Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Severus Snape y el Renacer de los Hollows ❯ Humillación ( Chapter 3 )

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Aclaración: Harry Potter y todo su universo es propiedad de J.K. Rowling, autora original del libro. Sólo los personajes originales me pertenecen. Este es un trabajo hecho por fans para fans...
 
Capítulo 3 - Humillación
 
Tras el increíble duelo entre Eve y Severus, y la posterior noticia del desmayo de la niña de primer año, todo Hogwarts se dedicó a esparcir los rumores más increíbles acerca de lo que realmente había ocurrido en el Torneo. Algunos hablaban que Severus había intentado atacar con un hechizo paralizador a la niña, el cual rebotó en ella como en un escudo y se devolvió hacia el joven Slytherin; otros hablaban de un complicado conjuro de iluminación realizado por la alumna de primer año de Gryffindor; otros, más osados, hablaban de fuerzas sobrenaturales que habían acudido en auxilio de la pequeña, ante la amenaza de una Maldición Imperdonable lanzada por Severus, logrando salvarla de una muerte segura, pero de todas maneras provocándole una pérdida de conciencia; y así, los pasillos se llenaron más de rumores sobre ese duelo en particular que sobre la final del Torneo, evento en el que se enfrentaron de una forma igualmente espectacular James Potter y Clarice Sheldon, una chica de quinto año de Ravenclaw, de largos cabellos color rubio ceniza y apariencia soñadora, en un duelo que duró exactamente doce minutos, y para felicidad de los Merodeadores, terminó con James como vencedor del Torneo, dándole no sólo los doscientos puntos a su casa de Gryffindor, sino adquiriendo además el estatus de Campeón de Duelo, algo con lo que podría presumir delante de Lily por un buen tiempo.
 
Después de estar seis horas inconsciente, Eve permaneció la noche del Torneo en la enfermería, con prohibición de recibir visitas y acompañada únicamente por Madame Pomfrey, la enfermera, y el Prof. Dumbledore. En un momento en que Eve se encontraba comiendo su cena con un apetito voraz, y mientras la enfermera se encontraba revisando unos libros muy grandes y pesados, anotando la información correspondiente al caso de Eve, el Prof. Dumbledore aprovechó de hablar en privado con la niña.
 
“Evelyn, Evelyn...” - dijo suavemente Dumbledore, con un aire preocupado pero a la vez dulce, mirándola a través de sus lentes en forma de medialuna.
 
Eve no dijo nada pero dejó de comer por un instante, bajando un poco su cabeza, como un niño que sabe que ha hecho algo malo y espera un sermón.
 
“Me tuviste muy preocupado, Evelyn... tú sabes muy bien que no debes volver a hacer eso, ¿verdad?”
 
“Lo sé, Profesor” - contestó la niña, aún sin mirarlo directamente. “Es sólo que...”
 
Eve no terminó la frase, como si temiera que aquello que iba a decir fuese inapropiado.
 
“¿Sí? ¿Sólo que...?” - insistió Dumbledore, invitando a la niña a concluir su oración.
 
“Es sólo que... pensé que... realmente quería... ganar los doscientos puntos para Gryffindor” - concluyó la niña casi en un susurro, sus mejillas adquiriendo una tonalidad rosa muy saludable para alguien que había estado hace poco inconsciente.
 
El Profesor la contempló por un instante, con sus ojos azules risueños y una sonrisa comprensiva, digna de alguien que llevaba muchos años escuchando excusas de ese tipo de sus alumnos más jóvenes.
 
“Oh, Evelyn, entiendo perfectamente el entusiasmo que puedes haber sentido en ese momento tan glorioso... todavía recuerdo con especial nostalgia mi primer y único partido oficial de Quidditch por la Copa de las Casas, que dicho sea de paso, fue una derrota aplastante para nosotros... pero ambos sabemos” - se acercó más a la niña, mirándola fijamente y con seriedad - “que es necesario establecer nuestras prioridades a fin de hacer lo que es correcto a cada situación”.
 
Eve volvió por unos segundos a su comida mientras ambos permanecieron en silencio. Sólo se escuchaba la pluma de Madame Pomfrey mientras hacía sus anotaciones y el sonido de los cubiertos que la niña estaba utilizando.
 
“Eymundr se ha comunicado conmigo” - dijo finalmente Dumbledore. “Piensa venir a Hogwarts antes que termine el año”.
 
“¿Por qué?” - preguntó la niña, con un dejo de sorpresa e incomodidad en su voz. “No es necesario que venga, yo me encuentro bien...”
 
“Supongo que quiere estar seguro de que eres bien cuidada, y no te encuentras expuesta a peligros innecesarios” - respondió el Prof. Dumbledore con tranquilidad.
 
“¿Peligros? Eso no podría ser” - replicó la niña con una sonrisa y mirando directamente a los ojos del Profesor -“Usted está aquí conmigo, Profesor... ¿Qué peligro podría amenazarme? Yo estoy segura a su lado...”
 
Dumbledore le dio a la niña una amplia sonrisa mientras Madame Pomfrey se acercaba a ellos y anunciaba que era la hora de que Eve durmiera, para que pudiera estar repuesta a la brevedad.
 
Cuando Eve fue dada de alta al día siguiente, todos quisieron conocer la versión oficial sobre la extraña luz que utilizó durante el Torneo y las causas de su desmayo, pero la niña se limitó simplemente a decir que la luz fue un conjuro de iluminación mal ejecutado (pero con resultados favorables) y el desmayo fue producto del cansancio después de enfrentarse al alumno de Slytherin. Aunque al principio muchos no se mostraron convencidos con su relato, sobre todo los Merodeadores, sus constantes preguntas resultaron en vano, puesto que la niña sólo repetía su versión una y otra vez, hasta que todos en Hogwarts desistieron en sus intentos y pronto se olvidaron del tema.
 
Todos, menos Severus.
 
El joven Slytherin estuvo las semanas siguientes al Torneo con un intenso deseo de publicar un libro titulado “Esa extraña situación de no querer volver a ver a una persona en tu vida, y topártela a cada instante”. Severus era un ávido lector, una característica en la que todos los que lo conocían en Hogwarts, tanto alumnos como profesores, estaban unánimemente de acuerdo; podía leerse fácilmente unos ocho libros de hechizos avanzados en una semana, con orgullo podía afirmar haberse leído gran parte de los libros de la biblioteca en sus años estudiando en Hogwarts y para nadie era un misterio que planeaba leer todos los ejemplares antes de egresar. La biblioteca era sin duda su lugar sagrado, un espacio donde podía relajarse y leer hasta que los ojos le ardieran, memorizando y comprendiendo con genial rapidez las palabras de cada uno de los textos. Además, los Merodeadores no eran los mejores lectores de Hogwarts; muy rara vez se los veía en la biblioteca, sobre todo a James y Sirius, otro punto a favor para permanecer la mayor parte del día revisando libros muy antiguos entre los numerosos estantes del lugar.
 
Y era precisamente ese lugar sagrado, ese santuario del saber y la tranquilidad, el que había sido profanado una y otra vez por la presencia de Eve.
 
Debido a que Severus nunca antes se había percatado de la existencia de la niña de Gryffindor, no se había dado cuenta que la chica tenía la costumbre, desde el primer día de clases, de ir a la biblioteca y pedir algún libro sobre cultura mágica, hechizos o materias relacionadas. Pero desde esa humillante derrota durante el Club de Duelo, Severus tenía la terrible sensación de encontrarse con Eve en cada pasillo, a cada instante, cuando se dirigía a alguna clase, cuando bajaba a desayunar, incluso ahora en la biblioteca que era su refugio; en todas partes, el recuerdo constante de haber perdido ante una alumna de primer año, de la Casa de Gryffindor y encima hija de muggles. Cada vez que podía, Severus cambiaba de dirección, súbitamente escondía su rostro pretendiendo leer un complicado texto, o sencillamente procuraba esconderse detrás de algún grupo de alumnos, con tal de no toparse cara a cara con Eve y enfrentar con vergüenza a la niña que lo había derrotado.
 
Pero en la biblioteca la situación era mucho peor y forzada; no había manera de que Severus pasara desapercibido, era demasiado alto, delgado y pálido para lograr su objetivo, y la niña de primer año parecía haber adquirido una extraña fijación en el joven Slytherin; no había ocasión en que Severus llegara a la biblioteca y no sintiera de inmediato los ojos de Eve fijos en su persona, algo que él interpretó de la peor manera posible, como una especie de burla por su humillante derrota.
 
Eve, por su parte, tras haber presenciado la escena entre Narcisa y Severus, no pudo sacarse de la cabeza la imagen del alumno de quinto año completamente solo luego de su derrota en el torneo. “¿Acaso no tiene amigos?” - se preguntó, y pronto se dio cuenta que, en realidad, nunca había visto al chico acompañado; siempre caminaba solo por los pasillos, a la hora de comer se sentaba solo y un poco aparte del resto de sus compañeros, y en general, el muchacho no tenía la apariencia de alguien cuya vida estuviese llena de momentos felices. Intrigada ante esta situación, pronto Eve se encontró observando de lejos a Severus, analizando su conducta e intentando encontrar una respuesta a su extraño aislamiento del resto de sus compañeros, una actitud que, de manera inconsciente, le recordaba algunos aspectos de su propia vida.
 
Con su cumpleaños número doce cada vez más cerca, y en medio de su verdadera obsesión preadolescente de develar los secretos del misterioso chico de Slytherin, fue fácil que Eve comenzara a confundirse y a encontrarse a sí misma con el estómago hecho un nudo, temblando levemente de nerviosismo cada vez que Severus pasaba cerca de ella, una extraña sensación que la llevó a esconderse cada vez más detrás de enormes libros en la biblioteca apenas lo veía acercarse, situación que se convirtió, a medida que avanzaba el año escolar, en una especie de admiración secreta hacia la imagen idealizada de Severus como un chico intelectual y solitario, algo que Eve había fabricado en su propia imaginación soñadora.
 
Pero Eve volvería a poner los pies en la tierra hacia el final del segundo semestre. Mientras en apariencia se encontraba leyendo un libro de Historia de la Magia, en realidad no le quitaba los ojos de encima a Severus, quien se había puesto de pie y se había dirigido al mesón de la biblioteca, intercambiaba un par de palabras con Madame Pince, la bibliotecaria, y regresaba caminando justo en dirección donde se encontraba ella, con un libro muy viejo entre sus manos. Eve rápidamente ocultó su rostro en el libro que tenía delante suyo, pretendiendo estar muy concentrada leyendo acerca de las invasiones de los duendes durante la temprana Edad Media, mientras el joven de quinto año pasaba a su lado, con un paso seguro que hacía flamear su túnica de mago. Con sus mejillas levemente encendidas, Eve sintió de súbito que su corazón, que había estado latiendo con una velocidad mayor a la normal, se detuvo; escuchó la voz de Severus en una mesa cercana a la suya.
 
“¿Problemas con las pociones de Slughorn, Evans?”
 
Eve levantó un poco su rostro y miró muy discretamente hacia atrás. Un par de mesas más lejos de donde ella se encontraba, estaba Lily Evans junto a dos de sus amigas, muy concentrada sobre un montón de pergaminos y libros viejos de pociones.
 
“Ah... Snape...” - la pelirroja pareció despertar de un trance al escuchar la voz del joven. “Es este antídoto para la Poción Multijugos... las instrucciones que aquí aparecen no tienen mucho sentido...” - respondió la muchacha, mientras señalaba el montón de pergaminos de color amarillo gastado delante suyo.
 
“Ya veo...” - dijo Severus. “Apostaría que no has mirado este libro...”
 
Eve vio cómo Severus le entregaba a Lily el libro que recién había pedido en el mesón, y rápidamente comprendió lo que estaba ocurriendo, sintiéndose repentinamente muy pequeña e infantil.
 
“Oh...” - la linda chica pelirroja parpadeó brevemente y observó con curiosidad el viejo libro que le entregaba Severus. “En realidad, creo que nunca lo había visto...”
 
“Revísalo, estoy seguro que te servirá...” - dijo el joven, con un tono de voz muy casual, desconocido hasta entonces por Eve.
 
“Claro que lo haré, ¡gracias, Snape!” - respondió Lily, con una amplia sonrisa en sus labios. “Oye, ¿por qué no te sientas con nosotras?” - preguntó la muchacha luego de unos segundos, sin percatarse que sus amigas intercambiaban rápidamente una mirada de espanto. “Podríamos resolver estos antídotos juntos...”
 
“Ah... lo siento, ahora estoy en la mitad del ensayo para Transfiguración” - respondió el chico, sonando ligeramente complicado y haciendo ademán de retirarse.
 
“Oh... entiendo... entonces, ¿quizás pueda ir a consultarte si sigo con dudas?” - preguntó la chica, sus hermosos ojos verdes mirando directamente a Severus.
 
“P-Por supuesto” - Severus titubeó y rápidamente se despidió de la joven, regresando velozmente a su apartada mesa, sin percatarse que los ojos azules de Eve ya no lo seguían como antes.
 
***
 
 
Dentro de las alumnas de cursos superiores de Hogwarts, Lily Evans se destacaba como la más talentosa y bella; su largo cabello pelirrojo hasta los hombros, y sus ojos verdes increíblemente brillantes y expresivos, arrancaban suspiros a la mayoría de sus compañeros de clase y a muchos alumnos de cursos superiores, incluso a algunos valientes de cuarto año. La joven de quince años era muy popular entre los varones del colegio y en numerosas ocasiones recibía cartas anónimas con declaraciones de afecto, invitaciones a citas o diversas muestras de admiración en las formas más insólitas y originales. Todos los que se sentían atraídos por la muchacha de Gryffindor intentaban acercarse a ella de alguna manera y conseguir que la joven les devolviera siquiera una mirada con sus hermosos ojos. Aquellos que practicaban Quidditch, como James, procuraban hacer alarde de sus habilidades físicas y rápidos reflejos delante de ella; los más tímidos, como Remus, buscaban darle una grata y comprensiva compañía, siempre procurando tener temas interesantes de conversación.
 
Severus, en cambio, aprovechaba las clases de Pociones para lucirse.
 
La sala de clases donde se dictaba el ramo del Prof. Slughorn se encontraba en los subterráneos de Hogwarts y estaba distribuida en largos mesones sobre los cuales los alumnos preparaban las mezclas de las complicadas pociones que debían poner a hervir en quinto año. Era precisamente en esos momentos cuando Severus, aprovechando que Lily procuraba distanciarse lo suficiente de los Merodeadores en clase para poder trabajar tranquila, ubicaba estratégicamente su caldero cerca de la pelirroja, quien muy convenientemente se encontraba justo en el límite entre los alumnos de Gryffindor y Slytherin, y hacía despliegue ante la muchacha de su increíble talento natural en la elaboración de pociones.
 
“Prueba revolviendo tres veces en sentido contrario al reloj...” - le susurraba rápidamente a Lily mientras el Prof. Slughorn se paseaba entre los calderos humeantes de unos alumnos de Gryffindor, sin escucharlos.
 
“Pero el libro...” - replicó Lily en un susurro, quien todavía no lograba hacer que su mezcla de Poción Purgante adquiriera el color lodoso que describía su texto de estudio. “El libro dice que son dos veces en sentido contrario por cada tres en sentido del reloj...”
 
“No, hazlo al revés” - insistió Severus e inmediatamente volvió a ocuparse de su poción, mientras el Prof. Slughorn se acercaba en dirección donde ellos se encontraban.
 
Lily fijó su mirada en su propio caldero humeante; la poción realmente no parecía adquirir el color indicado en el libro. Con indecisión, comenzó a revolver el contenido siguiendo las instrucciones de Severus e inmediatamente el color blancuzco de su pócima adquirió una tonalidad café lodosa, justo en el momento en que el Prof. Slughorn pasaba delante de ella.
 
“¡Ah! ¿Pero qué tenemos aquí? ¡La señorita Evans nuevamente nos sorprende con su talento!” - exclamó el profesor, y comenzó a mostrarle a la clase lo bien encaminada que iba la Poción Purgante de Lily. “¡En verdad eres una alumna increíble, Evans! ¡Una de las mejores que he conocido!”
 
“¡Y una de las más bonitas!” - se escuchó una voz masculina en la sala, haciendo que todos los chicos soltaran una franca carcajada. Lily se puso casi tan colorada como su cabello.
 
“¡Ah, Potter!” - lo reprendió el profesor -“¿Dónde quedó la galantería? Dudo que a la Srta. Evans le interese un muchacho que la exponga a una situación así... ¡Aunque hay que reconocer que tanto talento natural sólo puede despertar admiración!”
 
“No, no tengo tanto talento...” - respondió la muchacha aún ruborizada, recordando los consejos que Severus le había dado recién, pero el profesor tomó sus palabras como muestra de una humildad conmovedora.
 
“El profesor tiene razón” - le dijo después Severus de forma muy amistosa. “Tú tienes un talento especial para las pociones...”
 
“No digas eso, tú sabes que me ayudaste, Snape” - contestó la joven, un poco avergonzada por recibir todo el crédito por el éxito de su poción.
 
“Yo sólo te di una apreciación personal, un... descubrimiento que hice en el proceso... pero aún así, mi poción no tiene un tono tan bien definido como la tuya...”
 
Lily le dio al chico una sonrisa muy sincera de agradecimiento y Severus rápidamente volvió a sus pociones, al parecer muy ocupado cortando raíces como para seguir conversando. A pesar de sentirse atraído por la hermosa niña de Gryffindor, siempre que lograba establecer algún tipo de contacto amistoso con ella lo invadía un pánico y nerviosismo francamente inaceptables, como él mismo se reprocharía con insistencia, e inmediatamente necesitaba ponerse a salvo, evitando los verdes ojos de Lily como si la muchacha de su admiración fuese un objeto inalcanzable al cual sólo podía contemplar a la distancia.
 
Pero Severus tenía una preocupación al respecto: James Potter. Era evidente que su peor enemigo estaba también intentando conquistar a la linda Lily Evans, pero, ¿qué pasaba con ella? Ninguna de sus palabras amistosas, ninguno de sus útiles consejos en clases lograban hacer que la joven Gryffindor bajara la guardia y mostrara alguna señal de genuino interés en su persona; en cambio, las grotescas manifestaciones de admiración de James Potter, su comportamiento petulante y su insistencia en iniciar estúpidas discusiones con ella sí parecían tener un efecto favorable en el comportamiento de la muchacha, o al menos, lo tomaba en cuenta; sólo la había visto ruborizarse de esa manera ante las palabras de Potter, y la idea de que su peor enemigo estuviese junto a Lily sencillamente hacía que Severus deseara echarle las peores maldiciones posibles a su adversario.
 
Eve, por otro lado, habiendo presenciado el acercamiento de Severus hacia Lily en la biblioteca y luego de continuar sus observaciones durante un par de días, finalmente se resignó ante la idea que Lily era el centro de atención de muchos de los jóvenes de Hogwarts, incluyendo Severus. Sin embargo, no tardó demasiado tiempo en dejar de sentir un nudo en su estómago cada vez que veía al chico de quinto año pasar a lo lejos, principalmente gracias a una graciosa nueva moda que apareció repentinamente en Hogwarts.
 
Nadie sabía muy bien cuál era su origen, pero los rumores apuntaban a que el nuevo hechizo que provocaba carcajadas entre los alumnos había aparecido por primera vez en la Sala Común de Slytherin durante el cumpleaños de Evan Rosier, quien al parecer quería escapar de sus compañeros de quinto año, quienes le tenían preparada una terrible celebración en el dormitorio de hombres. El hechizo se llamaba “Levicorpus” y su efecto era tan simple como divertido, al provocar mágicamente que la persona afectada colgara del aire cabeza abajo como si estuviese amarrada de uno de sus tobillos. En el momento en que el hechizo se dio a conocer se propagó por todos los alumnos de Hogwarts con una velocidad impresionante, llegando a un punto en que era prácticamente imposible caminar por los pasillos de la escuela sin terminar colgando cabeza abajo.
 
En un principio el hechizo permaneció casi de forma exclusiva entre los alumnos de quinto año, por lo que cada uno de los otros cursos tuvo que ingeniárselas a su manera para poder descifrarlo y defenderse de los ataques, sobre todo de los Merodeadores James y Sirius, quienes causaban terror por los pasillos hechizando a muchos alumnos sólo por diversión. Entre los alumnos de primer año el hechizo, que originalmente era de clase avanzada no-verbal, fue rápidamente adaptado a sus conocimientos en parte gracias a la propia Eve, quien de forma muy ingeniosa logró descifrar el contenido verbal del encantamiento y asociarlo a un movimiento de varita determinado, propagando la información entre sus compañeros de casa; de esta manera, la Casa de Gryffindor se convirtió en la única en que todos sus alumnos dominaban el hechizo, llegando incluso a correr el rumor de un nuevo Club de Duelo sólo para probar los efectos del nuevo juego de moda en Hogwarts.
 
Pero pronto se comprobaría que tal hechizo no sólo servía para causar risa y diversión.
 
Era período de exámenes en la primera semana de Junio y todos los alumnos se encontraban plenamente concentrados en sus estudios. Para aquellos que estaban en los cursos superiores existía, además, la presión de obtener buenos resultados en sus exámenes para poder tomar nuevas asignaturas que les servirían para definir su futura profesión. En el caso de los alumnos de primer año, el nerviosismo se asociaba principalmente a la inexperiencia y ansiedad de sus primeros exámenes, el temor a enfrentarse a lo desconocido, sobre todo para aquellos que venían de familias muggles y que por primera vez enfrentaban una evaluación global de magia.
 
En el caso de Eve, sin embargo, el nerviosismo venía asociado, además, a otra circunstancia.
 
La semana de exámenes ya llegaba a su fin y varios alumnos se encontraban repasando las últimas materias en las afueras del Gran Salón de Hogwarts, que se encontraba ordenado especialmente para la época de evaluaciones con muchas mesas individuales, cuando varios pudieron reparar en la llegada de un misterioso personaje al cual no habían visto nunca antes. Era muy extraño que a Hogwarts llegaran visitantes si no era por algún asunto del Ministerio de Magia o algo por el estilo, pero el hombre que se encontraba de pie en el hall de entrada no parecía pertenecer en absoluto al Ministerio. Era bastante alto y de contextura más bien delgada, aunque su físico parecía muy bien modelado y atlético. Sus largos cabellos eran de un rubio casi blanquecino que combinaban perfectamente con la pálida piel de su fino rostro y su túnica color plateado oscuro, y su postura elegante inspiraba respeto a todos quienes lo veían. Con sus ojos de un intenso color azul cielo observaba el castillo con interés mientras se paseaba por los cuadros que colgaban en las paredes.
 
“Hey, Cornamenta, mira eso” - dijo Sirius mientras le daba un leve golpecito en un brazo a James.
 
James, que se encontraba sentado en uno de los peldaños de una escalera cercana al Gran Salón, dejó de jugar con una pequeña snitch que guardó en su bolsillo, y miró en dirección del hall de entrada.
 
“¿Quién crees que sea?” - preguntó, intrigado ante la presencia del hombre de cabellos rubios.
 
“Apuesto que es un Auror...” - comentó Peter, dejando de leer por un momento un libro para su próximo examen de Defensa Contra las Artes Oscuras.
 
“¡Por supuesto que no es un Auror, Colagusano!” - interrumpió secamente Sirius, levemente exasperado. “¿Acaso no ves que no lleva el uniforme del Ministerio?”
 
“Bueno, definitivamente no es alguien del Ministerio” - siguió perezosamente Remus, quien intentaba dormitar un poco con su cabeza apoyada en sus rodillas. “Supongo que será el padre de alguien... algún miembro del Consejo Escolar...”
 
“¿Consejo Escolar?” - Sirius miró con desconfianza al hombre. “Si es así, estamos en problemas... digo, siempre que viene alguien del Consejo, luego Dumbledore hace algún anuncio terrible al colegio...”
 
“Claro, como la vez en que se redujeron las visitas a Hogsmeade a dos en el año” - comentó James con seriedad, frunciendo levemente el entrecejo.
 
Los Merodeadores siguieron observando al hombre, quien permaneció de pie durante unos momentos; evidentemente esperaba la llegada de alguien en particular. De pronto, de un pasillo cercano apareció la Prof. McGonagall caminando velozmente hacia él.
 
“Eymundr, lamento haberlo hecho esperar” - se apresuró en decir la profesora.
 
“No hay problema, entiendo que no es el mejor momento para llegar de visita” - respondió el hombre de cabellos rubios con un educado pero firme tono de voz.
 
“Dumbledore lo espera en su despacho” - continuó McGonagall y acto seguido guió al misterioso hombre a través de los pasillos de la escuela, dejando a los Merodeadores completamente convencidos que se trataba de alguna autoridad del Consejo Escolar.
 
El examen de Título Indispensable de Magia Ordinaria (T.I.M.O.) en Defensa Contra las Artes Oscuras resultó ser uno de los más complejos que habían tenido que rendir los alumnos de quinto año. El profesor Flitwick de Encantamientos se encontraba en ese momento cuidando los exámenes y no se escuchaba ningún otro ruido en el Gran Salón más que las numerosas plumas escribiendo apresuradamente sobre los pedazos de pergamino que contenían las preguntas. Varios alumnos habían entregado su examen antes de terminar el tiempo y sólo quedaban en el salón aquellos que todavía necesitaban más tiempo para volcar todos sus conocimientos en el examen, y aquellos que esperaban algún tipo de iluminación divina para poder hallar súbitamente las respuestas.
 
Cuando el Prof. Flitwick anunció que el tiempo se había acabado, con un movimiento de su varita todos los exámenes se enrollaron y volaron hacia su escritorio, casi derribándolo a él mismo por su pequeña estatura, y los alumnos comenzaron a salir en grandes grupos hacia los jardines del colegio, para comentar las respuestas o simplemente descansar del esfuerzo mental.
 
Severus, como siempre, tomó distraídamente su mochila y continuó leyendo la hoja de su examen; su mano derecha le dolía de tanto escribir, estaba casi seguro de haber respondido todas las preguntas de forma muy completa, pero de todas formas necesitaba cerciorarse. El examen de T.I.M.O. incluía temas de todas las asignaturas, las preguntas de Slughorn no habían sido ningún problema, tampoco las de Flitwick y Crane, pero un par de preguntas de McGonagall habían logrado darle un buen dolor de cabeza.
 
Mientras caminaba aún concentrado en su examen, sin darse cuenta llegó hacia un sector apartado de los jardines, cerca del lago que era hogar del Calamar Gigante, y se sentó a la sombra de unos matorrales a seguir repasando su examen. ¿Había descrito bien los doce pasos del movimiento de varita para transformar una mesa en una cabra? Absorto como estaba en su examen, no se dio cuenta que los Merodeadores lo observaban a lo lejos y que James le hacía una seña a Sirius, quien pasó de una postura completamente aburrida a una muy entusiasta.
 
Cuando al fin pareció convencerse de haber respondido todo a al perfección, Severus se levantó tranquilamente, guardó la hoja de su T.I.M.O. y se alejó de la sombra de los matorrales, caminando por el césped.
 
De pronto, escuchó una voz que despreciaba con toda su alma.
 
“¿Todo bien, Quejicus?”
 
Severus reaccionó sumamente rápido, botando su mochila y sacando la varita de su túnica al tiempo que comenzaba a invocar el primer hechizo no verbal que se le vino a la mente para atacar a James Potter, quien caminaba hacia él con aire amenazante seguido de Sirius Black. Pero no fue lo suficientemente veloz.
 
Expelliarmus!” - gritó James, y la varita de Severus salió volando por los aires, cayendo en el césped lejos de su propietario.
 
Sirius dejó salir una cruel carcajada al ver que Severus corría rápidamente en busca de su varita, y con un firme “Impedimenta!” logró que el joven Slytherin tropezara y cayera al suelo.
 
Varios estudiantes se habían acercado a ver la escena. No era la primera vez que los Merodeadores atacaban a un estudiante por sorpresa, pero algo parecía distinto en esa ocasión; claramente estaban abusando de su superioridad numérica para atacar a Severus. A algunos les pareció divertido y comenzaron a aplaudir y reírse con los comentarios de Sirius y James, pero otros parecían francamente preocupados, tanto por Severus como por lo que podría llegar a pasarle a ellos mismos.
 
James caminó hacia Severus, quien se encontraba en el suelo luchando desesperadamente contra el hechizo para poder alcanzar su varita, y miró de cuando en cuando hacia el lago donde se encontraba un grupo de chicas jugando en el agua. Sirius caminaba atrás de él, sonriendo malévolamente.
 
“¿Cómo te fue en el examen, Quejicus?” - preguntó James con una sonrisa.
 
“Ohh, yo me fijé en él. Tenía la nariz tan pegada al pergamino que debe haberlo dejado lleno de manchas de grasa; no van a poder leer ni una palabra” - siguió Sirius, haciendo reír a varios de los estudiantes que se encontraban mirando.
 
A lo lejos, se escuchaban las carcajadas de Peter, quien se encontraba mirando la escena junto a Remus a la sombra de un gran árbol cerca del lago. Pero Remus no reía; fingía estar leyendo un texto de Transfiguración, pero en su rostro se veía una profunda preocupación.
 
“Esperen... ¡Esperen y verán!” - amenazó Severus con su voz entrecortada, todavía forcejeando como contra unas cuerdas invisibles e intentando alcanzar su varita.
 
“¿Qué veremos?” - preguntó Sirius sin inmutarse. “¿Qué harás, Quejicus? ¿Limpiarte la narizota en nuestra ropa?”
 
Severus soltó una cantidad increíble de palabrotas mezcladas con maldiciones, pero su varita aún se encontraba a metros de él y nada ocurrió.
 
“Lávate esa boca” - dijo James, con seriedad. “Fregotego!
 
De la boca de Severus comenzaron a salir numerosas burbujas multicolores de jabón y pronto sintió arcadas al llenarse su garganta de espuma, atragantándose. El odio intenso que sintió hacia Sirius y James en ese momento, quienes reían sonoramente ante el espectáculo, lo hizo desearles la más dolorosa de las muertes.
“¡¡DÉJALO EN PAZ!!”
 
De pronto, James y Sirius giraron su cabeza; de inmediato, James se llevó su mano a la parte de atrás del cabello y lo desordenó.
 
Lily Evans, que se encontraba en el grupo de chicas que jugaban en el lago, estaba de pie delante de ellos con su rostro lleno de furia.
 
“¡Ah! ¿Qué tal, Evans?” - la saludó James, su voz de pronto pareció mucho más seria y madura.
 
“¡Déjalo en paz! ¿Qué es lo que te ha hecho?” - preguntó Lily con la voz descontrolada, mirando con intensa rabia a James directamente en los ojos.
 
“Bueno” - respondió James, fingiendo reflexionar sobre la pregunta. “Digamos que su sola existencia me perturba, no sé si me entiendes...”
 
Varios estudiantes soltaron una carcajada ante el comentario de James, pero Lily no esbozó siquiera una sonrisa.
 
“Te crees tan gracioso” - dijo ella fríamente - “pero no eres más que un sinvergüenza arrogante y abusador, Potter. Déjalo en paz”.
 
“Oh... lo dejaré en paz si sales conmigo, Evans” - respondió rápidamente James, con una sonrisa traviesa en su rostro. Lily entrecerró sus ojos casi no creyendo lo que escuchaba, y Severus en el piso sintió que su sangre hervía aún más de ira. ¡¿Cómo podía Potter utilizarlo de esa manera para acercarse a Evans?! - “Vamos. Sal conmigo y no volveré a apuntar a Quejicus con mi varita.”
 
Los ojos de Lily y James se encontraron como tantas veces, sólo que en esta ocasión la muchacha estaba demasiado enfadada como para dar lugar siquiera a una conversación amistosa.
 
“No saldría contigo ni aunque tuviera que elegir entre tú y el calamar gigante, Potter” - respondió finalmente Lily, con un dejo de exasperación en su voz.
 
“¡Jaja, mala suerte Cornamenta!” - exclamó Sirius con entusiasmo al ver a su amigo siendo rechazado por la pelirroja. Luego giró para mirar a Severus y se encontró con que el chico había logrado ponerse de pie apenas y ya casi alcanzaba su varita. “¡Eh!”
 
Severus rápidamente tomó su vara y apuntó hacia James, e invocando con toda su fuerza mental el encantamiento Sectumsempra, un rayo de luz salió de su varita; pronto apareció un tajo en el rostro de James y su túnica se manchó de sangre. Severus se maldijo a sí mismo; no había logrado herirlo tanto como deseaba.
 
Otro rayo de luz salió disparado de la vara de James e inmediatamente Severus se encontró a sí mismo colgando cabeza abajo, y luego con otro movimiento de varita James hizo que se le bajaran los pantalones, dejando a Severus sólo en calzoncillos delante del gran grupo de alumnos que observaban la escena. Se produjo una sonora carcajada general que resonó horriblemente en los oídos del humillado Severus. Miró desesperado alrededor: sólo veía alumnos riéndose con ganas. ¡Qué sabían ellos de quién se estaban mofando! ¡Nadie sabía que él había inventado el hechizo Levicorpus gracias al cual ahora se reían a costa suya!
 
Severus odió intensamente a todos los que se encontraban ahí, riéndose del cobarde acto de James y Sirius, y los odió a ellos dos aún con más intensidad; pero jamás pensó girar su cabeza y encontrarse con el rostro asombrado y casi sonriente de Lily Evans. ¿Ella también se reiría? De pronto sintió que su admiración hacia la bella joven se convertía en un desprecio descomunal. ¿Se reiría ella también a costa suya, celebrando la cobardía y abusos de Potter?
 
“¡Bájalo!” - gritó Lily, intentando con todas sus fuerzas no sonreír ante la imagen de Severus colgando cabeza abajo mostrando sus calzoncillos. Era humillante, ella lo sabía, pero en realidad fuera Severus o cualquier otro, la imagen resultaría igual de graciosa.
 
“Muy bien” - dijo James casi perezosamente y apuntó su varita hacia arriba.
 
Severus cayó estrepitosamente al suelo y rápidamente se puso de pie, con su varita firme en su mano, pero Sirius gritó “Petrificus totalus!” y Severus volvió a caer al suelo, esta vez rígido como una tabla.
 
“¡¡YA DÉJENLO EN PAZ!!” - gritó Lily, esta vez realmente enfadada y con su varita en su mano apuntando hacia Sirius.
 
“Vamos, Evans, no me obligues a hechizarte...” - dijo James muy serio.
 
“¡Entonces quítale la maldición!”
 
James protestó con su mirada y movió su varita, liberando a Severus de la maldición.
 
“Muy bien, ya está” - dijo James, mientras Severus se ponía de pie lentamente, su corazón latiendo fuertemente en su pecho y sus ojos llenos del más profundo odio. “Tienes suerte que Evans haya estado aquí, Quejicus...”
 
Severus se dio vuelta rápidamente y miró a la muchacha directamente en sus ojos verdes, sosteniendo firmemente su mirada, algo que nunca antes había hecho; aunque a juzgar por su rostro parecía estar muy enfadada con James Potter, sus ojos tenían un brillo especial que revelaban lo contrario, y eso para Severus era imperdonable.
 
“¡¡No necesito ayuda de una asquerosa sangre sucia como ella!!” - exclamó finalmente, plenamente consciente de las horribles palabras que le dedicaba a la niña que había admirado en secreto por tanto tiempo.
 
Lily parpadeó y se quedó en silencio, sorprendida ante las palabras de Severus. Luego, tal como el chico Slytherin pudo comprobar, algo cambió en sus ojos, que ya no brillaban de la misma manera que antes.
 
“Muy bien” - dijo ella fríamente - “la próxima vez no me molestaré en ayudar. Pero yo que tú lavaría esos calzoncillos, Quejicus”.
 
“¡¡Pídele disculpas a Evans!!” - le gritó James a Severus mientras volvía a apuntarlo amenazadoramente con su varita, su rostro lleno de ira ante las palabras del chico Slytherin.
 
“¡¡No quiero que lo obligues a pedirme disculpas!!” - le gritó Lily a James. “¡¡Tú eres tan malo como él!!”
 
“¡¿Qué?!” - gritó James asombrado. “¡Yo jamás te llamaría... una... una tú-sabes-qué!”
 
“¡Siempre te desordenas el pelo porque crees que se ve bien que parezca que recién te bajaste de una escoba, siempre estás presumiendo por ahí con esa estúpida snitch, siempre le echas maleficios a la gente porque sí... realmente no sé cómo tu escoba puede elevarse con el peso de tu tremenda cabezota! ¡¡ME ENFERMAS!!” - exclamó Lily, y James vio en los ojos de la chica una mezcla de rabia, exasperación y... ¿decepción? ¿Por qué Evans lo miraba con ojos decepcionados?
 
La chica echó a correr lejos de ahí antes de que James pudiera seguir leyendo en sus ojos. Era esa clase de cosas la que lo confundían aún más y lo hacían insistir en conquistarla.
 
“¡Evans!” - gritó James mientras Lily se alejaba. “¡¡EVANS!!”
 
Pero Lily no miró hacia atrás.
 
Severus observó la escena en completo silencio. Se sentía horrible después de haber tratado de esa manera a Lily, a ella que después de todo, lo había defendido. Pero a pesar de los gritos, a pesar de la escena que acababa de presenciar, ahora tenía casi la certeza de que la joven, en realidad, no odiaba tanto a Potter como ella afirmaba.
 
“¿Qué diablos fue eso?” - exclamó James, intentando no parecer afectado por la reciente discusión que tuvo con Lily.
 
“Yo diría que la chica te encuentra un poco presumido, amigo” - dijo Sirius con seriedad.
 
“Muy bien...” - dijo James, enfadado. “Muy bien...”
 
Otro rayo de luz salió de su varita y nuevamente Severus colgaba cabeza abajo.
 
“Entonces, ¿quién quiere ver cómo le quito los calzoncillos a Snape?” - preguntó James con un tono de voz malévolo, mientras nuevamente le bajaba los pantalones a Severus delante del grupo de curiosos que lo miraban.
 
La audiencia pedía a gritos que James le sacara los calzoncillos a Severus, quien intentaba por todos los medios liberarse del hechizo, hasta que de pronto la vara de James salió volando lejos y Severus nuevamente cayó al piso.
 
Todos voltearon asustados para mirar a la persona que había atacado a James; Sirius se acercó a su amigo con su varita levantada, pero pronto la escondió rápidamente en el bolsillo de su túnica.
 
De pie, en un corredor cercano a los jardines de Hogwarts, se encontraba el misterioso hombre de cabellos rubios que habían visto en el hall de entrada, con su mano extendida hacia ellos. Junto a él se encontraba nada menos que Albus Dumbledore, mirándolos con su rostro muy severo tras sus lentes con forma de medialuna.
 
Asustados, los alumnos comenzaron a retirarse del lugar y Sirius ayudó a James a recoger su varita, mientras regresaban junto con Remus y Peter que habían visto todo desde lejos. Pero sólo Severus reparó en un detalle.
 
Detrás del hombre de cabellos rubios, con su rostro horrorizado y en una actitud que indicaba que ella había dado la voz de alarma, se encontraba nada menos que Evelyn Hollow.