostraba aterrorizada (sí, se le notaba terror a pesar de su forma) de pensar el mal que le ocasionarían, no sólo a su protegido, Ayoros, sino también al mayor dios olímpico, Zeus...