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CUANDO NADIE ME VE

A veces me elevo, doy mil volteretas,

a veces me encierro tras puertas abiertas,

a veces te cuento porque este silencio

y es que a veces soy tuyo y a veces del viento.

Lentamente, entró a su apartamento. Sabía que no habría nadie. Su esposa estaría en el trabajo. Él... le había dicho que tenía un viaje de negocios. Pero a lo que había ido no podía ser considerado negocio.

Dejó caer el saco en la entrada, junto a sus zapatos, y con paso lento se dirigió al sofá.

Siempre pasaba lo mismo. Lucharía por no ir a verla, ella lucharía por no hablarle, y al final, sin decir nada, los dos se buscarían, se amarían, y terminarían con un cargo de conciencia aun peor.

Porque era la verdad. La amaba.

Pero también amaba a su esposa. Y ella, incontables veces, le había dicho que amaba a su esposo.

A veces de un hilo y a veces de un ciento,

y hay veces mi vida te juro que pienso,

¿por qué es tan difícil sentir como siento?

Sentir... como siento, que sea difícil.

Con un suspiro, se dejó caer al sofá. Se sentía culpable. Estaba engañando a su mejor amigo, y lo sabía. No sólo a él, también la engañaba a ella..... a su esposa.

Se recostó en el sofá azul, poniendo sus manos en su rostro, ocultando al mundo de su mirar.

Deseaba poder desaparecer así de fácil. Taparse los ojos, y dejar ese mundo. Poder estar en otro mundo, donde no fuera todo tan complicado.

Ella, su esposa, sabía que algo había mal. Se lo había dicho muchas veces, que parecía distinto, preocupado.. Y él, con una sonrisa -falsa, pero una sonrisa al fin y al cabo- le había dicho que no era nada.

Pero si era algo. Era la piel de seda blanca de ella. Sus grandes ojos dorados, la suavidad de sus vientre, la tersidad de sus senos, la forma en que gemía su nombre cuando alcanzaba un orgasmo. Si era algo. Algo que se había vuelto demasiado importante para él.

No podía decirle a nadie sobre ese secreto que lo quemaba. Al único que podría decírselo, también era afectado con esa situación. Su mejor amigo. Y lo estaba traicionando.

No lo hacía apropósito, y sabía que ella tampoco. Él había estado en cada una de las ocasiones en que ella lloraba por engañarlo.

Era adicto a ella. A su luz. No podía evitarlo.

De joven, había estado enamorado de ella. ¿Cómo no amarla? Con su sonrisa, su amabilidad, su cariño. La forma en que su mirada se iluminaba. Él había sido la oscuridad, y ella había sido la que lo había sacado de las sombras.

A veces te miro y a veces te dejas,

me prestas tus alas, revisas tus huellas,

Se hizo su amigo. Podría decir que hasta fue su mejor amigo. La había visto con muchos chicos, y aun así, se había quedado a su lado. Todo valía la pena, incluso por un rápido abrazo, un beso en la mejilla de vez en vez. Siempre estuvo ahí. Año tras año, sin importarle nadie más.

Hasta que se casó.

Con un gran chico, no podría negarlo. Daisuke la haría feliz, siempre lo supo. Él era su amigo, por eso, les dio su bendición. Estuvo ahí, atrás del novio, deseando poder ser él, deseando tener la capacidad de cambiar con su mejor amigo, para ser él el que recibiera la mirada llena de amor de Hikari. Fue testigo de la felicidad de su mejor amigo y de la mujer que amaba, y a pesar de que sintió su corazón romperse.

Y él se había llevado a la única que conocía la profundidad de la oscuridad.

a veces por todo aunque nunca me falles,

a veces soy tuyo y a veces de nadie.

Entonces, él se refugió en Miyako. Ella nunca supo que él estaba enamorado de Hikari, nunca se lo dijo. Pero aun así, aceptó ser su guarida. Se refugió en sus brazos, en el cuerpo que nunca era el adecuado, en los labios que nunca eran los que deseaba besar, los ojos en los que se reflejaba que nunca eran los de Hikari. Y poco a poco, también empezó a enamorarse de Miyako.

De sus sinceras sonrisas, la manera en que tenía pequeños detalles con él. Como a pesar de que no le gustaba cocinar, cuando él estaba enfermo siempre le preparaba algo. O los pequeños regalos que le daba. La manera en que sus ojos se iluminaban al verlo.

Nunca había tenido a nadie que se portara así con él. Por eso la amo. Por la manera en que ella lo amaba.

Y aun así, algunas veces cuando hacían el amor, tenía que morderse la lengua para no gritar el nombre de Hikari. Tenía que recordarse que las piernas alrededor de su cintura eran de Miyako, no de Hikari.

Ella también lo comprendía. En las noches, cuando tenía pesadillas, Miyako también las espantaba. Y poco a poco, se hizo su nueva luz.

Por eso, odiaba saber que la lastimaba, aunque ella no lo supiera aun.

Hay veces te juro de veras que siento

no darte la vida entera,

darte sólo esos momentos,

¿por qué es tan difícil vivir? sólo es eso.

Vivir, sólo es eso, ¿por qué es tan difícil?

Y luego, cuando él por fin creía estar superando el amor que sentía hacia Hikari, había pasado..... eso.

Una fiesta de oficina. Él había rehuido un poco de su presencia, tratando de olvidarla. Por eso se sorprendió cuando la encontró. Con una gran sonrisa, ella se acercó a él, y le dio esa alegre risa que aun tenía la capacidad de acelerar su corazón.

Platicaron durante horas. Bebieron juntos, y ella lloró en sus brazos, cuando le dijo que Daisuke le había sido infiel. Sufrió con ella, y quizá fue culpa del alcohol - o de la maldita emoción que sentía al tenerla entre sus brazos, o su olor a canela y a cerezos que lo embriagaba más que el alcohol que estaba ingiriendo- y entonces la besó.

No la soltó durante mucho tiempo, mientras sus labios se unían a los de ella, y mientras podía vivir la fantasía que había soñado desde que tenía trece años.

Mucho menos la soltó, cuando sintió que ella lo besaba de vuelta.

Cuando nadie me ve, puedo ser o no ser.

Cuando nadie me ve, pongo el mundo al revés,

cuando nadie me ve, no me limita la piel,

cuando nadie me ve, puedo ser o no ser.

Cuando nadie me ve.

Las manos pequeñas de Hikari se unieron a su cuello, revolviendo sus cabellos, y sus labios permitieron la entrada de su lengua.

Sus manos viajaron por el vestido azul pálido, acariciando las curvas de su cuerpo, su estrecha cintura, su cadera, sus muslos, sabiendo que no tendría la oportunidad en otra ocasión, y trató de memorizar su cuerpo.

Ella también le quitó su corbata y su camisa, y recorrió sus manos frágiles por su pecho, haciéndolo gemir. Besó su cuello, sintió su pulso, y cuando la ropa estorbó, la quitó, y siguió recorriendo su cuerpo esbelto con sus labios.

Besó sus senos. La adoró, como la diosa que era para él, asegurándose de memorizar todo.

Y cuando ella estaba llegando a su orgasmo, y él junto a ella, las palabras cortadas que salieron de los labios de Hikari lo sorprendieron. Podía recordarlas claramente. Había tenido su frente en el hombro de ella, moviéndose rápidamente, su respiración agitada, de vez en vez besando su cuello. De repente, el cuerpo de ella se tensó, y mientras se elevaba un poco, le dijo te amo.

A veces me elevo, doy mi volteretas,

a veces me encierro tras puertas abiertas,

a veces te cuento porque este silencio,

y es que a veces soy tuyo, y a veces del viento.

Había mencionado su nombre, estaba seguro. Lo había escuchado claramente, y quizá eso fue lo que lo llevó a su propio orgasmo.

¿Cuántas veces no había soñado con ella diciéndole lo mismo? Y en esos momentos no era un sueño, no era una fantasía. Realmente la tenía entre sus brazos, realmente la había besado, realmente estaba dentro de ella. Sus uñas habían arañado su espalda. Todo había pasado.

Pero cuando terminó el éxtasis, la culpa se hizo real. Ella aun amaba a Daisuke. Él estaba casado con Miyako, y la amaba.

Sin palabras prometieron que sería la única vez. No volvieron a mencionar que ella le había dicho que lo amaba. Y hasta él mismo dudo que alguna vez se lo hubiera dicho.

Te escribo desde los centros de mi propia existencia,

donde nacen las ansías, la infinita esencia,

hay cosas muy tuyas que yo no comprendo,

y hay cosas tan mías, pero es que yo no las veo.

No podía ser que ella le hubiera dicho que lo amaba. Hikari amaba a Daisuke. Ken amaba a Hikari. Cuando Daisuke y Hikari se casaron, Ken amó a Miyako. Ken aprendió a amar a las dos, quizá, sólo quizá un poco más a Hikari. Pero en la concepción de su mundo no entraba Hikari amándolo.

Luego de eso, días sin sentido. Hundirse en Miyako una y otra vez, tratar de olvidar la sensación de esconder el rostro en los cabellos cortos de Hikari, recordar que no era Hikari. Tratar de besarla y no besar a Hikari al mismo tiempo.....

Pero luego, Hikari lo había vuelto a contactar.

Hablaron sin mencionar nada importante durante horas, evadiendo valientemente el tema. Pero cuando pensó que la presión lo estaba ahogando, ella habló primero.

Con un suspiro, le dijo nuevamente -te amo-. Y su voz había sonado cierta. Le dijo desde cuando se había enamorado de él, como era que siempre lo había querido.

-- "No te dije nada porque no quería perder nuestra amistad. Y siempre estuve segura que no sentías nada por mi....."

Él guardó silencio, sorprendido, entendiendo la magnitud de las palabras de Hikari. Ella lo había amado. Lo amaba. ¿Cuánto dolor se habrían evitado de haberlo sabido? Si él le hubiera dicho algo, si ella le hubiese comentado algo.

Ella siguió hablando, nerviosa por su silencio. Se había acercado a Daisuke por la misma razón que él a Miyako. Para olvidarlo. Y se había enamorado de él. Pero el chico, en una borrachera, le había sido infiel.

-- "Entonces te volví a encontrar..... no quise decirte que te amaba..... porque.... no quiero perder tu amistad Ken. Se me escapó... y lo que pasó..... siento que me aproveché de ti..... tu estabas ebrio....."

Y cualquiera que hubiese sido la siguiente respuesta de Hikari, se ahogó cuando Ken la besó, y en cuestión de minutos, volvieron a caer en las redes uno del otro.

Supongo que pienso que yo no las tengo,

no entiendo mi vida, se encienden los versos.

Que oscuras te puedo, lo siento, no es cierto,

no enciendas las luces que tengo desnudos, el alma y el cuerpo.

Escuchó la puerta abrirse, el sonido de las llaves, y sin verla se la imaginó al entrar a la casa. Con su cabello lila sujeto en una cola de caballo, y su traje sastre. Dejando su portafolio al lado de la puerta, se soltaría el cabello, y se quitaría los zapatos. Se levantó lentamente, sonriendo ante la idea de verla.

No la preocuparía mostrándose triste. Ella aun se preocupaba con sus pesadillas.

-- "¡Ya llegue!.... Lo olvide, Ken regresa hasta más al rato....."

-- "Hola Miya-chan."

Miyako alzó la vista, y se encontró con Ken recargado contra una pared, sonriéndole. Su sonrisa se amplió, y corrió a abrazarlo, su largo cabello flotando libremente.

-- "¡Que sorpresa! Pero dijiste que ibas a llegar hasta la noche" dijo mientras lo abrazaba. Ken besó su frente, mientras aspiraba sus cabellos, nuevamente sintiéndose culpable por tenerla entre sus brazos, y poderla abrazar.

No la merecía.

-- "Arreglé algunas cosas para llegar antes. Te extrañaba."

Ella le regaló una de sus bellísimas sonrisas, y por costumbre, para no preocuparla, Ken la besó suavemente.

No tenía derecho a engañarla. No tenía derecho a estar con ella.

Cuando nadie me ve, puedo ser o no ser,

cuando nadie me ve, me parezco a tu piel,

cuando nadie me ve, yo pienso en ella también.

Cuando nadie me ve, puedo ser o no ser,

cuando nadie me ve, puedo ser o no ser,

cuando nadie me ve, no me limita la piel.

-- "¡Estaba delicioso Ken!" dijo con una sonrisa Miyako, mientras Ken empezaba a quitar los platos.

-- "Me alegra que te haya gustado, Miya."

-- "Eres bueno en todo Ken, cocinando, en tu trabajo, con los digimon....."

El antiguo emperador volteó para ver a su esposa, cuando escuchó el tono de voz con el que había hablado. Súbitamente, Miyako tenía la mirada nostálgica y triste. Dejando el plato en el mostrador, Ken se acercó a su esposa, y se arrodillo a su lado.

-- "¿Pasa algo?" le sonrió, retirando unos cuantos mechones del rostro de la chica. Cuando por fin pudo ver sus ojos castaños, se sorprendió al darse cuenta que estaba apunto de llorar.

-- "Es que..... no entiendo como es que te enamoraste de mi....."

-- "Miya....."

-- "Siempre, siempre pensé que estabas enamorado de Hikari..... eran tan unidos..... Nunca te agradecí que me amaras a mi, en lugar de ella....."

El aliento se congeló en la garganta de Ken, y en algún lugar de su mente, dio gracias a que Miyako no lo estuviera viendo, porque estaba seguro que estaría pálido.

-- "Hikari..... ella..... es dulce, bonita, amable, tierna.....ella es todo lo que yo no soy...... y la veías de una forma tan distinta...... siempre creí que tu la amabas. Y eso me dolía, porque tu también eras mi amigo. Sólo esperaba a que un día llegaras y me dijeras que estabas enamorado de ella...... si llegabas a decirme que la amabas, mi corazón se hubiera roto, pero te hubiese seguido amando...... Me sentía tan mal con ella...... Hikari te amaba, siempre sentí que la traicionaba, porque yo también te quería"

Entonces volteó a verlo, las lágrimas cayendo por sus mejillas, pero estaba sonriendo. Ken sintió como su corazón se rompía al verla así, tan frágil, tan vulnerable......

Era un mal nacido por hacer llorar a un ángel así.

-- "Gracias por amarme, Ken. No sé que habría hecho sin ti. Te amo."

No, pensó él, mientras su mano se levantaba y limpiaba la mejilla de ella. Era él el que no sabía que habría hecho sin ella. Que habría hecho sin su amor. Habría sido como un niño perdido.

No, siguió pensando, mientras besaba dulcemente a Miyako, tratando de beber todo el dolor que ella podría tener. Era él el afortunado. La tenía.

Sus manos empezaron a recorrer el cuerpo de Miyako, y antes de que ninguno pudiera saberlo bien, Ken tenía en sus brazos a la hermosa chica, dirigiéndose a su habitación.

Cuando nadie me ve.....

Puedo ser o no ser, cuando nadie me ve,

no me limita la piel.

Puedo ser, puedo ser o no ser.

Cuando nadie me ve.

Se levantó con cuidado, tratando de no despertar a Miyako. Ken se detuvo al lado de su esposa, y sonrió mientras la veía dormir. Era hermosa, reconoció con una sonrisa. Hermosa por ser ella, por la manera de saber las cosas sin saberlas realmente..... y la amaba. Por su sonrisa, la manera en que podía perder sus manos por entre su cabello, por su voz, sus labios..... por ser Miyako. No necesitaba otra razón para amarla.

Escuchó el sonido de su computador, así que lentamente fue a revisarlo. Había un sencillo mensaje. Sabía de quien era. Siempre era lo mismo, sólo cambiaba la fecha.

~¿Nos vemos el sábado?

Por instinto, su mano se movió a las letras que formaba el si. Pero luego volteó a ver a Miyako.

Nunca te agradecí que me amaras a mi, en lugar de ella.....
Ella es todo lo que yo no soy......
Siempre creí que tu la amabas.....
Si llegabas a decirme que la amabas, mi corazón se hubiera roto, pero te hubiese seguido amando.....

Ella te amaba..... siempre me sentí culpable porque yo también te amaba.....

Te amo, Ken.....

Con una leve sonrisa, sacó su cartera, y quitó la fotografía que llevaba de Hikari desde hacía años. Lentamente sacó un cerillo, lo encendió y prendió una esquina de la fiega fotografía, la vio arder y desaparecer. En su lugar, puso una fotografía de Miyako. Ya era tiempo que dejara de hacerla sufrir.

Volteó nuevamente a ver la pantalla. La pregunta estaba ahí, tentándolo, llamándolo como una sirena..... pero ya había hecho su decisión.

~ Lo siento. Todo termino Hikari Motomiya. Se feliz con tu esposo. Sayonara.

Y apagando la computadora, volvió a la cama junto a Miyako.

A veces me elevo, doy mil volteretas,

te encierro en mis ojos, tras puertas abiertas.

A veces te cuento porque este silencio,

es que a veces soy tuyo y a veces, del viento.

NOTAS DE LA AUTORA

¡Cómo me costó terminar este fic! No se quería dar, simplemente. En fin, ¿que les pareció? Si, medio raro, pero bueno..... ^^U como que ya tengo esa costumbre, ¿ne? Para empezar, Kenkari. Luego, Daikari. Y también Kenyako. :p Si les soy honesta, a mi me gustó. ¡No sé! Siempre me pareció que Ken sentía algo por Hikari. :p Tal vez sólo fueron ideas mías.

Bueno, le quiero dedicar este fic a Lina Saotome. Sé que ahora te gusta más Junyako, pero espero que te guste este fic. ^^. ¡Gracias por leer todas mis historias! Pero mira que tienes paciencia :P.

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¡Nos vemos!

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