Ranma 1/2 Fan Fiction ❯ Crónicas de la Oscuridad ❯ Caminante de las Sombras ( Chapter 1 )

[ T - Teen: Not suitable for readers under 13 ]

CRÓNICAS DE LA OSCURIDAD
Un fan fiction de Ranma 1/2
 
Escrito por KilyK
(battoanime@hotmail.com)
 
Si quieres saber más del autor, visita:
http://www.fanfiction.net/~KilyK
----------------------------------------------------------------- -------------------------------------------
----------------------------------------------------------------- -------------------------------------------
 
CAPÍTULO I: Caminante de las sombras
 
.: Parte 1 — Desierto :.
 
Y la oscuridad se cerraba en torno a él. Con todas sus fuerzas, se estrechaba en el cuello el roto manto café que intentaba cobijarlo del frío nocturno del desierto, porque aunque éste lo cubría de pies a cabeza, no era oponente para la brisa de la noche que lo atacaba. Y es que era así, porque otra noche había llegado, sin embargo, él no se había percatado de ello. Estaba demasiado inmerso en sus propios pensamientos, preguntándose qué hacía ahí y hacia dónde quería llegar. No obstante, en su cabeza no estaban las respuestas. Ésta estaba vacía de todo recuerdo pasado, salvo el del desierto oscuro y hostil que se abría a sus pies, desierto que lo había acompañado durante los últimos días. Poco a poco, paso a paso, éste iba robándole cada gota de certeza... cada gota de esperanza.
Caminando lento, ya casi sin energías, miraba hacia el lejano horizonte alumbrado por la pálida luz de la luna llena, sin descubrir nada nuevo. Estaba completamente extraviado, perdido en cuerpo y alma. ¿Cuánto tiempo más debía continuar andando antes de perder lo último de ánimo que le quedaba? No lo sabía. En su cabeza sólo se repetía una incansable palabra, una y otra vez: “sigue, sigue”, pero ¿seguir hacia dónde? Sólo sabía que no podía rendirse, pues su corazón, aunque su llama estuviera a punto de extinguirse, seguía fuerte y decidido. Había algo que debía buscar y él lo hallaría, aunque tuviera que soportar mil años más en aquel inclemente lugar, sin comida ni agua, sólo con el deseo de encontrar aquello que había perdido y que le traía un deseo y una nostalgia que no podía ignorar. Esos sentimientos eran su fuerza, lo único que necesitaba.
Tropezó, cayendo de rodillas sobre la arena. Aún aferrándose a su roto manto, intentó levantarse. No podía rendirse, no aún, no ahora. Alguien lo esperaba, alguien lo llamaba y alguien lo necesitaba. Él lo sabía, a pesar de no tener idea de quién podría ser aquella persona, él sabía que no podía quedarse ahí quieto, esperando a que las brumas de la oscuridad lo devoraran. Nuevamente, con toda la fuerza restante de sus agotadas extremidades, se levantó de a poco y continuó caminando.
a quien el desierto a declarado su nueva víctima, ¿por qué continúas?, ¿por qué no aceptas tu indiscutible destino y te permites soñar con las sonrisas de antaño, con el amor que una vez profesaste en secreto y que recibiste de igual forma? Sacudió su cabeza, agobiado, escuchando en su mente palabras que parecían provenir del viento. Su corazón ardiente lo urgía a seguir, pero de pronto, su cuerpo ya no pudo más y se desplomó sin más energías sobre las arenas, sin siquiera proteger su rostro del golpe. Al parecer, aquellas palabras habían hecho mella en su conciencia, impidiéndole continuar.
—Le… Levántate… —se repitió en un tembloroso murmullo, pues ya casi había olvidado como hablar y el frío carcomía sus entrañas. Intentó reincorporarse, pero era inútil, su cuerpo estaba demasiado entumecido como para poder moverlo. Sin embargo, no se rendiría— A… ¡Arriba! —exclamó, y como si fuera un milagro, su cuerpo se irguió, tomando una gran bocanada de aire, con su cabeza en alto y sus ojos observando ensimismados las estrellas del cielo. Sin embargo, fue sólo otro intento en vano, pues el caminante sólo logró ahora caer de espaldas, sin quitar su mirada de los brillantes puntos de luz que lo contemplaban desde el firmamento.
Por fin se rindió. Mientras se cerraban, sus ojos oscuros estaban fijos en la oscuridad de la noche. Su cuerpo había sido derrotado por el insoportable cansancio y su mente iba perdiendo lentamente el conocimiento mientras el viento mecía su cabello dentro de la capucha del manto. No profirió palabras, pues ya no las tenía, su destino estaba sellado y él también lo sabía. Con sus últimas fuerzas, se llevó una mano hacia su corazón, protegiendo una pequeña fotografía que había en un bolsillo interno de su camiseta china azulada… La fotografía de una chica de cabello corto y oscuro, que lo miraba con ojos de enojo, pero que en el fondo, ocultaban todo el amor que tenían guardados para él.
 
.: Parte 2 Bajo la lluvia :.
 
Se dice que uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que ya no lo tiene más, porque suele ocurrir que siempre nos sentimos seguros en nuestro sitio, rodeados de nuestros objetos preferidos, de los seres que amamos y que al mismo tiempo nos aman y cuidan. Sin embargo, cuando uno pierde aquello que consideraba seguro y hasta casi eterno, comienza a darle la verdadera importancia que se merecía, más allá de los problemas o las discusiones; uno comienza a extrañar aquello que se ha perdido.
Así es como se sentía Akane, la hija menor de la familia Tendo, que ahora con diecisiete años encima, caminaba de regreso a casa desde la escuela, donde ya cursaba su último año. Sin embargo, y a pesar de que ese último hecho podría ser considerado un gran paso o algo digno de felicitación, era lo último que había en su cabeza. Se sentía triste, sola. Asistía a las clases sin que éstas le importaran, vestida con su clásico uniforme que para ella ya casi no significaba nada. Su mirada se hallaba perdida en el pavimento del camino que solía tomar desde pequeña y su mente estaba agobiada con la misma pregunta que la había acompañando durante los últimos meses: ¿dónde estaba él?
Nostálgica, levantó la mirada hacia la rejilla a su derecha, esa que evitaba que los transeúntes descuidados cayeran al desagüe que había unos pocos metros más abajo, y suspiró, recordando los viejos tiempos, esos que ya parecían muy lejanos. Hacía meses que no había recibido noticias de Ranma y eso ya había dejado de preocuparla… Al menos, no tanto como la había preocupado durante las primeras semanas desde su desaparición. Ahora la preocupación propiamente tal había pasado a un segundo plano, siendo substituida por una inclemente soledad acompañada por una tristeza profunda. La última vez que lo vio fue cuando ella y toda su familia lo despidieron a él y a su padre desde el pórtico de la residencia Tendo, pues ambos habían decidido aprovechar las últimas semanas de las vacaciones para ir a entrenar a las montañas. Sin embargo, los días pasaron y ninguno volvió. Tampoco recibieron noticias, ni una llamada telefónica, mucho menos una carta; era como si a ambos hubieran sido tragados por la tierra. Muchas veces, ella y su propio padre habían ido al lugar donde se suponía que deberían estar, pero no habían encontrado nada, ni un resquicio de que alguna vez en ese sitio se hubiera armado un campamento. Esa fue la primera vez que Akane sintió el tipo de miedo que experimentó, uno que no supo explicar si era por la posibilidad de que a ambos les pudiera haber ocurrido algo… o de que hubieran mentido para desaparecer de sus vidas, anulando todo compromiso matrimonial que alguna vez hubiera existido. Pero decidió no creer en eso. Sabía que su tío Genma podía ser capaz de algo así, pero no Ranma, quien podía ser un pervertido y muchas otras cosas más, pero jamás un cobarde capaz de realizar tal cosa. No obstante, eso sólo dejaba abierta una posibilidad, al menos para Akane: algo les había ocurrido, impidiéndoles regresar a casa. El miedo se convirtió en preocupación, la preocupación se convirtió en tristeza, y faltaba poco para que la tristeza se convirtiera en desesperación.
Observó la rejilla por casi medio minuto, imaginándolo caminar sobre ella, burlándose y riéndose a costa suya, animándola en los momentos en que estaba triste o decepcionada, y siendo, aunque estuviera en silencio o con la mirada perdida en el espacio, una compañía; su compañía. Se sentía sola, sola en un mundo que creía conocer muy bien, pero que poco a poco iba cambiando ante sus ojos, volteándose de cabeza sin que ella lograse entender qué estaba pasando. Un ejemplo de ello era lo ocurrido hace algunas semanas, cuando Ukyo decidió marcharse de Furinkan, la comuna de Nerima donde vivían, anunciando que deseaba tomarse un tiempo para probar suerte como vendedora ambulante, tal como lo había hecho su padre. Recibió muchas quejas de sus mejores clientes, pues la idea era inconcebible tomando en cuenta lo bien que le iba a su restaurante y que (también era un detalle importante) sólo le faltaba un año para terminar la escuela. Pero nadie pudo detenerla. En su cabeza ya se había decidido, y aunque la idea ciertamente parecía ridícula, la llevó a cabo, despidiéndose de todos con una sonrisa. Ahora el restaurante Ucchan no era más que una cáscara vacía amontonando polvo.
Sin embargo, no era la única que se había ido. Las dos mejores amigas de Akane, Yuka y Sayuri, también se habían marchado antes del comienzo del curso, ambas porque sus respectivas familias, cual ironía de la vida, habían logrado encontrar una prestigiosa escuela en Okinawa para ambas muchachas. Ahora el salón de clases se sentía tan frío como el viento invernal que azotaba las calles. No era que Akane no tuviera más amigas en la escuela, era sólo que no tenía más amigas como esas dos.
Akane suspiró, bajando tristemente la mirada. En casa, su padre era una mezcla de furia y lágrimas pues se habían desaparecido su mejor amigo y su futuro yerno, y no sabía si tomar eso como una gran ofensa o como una increíble tragedia; Nabiki, que ya solía mostrarse indiferente antes, ahora parecía una completa desconocida. Pasaba muy poco tiempo en casa (pues ya se había graduado y había conseguido un rentable trabajo de medio tiempo en plena ciudad de Tokio) y cuando estaba en ésta, saludaba a la rápida y se iba a su habitación pidiendo que por favor no la molestaran. Nadie sabía qué hacía ahí; Kasumi, a pesar de todos sus esfuerzos por mantener la poca estabilidad restante en su hogar (como digna figura materna que era), no podía evitar sumarse al ambiente silencioso y triste que éste tenía. Muchas veces intentaba animar a la familia con una cándida sonrisa y una palabra suave, pero al ver que no daba resultado, observaba hacia el vacío, con sus ojos húmedos. Era, quizás, la más madura y sensible de todas las hermanas Tendo, y la que más sufría por todo lo que había cambiado su amada casa luego de la desaparición de su tío Genma y de Ranma; el doctor Tofu había recibido una invitación de una universidad norteamericana para ir a perfeccionarse en el ámbito de la medicina. En un comienzo le costó tomar la decisión, pues significaría estar un tiempo considerable lejos de sus queridos pacientes, y, por sobre todas las cosas, estar lejos de su adorada Kasumi. Pero había optado por lo que consideraba sensato, pues una oportunidad así no se presentaba todos los días, y se había marchado hace una semana, actuando de forma heroica (es decir, manteniendo la compostura) en el momento en que tuvo que despedirse de su amada. Lo que se dijeron aún es secreto; y por último, ya habían pasado meses desde que su querida mascota P-chan se había marchado, sin volver. En conclusión, meditó Akane, ya casi llegando a su hogar, todos estaban desapareciendo de su vida, uno a uno, como si fuera una maldición. No era extraño que estuviera tan triste.
Cuando finalmente llegó a la puerta de entrada de la residencia Tendo, escuchó mucho ruido desde el interior de la casa. Alguien parecía estar discutiendo, pues se escuchaban gritos y uno que otro golpe. En el cielo sonó un trueno abrumador y una lluvia torrencial se dejó caer. Akane se apresuró hacia el comedor, pues de ahí provenía el ruido, mientras que en su cabeza se aparecía la idea de que podía estar ocurriendo algo grave. Pero cuál fue su sorpresa al ingresar a la pequeña habitación donde siempre solía comer junto a su familia, y encontrar a su padre, a su hermana mayor y a su tía Nodoka, madre de Ranma, arrodillados frente a la pequeña mesa (su padre a la cabeza, su hermana en el lado opuesto de la mesa y la su tía a la derecha de ella), todos con tazas de té verde en sus manos y con seriedad en sus caras, observando en silencio, casi de forma solemne, la discusión que llevaban a cabo una desconocida anciana y una cara conocida… ¡su tío Genma!
—¡No entiendo porque sigues viva, vieja bruja! —gritaba el padre de Ranma, quien estaba en el costado de la mesa que daba hacia el patio, con un pie sobre la mesa y haciendo un gesto amenazador con los brazos. La lluvia resonaba en el techo de la casa.
—¿Cómo te atreves a dirigirte a mí en esos términos, fracasado? —le espetaba en la cara la anciana sentada junto a Nodoka, con su cabellera blanca, su rostro arrugado, sus ojos pequeños y oscuros, y vestida de un kimono violeta— ¡De no ser por mí, no habrías durado vivo ni una semana! ¿Quién fue la que te sirvió un plato de comida para que no murieras de hambre, eh, calvito?
—¿”Calvito”? —exclamó indignado Genma— ¿Cómo que “calvito”? ¡Recuerda que alguna vez tuve una cabellera envidiable en mi cabeza y eso merece respeto!
La anciana soltó una fuerte risotada (acompañada de un oportuno trueno), burlándose de lo que acababa de escuchar. Una gota de resignación se apareció en la cabeza de los otros tres que estaban sentados juntos a ellos.
—Digno de ti, Genma Saotome. Siempre viviendo del pasado, ¿no? —la anciana también se puso de pie en forma desafiante, aunque su estatura era la mitad que la de Akane— ¡Nunca, jamás debí haber permitido que te acercaras a mi hija! Parecías tan bueno al principio, pero no, tenías que mostrar tu verdadera cara algún día, ¿no? Primero embarazas a mi hija, luego le quitas a su retoño, ¡mi nieto!, para llevártelo en uno de tus estúpidos viajes de entrenamiento y traerlo como un fenómeno que se transforma en mujer cada vez que se moja, un gran padre, ¿no? —Genma guardaba silencio, tragándose cada una de las palabras que recibía. Una gran vena se inflaba en su frente, justo por debajo del pañuelo que usaba para ocultar su calva— ¡Y ahora hasta lo has pedido! —Akane contuvo la respiración— ¡Si no fuera porque te encontré tirado en medio de China, no habrías vuelto con vida! Y dónde está mi nieto, ¿eh? ¡No tienes idea!
—¡Pe-Pe-Pero no es mi culpa! —intentó defenderse Genma, tartamudeando— ¡Te he dicho mil veces que lo último que recuerdo es que estábamos entrenando en las montañas de aquí cerca! No tengo idea de porque estaba en China, y mucho menos… —el padre de Ranma le mandó a su suegra una mirada casi de asco—… por qué tenía que despertar en tu mugrienta choza.
Fue un movimiento muy rápido. En un segundo, la anciana desapareció de la posición en la que estaba, al otro tenía un pie clavado en el rostro de su yerno y al siguiente estaba de vuelta en su posición inicial. Nadie logró verlo. La lluvia continuaba cayendo cada vez más fuerte.
—¡No te atrevas a insultar la casa que te albergó durante cuatro meses mientras te recuperabas! ¡Ni siquiera sabes respetar a los demás! ¡No entiendo como mi hija pudo casarse con alguien tan irresponsable como tú!
De pronto, Nodoka tocó suavemente la espalda de su madre, para hablarle con una voz muy tranquila.
—Ya ha sido suficiente, mamá.
—¡No lo defiendas, Nodoka! ¡Le diste la responsabilidad de tu hijo y lo extravió! Quién sabe cuál habrá sido el destino de mi nieto —exclamó la anciana, diciendo esa última frase con profunda tristeza.
—No estoy defendiendo a nadie, mamá —dijo Nodoka, endureciendo un poco su voz mientras miraba a su esposo con el rabillo del ojo (éste tragó saliva)—, pero creo que esta conversación no va a llegar a ninguna parte. Además, estás asustando a la pequeña Akane.
Y ésa fue la primera vez en esa tarde en que los presentes en ese lugar se percataron de la presencia una silente Akane, que sólo había estado oyendo la discusión en silencio, con su rostro sorprendido, sus ojos muy abiertos y temblorosos, y sus labios tenuemente separados.
—¿Dó… Dónde está Ranma? —preguntó. Pensaba que con la angustia que había tenido que soportar durante los últimos meses estaría preparada para cuando escuchara las noticias del destino de su prometido, pero era un pensamiento sin fundamentos, pues al ver a su tío Genma en su casa, por un segundo pensó que también podría ver a Ranma, sin embargo, con lo que había escuchado de la conversación, podía dar esa suposición por acabada— ¿Qué le pasó a Ranma? —volvió a preguntar.
—Akane… —murmuró Kasumi, preocupada y levantándose lentamente para acercarse a su hermana. Sin embargo, antes de que pudiera incorporarse del todo, la anciana dijo con dureza:
—Está muerto, pequeña, lo más probable es que esté muerto.
Un gran relámpago iluminó la habitación y un gran trueno explotó en las lejanías. La menor de las hijas Tendo no supo más. Sintió que el eco de esas últimas palabras resonaba en su cabeza con tal fuerza que habían hasta nublado su vista y atontando su cuerpo, haciéndola caer al piso… desmayada.
 
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
 
Akane…
 
De pronto, todo era oscuridad, un cuadro sin luz, algo más negro que la misma noche.
 
A… Akane…
 
De entre la oscuridad, apareció un muchacho brillando con una luz blanquecina que lo rodeaba. Caminaba tambaleando, con sus ropas rasgadas y su cuerpo sangrante. Era Ranma, quien arrastraba sus pies agotados, sin encontrar camino ante él. Sus pasos se dirigían rectos, pero sin destino. De pronto, se detuvo, prestando atención al resonar lejano de gotas cayendo.
 
¿Quién anda ahí?
 
Preguntó, sacando fuerzas de flaqueza.
 
¡¿Quién anda ahí?!
 
No hubo respuesta. Con el cansancio acribillando su cuerpo, intentó seguir caminando, pero se detuvo. El sonido de las gotas se hacía cada vez más cercano, como una bestia acechándolo oculta en las sombras.
 
¡Ya basta!
¡¿Quién está haciendo esto?!
 
Exclamó, nuevamente en vano. El sonido de las gotas parecía estar sobre él. Temeroso, pero mostrando en su rostro fortaleza y valentía, comenzó a buscar con la mirada la procedencia de aquel sonido, pero sólo había oscuridad. De repente, sintió una punzada en sus muñecas y las miró, el sonido de las gotas provenía de ahí, pues éstas estaban abiertas, derramando sangre en el oscuro suelo.
 
¡¿Qué está pasando aquí?!
¡Muéstrate, cobarde!
 
Sin embargo, sus gritos eran inútiles, pues estaba solo en ese lugar. Sus muñecas sangraban y no había nada que él pudiera hacer. Continuó buscando con la mirada por largos segundos, pero no encontraba nada, no había nadie. Rendido, bajó la mirada y con asombro descubrió que ya no estaba parado sobre una superficie tan negra como la oscuridad misma; ahora se hallaba sumergido hasta las rodillas en un gigantesco mar de sangre. Era como si las gotas que caían de sus muñecas lo hubieran formado, pero no era posible. Era inconcebible pensar que unas simples gotas pudieran crear tal mar… tal océano rojo.
Ahora sí demostrando su miedo, Ranma comenzó a agitarse de dolor, pues sin aviso alguno su cuerpo había comenzado a arder como si estuviese en llamas. Mientras esto ocurría, la oscuridad comenzó a agrietarse por todos lados, dejando entrar luz, pero él continuaba gritando, sin notarlo.
Los trozos de oscuridad finalmente cayeron, siendo sustituidos por una luz cegadora. Y al mismo tiempo que la oscuridad desaparecía, el cuerpo de Ranma comenzó a desintegrarse, como si estuviera constituido por partículas de polvo que eran llevadas por el viento. El dolor era insoportable, y se reflejaba en su rostro. No podía pensar en nada, ni razonar, ni tampoco sentir; sólo había una cosa gobernando su mente, un grito que provenía de su alma golpeada, un grito que ya no podía esperar más en salir y que necesitaba ser liberado…
 
¡¡AKANEEEEE…!!
 
El cuerpo del muchacho finalmente desapareció, y su voz quedó resonando en aquel gigantesco lugar rodeado de luz, como un testamento agónico de que alguna vez había existido un valiente joven llamado Ranma Saotome.
 
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
 
Akane despertó exaltada, irguiendo la parte superior de su cuerpo y, en el camino, arrojando al piso el pañuelo húmedo que habían puesto en su frente. Había sido sólo una pesadilla, la misma pesadilla que se había presentado en sus sueños muchas veces antes. No entendía muy bien de qué se trataba o por qué la tenía, tan sólo suponía que debía ser por su preocupación. Asimismo como lo hacía cada vez que esa misma pesadilla aparecía en sus sueños, decidió no tomarla en cuenta, sólo eran fabricaciones de su cabeza y nada más.
Miró a su alrededor y descubrió que estaba en su habitación, con su hermana mirándola preocupada. También estaban su tía Nodoka y la anciana que había estado discutiendo con su tío Genma. La luz de la noche penetraba por la ventana y la lluvia continuaba cayendo, constante, pero ya no tan fuerte.
—¿Te sientes bien, Akane? —preguntó Kasumi.
—¿Qué me ocurrió? —dijo. Le dolía un poco la cabeza.
—Te desmayaste, jovencita —respondió la anciana, de pie a un costado de su cama.
—¿Quién es usted? —preguntó la muchacha, observándola.
—Akane —dijo la señora Saotome, sonriéndole—, te presento a mi madre, Hatsue.
—Es un gusto, prometida de mi nieto —dijo ella cortésmente. Por un momento, Akane recordó a la bisabuela de Shampoo y su costumbre de llamar “futuro yerno” a Ranma—. Aunque me temo que no puedo decir que nuestro primer encuentro haya sido de los mejores.
Y claro que no lo era, pensó Akane, después de todo, esa anciana a la que recién había conocido le había espetado en la cara, sin una pizca de anestesia o compasión, algo que ella temía oír desde hace mucho tiempo.
—Señora —comenzó Akane—, ¿usted sabe qué le ocurrió a Ranma?
La anciana suspiró, pero la menor de las Tendo no supo interpretar si ese suspiro era por tristeza o por que ya estaba cansada de la misma pregunta.
—A ciencia cierta no lo sé, pequeña. No tengo idea de dónde pueda estar mi nieto o si está vivo o no —ante esas palabras, Akane sintió como si su estómago subiera a su garganta, la anciana lo notó—, pero no te preocupes, que tampoco estamos seguros de que esté muerto.
—Pero esta tarde… en el comedor…
—Ay, Akane —suspiró Nodoka—, te pido perdón en nombre de mi madre y espero que entiendas que es un poco insensible al momento de decir las cosas.
—¡No insultes a tu madre, muchacha! —exclamó la anciana. Nodoka le sonrió con gracia y siguió hablando tranquilamente:
—Es cierto que no sabemos dónde está Ranma, pero tampoco debemos desesperarnos y comenzar a hacer conjeturas trágicas. Mi hijo es muy fuerte y sé que, dondequiera que esté, estará bien.
Las palabras de su tía se sintieron como un gran refresco entre tanta tragedia. Al comienzo, cuando su esposo y su hijo habían desaparecido, y cuando Akane y su padre fueron a las montañas en busca de algún rastro de ellos, regresando con las manos vacías, Nodoka estuvo muy triste, se le notaba en el rostro, pero no podía dejarse caer. Viendo como también la familia Tendo se había visto afectada por lo sucedido, intentando mantenerse unida en la tempestad (dejando un poco de lado el tema de Nabiki), decidió ser fuerte también y ayudar un poco a Kasumi en las labores del hogar, yéndolos a visitar de forma más regular que antes. Había sido un gran pilar durante aquellos aciagos momentos.
—Tienes razón, tía —dijo Akane, sonriendo. Ya casi había olvidado cómo se hacía. De pronto, recordó algo a lo que recién comenzaba a tomarle el peso—. ¿Cómo está el tío Genma?
Nodoka refunfuñó y miró hacia otro lado. Quizás estaba feliz de ver que su marido estaba bien, pero se veía que estaba molesta con él por no haber cuidado debidamente de su hijo.
—Pues —la anciana comenzó—, se encuentra bien… aunque no sé si eso sea exactamente motivo de alegría. Ay, pequeña, la verdad es que me da mucha tristeza que tu suegro vaya a ser ese hombre, pero qué le vamos a hacer —la anciana tomó aire y miró a Akane directamente a los ojos, eso la asustó un poco—. A tu tío Genma, como tú lo llamas, lo encontré tirado en medio del desierto chino hace unos cuatro meses. Me habría dado lástima, pero la verdad es que me costó mucho decirme si llevármelo conmigo o dejarlo tirado ahí.
—¡Mamá! —exclamó Nodoka, a quien no le hacía gracia imaginarse a su marido muerto en el desierto.
—Sí, lo sé, lo sé —dijo la anciana, fastidiada—. Creo que debo sentirme orgullosa de mí misma, hija, te crié con un corazón de oro —la madre de Nodoka carraspeó la garganta y continuó hablando—. Como te decía, lo encontré tirado en el desierto, inconsciente y malherido, y lo llevé a mi casa en un pueblo cercano.
—Pero ¿qué estaba haciendo en China? —preguntó Akane.
—Ni yo misma lo sé, pequeña, pero puede estar agradecido de que lo haya encontrado. No me mires así, que dudo mucho que haya sido una coincidencia. Esas cosas no existen —sentenció, interpretando el rostro de Akane—. Bueno, durante su estancia en mi casa, le pregunté qué había ocurrido y me contó lo poco y nada que alcanzaste a oír cuando llegaste esta tarde: que había estado entrenando con mi nieto en las montañas y que de pronto despertó en mi casa. Como siempre, ese inútil no sirve ni siquiera para explicar bien las cosas.
—Ya veo… —dijo Akane, bajando la mirada, algo triste.
—Tranquila, hermanita —intentó animarla Kasumi, sonriendo—. Ya verás que Ranma va a aparecer muy pronto y que todo va a ser como era antes.
¿Como era antes? Akane se dejó llevar por sus pensamientos. ¿Cómo eran las cosas antes?, se preguntó, había pasado tanto tiempo desde que Ranma se había ido, que los recuerdos de como eran las cosas antes de su desaparición parecían algo ocurrido hace mil años o más. Como todo era antes… Eran palabras muy fáciles de decir, quizás demasiado fáciles para alguien que no estaba sufriendo como ella. ¿Es que nadie la entendía? Ahora todo era más confuso en su cabeza. Al llegar esa tarde a casa, y al encontrarse con su tío Genma vivo y saludable, tuvo que abrir los ojos a una verdad que había creído aceptar, pero que no había asimilado por completo. Como todo era antes… De pronto, Akane comenzó a sentir ira en su interior, un fuego alimentado por la tristeza, la confusión y hasta por un poco de desesperación. Había tenido que soportar muchas cosas desde que Ranma se había ido, y ahora su padre aparecía y él no; y ahora aparecía una anciana que tomaba todo este asunto a la ligera y él no. Ya no podía soportarlo más, necesitaba explotar.
—¡Qué sabes tú de cómo van a ser las cosas, Kasumi! —exclamó mientras saltaba de su cama, sorprendiendo a las tres mujeres junto a ella— ¡Además, no entiendo por qué si el tío Genma apareció en China, usted no hizo nada por encontrar a su nieto, señora!
La anciana estaba sorprendida, pues no se esperaba que Akane tuviera un carácter tan volátil (nadie le había dicho nada, al parecer), pero no lo demostraba. Su rostro seguía impávido, como si la prometida de su nieto nunca hubiera dicho nada.
—¿Quién dice que no busqué a mi nieto, pequeña? —dijo la anciana, demostrando fuerza en su voz, pero pronunciando cada palabra con calma— Busqué por diversos lugares de China, hasta contacté a personas influyentes para ver si sabían algo de él o de alguna organización que gustara de hacer desaparecer a luchadores japoneses; hice cosas que ninguna persona en su sano juicio hubiera hecho para encontrarlo, pero no obtuve los frutos esperados, así que volví con Genma a Japón para ver si ustedes sabían algo.
—¡Pero al final no consiguió nada! —gritó Akane, inundada por la exasperación.
—¡La ira no te servirá de nada en esta situación, jovencita!
—¡Pues es lo único que tengo!
Y dichas esas palabras, Akane salió corriendo de su propia habitación, dejando a Kasumi y a Nodoka sorprendidas y a la anciana mirando la puerta de una manera muy seria.
—Perdónela, señora —dijo Kasumi, manteniendo la compostura—. Ha estado bajo mucha presión últimamente.
Pero la anciana no dijo nada, sólo se quedó mirando la puerta por la que la menor de las Tendo había salido hacía algunos segundos. La lluvia que golpeaba en el techo de la residencia no logró amortiguar el golpe de la puerta principal de ésta cuando Akane la cerró, corriendo con su rostro cabizbajo hacia las calles mojadas.
 
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
 
Akane…
 
“¿Qué quieres?”, pensó Akane. Nuevamente el cuadro oscuro.
 
¿Dónde estás, Akane?
 
Era la voz de Ranma, no cabía duda. Nuevamente aparecía caminando dentro de la oscuridad, nuevamente arrastrando los pies… nuevamente malherido.
 
“¿Qué ocurre, Ranma?”
 
Ayúdame, Akane.
 
Nuevamente el mar de sangre, las muñecas abiertas, la oscuridad agrietada.
 
“¡¿Estás bien, Ranma?!”
 
No dejes que se acerquen a mí, Akane…
 
Nuevamente el dolor, el ardor del cuerpo, la caída de la oscuridad, la entrada de la luz. Todo era igual.
 
¡No quiero irme, Akane!
¡Ayúdame!
 
De pronto, hubo una diferencia en el sueño. Akane bajó del cielo, sin ropas, siendo la fuente de la luz cegadora que invadía todo el lugar y acababa con las tinieblas. Descendió hasta donde estaba Ranma, quien se aferraba a sus propias ropas con fuerza, y lo abrazó.
 
“Ya está todo bien, no tienes que irte a ningún lado”
 
Ranma le sonrió y la miró con sus ojos llorosos. El dolor se había ido.
 
Hasta siempre, Akane…
 
Y en los brazos de Akane, sin que ésta pudiera hacer nada, Ranma comenzó a desintegrarse, poco a poco, pedazo a pedazo.
 
“¡No Ranma, no te vayas!”, gritó ella intentando aferrarse a su cuerpo, pero ya era tarde, Ranma ya no existía. Se quedó abrazándose a sí misma, arrodillada en el suelo que ya no era un mar rojo, sino que algo similar al cielo. “Ranma…”, murmuró, y de pronto la oscuridad comenzó a crecer en torno a ella, y lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. “Ranma…”, volvió a repetir con tristeza, pero ya todo había terminado. Ahora era ella la que estaba envuelta por las tinieblas, atrapada en un cuadro más negro que la noche.
 
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
 
Akane abrió los ojos de golpe. Se había quedado dormida bajo la saliente del techo de la puerta de entrada de la abandonada clínica del doctor Tofu. Estaba sentada en el suelo frío y humedecido por la lluvia que aún caía, con ambas piernas sujetadas por sus brazos y su cabeza oculta entre éstas. Nuevamente había tenido esa pesadilla, ya parecía una broma. Aquel sueño no la dejaba de perseguirla. Muchas veces temía irse a dormir, pues podía volver a ver lo mismo mientras lo hacía… y muchas veces así era. Parecía injusto. No sólo debía estar preocupada por la desaparición de su prometido, sino que también por las mismas trampas que armaba su cabeza. Era injusto.
No sabía qué hora era, sólo suponía que debía ser tarde en la noche, aunque tampoco sabía por cuánto tiempo había estado dormida. Se levantó lentamente y comenzó a caminar por las calles desiertas, sin importarle ser mojada por la lluvia, después de todo, su uniforme de la escuela ya estaba completamente empapado. Caminaba sin rumbo, tal como lo hacía Ranma en su sueño, sin levantar la cabeza, con su mirada perdida en el pavimento, intentando pensar en cosas alegres que ya no nacían en su mente. Se sentía muy mal, peor que antes. No sólo porque ahora estaba segura de que Ranma estaba corriendo un gran peligro (no podía encontrar otra razón para que no hubiera vuelto, claro, otra razón podría ser que ya no estuviera vivo), sino también porque había explotado, insultado en el camino a su hermana Kasumi, que no tenía culpa de nada, y discutido con la abuela de su prometido, madre de su tía Nodoka y suegra de su tío Genma. Todo iba de mal en peor en su vida, y ya no sabía qué hacer. Quizás no había nada que ella pudiera hacer.
De pronto, Akane levantó la mirada. No se había dado cuenta de cómo había ocurrido, pero se encontraba frente al restaurante de Shampoo, el Neko Hanten. La lluvia resonaba en el techo y las luces estaban apagadas, supuso que ya todos estaban durmiendo, pero no pudo evitar una melancólica sonrisa al ver que todo se veía vacío y triste, sentimientos que en ese momento se unían en su corazón.
—Ese lugar también está desierto —dijo una voz detrás de ella.
Akane se giró inmediatamente al escucharla, descubriendo que la anciana Hatsue era quien le había hablado. En una mano tenía un paraguas que protegía su cuerpo de la lluvia, y en la otra, otro paraguas que entregó a Akane. Ésta lo abrió, para protegerse también.
—¿Qué hace usted aquí? —preguntó— ¿Cómo supo que yo estaba aquí?
—Ya te he dicho que las coincidencias no existen, ¿verdad? —dijo ella, mientras avanzaba hasta quedar de pie junto a Akane—. Llevo mucho rato esperándote aquí —la anciana levantó la vista para ver el oscuro restaurante y repitió lo que había dicho—. Este lugar también está desierto.
—¿A qué se refiere?
—¿No es lógico? —preguntó ella en respuesta, observando a Akane con una pequeña sonrisa— Los propietarios de este lugar también se marcharon.
—¿Shampoo y los demás?
—Así es, jovencita, Shampoo y los demás. Ya no están aquí. ¿No sientes la soledad de este lugar, como si estuviera extrañando a sus habitantes?
Ahora que lo decía… Sí, era eso lo que sentía, ese vacío y esa soledad, pero ¿por qué se habían ido ellos también? Primero Ukyo, ahora ellos, y eso sin contar lo de Yuka y Sayuri o lo de P-chan.
—Pero… ¿por qué? —preguntó Akane, dándole voz a sus pensamientos.
—Quién sabe… —murmuró la anciana— Sólo puedo decirte que en estos momentos debes ser fuerte, pequeña Akane —dijo, tratándola por primera vez por su nombre—. Sé que esto no debe ser fácil para ti. De hecho, sé que esto debe ser más difícil para ti que para cualquier otro, ya sabes, irte quedando cada vez más sola, que todos tus amigos más cercanos se vayan de tu lado uno a uno y la desaparición de mi nieto. Debes ser fuerte y no dejarte abatir, jovencita. —dicho aquello, la anciana dio media vuelta y se dispuso a marchar.
—¡Espere! —exclamó Akane, pero la anciana no detuvo la marcha— ¿Por qué sabe tantas cosas?
La anciana se detuvo y volteo la cabeza, mirando a la prometida de su nieta con una cándida sonrisa.
—Porque necesito saberlas —respondió y prosiguió su marcha. Akane hizo el amago de seguirla, pero la anciana le habló sin siquiera voltearse—. No es a mí a quien tienes que seguir. Si caminas en dirección contraria a la mía encontrarás a quien necesitas ver.
Akane se quedó muda, observando como la pequeña anciana se marchaba bajo la lluvia. ¿Que si caminaba en dirección contraria a la de ella encontraría a quien necesitaba ver? No entendió si era una metáfora o algo literal, pero de todas formas no tenía nada que perder, así que dio media vuelta y echó a andar, alejándose cada vez más del Neko Hanten.
Al cabo de unos minutos de caminata, un hombre apareció ante ella, con su cuerpo protegido por una dañada sombrilla roja, con un sucio pañuelo amarillo amarrado en su cabeza. Era Ryoga, quien se veía demacrado, con marcadas ojeras en su rostro y sus ropas sucias. El muchacho la reconoció al instante, pero en su rostro no se mostró ni alegría ni sorpresa, más bien parecía miedo.
—¿Ryoga? —preguntó Akane, sorprendida de verlo— ¿Qué haces aquí?
—A… Akane… —murmuró él, con sus ojos muy abiertos y la boca reseca.
Continuaron observándose en silencio por un largo rato, sin moverse. Algo andaba mal, parecía haber un gran y oscuro muro entre ellos, un muro que hacía parecer que eran dos personas que jamás se habían visto, dos desconocidos que acababan de encontrarse. De pronto, de entre las lejanías del cielo, un gran trueno resonó y la lluvia se volvió cada vez más fuerte.
 
.: Parte 3 Una mano amiga :.
 
Se despertó lentamente, sediento y confundido. ¿Por qué estaba vivo, no había sido su destino sellado ya? Pues, al parecer, no había sido así. Aún respiraba y era capaz de sentir todo el dolor de su cuerpo. ¿Qué estaba ocurriendo?
Lentamente abrió los ojos, encontrándose de frente con el cegador resplandor del sol. Se esforzó por acostumbrarse al brillo tan distinto a la muerte a la que pensaba que había llegado, y por fin pudo observar qué sucedía a su alrededor. No estaba solo, había mucha gente cerca de él. Recobrando lentamente sus sentidos, intentando mantenerse cuerdo a pesar de todo lo que se le estaba imponiendo en la mente, se percató de que ni siquiera estaba tirado sobre las arenas del desierto, al contrario, estaba sobre la espalda de un alto y fornido hombre que lo iba cargando. Vestía una túnica blanca sobre todo su cuerpo, y tenía su cara cubierta por una especie de sombrero árabe que lo protegía del calor.
Aturdido, volteó para mirar hacia atrás, pues escuchaba voces que hablaban en un idioma desconocido para él, y se percató de que estaba a la cabeza de una especie de fila, una caravana de muchos hombres, mujeres y niños vestidos igual que la persona que lo cargaba. No entendía nada.
De pronto, escuchó la voz de una muchacha a su izquierda y dirigió la mirada hacia donde estaba. Ella también lo observaba a él, mostrando sorpresa y curiosidad en su rostro. Rápidamente, la muchacha jaló del traje del hombre que lo cargaba, diciéndole algo. El hombre sorpresivamente volteó hacia él, mirándolo con el rabillo del ojo:
—Así que ya estás despierto —le dijo en un perfecto japonés—. Tuviste suerte, muchacho, si no hubiéramos pasado por donde estabas tirado, te habrías convertido en otro caminante de las sombras.
Dichas esas palabras, el hombre soltó una sonrisa y le guiñó el ojo con el que lo miraba. Él intentó regresar el gesto, pero antes de darse cuenta, había vuelto a perder el conocimiento.
 
====================================================
FIN DEL CAPÍTULO I
====================================================
 
Palabras del autor (originalmente escrita para ff.net):
Bienvenidos sean todos a este fan fiction. Espero que lo estén disfrutando y que les haya gustado como va quedando, pues hace mucho que no escribía algo.
 
La verdad es que tenía planeado un primer capítulo más largo, pero creo que quedó justo y preciso. Aunque también debo admitir que este capítulo quedó muy poco concluyente, pues explicó muy pocas cosas y lo único que hizo fue dejar abiertas varias puertas extrañas y, a veces, hasta hostiles. Pero eso ha de verse en las siguientes entregas, ¿no? Pues la historia casi no ha comenzado a desarrollarse y sólo se ha mostrado una pequeña porción de la punta del iceberg. Espero que me acompañen en esta aventura.
 
También debo admitir que este estilo de escritura (el “oscuro” o “dark”) se aleja mucho de lo que es Ranma 1/2 realmente, una comedia romántica, pero ¿qué puedo decir? No tengo excusas. No creo ser muy bueno para hacer comedias (aunque nunca lo he intentado), pues… no quiero decir que sea un tipo aburrido (al menos, espero no serlo a ojos de los demás), pero no se me da muy bien aquel género. De todas formas, espero que a los amantes de este género, y a los que recién comienzan a tomarle el sabor, les esté agradando la historia y estén esperando saber qué sigue. No puedo prometer fechas de entrega, pues tengo muchas cosas que hacer en mi vida personal y otros ámbitos de mi vida en Internet, pero espero no tardar tanto entre un capítulo y otro. Quiero, en pocas palabras, que disfruten de este gran proyecto que intento llevar a cabo.
 
Por último, debo decir que nuevamente me veo sometido a los problemas que da el sistema de esta web para con los textos no escritos en inglés. Si en éste u otro capítulo ven errores gramaticales, como por ejemplo, la desaparición de un signo “¿” o “¡”, espero que entiendan que no es culpa mía, sino de el sistema de aceptación de texto (o como se llame) que se usa aquí, pues en mi adorada versión que escribo en el Work todo se ve tal y como quiero dejarlo (porque también este sistema me borra las sangrías y me separa todos los párrafos… ni siquiera puedo hacer emoticons sin tener miedo a que fallen *lágrimas*), espero poder subir esa versión algún día en algún lugar.
 
En fin, basta de lamentaciones. Repito que espero que les haya gustado la historia y comienzo a despedirme, que ya es muy tarde y mañana se acaban mis vacaciones.
 
Un saludo a todos.
KilyK