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Simplemente… ¿amigos?
 
CAPITULO 2
 
Tenía el pelo oscuro, tan negro como la tinta china y ligeramente ondulado que enmarcaba un rostro que parecía sacado de la portada de una revista de cine. Las cejas, oscuras como la noche, enmarcaban unos ojos tan azules como una mañana de gloria y aquella sonrisa… Un escalofrío la recorrió de arriba abajo.
 
-¿Te has hecho daño? -dijo aquella voz masculina con preocupación poniéndose en cuclillas para quedar a la misma altura que la chica.
 
El aroma de su colonia, invadió los sentidos de Tomoyo. Quiso responder que estaba muy bien, mejor que nunca de hecho; pero sus labios no se abrían. Lo vio tomar sus lentes del suelo.
 
-¿Son tuyos? -Tomoyo solo pudo asentir, creyó que el joven se los devolvería pero en cambio, los guardó en el bolsillo de su camisa.
 
-Si sigues aquí vas a pescar una pulmonía -dijo él tendiéndole una mano, sin pensarlo Tomoyo la aceptó y en el mismo instante en que él se incorporaba, la jaló suavemente ayudándola a levantarse.
 
Una vez de pie Tomoyo recordó el dolor en el tobillo y también lo que había pasado y trató de no apoyar el mismo.
 
-Soy Eriol Hiragizawa -se presentó sin soltarle la mano de manera que la ayudaba a mantener el equilibrio-. ¿Y tú eres…?
 
-To… Tomoyo Daidouji -tartamudeó avergonzada por su falta de control.
 
-Bien Tomoyo Daidouji -replicó él sonriendo complacido-. Más que una princesa eres una heroína.
 
Tomoyo parpadeó confundida; entonces no se había imaginado cuando lo escuchó por primera vez.
 
-No entiendo -dijo siendo consciente por primera vez del frío que sentía, sobre todo ahora que notaba la calidez de la mano que aún sujetaba la suya.
 
-Me encontraba en la cafetería de enfrente -explicó volviéndose ligeramente hacia el local que estaba cruzando la calle-, cuando presencié tu acto heroico.
 
-Fue una tontería -respondió sonrojada.
 
-No creo que él opine lo mismo -dijo señalando al cachorro.
 
El animalito temblaba de frío y miedo. Eriol también notó el ligero temblor en la chica.
 
-¿Me sostienes el paraguas? -preguntó el joven, Tomoyo tomó el objeto con la mano libre, haciendo un esfuerzo por no perder el equilibrio.
 
Enseguida Eriol se quitó la chaqueta para colocársela a ella sobre los hombros.
 
-No… no es necesario -objetó la chica consciente del calor que despedía la prenda.
 
-Yo creo que si -replicó Eriol-. Y él está de acuerdo -señaló al cachorro que se acurrucaba buscando el calor.
 
Antes de que Tomoyo pudiera decir algo más frente a ellos apareció un auto negro de cuatro puertas muy lujoso. La puerta del chofer se abrió.
 
-No baje señor Tarisume -dijo Eriol en voz alta-. No tiene caso que usted también se moje -de inmediato la puerta volvió a cerrarse-. ¿Puedo llevarte a tu casa? -ofreció el joven al tiempo que abría la puerta del pasajero.
 
Por primera vez desde que Eriol apareciera, Tomoyo dudo de sus atenciones, era ahora que se daba cuenta que estaba hablando con un extraño, no sabía nada sobre él excepto su nombre y que por su apariencia y la de su auto debía ser alguien con mucho dinero.
 
-No, no sé -tartamudeó indecisa-. No creo que yo deba…
 
-Se que soy un perfecto desconocido para ti y todas las advertencias que se nos hace sobre hablar con un extraño me las dieron alguna vez, y comprendo tu duda. Pero te juro que mis intenciones son las mejores.
 
Tomoyo notó lo sincero que parecía, mientras hablaba no hubo un solo momento en que apartara la mirada de ella y habló con mucha seriedad.
 
-¿Prometes llevarme directo a mi casa?
 
-Lo prometo.
 
-Está bien -aceptó la chica rogando porque no estuviera cometiendo un grave error.
 
Con una sonrisa enorme, Eriol recogió el portafolios escolar de la joven y lo metió al auto, después sin previo aviso tomó a Tomoyo en sus brazos provocando que la joven se sonrojara, espero a que cerrara el paraguas para meterla al auto con todo y el cachorro, cerró al puerta y se dio la vuelta para subir al mismo.
 
-Señor Tarisume le presentó a la señorita Daidouji -dijo Eriol al chofer.
 
-Mucho gusto señorita -replicó al hombre mirándola a través del espejo retrovisor Tomoyo simplemente sonrió nerviosa.
 
-Vamos a llevar a ala señorita a su casa -anunció Eriol-. ¿Cuál es tu dirección?
 
La joven respondió, si notaron que la dirección correspondía a una zona exclusiva de la ciudad ninguno dijo nada. El chofer puso el auto en marcha.
 
-¿Puedo llamarte por tu nombre? -preguntó Eriol de repente-. Es demasiado formal de la otra manera ¿no te parece? -explicó sonriendo.
 
-Si, claro -aceptó la chica recordando a su amiga Sakura, Eriol tenía una carácter parecido al de ella.
 
-Perfecto, entonces tu deberás llamarme Eriol, ¿de acuerdo Tomoyo?
 
-Está bien… Eriol
 
-Todavía estaba un tanto lejos de tu casa -comentó Eriol después de un par de minutos-. ¿Qué hacías sola bajo la lluvia?
 
-Bueno yo… regresaba de la escuela -respondió Tomoyo sonrojada, no se atrevía a decirle lo que sus amigos y ella habían hecho.
 
La conversación se detuvo, Tomoyo se reprendió en silencio por su timidez, había tantas cosas que quería preguntarle. Al poco rato notó que llevaban tiempo sin moverse, Eriol pareció notar lo mismo.
 
-¿Por qué no avanzamos señor Tarisume?
 
-No estoy seguro joven, pero al parecer, ha habido un accidente creo que unos metros más adelante hay una ambulancia.
 
-¿Hay alguna otra ruta para llegar a tu casa? -preguntó Eriol.
 
-Si, pero daríamos un rodeo muy grande -respondió Tomoyo después de meditarlo un momento.
 
El auto quedó en silencio hasta que los estornudos de la chica ocuparon su lugar.
 
-Salud -dijo Eriol tendiéndole un pañuelo.
 
-Gracias.
 
-Tomoyo me temo que voy a faltar a mi promesa -dijo Eriol muy serio-. Primero te llevaré a mi casa, creo que de momento lo más importante es que te seques y te quites esa ropa mojada.
 
-No, estoy bien -replicó angustiada.
 
-Prometo que más tarde te llevaré a tu casa.
 
Tomoyo no sabía que hacer, algo le decía que podía confiar en él pero la situación era muy extraña para tomarla a la ligera. Miró el espejo retrovisor y vio los ojos del chofer mirándola.
 
-No se preocupe señorita Daidouji -dijo el hombre-. El joven Eriol siempre cumple lo que promete.
 
Tomoyo aceptó un tanto renuente y preocupada miraba por al ventanilla mientras el señor Tarisume maniobraba con destreza para salir por una calle cercana.
 
Eriol la miraba consciente de su angustia pero no había más remedio, mientras siguiera con la ropa húmeda corría el riesgo de enfermarse. Miró al pequeño cachorro en su regazo y después subió la mirada por el uniforme escolar de la joven y sonrió.
 
Eriol estaba en la cafetería esperando a un viejo compañero de escuela sentado junto a la gran ventana del local, observaba todo lo que sucedía bajo la lluvia. Lo primero que llamó su atención fue precisamente el uniforme de la chica, le hizo recordar los años en los que él mismo se vio obligado a usar el uniforme de prestigioso internado inglés en el que lo habían inscrito sus padres.
 
Suspiró al recordar el sobresalto que sintió al ser testigo de cómo la joven se había arrojado a la calle y sobretodo del alivió que lo embargo al ver que ella estaba bien, sin darse cuenta se había levantado de su silla y volvió a sentarse en la misma sin apartar la vista de la joven.
 
Fue cuando notó que protegía algo entre sus brazos y comprendió lo que había sucedido, al ver que se incorporaba y volvía a caer no dudó un instante en prestarle ayuda. Pagó el café que había tomado y salió del lugar olvidándose por completo de su amigo, ya después le explicaría lo que había sucedido.
 
Cuando el señor Tarisume lo vio salir de inmediato se acercó a él con el paraguas y le pidió que diera la vuelta al auto y lo alcanzará del otro lado de la calle.
 
Cuando llegó donde la joven se veía tan pequeña y tan frágil que no pudo evitar hablarle con cariño “princesa” ¿de donde había salido eso? Quien sabe, pero le quedaba muy bien.
 
Ahora que la tenía tan cerca sentada junto a él, pudo examinar sus delicadas facciones. El extraño color de sus ojos fue lo primero que llamó su atención, el blanco de su piel y el magnifico contraste con el cabello negro. Viendo al cachorro en sus brazos no dudaba que su belleza fuera también interior.
 
Estaba seguro que Tomoyo Daidouji rompería algunos corazones si no es que lo había hecho ya.
 
No tardaron mucho en llegar a casa de Eriol, Tomoyo se dio cuenta que vivían en la misma zona aunque su casa estaba mucho más cerca tal y como había dicho. No se sorprendió al ver la larga barda que bordeaba la propiedad o el portón de hierro forjado frente al que se detuvieron.
 
Afortunadamente había dejado de llover pues el señor Tarisume tuvo que bajar para abrir la reja y hacer pasar el auto.
 
-Esa es una de las cosas que debo cambiar -comentó Eriol-. Pienso poner un sistema eléctrico y cámaras de vigilancia para controlar la entrada y que la puerta pueda ser abierta también desde el coche mediante control remoto.
 
Una vez que el auto estuvo dentro el señor Tarisume repitió el mismo proceso y regreso poniendo el coche en marcha hacia el enorme jardín que se mostraba un tanto descuidado.
 
-Todos estos son rosales -dijo Eriol-. Han estado descuidados pero también cambiaré eso.
 
Había un tono de melancolía en su voz pero Tomoyo no se atrevió a preguntar el porque.
 
Al fin llegaron a la impresionante casa de dos pisos. El auto aparcó frente a una escalinata que daba a la puerta de entrada.
 
-Hemos llegado -anunció Eriol al tiempo que el señor Tarisume abría la puerta del auto.
 
Eriol bajó primero y después ayudó a Tomoyo a hacer lo mismo, la joven sostenía al mismo tiempo al cachorro y su portafolios. En cuanto estuvo afuera el joven volvió a tomarla en brazos.
 
Subieron las escaleras con rapidez, el señor Tarisume iba delante de ellos para abrirles la puerta. Al verla de par en par, Tomoyo sintió el impulso de pedirle a Eriol que la bajara y salir corriendo de ahí pero se contuvo de todos modos sabía que no podría hacerlo.
 
En cuanto entraron, Tomoyo notó el impresionante vestíbulo, la casa no parecía estar ocupada cosa que la asustó.
 
-Bienvenida a mi casa -dijo Eriol con calidez.
 
Tomoyo una vez más pensó en decirle que todo aquello no era necesario pero antes de pronunciar palabra una voz la detuvo.
 
-¡Joven Eriol! -exclamó una mujer detrás de ellos, cuando este se volvió hacia ella Tomoyo puedo ver a una mujer de mediana edad, regordeta y al parecer algo molesta-. ¿Qué significa esto? -preguntó airada mirando a la chica que Eriol sostenía en brazos.
 
-Señora Seri permítame presentarle a la señorita Tomoyo Daidouji -las presentó sonriendo ignorando la sorpresa reflejada en los ojos de la mujer-. Tomoyo esta es la señora Seri: esposa del señor Tarisume y mi ama de llaves.
 
-Mucho… gusto -tartamudeó Tomoyo a pesar de que la mujer parecía temible así enojada, la joven respiró tranquila al ver que no era la única mujer en la casa.
 
-Joven Eriol no creo que sea prudente… -protestó la mujer confundida mientras observaba a la chica que no podía tener más de 16 años.
 
-Señora Seri me encantaría explicarle con detalle -interrumpió Eriol tranquilamente-, pero como ve Tomoyo está empapada y necesita un baño caliente.
 
-Si claro -aceptó la mujer preocupada al notar el temblor en la joven-. Pero ¿dónde…?
 
-¿Qué tal la habitación de la abuela? -sugirió Eriol, la mujer asintió aprobando la sugerencia-. ¿¿Por qué no se adelanta a llenar la tina?
 
La señora Seri se apresuró a hacer lo que Eriol sutilmente ordenaba y ya subía las escaleras.
 
-¿Tina? -exclamó Tomoyo todavía en brazos de Eriol-. Eso es demasiado, solo necesito secarme -dijo sin poder evitar el ligero castañeo de sus dientes.
 
-Tomoyo, princesa: estás helada y es la forma más rápida de hacerte entrar en calor.
 
Lo había hecho otra vez, la había llamado “princesa” cosa que sorprendió a ambos pues sonaba como si lo hiciera desde siempre.
 
Mientras Eriol pensaba que le quedaba bien, Tomoyo había quedado muda por el vuelco que había dado su corazón.
 
El señor Tarisume entró en ese momento a la habitación ya sin el uniforme de chofer, ahora usaba uno más parecido al de mayordomo.
 
-Señor Tarisume ¿podría encargarse del cachorro? -pidió Eriol mirando al animalito-. El también necesita un buen baño caliente y algo de comida pero no sé si tendremos algo adecuado para él.
 
-Encontraré algo joven, no se preocupe -respondió el hombre esperando a que la chica le entregara al cachorro
 
-Dáselo Tomoyo: el señor Tarisume lo cuidará bien.
 
Tomoyo entregó al perrito con cierto pesar pero con la sensación de que lo que dijo Eriol era cierto. El señor Tarisume tomó al cachorro con cuidado y desapareció antes de que ellos iniciaran su ascenso por las escaleras.
 
-Disculparás si la casa parece fría y poco confortable, pero aun no nos hemos instalado del todo, eres la primera invitada que tenemos.
 
-No tienes que disculparte, te agradezco lo que haces por mi.
 
Al llegar a lo alto de las escaleras, se hizo más evidente lo dicho por Eriol, dividido por las escaleras un enorme pasillo oscuro y frío se abrió ante ellos. Eriol tomó hacia la derecha y fue directamente hacia la única puerta abierta.
 
Tomoyo parpadeó por la claridad que había en el cuarto y miró maravillada a su alrededor.
 
Había dos grandes ventanales con las pesadas cortinas corridas iluminaban el interior de la espaciosa habitación, todos los muebles estaban cubiertos por mantas pero Tomoyo pudo distinguir un juego de sillones frente a una chimenea, a un lado lo que parecía ser un escritorio y al fondo una gran cama con postes. Tomoyo vio una puerta y supuso que daba al vestidor, la otra puerta estaba abierta y se dirigieron a ella.
 
El baño era casi tan grande como la habitación, femenino y lleno de detalles. La señora Seri estaba junto a una tina muy moderna, el vapor empezaba a llenar la habitación. Eriol la dejó con cuidado sobre una silla.
 
-La señora Seri te ayudará con lo demás, mientras tanto yo iré a encender la chimenea.
 
-Gracias -murmuró Tomoyo antes de verlo salir, ahora que estaba a solas con la mujer se sentía un poco intimidada.
 
 
La mujer había estado inclinada sobre la bañera hasta que escucho que se cerraba la puerta y entonces se volvió hacia Tomoyo con las manos en la cintura.
 
-Bien jovencita ¿cuál es tu historia?
 
Tomoyo la miro sorprendida con los ojos como platos, no esperaba que la señora Seri le hiciera esa pregunta.
 
-¿Perdón? -preguntó Tomoyo temblando.
 
-Si, ¿cómo es que te has encontrado en esta situación? -replico la mujer mientras se acercaba a ella y empezaba a quitarle la ropa mojada.
 
-¡Espere! -exclamó Tomoyo abochornada-. Yo puedo hacerlo.
 
-Tiemblas tanto que dudo mucho que eso sea posible -dijo la mujer con severidad-. No debes avergonzarte no tienes nada que yo no tenga. Cúbrete con esto -ofreció exasperada tendiéndole una toalla cuando la chica prácticamente estuvo desnuda-. ¿Tuviste un accidente? -preguntó reparando en las rodillas lastimadas, también tenía ligeras raspaduras en un brazo.
 
-Algo así -respondió Tomoyo y trató de levantarse para caminar a la bañera.
 
-Ahora veo porque el joven Eriol te llevaba en brazos -dijo la señora Seri ofreciéndole su brazo para apoyarse y ayudarla-. Disculpa si pensé mal de ti.
 
-No hay cuidado -aseguró Tomoyo con una sonrisa que la señora Seri correspondió permitiendo que las dos se relajaran.
 
Una vez dentro de la tina Tomoyo agradeció el calor que la rodeó, la señor Seri le ofreció un jabón para que se lavara y le dio la espalda para recoger su ropa.
 
-Señora Seri ¿puedo preguntarle algo?
 
-Si, adelante -respondió sin desatender sus actividades.
 
-¿Qué fue lo que pensó cuando me vio?
 
-¿Cómo? -preguntó volviéndose a mirarla.
 
-Si, ¿por qué dijo que había pensado mal de mi?
 
-Ah eso -la mujer se acercó a la bañera y se sentó en la orilla de la misma-. Conozco a Eriol y se que es incapaz de algo malo, pero he visto que las mujeres hacen toda clase de locuras para atraer su atención. Y ahora que te veo bien no creo que seas del tipo que se arroja sobre el camino para que Eriol se fije en ella.
 
-Bueno, yo… -tartamudeó Tomoyo completamente sonrojada.
 
-¿Eso hiciste? -exclamó la señora Seri asombrada.
 
Tomoyo negó con vehemencia para después explicarle apresuradamente lo que había sucedido hasta el momento en que Eriol decidió llevarla ahí.
 
-Se que hice algo muy estúpido -explicó con rapidez Tomoyo deseando no perder el respeto de la mujer-. Y no solo lo digo por el cachorro sino por aceptar la ayuda de un extraño pero… Eriol me inspiró mucha confianza -terminó sin aliento.
 
-Lo sé, mi querido Eriol -dijo orgullosa-. No puede ver a nadie en problemas sin ofrecer su ayuda.
 
-¿Hace mucho que lo conoce? -preguntó Tomoyo notando el cariño con que la mujer hablaba de Eriol.
 
-Si mucho, llegó a casa de mi señora cuando… -y se detuvo abruptamente-, bueno… desde hace 10 años.
 
Tomoyo percibió el momento en que la señora Seri dudo, algo iba a revelarle, tal vez algo privado y muy personal respecto a Eriol así que simplemente sonrió tratando de no prestarle atención al asunto.
 
-¿Ya terminaste? -preguntó la señora Seri.
 
-Si, gracias.
 
La señora Seri la ayudo a salir de la bañera y a secarse, después de so le ofreció una camiseta enorme con un número al frente y detrás, este acompañado con el apellido Hiragizawa.
 
-Es lo mejor que pude conseguir -explicó la mujer-. Lo mío no te serviría y solo podía darte esta camiseta del joven Eriol, pero te queda tan grande que parece un vestido.
 
Tomoyo se observó sonrojada jamás había usado la prenda de un hombre.
 
-También puedes ponerte esta bata encima -dijo la mujer colocándole la prenda y amarrándola con las cintas de la misma-. Servirá mientras pongo a secar tu ropa, es una fortuna que el cuarto de lavado este bien equipado, sino…
 
Unos golpes a la puerta interrumpieron a la señora Seri.
 
-¿Se puede? -preguntó Eriol desde afuera.
 
-Adelante -respondió la señora Seri.
 
-¿Cómo te sientes? -preguntó Eriol a la joven. Tomoyo notó que él también se había cambiado de ropa.
 
-Mucho mejor, gracias -respondió Tomoyo avergonzada, casi se sentía desnuda y además la señora Seri la había soltado el cabello para secárselo. Inconscientemente se llevó una mano ala cara para acomodar los lentes y notó su ausencia, cosa que la hizo sentir aún más vulnerable.
 
-Ya encendí la chimenea, te ayudaré a llegar al sofá -y dicho esto volvió a tomarla en brazos y la sacó del baño.
 
-Cuando volvieron a la habitación Tomoyo notó que las sabanas que cubrían los sillones habían sido retiradas y el calor en la misma la hacia más confortable. Eriol la colocó con sumo cuidado en el sillón más grande.
 
-Bajaré a encargarme de la ropa de la señorita -dijo la señora Seri mientras caminaba a la puerta-. Les traeré una bebida caliente -al abrir la puerta se volvió hacia los jóvenes-. No tardaré -advirtió seriamente-. Y compórtese como un caballero -y salió acompañada de la risa de Eriol dejando la puerta abierta.
 
-Creo que nunca dejará de tratarme como a un niño -dijo Eriol sonriendo y se sentó a su lado para tomar el pie lastimado.
 
-¿Qué haces? -exclamó Tomoyo.
 
-Solo voy a revisar tu tobillo.
 
-No…
 
-Ya sé, no es necesario -la interrumpió-. Pero yo creo que si -y le mostró una venda y un frasco que tenía ya preparados-. Este es un ungüento milagroso, no me preguntes que es porque no lo se, es un secreto de la abuela.
 
Y dicho esto se dispuso a revisar el tobillo de la chica, no parecía grave y así se lo hizo saber. Con maestría colocó el ungüento y vendo el tobillo.
 
-Gracias -dijo Tomoyo cuando hubo terminado.
 
Eriol desapareció un momento en el baño y eso le dio el tiempo necesario a Tomoyo para relajarse y percatarse que el tobillo ya no le molestaba tanto. Muy pronto Eriol volvió a estar a su lado.
 
-Parece que tienes mucha experiencia en esto -comentó Tomoyo señalando su pie-. ¿Estudias medicina o algo así?
 
-No para nada -respondió Eriol riendo-. Desde pequeño me interese por todo tipo de deportes, así que era normal que siempre me lastimara incluso me he fracturado un brazo y una pierna. Y este remedio es fabuloso para torceduras.
 
-Ya veo -dijo Tomoyo sorprendida-. Y entonces, ¿a qué te dedicas?
 
-Estudio en la universidad y ahora que he vuelto a Japón me involucraré en los negocios de la familia.
 
-¿No vivías en Japón?
 
Eriol le explicó que vivió prácticamente la mayor parte de su vida en Inglaterra, aunque sus primeros años de vida los pasó en Japón. Cuando sus padres murieron su abuela lo educó y ahora regresaban para que él siguiera sus estudios en su país natal y se preparará para algún día estar al frente de los negocios de su padre. De momento se había tomado un año sabático para organizar la mudanza de Inglaterra a Japón, vivirían en la vieja casa de sus padres. Como su abuela ya era un poco mayor, Eriol decidió adelantarse para preparar todo para su llegada. El señor Tarisume y la señora Seri que han trabajado con la abuela toda la vida se habían ofrecido a acompañarlo en el viaje mientras la señora pasaba ese tiempo en un centro de descanso donde reposaría para prepararse para el viaje.
 
Tomoyo lo escuchó en silencio sin interrumpirlo, Eriol le había revelado más sobre su vida de lo que ella esperaba y se sintió halagada por la confianza que le había brindado.
 
Eriol guardó silencio un par de minutos, no sabía como pero las palabras habían salido con facilidad. Aparte de su mejor amigo y su abuela no había nadie más con quien se sintiera a gusto para platicar de lo que sucedía en su vida. Miró a Tomoyo Daidouji y pensó que tal vez el destino le estaba mostrando ala que sería una de sus mejores amigas, pues ahora al verla y estar así con ella en silencio se sentía relajado y feliz.
 
Como dando más valor a sus pensamientos en ese momento los dos se miraron a los ojos sonriendo, como si sintiesen el comienzo de una nueva amistad.
 
Tomoyo fue la primera en desviar la mirada al ver por la ventana los colores del atardecer.
 
-¡Ya es muy tarde! -exclamó con pesar-. ¿Tendrías un teléfono…?
 
-Si claro, ¿cómo puede olvidarlo? -se excusó Eriol y de inmediato le tendió un teléfono móvil-. Habla por aquí, aún no hemos conectado todas las líneas de la casa.
 
Tomoyo ya había tomado el aparato en sus manos cuando este comenzó a sonar.
 
-Que inoportuno, lo siento -se disculpó Eriol volviendo a tomar el teléfono para contestar-. ¿Diga? ¡Ah! ¡Eres tú! Lo siento, había olvidado llamarte.
 
-Si ya me di cuenta, ¿qué pasó? -preguntó la voz del otro lado de la línea-. Te estuve esperando más de una hora.
 
-Lo siento mucho es que yo…. -y evitó la mirada de Tomoyo-. Tuve un imprevisto.
 
Tomoyo se sonrojo al darse cuenta que “ella” era ese imprevisto y prefirió no prestar mucha atención al resto de la conversación.
 
-Bueno… supongo que fue algo importante, ¿una mujer? -agregó Shaoran Li con ironía.
 
-Pues… si, eso fue -admitió Eriol riendo-. Pero ya te explicaré, no es lo que te imaginas…
 
-Claro que no -interrumpió su amigo en el mismo tono-. Nunca cambiarás Eriol Hiragizawa mira que dejar plantado a tu mejor amigo por un par de piernas….
 
-Y eso es lo que más te molesta ¿no? -dijo Eriol siguiendo el tono desenfadado de Shaoran-. No estás acostumbrado a que te planten -y agregó bajando la voz-, las mujeres te han tratado demasiado bien -y rió imaginando la incomodidad de su amigo.
 
-Por lo menos dime si es bonita -dijo tratando de no reír.
 
Eriol volvió a fijar su mirada en Tomoyo antes de contestar y la observó con cuidado.
 
-Pues si, si lo es -en ese momento también notó la mirada preocupada de la chica a la ventana-. Tengo que colgar, pero prometo llamarte más tarde.
 
-Si claro, con una chica linda al lado y vas a llamarme.
 
-Insisto en que no es lo que piensas -dijo una vez más bajando la voz-. Te llamaré -y se despidió-. Disculpa, pero tenía que explicar…
 
-No te preocupes, lamento que hayas dejado plantada a tu amiga por mi.
 
-¡Oh! No, no, no, no -negó Eriol con vehemencia y se sentó a su lado-. No era una amiga sino un amigo. Mi mejor amigo para ser exactos, pero no te preocupes, él comprenderá cuando se lo explique, ahora has tu llamada.
 
Tomoyo no sabía si creerle en cuanto tuvo el teléfono en sus manos olvidó todo lo demás volviendo su preocupación a lo tarde que era.
 
Afortunadamente al llamar le contestó una de las chicas del servicio y le informó que su madre no había llamado para preguntar por ella.
 
-Cuando llame, le dice que… -y se detuvo, no podía contarle donde estaba, bajo la voz avergonzada-, que… que estoy en casa de Sakura y que… -evitó la mirada sorprendida de Eriol-, que el señor Kinomoto se ofreció a llevarme a casa.
 
La conversación terminó rápidamente y Tomoyo le devolvió el móvil a Eriol.
 
-Lo siento -se disculpó Tomoyo-. Mi… mi madre es muy estricta y no puedo decirle…
 
-Qué estas en casa de un extraño.
 
-Si -aceptó ella bajando la cabeza-. Además tendría que explicarle lo sucedido y yo no sé.
 
-No te preocupes -dijo Eriol tomándole la barbilla con los dedos para que lo mirara-. Ese será nuestro secreto.
 
-Gracias Eriol eres muy amable.
 
-No es nada -aseguró él-. ¿Quién es Sakura?
 
-Sakura es mi mejor amiga -explicó Tomoyo más tranquila-. El señor Kinomoto es su padre.
 
-Y es normal que vayas a su casa y que su padre te lleve de regreso a la tuya.
 
-Sucede con frecuencia.
 
-Y, ¿cómo es que Sakura no estaba contigo esta tarde?
 
Tomoyo sonrió notando que Eriol era una persona muy inteligente y observadora y sin pensarlo dos veces le relato lo sucedido ese día en el parque Pingüino.
 
-Así que a usted señorita le gusta saltarse las clases.
 
-¡No! Es la primera vez que lo hacemos y será la última.
 
-No te preocupes, solo bromeaba.
 
En ese momento apareció el señor Tarisume quien llevaba al pequeño cachorro con él. Se le veía limpio, seco y alimentado por lo tanto feliz.
 
-¡Oh! Se ve precioso -exclamó Tomoyo al tomarlo en brazos-. Muchas gracias por cuidarlo señor Tarisume.
 
-Fue un placer señorita Daidouji -replicó el hombre y volvió a salir.
 
-El señor Tarisume me comunicó que nuestro querido amigo es una chica -informó Eriol acariciando al animalito.
 
-¿De verdad? -Tomoyo levantó a la cachorro hasta la altura de sus ojos-. Así que eres una chica.
 
-¿Qué nombre le vas a poner?
 
-No lo sé, ni si quiera se si podré quedármela.
 
-¿Por qué?
 
Antes de que Tomoyo pudiera contestar, la señora Seri apareció por la puerta con una bandeja de té en las manos.
 
-Aquí les traigo su bebida -informó la señora mientras les servía.
 
-Pensé que nos traerías del fabulosos chocolate caliente que preparas -replicó Eriol fingiéndose abatido.
 
-Lo siento joven, pero no hay chocolate en casa, será para la próxima ocasión -prometió mirando a Tomoyo con afecto, a lo que la chica sonrió agradecida-. Su ropa casi esta lista señorita, se la traeré en cuanto la haya planchado.
 
-Es usted muy amable señor Seri, gracias.
 
Una vez más la señora desapareció por la puerta.
 
-He notado que la señora Seri te llama Eriol y a veces joven Eriol, ¿por qué?
 
-Mi querida señora Seri -exclamó Eriol con afecto-. Se esfuerza mucho por seguir el ejemplo de su esposo, que como habrás notado es muy serio y formal -Tomoyo asintió-. Pero ella se deja llevar por su corazón.
 
-Entiendo -suspiró Tomoyo y mientras tomaba su té sintió un poco de envidia al recordar a la fría servidumbre que trabajaba en su casa, en especial el ama de llaves.
 
-No has contestado a mi pregunta -dijo Eriol interrumpiendo sus pensamientos.
 
-¿Cuál?
 
-¿Por qué no podrás quedarte con ella? -y señalo a la perrita que husmeaba por el lugar.
 
-No creo que mamá me deje conservarla -y suspiró con pesar-. Esperaba poder quedármela hasta que le consiga un hogar pero… -y miró a la ventana.
 
-¿Pero?
 
-Seguramente llegaré más tarde de lo que debo y seguro se molestará.
 
-Y eso es en parte por mi culpa, si no te hubiese traído aquí…
 
-Oh no, no te culpes -pidió ella colocando una mano sobre la de él-. Si no me hubieras ayudado no se que habría hecho, además si llegaba a la casa mojada y lastimada, hubiera tenido que decirle lo que había hecho y se molestaría todavía más.
 
Tomoyo le relató a Eriol que su madre era muy estricta tanto con ella como con el servicio, así que aunque ella tratara de ocultar al animalito la servidumbre no le ocultaría nada a la señora Daidouji.
 
-Así que tú mamá es Sonomi Daidouji.
 
-Si, ¿has oído hablar de ella?
 
-Un poco -mintió Eriol, sabía mucho sobre la familia, es especial sobre Sonomi Daidouji-. En algún tiempo mi padre hizo negocios con… con la empresa de tu familia.
 
Eriol no se atrevió a decirle que fue con Takedo Daidouji con quien hicieron negocios. En aquella época Eriol era muy joven pero recordaba haber oído la noticia sobre la muerte de quien hiciera negocios con su padre. Incluso recordaba vagamente haber conocido al padre de la joven que estaba frente a él.
 
Tomoyo también se daba cuenta de la coincidencia y no pudo evitar pensar que si su padre y los de Eriol todavía vivieran tal vez ellos se habrían conocido desde mucho tiempo atrás.
 
-Te propongo algo -dijo Eriol sorpresivamente-. La perrita puede quedarse aquí hasta que le consigamos un hogar.
 
-¿De verdad? -exclamó Tomoyo con los ojos brillantes y en un instante se apagaron-. Pero ustedes están muy ocupados, ¿estas seguro?
 
-Claro que si -insistió Eriol observando como el brillo volvía a los ojos de la chica-. Al señor Tarisume le encantan los perros (aunque no parezca) y con un animalito tan lindo estoy seguro que no tardaremos en encontrarle un hogar pronto.
 
-Oh Eriol, muchas gracias -exclamó Tomoyo radiante y sin pensarlo se lanzó hacia él para abrazarlo, aunque de inmediato se tensó arrepentida por su atrevimiento-. Lo siento, me deje llevar por la emoción.
 
-No te disculpes, es agradable que te den las gracias de esa manera -sonrió guiñándole el ojo.
 
-¡Eriol! -Tomoyo reía.
 
Al final decidieron llamar a la perrita “Canela”, ya que el color de su pelaje era del tono de la misma y Tomoyo pensaba que era un animalito cariñoso y dulce.
 
Al poco rato la señora Seri apareció con la ropa de Tomyo seca y planchada, Eriol se retiró para que la chica pudiera vestirse y para preparar todo para que el señor TArisume los llevara a su casa.
 
Eriol insistió en acompañarla y llevaron a Canela con ellos. Justo llegaban al enrejado de la casa de la joven cuando ella pidió al señor Tarisume que se detuviera.
 
-Pueden dejarme aquí -pidió Tomoyo-. Gracias a tus cuidados podré caminar sin problemas.
 
-Pero… preferiría dejarte hasta la puerta de tu casa…
 
-Lo sé, pero recuerda que dije que el señor Kinomoto me traería y se darán cuenta que no fue así.
 
-Tienes razón -aceptó un tanto renuente e iba a bajar cuando Tomoyo lo detuvo.
 
-No te molestes, si alguien te ve le dirán a mamá.
 
Eriol encontró irritante la forma en que vigilaban a Tomoyo pero evitó comentarlo.
 
-¿Te gustaría venir a casa el domingo? -preguntó Eriol en un impulso-. Estoy seguro que a la señora Seri le encantará agasajarte con un buen almuerzo y podrás ver a Canela.
 
-Me encantaría pero, no será mucha molestia para la señora Seri.
 
-El joven Eriol ha dicho la verdad -agregó el chofer-. A mi esposa le encantó tenerla en casa y seguramente ya esta planeando lo que hará para su próxima visita.
 
-Está bien -aceptó encantada.
 
-Perfecto, vendremos por ti…
 
-¡No!... yo preferiría… yo llegaré a tu casa.
 
-No puedo permitir eso.
 
-Pero es que, preferiría que nadie te viera, por lo menos hasta que pueda hablarle a mamá sobre ti -explicó preocupada pues esperaba no ofenderlo-. Que te parece si te veo en el café donde estaba el día de hoy.
 
-Como quieras -dijo Eriol inconforme-. Pero solo porque tu insistes.
 
Tomoyo sonreía feliz, cuando bajo del auto y camino lentamente hacia el interior de la mansión, se volvió para ver pasar a Eriol. Ese había sido un día muy extraño pero sin una sería uno que no olvidaría jamás.
 
Continuará…
 
Nota de la autora: Aquí estoy otra vez muy emocionada, como verán esta vez si hubo un poco más sobre nuestro adorado Eriol, para aquellos que se quejaron de que no hubo mucho de él pues aquí tienen para que disfruten. Espero les haya gustado.