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Entre Ninfas Y Humanos

Capítulo 4: Iguales diferencias

Todo era silencio esa noche. Las estrellas se negaban a brillar, los negros nubarrones con promesas de lluvia cubrían casi por completo el cielo, la luna menguante no podía brillar. Ni un chirrido de los grillos, ni aullidos. Parecía que tanto animales diurnos como nocturnos habían decidido dormir esa noche.

Tal vez era señal de luto.

El silencio sepulcral les ayudaba a cuatro pequeñas sombras que iban lo más deprisa que podían. Si alguna vez tenían que utilizar su entrenamiento, era ahora. Igualar sus respiraciones a las de las criaturas dormidas, adaptar su vista a los paisajes oscuros de un bosque prohibido. Cuidar sus pasos, para que aun cuando fueran rápidos, fueran lo suficientemente sutiles para no romper ni una vara.

Ahogando una maldición, una de las sombras se detuvo unos instantes. Sus compañeros se detuvieron, mientras la otra sombra se quitaba la bota, la volteaba y tiraba pequeñas piedras en el suelo. Los otros tres tuvieron que evitar las risas.

-- "No entiendo como es que siendo botas, se me pueden meter tantas piedras."

-- "Suele pasar Clef. ¿Ya estas listo?"

-- "Eso creo. ¿Les he mencionado que es una mala idea?"

Un suspiro de resignación escapo de los labios de los dos chicos que parecían mayores. El otro solamente entorno sus ojos, algo exasperado, antes de responderle.

-- "Sólo unas cuántas veces. Vamos Clef -un rayo de luna se filtró por las ramas, iluminando los ojos dorados del chico- ¡piensa en todo lo que podemos lograr!" dijo en suave tono, pero que mostraba su alegría ante la evidente aventura que se le ofrecía.

-- "Entonces, Ferio -dijo ignorando lo último que le había dicho el otro chico-. Si he dicho tantas veces que es una mala, no, una pésima idea, ¿por qué no me escuchan?" dijo el niño de cabellos lila, elevando su voz con cada palabra, antes de que sus otros dos compañeros lo callaran.

-- "Clef. Quieto y más bajo. No queremos despertar a todo el bosque." Dijo, acercándose a él un muchacho más alto que él, sus cabellos rubios resplandeciendo.

-- "Amigos. Clef. No les pido que confíen en ellas. Pido que confíen en mi. Por favor."

Los otros tres se miraron los unos a los otros, antes de que con un suspiro, Clef volviera a ponerse la bota y se levantara. A pesar de tener casi la misma edad, era más bajo que sus compañeros.

-- "En fin. Si algo sale mal, al menos iré yo. Pero Latis... no prometo que vaya a creer en ellas."

Una sonrisa se formó en los labios del chico de ojos color violeta, antes de que su rostro volviera a ser inflexible. Asintió suavemente, con Águila, Ferio y Clef a sus espaldas.

Entonces, de entre unos arbustos, brinco una cosa blanca, asustando a Águila, Ferio y Clef. Latis la sostuvo, casi sonriendo.

-- "Me alegra volverte a ver Mokona."

-- "Latis, -preguntó Águila- ¿qué es esa cosa?"

-- "Es una amiga. Se llama Mokona. Mokona, ellos son mis amigos."

Tanto Águila como Ferio, pudieron asegurar que Mokona había sonreído. Luego, brinco de los brazos de Latis a los de Águila y luego a los de Ferio, muy contenta. Clef la miro algo extraño, aun desconfiando de toda la situación.

-- "¿Seguro que no es un animal salvaje? Podría ser una trampa de ella."

Mokona, pareciendo ofendida, brinco de los brazos de Latis a Clef, duramente en su cabeza, mandándolo al suelo. Ferio tuvo que taparse fuertemente la boca para evitar deshacerse en risas. Águila dejó escapar una risa suave, hasta que Clef volteó a verlo, logrando que Águila de repente fingiera estar muy interesado en los árboles.

-- "Perdónala Clef, pero no le agrada que la gente sea grosera con ella."

-- "De acuerdo. Pero mantengan a esa bola lejos de mi, o no prometo nada."

Entre risas, los demás asintieron, antes de empezar a caminar. Nuevamente, Clef suspiró, moviendo negativamente la cabeza.

-- "Esto es una mala idea. Mala, mala, mala..."

~*~*~

-- "¡Mala, mala, mala, mala idea! ¿podrían dejar de ignorarme y hacerme caso por favor?" grito con desesperación una pequeña ninfa, sus cabellos azules sujetos en una cola de caballo, para evitar tropezarse con el. Sus ojos azules brillaban con furia, y cuando sus amigas se detuvieron, supo que más de una estaba haciendo esfuerzos por no reír. No era un gran consuelo, sabiendo que sólo eran cuatro en total.

-- "Lo siento Umi. Quizá te habría hecho más caso si no hubieras dicho eso.... no sé, más de ¡quinientas veces!" dijo otra joven ninfa, viendo hacia atrás, donde estaba Umi. Los cabellos rosados de la joven también estaban sujetos en un moño, también para no tropezarse. Delante de ellas iban dos ninfas, una de cabello rojizo largo, sujeto en una trenza, idéntica físicamente a la pequeña de cabellos rosas, y la otra, de cabellos dorados que se ondulaban en las puntas y tristes ojos verdes.

El pequeño grupo se detuvo en las ramas, procurando no hacer ruido. Era obvio que tanto Umi como Nova no aprobaban lo que estaban haciendo. Fuu estaba sentada, sin ninguna expresión en su rostro. Sólo se notaba la tristeza de su mirar.

Hikaru estaba indiscutiblemente cansada. Era la segunda noche que no dormía, y había estado la mayor parte de la tarde tratando de convencer a Umi y a Nova. Sorprendentemente Fuu no se había negado. Había salido de su callado estado, había volteado a verlas, y había murmurado simplemente "De acuerdo" para volver a abrazar sus rodillas y ver el reflejo del agua. Casi no había tenido tiempo de sentirse mal por su amiga. Inmediatamente luego de la respuesta de Fuu, Nova y Umi empezaron a reclamar. Pero no habían conseguido respuesta de la chica.

Convencer a Nova y a Umi le había costado mucho más trabajo. Ellas no consideraban que fuera seguro que sólo ellas se acercaran a cuatro peligrosos humanos.

No importaba que Hikaru hubiese conocido a uno `supuestamente' inofensivo. Probablemente era una trampa.

No importaba que le dijera que no les harían daño. Después de todo, los humanos siempre utilizaban cualquier medio para obtener sus resultados.

Convencer a Nova le había costado, pero luego de que había puesto una mirada triste, decepcionada y a punto de llorar su hermana no pudo decir que no. No soportaba ver a Hikaru triste.

Y Umi, luego de que Nova había aceptado, decidió ir para protegerlas, según dijo.

-- "Falta poco. Pronto llegaremos."

-- "Si, a nuestra muerte."

-- "¡Umi!"

-- "Es la verdad Hikaru. Acercarnos tanto a humanos. ¡Y tú! Pasaste toda una noche con un humano."

-- "Latis es bueno."

-- "Tanto como una mordida de serpiente. Confías demasiado en las personas hermana." Dijo Nova, viendo seriamente a su hermana.

-- "Pero Innova también confía en él."

Ante esto, tanto Umi como Nova se callaron. No podían explicar como era que el guardián del bosque, Innova, hubiese confiado en un humano. Era simplemente algo que no cabía en su mente. Aunque un humano podía engañar a una ninfa, y más aun a una tan inocente como Hikaru, no había forma de que engañara a los guardianes del bosque, Mokona e Innova. Y si lo que Hikaru decía era cierto, que las criaturas legendarias confiaban en los humanos... Tenía que ser por algo.

-- "Vamos antes de que me arrepienta de no haberle dicho nada a mi mamá y a mi papá." Dijo Umi, volteando el rostro para que Hikaru no pudiera ver sus ojos.

-- "Yo voy sólo para cuidarte, hermanita. Y como estás decidida, será mejor apurarnos."

Eso puso fin a la discusión. Nuevamente se levantaron, cuidadosas de los nidos y las ramas frágiles, y con un ágil salto, se perdieron en el mar de oscuridad y hojas.

~*~*~*~*~

-- "Ya es tarde."

-- "Clef, no quedamos en una hora particular."

-- "Entonces, ¿cómo sabes que no es tarde?"

Latis suspiró, harto de discutir con Clef. Habían llegado hacía una hora al claro donde debían encontrarse con Hikaru y sus amigas, y hasta ese momento, no habían llegado. No quería pensar que lo hubiera engañado. Tal vez lo que había pasado es que habían tenido problemas para salir. O tuvo que convencer a una más que a las demás, igual que le había pasado a él.

Era un retraso temporal. Algo momentáneo.... llegarían de un momento a otro, seguramente.

-- "Latis, se han tardado mucho. Tal vez deberíamos...." aventuró Águila. Latis volteó a verlo, negando con la cabeza. Mokona también parecía decirles que esperaran un poco más.

Alzó la vista lentamente, la luz de luna bañando su pálida piel, volviendo sus ojos aun más violeta, su mente peleando contra la necesidad que presentaban sus párpados de tan sólo cerrarse unos momentos. Sólo descansar unos momentos, en lo que llegaban. No estaba seguro de poder despertar si es que los cerraba.

Debió de haberse quedado dormido unos momentos, porque cuando abrió los ojos, todo estaba oscuro. Trató de encontrar la luz que antes brillara en la noche, haciéndola casi tan clara como el día, pero sólo un débil rayo plateado caía en el pasto. Volteó los ojos lentamente, viendo a sus amigos, todos sentados, esperando, nerviosos.

Siguió con la vista el débil rayo que se colaba entre el cúmulo de gruesas nubes, viendo como se iba haciendo más y más grande. Entonces, en el claro, se vieron claramente cuatro figuras casi humanas, y una completamente animal aparecieron. Los cuatro se levantaron rápidamente, Latis sintiendo una sonrisa en los bordes de su boca.

Sin darse cuenta, él también empezó a caminar hacia donde se acercaban las chicas.

Más rápido, casi corriendo, y pudo escuchar las pisadas de Clef, Paris y Águila detrás suyo.

Pudo ver como Hikaru, que parecía ser la más pequeña de sus amigas, quiso acercarse corriendo, pero también vio como otra ninfa, que seguramente era su hermana, la sostenía de la mano, impidiendo que fuera demasiado rápido. Esa ninfa tenía el ceño fruncido, al igual que otra chica, cuyo cabello parecía ser plata. Debía tener el cabello claro. La otra chica, la única de cabello corto, debía tener el cabello rubio, un poco más fuerte que el de Águila, porque tenía un tono parecido al del cabello de su amigo.

-- "¡Latis! ¡hola!"

-- "Hola Hikaru. Buenas noches" dijo inclinándose levemente Latis. La única que respondió a su saludo, también inclinándose, fue Fuu. Umi, cruzada de brazos, apenas se molesto en inclinar la cabeza levemente. Nova los miraba como si fueran un molesto insecto.

-- "Ellas son mis amigas y mi hermana. Ella es Umi, ella es Fuu, y ella es mi hermana, Nova."

-- "Mucho gusto. Ellos son Águila, Ferio y Clef."

-- "Un placer conocerte, Hikaru." Dijo Águila, acercándose a la pequeña ninfa, antes de que Nova se pusiera enfrente de su hermana, mostrándole los dientes al niño, con todo, pareciendo un tigre.

-- "¡No te le acerques a mi hermana, basura!" dijo entre dientes apretados.

-- "Lo siento. Pero no soy basura"

-- "Eres humano, ¿no?"

-- "¿Qué quieres decir con eso?" dijo Clef, uniéndose a la discusión, los ánimos elevándose cada vez más.

-- "Quiere decir que TODOS los humanos son basura" dijo Umi, viendo enojada al muchacho.

-- "¿Segura que no es al revés? ¿Qué las ninfas son la basura?" dijo Clef. Nova y Águila estaban viendo esto bastante divertidos, mientras, Hikaru y Latis trataban de calmarlos.

-- "¡Repite eso, enano!"

-- "¿Cómo me dijiste?"

-- "¡Enano!"

-- "¡No lo soy!"

-- "¡Si lo eres!"

-- "¡Eres un enano!"

-- "¡Claro que no! ¡Lo que pasa es que tu eres una gigante!"

-- "¡Se supone que eres mayor que yo, y soy de tu tamaño!" dijo la pequeña Umi, mostrándole a Clef que efectivamente, a pesar de que ella tenía nueve años y él doce, eran casi del mismo tamaño.

-- "¡Basura!" empezó Nova nuevamente, golpeando a Águila. Él le sostuvo las manos, perdiendo su paciencia.

-- "¡Tonta!"

-- "¡Error de la naturaleza!"

-- "¡Monstruo!"

-- "¡Nova! ¡Umi! ¡No peleen!"

-- "¡Águila, Clef! ¡Basta!"

Los únicos que seguían viéndose, sin entrar a la discusión eran Fuu y Ferio. Los dos seguían viéndose, Ferio sonriendo alegremente, y Fuu tímidamente. Entonces, ignorando a los que estaban peleando, Ferio se acercó hasta donde estaba Fuu, y sonriendo estiró su mano.

-- "Mucho gusto. Mi nombre es Ferio."

La pequeña vio al muchacho por unos segundos, antes de voltear a ver su mano, lo miro en forma cuestionante. Él se frotó la nariz con la otra mano, cerrando un ojo de manera pícara.

-- "Es una manera de saludarse. No es nada malo."

Entonces, la ninfa levantó su mano, y temerosamente, tomó la del muchacho. Él la apretó suavemente, y la ninfa sonrió.

-- "Mi..... mi nombre es Fuu. Mucho gusto."

Y fue entonces cuando se dieron cuenta que nuevamente, en la noche, gobernaba el silencio.

Voltearon levemente, y con lo que se encontraron casi hizo que se pusieran a reír. Fuu se tapo la boca, para evitar reírse, y Ferio tuvo repentinamente un ataque de tos, que podía muy bien ser considerado como risa.

Nova, Umi, Águila y Clef estaban con la boca abierta, y los ojos aun más, mirándolos sorprendidos. De vez en cuando uno trataba de hacer un comentario, pero entonces, nuevamente se quedaban callados, sin saber que decir ni que hacer. Hikaru y Latis también los miraban, pero al contrario de ellos, tenían grandes sonrisas en el rostro.

-- "Pe...pe....pe.....pe.....¡Pero Fuu!" empezó Umi, finalmente rompiendo el silencio.

-- "¡¿Ferio?!" Chilló Clef, de una manera en que sus ojos parecían estar a punto de salirse.

-- "¿¿¿CÓMO PUDISTE???" Gritaron los dos al mismo tiempo.

-- "¿Cómo pude, que?"

-- "Si Umi. ¿Qué pasa?"

-- "¡Es un humano!"

-- "¡Es una ninfa!"

-- "¿Y?"

-- "Fuu, por si no lo recuerdas, ¡los HUMANOS mataron a tu hermana!" grito Umi.

-- "Ferio, ¿no fueron las ninfas las que mataron a tu padres, y provocaron que tu tío perdiera la memoria?" dijo Clef, cruzándose de brazos.

Los dos guardaron silencio, viendo hacia el suelo. Y Hikaru, por primera vez en su vida, tuvo deseos de gritarle a Umi. No podía entender porque se estaba portando de esa manera. Lo único que provocaría un comportamiento así, era que el mundo llorara mucho más, y que nadie estuviera a salvo.

-- "Pero.... él no fue el que mató a mi hermana." Empezó suavemente Fuu, llamando la atención de todos los presentes. - "Él es sólo un niño como yo."

-- "¡Es humano!"

-- "No por eso es culpable de esas muertes. De ser así, yo también he matado mucha gente, porque soy ninfa, y muchas de las ninfas mayores han atacado a los humanos."

-- "¡Pero eso es ridículo!" exclamó Nova, enojada, sintiendo como si estuviera perdiendo la discusión. No le agradaba perder, y la sonrisa que Hikaru le estaba dando a Fuu no hacía las cosas nada fáciles.

-- "¿Lo es? Piénsalo bien, Nova. Yo lo único que sé es que no quiero que haya más muertes. Dime Umi, ¿te gustaría que Lira ocupara el lugar de mi hermana en unos años?"

El color huyó del rostro de Umi. Lira era su hermana menor. Apenas tenía seis años, y todas la trataban como una hermanita. Y Umi la adoraba. Haría lo que fuera por ella, por protegerla.

-- "¡Claro que no!"

-- "Entonces, lo mejor es olvidar el odio. Así como yo no tengo la culpa de la muerte de sus padres, él no tiene la culpa de la muerte de mi hermana."

Todos se quedaron en silencio, visiblemente afectados por las palabras de Fuu. E incluso ella estaba sorprendida por sus palabras. O quizás era la mano de Ferio que seguía tomando la suya, no podía saberlo.

Umi, en especial, había sido afectada. El pensar en que Lira pudiera terminar en una situación parecida a la de Esmeralda.... es decir, si era verdad lo que Hikaru había dicho...... eso no le ayudaba mucho. Hikaru nunca mentía.

Hikaru agradeció en el alma las palabras de Fuu, y la confianza que le brindaba. Volteó ligeramente para ver a su hermana, que parecía estar considerando seriamente las palabras de la rubia niña. Al menos, ahora no estaba viendo con planes asesinos a Latis. Volteó a verlo ligeramente, y notó que estaba observando las reacciones de sus amigos. Sus ojos se encontraron unos momentos, y se sonrieron.

Entonces, Hikaru vio a Umi. Al parecer, la pobre nunca había pensado en la posibilidad de que su hermanita pudiera sufrir algún daño, y Hikaru sintió lástima por ella.

Sabía que Umi no se perdonaría si algo le pasaba a Lira, y ella no había hecho algo por evitarlo. Últimamente había estado muy angustiada por ella, ya que en las noches, Lira se había levantado llorando, diciendo que `el cielo llora y también el bosque'.

Un momento.....

-- "¡Lira ha escuchado a los ángeles!" Gritó Hikaru, sorprendiéndose.

Toda la atención que había estado en Fuu y en Ferio, se volteó hasta la pequeña ninfa.

-- "¿Qué estás diciendo?" preguntó angustiada Umi.

-- "¡Ella ha estado diciendo que el cielo y el bosque lloran, en sus pesadillas!"

-- "Bueno, si, pero....."

-- "Ayer en la noche, pude escuchar un llanto." Mencionó Latis suavemente. - "Y mi hermano me había dicho que venía del bosque....."

-- "Esmeralda había comentado sobre los ángeles llorando..... pero nunca los he escuchado." Dijo Fuu levemente, la pelea anterior olvidada.

-- "Creo que he escuchado a mi abuelo decir algo sobre eso..... pero tendría que preguntarle..... usualmente habla más sobre plantas y sobre pociones...." empezó a decir Clef, antes que Ferio lo interrumpiera.

-- "Su abuelo es el curandero de la aldea. Lo hace estudiar día y noche horribleslibros, horripilantemente gruesoslibros."

-- "No día y noche, Ferio. Si no, no estaría aquí. Al menos, no tengo que ir a esas cansadísimas prácticas que tu tío les hace pasar. Su tío es el líder de la aldea" explico Clef a las ninfas.

Y empezó una conversación bastante amable, que ciertamente no hubiesen considerado capaces de tener unos minutos atrás. Salvo Nova y Águila, todos estaban participando, y antes de que se dieran cuenta, estaban quejándose sobre sus padres, maestros y parientes.

Águila estaba en silencio, y sin saber porque, Nova se sintió obligada a hablarle.

-- "Oye, rubio, ¿estás bien?"

-- "¿Ehh? Ah si. No te preocupes."

-- "No lo hago. Sólo que parecía que estabas pensando algo muy serio."

-- "Bueno... lo que pasa es que mi hermano menor Zaz dijo algo por el estilo."

-- "¿Si?"

-- "Dijo que todo estaba llorando. No le creí, pero ahora.... no lo sé, realmente no lo sé. -Sonrió, tratando de olvidar toda señal de preocupación, e incluso Nova tuvo que admitir que su rostro cambiaba completamente cuando sonreía- Probablemente sólo sea una coincidencia."

-- "Las coincidencias no existen."

-- "¿No se te puede dar gusto con nada, verdad?"

Nova estaba a punto de responderle, pero se dio cuenta que sólo estaba bromeando con ella, y dándole una sonrisa que pretendía ser amable, pero era traviesa..

-- "Tú...."

-- "¡Te toca, hermana!" y entonces, Hikaru la golpeo suavemente en el hombro, y en ese momento, todos, menos Águila, se alejaron de ella.

-- "Muy bien. ¡Rubio, tú la traes!"

Y quizá, sólo quizá, golpeo un poco más fuerte de lo que necesitaba a Águila.

Y empezaron a jugar, persiguiéndose el uno al otro, olvidando todas sus preocupaciones, y por primera vez en años, llenando el bosque con otro sonido, a parte de los lamentos.

~*~*~*~*~

Unas horas más tarde, cuando los niños habían decidido irse cada uno a su casa -no sin antes haberse prometido reunirse nuevamente la siguiente semana-, el claro parecía estar en silencio.

Justo entonces, surgió un gran resplandor, dos figuras aparecieron analizando todo el lugar con cuidado. Eran un hombre y una mujer. El hombre se arrodillo junto a una cruz, y donde el suelo estaba casi completamente cubierto de flores blancas.

-- "Lágrimas de ángeles. Hacía tiempo que no las veía."

La mujer sólo asintió, mientras de la nada, apareció un arpa. Se sentó en un tronco, pasando levemente sus dedos blancos por las cuerdas. Lentamente, empezó a tocarla, atrayendo a más aves que se acercaron a los árboles, pero no acompañaron la hermosa melodía que extraía la mujer del instrumento. En cierta manera, la tristeza de la música los envolvía y les impedía cantar junto a ella.

Él hombre se sentó en las piedras, observando fijamente a la mujer mientras tocaba su arpa. Sus ojos ámbar examinaron a la figura frente a él. Sin duda era hermosa. Tenía el cabello castaño oscuro largo, derramándose por el suelo. Hermosos ojos azules que miraban todo con tristeza. Llevaba un vestido blanco con un manto azul encima. Sólo llevaba unos adornos dorados en su cabello, y una mirada triste mientras tocaba el instrumento.

-- "Esa melodía es demasiado triste..... fuiste la ninfa de la música, ¿no puedes tocar algo más alegre?"

La antigua ninfa dejo de tocar su arpa, y vio fijamente al hombre frente a ella. Tenía largos cabellos negros, estaba completamente vestido de este color. Lo único de otro color era su capa, color sangre, y sus ojos color ámbar. Tenía una sonrisa burlona en sus bellas facciones.

-- "Tu como elfo que eres, sabes bien que fui una ninfa. Al morir me ascendieron para ser más que una ninfa y menos que un elfo. Pero aun así, puedo sentir la tristeza perfectamente. Y este lugar esta inundado de lágrimas."

-- "Lo sé. Lo sé bien. ¿Para qué querías venir aquí?"

-- "Ya te lo dije. Mis sueños....."

-- "Dijeron que era necesario que estuviéramos por aquí. Lo sé demasiado bien. Ya me lo has dicho varias veces. Dime, ¿no es difícil para ti volver?"

-- "Algo..... mi hija debe tener a penas nueve años, y no debe de recordarme"

Luego de decir esto, su mirada se entristeció. Él se acercó, su sonrisa ya no era sarcástica, sino hasta en cierta manera parecía comprensiva..

-- "Entonces ¿por qué decidiste venir? Hay muchas posibilidades de que ella te vea."

-- "Algo.... algo grave va a pasar. Ella, la hija de Suu y las hijas de Hikari corren peligro. Nosotras prometimos que siempre cuidaríamos de nuestras hijas mutuamente."

-- "Las promesas son para romperse, ¿no lo sabes?"

-- "Prefiero pensar lo contrario... lo que en verdad quiero saber es porque decidiste acompañarme. Nadie te obligaba..."

-- "No tenía nada mejor que hacer." Dijo dándole la espalda a la mujer.

-- "Eres curioso Siren. Muy, muy curioso."

-- "¿Cuál es el plan Mizu?"

-- "No me digas así... todavía debe de haber ninfas que me conocen."

-- "Entonces, ¿cómo quieres que te diga?"

-- ".... Kendappa..."

-- "De acuerdo. `Kendappa' me imagino que tu irás con los humanos, ¿verdad?"

-- "Si. Será tiempo de ver si lo que Hikari siempre dijo era cierto."

-- "¿Qué decía?"

-- "Algo sobre los humanos, y que no todos eran malos....."

-- "Que interesante" dijo destilando sarcasmo.

-- "No empieces, por favor."

-- "De acuerdo. ¿Qué haré yo?"

-- "¿Puedes ir con las ninfas?"

Había otro sentido en su voz, y él captó el reto claramente. Volteó, su sonrisa sarcástica nuevamente en sus labios.

-- "Claro que si."

-- "Entonces, vamos. Cada uno a donde debe ir."

-- "De acuerdo."

Ella se levantó, sus elegantes ropas desapareciendo, unas más sencillas apareciendo en su lugar, de un simple tono crema.

-- "¿Me podrías hacer un favor?"

-- "¿Otro?"

-- "Si Siren, otro."

-- "¿Cuál?"

Sacó un medallón de su cuello y se lo quitó. Era un hermoso medallón con una luna de plata colgando de él, y Mizu.... no, Kendappa lo observó con cariño unos minutos, antes de entregárselo.

-- "¿Podrías entregárselo a mi hija, por favor? La debe de estar cuidando una ninfa de nombre Caldina. Debe de ser como su hija mayor."

Siren tomó el medallón entre sus manos, y lo observó con cuidado. Le sonrió por unos breves momentos, antes de guardar el medallón en su bolsillo y dar la vuelta.

-- "Lo haré."

-- "Gracias Siren."

Y él desapareció en un parpadear.

Con todo, Kendappa vio el camino que tendría que seguir.

Dio un suspiro. Hacerse pasar por humana no iba a ser nada fácil. Nada, nada fácil.

~*~*~*~*~

-- "¡Hikaru, Nova despierten!"

Parpadearon pesadamente, aun cansadas. Pero no podían decirle a Deboner que estaban agotadas, fuera la razón que fuera. Las llamaría débiles e inútiles, y ciertamente, estando tan extenuadas, no tenían ganas de discutir.

-- "Ya vamos, madre." Dijo levemente Nova, sólo suficientemente fuerte para que su madre las escuchara.

Nova se levantó de la cama que compartía con su hermana. Ciertamente no entendía porque Deboner las hacía dormir en la misma cama, pero no sería ella la que dijera eso en voz alta. Además, dormir junto a Hikaru era una especie de consuelo, que además, espantaba las pesadillas. Siempre que estaba al lado de Hikaru, y dormía junto a su aroma a jazmines y a canela. Nunca podría saber como era que había tantos aromas dulces y encantadores en su hermana.

Se estiró, tratando de despejar un poco el sueño. Cosa bastante difícil, considerando que hacía dos días que casi no dormía nada.

El día de la muerte de Esmeralda, había estado muypreocupada, fingiendo que Hikaru estaba durmiendo, completamente tapada por las cobijas, y no había osado moverse, por miedo a que Deboner pudiera ver la falta de la pequeña niña.

Se sentó en la cama, tallándose los ojos, sintiéndose muy cansada. Tendrían que arreglar las visitas de tal manera que fueran semanales. No habría poder en el mundo que lograra que soportaran otro día más sin dormir.

Trató de levantarse, pero sintió una cálida presencia a su lado. Volteó ligeramente, y se encontró con Hikaru hecha ovillo, que trataba de seguir en contacto con el calor que despedía su cuerpo.

Nova sonrió tranquilamente, y con cuidado pasó una mano por las olas del cabello de su hermana. Así, con el rojo cabello suelto, nadie podría negar que eran idénticas.

Suavemente se inclinó hasta donde estaba su hermana, y quitó un mechón de cabello rojizo del oído de Hikaru, y suavemente le habló.

-- "Hikaru. Hermanita, es hora de despertar."

La pequeña sólo se dio la vuelta, rodando en su pecho, quedando gran parte de su cabello encima de su espalda. Murmuró unas cuantas palabras que Nova no pudo descifrar bien, y volvió a sumergirse en su sueño. Su hermana sonrió. Hikaru se veía tan dulce siempre que estaba dormida.

Con un suspiro, empezó a trenzar el cabello de la ninfa pelirroja, deseando darle unos minutos más de sueño. Se lo merecía después de todo. A pesar de que fuera ingenua, sus intenciones eran buenas. Con otro suspiro, dejó de pensar en los humanos. Estaba de demasiado buen humor para dejar que ellos lo arruinaran. Y había algo relajante en trenzar el cabello de Hikaru. Quizá, sólo quizá fue por esa razón que se tardó veinte minutos en terminar.

Cuando vio el cabello completamente trenzado, supo que ya no podría fingir más, así que fue nuevamente hasta Hikaru y la sacudió levemente.

-- "Hikaru, si no te despiertas, madre vendrá y nos regañará."

Y al decir esto, como magia, Hikaru abrió sus grandes ojos, y observó a su hermana unos momentos, antes de sonreírle, reconociéndola.

-- "Hola Nova..."

-- "Vamos. Madre vino hace casi media hora. Si no salimos pronto, tendremos clases extra."

Luego de un rato más, en lo que consiguió sacar a Hikaru de la cama, las dos hermanas salieron, riendo suavemente.

Eso fue hasta que observaron la multitud que rodeaba a alguien. Vagamente podían escuchar la voz de su madre, y una voz de hombre, resonando por encima del murmullo de la gente.

Sin decir una palabra, las dos ninfas se pusieron de acuerdo y empezaron a gatear por entre los espacios abiertos de las personas que estaban de pie. Y finalmente, llegaron al lado de Deboner.

Deboner era una hermosa ninfa, de largos cabello blancos siempre sujetos, piel pálida, casi blanca, y fríos ojos azules. Todos decían que era la más poderosa de todas las ninfas, y Hikaru y Nova no tenían ninguna duda de eso. Por eso se sorprendieron al notar a su madre nerviosa. Casi asustada.

En frente de ella había un extraño. Alto y hermoso, de cabello negro como la noche, y enigmáticos ojos dorados. Nova evitó temblar cuando el extraño fijó su mirada en ella, y la sostuvo valientemente. Por alguna razón, los ojos ámbar del hombre la miraron fijamente, como retándola a algo desconocido.

-- "¿Qué se le ofrece entre las ninfas, señor?" preguntó Deboner. Y Nova sintió que era extraño escuchar la voz de su madre, siempre tan orgullosa, con esa nota de temor.

-- "Quise venir a ver como están las cosas en este mundo. Supe que perdieron a una de las suyas hace poco, ¿no es así?" respondió con su voz arrogante, levantando la mirada para ver a Deboner.

Nova tuvo la extraña satisfacción de haber seguido aguantándole la mirada. Pero al escuchar las palabras del elfo, su mirada carmesí buscó rápidamente a Fuu.

La pequeña ninfa estaba al lado de Sohma, y había bajado la mirada, sus ojos con ese brillo que se había hecho tan familiar, desgraciadamente. Nova frunció el ceño y volteó a ver al extraño. ¿Quién se creía para hablar así de una de ellas? Había mencionado a Esmeralda como si fuera un animal que no mereciera la pena. De no haber sido por las pequeñas manos que tomaban con fuerza su vestido, y la presencia nerviosa a su lado, no hubiese tenido problemas en decirle lo que pensaba a ese elfo.

-- "Si señor. Los humanos atacaron a una de las ninfas débiles. No pudo hacer nada para defenderse."

¿Débil? ¿¿Esmeralda?? Observó a su madre extrañada. Esmeralda podría ser todo menos débil. De apariencia frágil tal vez. Eterna. Dulce. Pero nunca débil. ¿Por qué estaba cayendo bajo las palabras de ese....ese.... extraño?

-- "Es una lástima. Por esa razón, he venido a quedarme un tiempo. Los mayores están preocupados."

Esta declaración trajo murmullos disfrazados de la multitud, y Nova frunció el ceño nuevamente. ¿¿Él?? ¿¿Quedarse?? ¡Pero era un elfo! Los elfos no se quedaban con las ninfas. Esa era la única verdad. Cierto, que los elfos eran mejores que los humanos, pero en la mente de Nova, apenas eran la mejor opción. De encontrarse en un camino, que llevara uno hacia los humanos, y otro hacia los elfos, preferiría quedarse en medio y no avanzar.

Hikaru, por otro lado, adoraba la idea de que un elfo se quedara con ellas. ¡Un elfo! Con su belleza, su gracia, su inteligencia..... ¡era lo mejor que podía pasarle!... bueno, eso y conocer a Latis y a los demás. Aunque ese elfo parecía extraño, debía ser muy sabio. ¡Quizá si hablaba con él sobre el llanto de los ángeles, les ayudaría!

-- "De acuerdo, señor. Le prepararemos un lugar donde quedarse."

-- "Será lo mejor. Por cierto, mi nombre es Siren."

Se dio la vuelta, y empezó a caminar, los ánimos de todos calmándose, cuando de repente, mientras iba pasando por donde estaban Ráfaga, Caldina, Lira y Umi, se detuvo.

Volteó a ver a la pequeña Umi, que estaba en la espalda de Ráfaga, y mantuvo su mirada bastante en la ninfa, logrando que la ninfa de cabellos azules se pusiera muy nerviosa. Con una mano lenta y tranquila, Siren acarició los largos cabellos de la niña, y dejó que corrieran libremente como hilos de seda por sus dedos.

-- "Eres muy linda, pequeña." Y sus ojos cambiaron lentamente hasta Caldina, que abrazó más fuerte a Lira, a Ráfaga, que frunció el ceño, y a Umi, notando por completo lo diferente que era la pequeña de ojos azules a los demás.

-- "Gra-gracias."

Luego, Siren fijó sus ojos dorados fijamente en los ojos color mar de Umi. Con otro color de cabello, sería idéntica a.....

-- "¿Quién es tu madre, niña?"

-- "E-ella, señor." Dijo lentamente la pequeña, señalando a la hermosa ninfa que estaba a su lado.

-- "¿Cuál es tu nombre?" dijo Siren, con un tono de voz arrogante, dirigiéndose a la ninfa de cabellos rosados. Ante el tono, Ráfaga hizo ademán de moverse a defender a su esposa, pero ella lo detuvo con una mirada. Siren lo observó con desprecio.

-- "Mi nombre es Caldina."

Una sonrisa maliciosa se pinto en los labios del atractivo elfo, antes de que empezara a caminar, alejándose de Caldina y su familia. Todos empezaban a calmarse, cuando de repente, se detuvo, se dio la vuelta, y aventó algo brillante y de plata hacia Caldina, que lo atrapó con un suave movimiento.

Ella abrió la mano, sus ojos abriéndose mucho cuando vio el collar que tantas veces había visto en el cuello de otra persona.

-- "Por cierto -dijo Siren lentamente, su tono de voz como si lo hubiera recordado de repente.- Mizu manda eso para su hija."

Y luego de decir esto, salió del círculo que habían formado a su alrededor todas las ninfas, ignorando la mirada sorprendida que habían puesto muchas de las ninfas mayores, y la mirada llena de dolor que había en el rostro de Caldina.

-- "Mamá..... -dijo la voz tímida de Umi, rompiendo el silencio que se había impuesto en todo el lugar- ¿quién es Mizu?"

Deboner, mientras tanto, estaba furiosa. Todos podían saberlo por la manera en que sus puños cerrados temblaban. Nova y Hikaru, sabiamente, conociendo el nivel de la furia de su madre, y no queriendo ser ellas en las que se descargara su furia, se alejaron de ella.

Todo el círculo se estaba dispersando. Sólo quedaron Alcyone, Sohma, Fuu, Caldina, Ráfaga, Lira, Umi, Hikaru, Nova y Deboner. Caldina y Ráfaga callados, las palabras del elfo sorprendiéndolos, y asustándolos aun más. Sohma y Alcyone, también conocedoras de la verdad, estaban calladas, viendo nerviosamente a las cuatro niñas reunidas ahí.

De repente, sin que nadie se diera cuenta, Siren volvió, comiendo una manzana lentamente. Su mirada se fijo en la pequeña Fuu, logrando que ella se refugiara tras las piernas de Sohma, temblando levemente. Luego, su mirada se quedó un gran rato en Alcyone, recorriendo el elegante cuerpo de la ninfa varias ocasiones, mientras que ella lo fulminaba con la mirada.

Luego, lentamente, aun mordiendo la manzana, su vista se detuvo en Hikaru y en Nova, pero ahora su mirada no era de reto, como lo había sido antes. Una chispa de entendimiento cruzó los ojos del elfo, mientras veía a las dos niñas de ojos marrones.

-- "¿De quién son hijas?" preguntó en voz alta.

-- "Mías" dijo Deboner orgullosamente, sin moverse un centímetro.

Siren alzó una ceja cuestionante, no creyendo en lo que le había dicho la ninfa, y fijó su mirada ambarina en los ojos de hielo de ella. Parecieron sostenerse la mirada por horas, hasta que una sonrisa burlona surgió de los labios del elfo.

-- "Mientes." Dijo finalmente. Su respuesta sorprendiendo a las niñas, y en especial a Hikaru y a Nova.

-- "¡Claro que no!" Nova observó fijamente a su madre. Era la primera vez que la veía perder la compostura.

-- "Son hijas de una ninfa, si, pero no tuyas. Su madre era Hikari. Era la protectora del viento, si no mal recuerdo."

El mundo se destrozó bajo los pies de Hikaru y Nova. ¿Deboner no era su madre? ¿Quién era esa tal Hikari? ¿Cómo había podido saberlo?

Nova, viendo sorprendida al elfo, le dirigió una última mirada de odio, y salió corriendo, Hikaru tras de ella. Luego de unos leves segundos, Alcyone y Sohma salieron tras ellas. Mientras, Ráfaga se empezó a alejar, aun llevando a Umi en su espalda, y Caldina rápidamente tomó la pequeña mano de Fuu entre las suyas, y también se llevó a la niña.

Sólo quedaban Deboner y Siren, él viéndola a ella con una mirada de triunfo y burla, ella deseando poderlo matar, a pesar de que sabía que no podría. No quería que esas niñas supieran la verdad, porque no la merecían. No debían saber que su madre era Hikari, por eso nunca se los había ni siquiera comentado.

-- "Tienes muchas mentiras Deboner. Algunas tan bien escondidas que ni yo podría descubrirlas, pero....." Dijo lentamente Siren, acercándose a ella. La jefa del clan siguió firme, de pie, viéndolo fijamente.

Finalmente, Siren estaba al lado de ella, y se inclinó hasta que su boca estaba a centímetros del oído de ella.

-- "Pero..... ¿sabes qué? Pude descubrir uno de ellos....."

Deboner abrió los ojos sorprendida, sus ojos azules mostrando miedo, sorpresa y un odio profundo hacia el elfo. Él sólo sonrió socarronamente, antes de que su voz volviera a adquirir ese tono de sorpresa, y se inclinara hacia la otra oreja de ella, su aliento nuevamente acariciando su piel.

-- "Sé..... que esas dos niñas..... son mitad humanas....."

Y luego de decir esto, Siren se retiró, riendo a carcajadas, su risa resonando por todo el lugar.

Deboner sólo apretó los puños, mientras recordaba a Hikari. Bajó la mirada, y en el suelo cayó una sola gota de agua.

-- "Hikari....."

Luego, sus ojos de hielo volvieron a llenarse de odio, y alzó la mirada hacia donde estaba el elfo caminando, tratando de aniquilarlo con su mirada. Entonces, recordó al maldito culpable de todo su mal. El maldito que había causado su desgracia.

-- "Feu....."

Con desprecio escupió al suelo ante la nombre del humano, y con una última vuelta, se dirigió hacia su casa.

Odiaba a ese elfo con todas sus fuerzas.

~*~*~*~*~

Con cuidado, asegurándose de no tocar ni una sola piedra o varita del suelo, un hombre en los primeros años de sus cuarenta tensó el arco, buscando con la mirada una presa.

De apariencia joven, pero triste, se movía perfectamente por las sombras, en perfecta armonía con el bosque.

Quizá, de no haber tenido el cabello tan llamativo, pudo haber pasado desapercibido.

Tenía el largo cabello rojo, su cabello transformándose en fuego con cualquier rayo de sol, descuidadamente amarrado en una cola de caballo, moviéndose lentamente cuando volvía la cabeza. Piel morena, y ojos carmesí, su figura era orgullosa en el bosque, asegurando su lugar como cazador entre los árboles. El mismo aire parecía paralizarse, no estando dispuesto a darle la posición de algún animal herido.

El nombre del cazador, Feu. Líder de la aldea. Y el primero en pensar que lo mejor que podría pasarle a los humanos era que las ninfas desaparecieran.

Su opinión podía ser bien considerada. Después de todo, las ninfas le habían quitado todo lo que alguna vez le había importado.

Siendo joven, cuando apenas había tenido veintiséis años, una ninfa lo había atacado, dejándolo moribundo por más de una semana. Se había salvado milagrosamente, pero había perdido cada recuerdo de su vida pasada.

Gracias a los cielos, había tenido a su hermano mayor, Shikka, y él lo había cuidado. Nunca había recuperado completamente la memoria. Había perdido diez años de recuerdos, y junto a esos recuerdos, el sentir que había perdido algo mucho más importante. Un algo que no lo dejó en paz nunca, y un algo con el que se acostumbró a vivir.

Shikka, y su esposa Naiya habían sido sus salvadores. Había vivido con ellos, y poco a poco el sentimiento de haber perdido una mitad de su ser se hizo tolerable.

Siempre le habían dicho que era parecido a su hermano. Los dos con el cabello rojo como fuego, la piel morena, y la sonrisa alegre. La única diferencia visible entre los dos eran los ojos.

Feu tenía los ojos marrón, quizá un poco más rojos que café, sus ojos justo del color exacto en el que si se molestaba, cambiarían a color sangre.

Shikka los había tenido dorados. Sus ojos de un hermoso color dorado como el sol, perfecto, mostrando su personalidad amable siempre.

Naiya, era una mujer demasiado dulce. Lo único que no le agradaba a Feu, era que estaba seguro que ella era de descendencia élfica, o de ninfas. Pensaba esto por sus cabellos, lacios, espesos y verdes, su sonrisa algo etérea, y la cualidad de sus ojos ciegos, que aunque no lo podían ver a uno, lo hacían sentir como si pudiera leer cada parte de su alma. También la forma que tenía de caminar, como si flotara en el aire.

Nunca dijo nada, sin embargo, porque su hermano la amaba. Y Naiya había demostrado ser una mujer buena y dulce, sin ninguna de las malditas costumbres de las ninfas. Además, nunca hubiese querido dejar a su sobrino sin madre.

Una de las personas más importantes en su mundo, era su sobrino, Ferio. Idéntico a su padre en la fisonomía y en la forma del rostro, e incluso en los ojos, lo único que Ferio había heredado de su madre era el cabello verde. Eso y la dulce sonrisa que adquiría cuando dormía.

Pero su familia, Shikka y Naiya, habían desaparecido en una noche de tormenta. Y siempre sentiría que esa era su culpa, por no haber ido con ellos. Shikka había ido a explorar unos terrenos para que la aldea creciera, y había decidido contra cualquier consejo llevar a Naiya, ya que decía que ella era la que mejor conocía las zonas, y eso era verdad. Desde que Naiya había llegado, les había indicado fácilmente los lugares donde no había peligro.

Ferio, en ese entonces de apenas cuatro años, y él se habían despedido de su hermano y su cuñada, dispuestos a verlos al día siguiente.

Y los vieron, si.

Pero nunca los volvieron a ver con vida.

Según había dicho Eien, el sabio de la aldea, habían sido atacados por una manada de lobos salvajes, pero Feu nunca le creyó. Para él, las culpables habían sido las ninfas. Ellas habían mandado a los lobos, en dado caso. Las ninfas eran las culpables de que su sobrino fuera huérfano.

Aún así, agradecía tener a Ferio. Era un consuelo poder llegar a su casa y ver al niño de diez años sonriéndole alegremente. Era su única familia, y lo protegería de todo.

Volviendo a la cacería, el hombre sacudió la cabeza lentamente. Escuchaba algo..... una respiración. Pero no era de animal.

Su ceño se frunció. ¿Sería una ninfa? Desde la muerte de Shikka, y la reciente muerte de Zagato se había hecho una promesa. Acabaría con cuantas ninfas le fuera posible, aunque su vida dependiera de eso.

Con cuidado, caminó con el arco tenso por los arbustos, y se encontró con la más bella criatura que nunca hubiese visto.

Una hermosa mujer de cabellos castaños largos estaba sentada en el claro, observando todo maravillada. Un arpa estaba cerca de ella, y al igual que él, varios animales la observaban embelesados. No llevaba ropas elegantes, a penas un vestido beige que cubría su hermosa perfección, pero fue la luz de sus ojos azules la que lo sorprendió.

Alguna vez, en otro lugar, con otro color de ojos, alguien había tenido la misma luz y la misma verdad en su mirar. No sabía quien, no sabía cuando, pero sabía que al perder esa luz, no había habido otra en su mundo. Todo se había visto sumergido en un mar de oscuridad, del que él, día tras día, luchaba por salir. Y fue al ver los ojos color mar media noche de la mujer, que nuevamente todo regresó a él.

-- "¿Quién es usted?"

La bella mujer se levantó, sorprendida, y todos los animales que habían estado ahí salieron corriendo ante la presencia del cazador. Por unos segundos, Feu pensó que ella también huiría, hasta que notó que su mirada era valiente. Casi se veía como si hubiera estado esperando esa posibilidad.

-- "Mi nombre es Kendappa. Estoy perdida....."

-- "Está cerca de una aldea. Pero no debió entrar al bosque sola. Es peligroso, hay criaturas terribles aquí."

-- "¿Cómo cuáles?"

-- "Ninfas, por mencionar algunas. No hay criaturas más engañosas, se lo aseguro."

Observó como Kendappa fruncía el ceño, antes de que su gesto se rompiera en una dulce sonrisa, capaz de encantar al más valiente de los hombres..... que no fuera él. Aun así, fingió caer bajó la red de su sonrisa, y extendió su mano galantemente, colgando su arco de su brazo.

-- "Si me permite, señorita, la llevaré a mi aldea. No es seguro que se quede aquí."

-- "Muy amable de su parte, señor....."

-- "Feu."

~*~*~*~*~

Al atardecer, mientras las jóvenes ninfas jugaban por el centro de la aldea, Hikaru y Nova seguían entre las sombras.

Siempre habían creído que Deboner era su madre. Sabían que debía haber otra ninfa, pero siempre creyeron que habían nacido debido al sacrificio de una ninfa. Y siempre asumieron que por eso no se parecían a Deboner. Pero..... nunca creyeron que pudieran ser producto de un amor mutuo. Simplemente no entraba en la idea de cómo eran tratadas por Deboner.

El saber que eran adoptadas, no había sido una gran novedad. Pero aun así, el confirmarlo, había cambiado completamente todo su mundo.

Observaron, escondidas entre las sombras, como Deboner caminaba por paso firme hasta el centro del lugar, todas las risas, las charlas y los juegos terminando.

Y entonces, empezó a hablar con voz firme. Rompiendo sus esperanzas y creando sus más profundos temores.

-- "¡POR LA MUERTE DE ESMERALDA, SE HA DECIDIDO QUE ESTÁ NOCHE SE DECIDIRA QUIENES SERÁN LAS SACERDOTISAS DE LOS CUATRO ELEMENTOS MÁGICOS!"

Y para Fuu, que era educada para cuidar al viento.....

Para Umi, que estudiaba el correr de las aguas.....

Nova, que interpretaba los movimientos de la tierra.....

Y Hikaru, que leía las danzas del fuego.....

El mundo se detuvo.

~*~*~*~*~

Largo cabello caía en cascadas hasta su estrecha cintura, adornada con un simple adorno de perlas, haciendo juego con sus aretes. Siempre la había conocido, supuso, mientras bebía de su belleza, para ser simple, pero arrebataba el aliento. El detalle, una vez le había dicho, es muy importante, y aun así, no lo es tanto. Observó su piel pálida, brillar mientras bailaba alrededor del fuego. Una sonrisa llena de malicia se formó en sus labios. Sería interesante. Muy interesante ver el resultado de todo. Con una sonrisa, Siren volvió a ver lo que parecía ser un interesante espectáculo, juzgando por el horror en el rostro de las demás personas.

Doce niñas estaban alineadas frente al fuego, a la vista de todas las ninfas y de los espíritus.

Un sacrificio. Sólo cuatro volverían a los brazos de sus madres o de sus familias esa noche. Muchas eran las mujeres que tenían lágrimas en sus ojos. Una oración muda que no alcanzaba a escapar de sus labios paralizados por el dolor, con distintas palabras, en otro orden, todas pedían lo mismo.

"No ella.... por favor, no mi hija..... no a ella....."

Una angustiada madre observaba desde las orillas, con una pequeña de cabellos color miel en sus brazos. Sus cabellos rosados cobraban vida con el fuego que parecía bailar esa oscura noche. Por favor, dioses -rezó dentro de ella- que no le pase nada a mi niña.

Junto a ella había un hombre alto y fuerte. Su cabello rubio estaba sujeto en una larga coleta. Compartía la misma preocupación de la ninfa, pero su presencia inspiraba algo de tranquilidad a la mujer

-- "Mamí..." preguntó la pequeña niña, de apenas seis años, fijando sus grandes ojos azules en el rostro de la mujer.

-- "¿Qué pasa Lira?"

-- "¿Mi hermana y las demás van a estar bien?" preguntó con su tímida voz, ansiando una respuesta afirmativa. La mujer abrió sus labios para responder, pero no supo que decir. El hombre acarició suavemente el rostro de la pequeña, sonriéndole.

-- "Claro que estarán bien Lira. No te preocupes Caldina. Lo estarán."

-- "Ráfaga..." y luego de estas palabras, Caldina recargó su cabeza en el pecho de Ráfaga, queriendo creer en sus palabras.

Otra ninfa también compartía la preocupación de Caldina. Caminaba de un lado para otro, tratando de evitar el nerviosismo que sentía. Sus ojos negros capturaban el brillo mortal del agua. Sus cabellos verde oscuros cambiando de color de vez en vez. Observaba con cuidado a las niñas. Consideraba algo estúpido tener que derramar sangre de inocentes para proteger a inocentes. Era algo redundante.

Sohma miró por sobre su hombro a una ninfa que estaba sentada, su largo cabello negro con reflejos purpúreos hermosamente arreglado. Sus ojos seguían hinchados por las lágrimas que había derramado durante los últimos días. Si tan sólo tuviera el poder de evitar sus lágrimas. Pero eso no importaba ahora. Volvió a ver hacia las niñas, rezando porque las pequeñas que había conocido desde siempre, la hermana de Esmeralda y sus amigas, estuvieran bien.

Nova, Hikaru, Umi y Fuu estaban tomadas de la mano, casi causándose magulladuras. Pero no les importaba. Nunca en su vida había sentido tanto miedo. Ni siquiera cuando escuchaban a los humanos cerca de ellas. Hikaru estaba casi sumergida en el abrazo de Nova, queriendo despertar del mal sueño. Por esa vez, su querida hermana no era capaz de susurrar palabras de consuelo para ella. ¿Cómo podría tranquilizarla, si ella misma sentía el alma colgando de un hilo?

Tres niñas por cada elemento.

Tres para el agua, tres para el fuego, tres para el viento y tres para la tierra.

Su sangre sería utilizada para la protección de la aldea.

Todas eran bastante parecidas y de más o menos la misma edad.

Para sacerdotisa del agua, había una niña de cabello muy ondulado azul marino , ojos verdes y tez morena, otra niña de cabellos color mar y ojos azul marino casi negro, con el cabello ligeramente ondulado, y estaba Umi, con sus cabellos azul celeste lacios adornados con flores, y sus ojos azules llenos de lágrimas.

Para ser sacerdotisa del viento, había una chica con cabello lacio de tono blanco-celeste y ojos verdes. Otra niña de largos cabellos verdes que caía en gruesos bucles de manera desordenada y ojos color ámbar, y estaba Fuu, sus ondulados cabellos sujetos con una delgada diadema y unas flores en su cabello, sus ojos verdes temblando.

Para sacerdotisa del fuego, estaba Hikaru, en su larga trenza se entrelazaban unas pequeñas flores rojas y sus ojos color castaño rojizo mostrando miedo, una niña de cabellos anaranjados cortos, y ojos rojizos y una niña rubia de largos y rebeldes cabellos con ojos color rubí.

Finalmente, para sacerdotisa de la tierra, había una chica morena, de ojos y cabello castaño. Otra chica de cabellos grisáceos ondulados en la punta y ojos verdes, y Nova, con un collar de joyas amarillas en su cuello, y parte de su cabello sujeto.

Con un paso escalofriantemente lento, Deboner dio un paso hacia el frente, poniéndose delante del fuego. Alzó su voz, para que todas las ninfas y todos los espíritus presentes pudieran escucharla.

-- "¡Espíritus del fuego, del viento, del agua y de la tierra, escúchenme hoy! ¡Si es que entre estas niñas están las sacerdotisas de sus elementos, envuélvanlas en su protección, para que las infieles puedan servir de protección a la aldea! ¡Lexus, espíritu del fuego, protégenos en tu calor! ¡Ceres, espíritu del agua. ! ¡Windom, espíritu del viento! ¡Gaya, espíritu de la tierra! ¡Renazcan de las cenizas y aparezcan frente a las elegidas!"

Todo se quedó en silencio unos momentos. Las pocas estrellas que se podían ver empezaron a apagarse. El lago cerca de ellos empezó a revolverse, el viento empezó a soplar más fuerte, el fuego creció al triple de su tamaño, y un temblor sacudió la tierra. Luego, todo volvió a calmarse, tan abruptamente como había empezado.

A la orilla del bosque había cuatro animales, que no podían ser naturales. Uno era un gran león, con el cuerpo de fuego. Sus ojos, sin pupila y rojos provocaron que varios empezaran a temblar. A su lado había un dragón completamente azul, que parecía igual de fiero. A un lado de ellos, había un gran ave verde, que a comparación de los otros animales no parecía tan terrible, pero al batir sus alas generó una poderosa corriente de aire. Y arrastrándose al lado de los animales había una gran serpiente, que parecía desprenderse de la tierra cada vez que avanzaba, con ojos rojos y una piel de tonos grises y rojos.

Los animales empezaron a acercarse lentamente hasta donde estaban las indefensas y pequeñas ninfas. Toda la aldea se había alejado un poco. Las madres lloraban. Ráfaga tuvo que sostener a Caldina para evitar que saliera corriendo hasta donde estaban las niñas. Sohma aspiró profundamente, sus puños temblando por la furia. Siren alzó una ceja, divertido con el espectáculo. Se levantó, con las manos en los bolsillos, y se acercó hasta donde estaba Alcyone, que veía con miedo a las bestias, para luego voltear a ver a las niñas.

-- "Y yo que pensé que sería aburrido."

Alcyone volteó a verlo, furiosa, por primera vez en dos días mostrando algo más aparte de la tristeza que la había llenado desde la muerte de Esmeralda.

-- "¿Cómo te atreves a burlarte? ¡Esto es terrible! ¡Esas niñas no han hecho nada! Y ocho de ellas....."

-- "Siempre tienen que morir inocentes que son débiles. La ley de la naturaleza, ustedes deberían saberlo mejor que nadie. La supervivencia es un regalo para los más fuertes"

Alcyone lo vio fijamente, sus adorables ojos añil llenos de rabia profunda. ¿Quién se creía este sujeto para decir algo así? Que tuviera un `rango' más alto que ella en la tan llamada vida, ¿qué importaba?. ¿Cómo podía ser tan frío? Decir que era la ley de la supervivencia que ocho niñas, que tenían las manos limpias de sangre, murieran....

Una de esas niñas era hermana de Esmeralda. En sus ojos verdes podía ver reflejada a la ninfa que había muerto. A las otras tres niñas las conocía desde que habían nacido. Las había cuidado infinidad de veces. Y también conocía a las otras niñas.

Sin pensar, Alcyone levantó su mano, dispuesta a borrar la sonrisa burlona del rostro de Siren. Antes de que tocara su rostro, Siren la detuvo por la muñeca. Bajó la mano de ella casi con rudeza, su sonrisa sin disminuir en lo más mínimo. Luego se acercó hasta el oído de ella, acariciándola con su aliento.

-- "Ten cuidado con eso. Nunca sabes que podría pasar si me enojo."

Luego, la tomó de la barbilla, acercó sus labios a los de ella y dejó un beso en la comisura de sus labios, antes de meter las manos en los bolsillos y alejarse.

Alcyone observó cuando su fue. ¿Cómo se atrevía? Sin saber su mano se había elevado hasta donde la sensación de cosquilleo seguía. ¿Quién se creía? Fuera un elfo, o lo que fuera, ¿cómo se había atrevido a besarla?

-- "¡Alcyone!"

-- "¿Qué pasa Sohma?"

-- "¡Mira!"

Alcyone volvió su vista a donde estaban las ninfas. Las doce pequeñas estaban rodeadas de una luz. Las tres del fuego rodeadas de una luz roja, las del viento en una luz verde, las del agua en una luz azul y las de la tierra en una luz anaranjada. Por los gestos de su rostro estaban sufriendo mucho, sus bocas apretadas, tratando de aguantar los gritos.

Las cuatro bestias sagradas enfrente de ellas, sin hacer nada, sin ayudarlas.

Alcyone volteó a ver a Caldina. Estaba escondida en Ráfaga, haciendo lo posible por no ver. Sabía que si veía a cualquiera de las niñas en sufrimiento, no le importaría que ella sólo pudiera hacer ilusiones y trataría de salvarlas.

Deboner tenía una sonrisa cruel jugando en los bordes de sus labios. Era increíble, pero.... parecía estar disfrutando de toda la ceremonia. ¿Cómo podía? Sus hijas estaban ahí, sufriendo, en un grito silencioso, y aun así, parecía que no le importaba. Pero no podía ser así. Eran hijas de la ninfa que había amado.

Alcyone recordaba vagamente a Hikari. Aun era muy pequeña cuando ella murió, pero recordaba que era muy amable, siempre con un consuelo para quien lo necesitara, regalando sonrisas a quien lo pidiera. La había cuidado varias veces, junto a la madre de Fuu y a la de Umi. Fue una sorpresa cuando Deboner les dijo que las bebés, Hikaru y Nova, eran sus hijas. De ella y de Hikari. Nunca hubiese creído que Hikari amara a Deboner como la persona por la que daría su alma. Pero Hikari no podía decir nada. Ni ahora ni nunca. Había muerto por mano humana.

Sacudiendo su cabeza para limpiarla de recuerdos., Alcyone alejó la vista de Deboner, para ver a las niñas. Ya no quedaban doce flotando. Una de las elegidas para representar el fuego había caído, y estaba inconsciente en el suelo. Una de las de agua parecía hacer esfuerzos para levantarse nuevamente, a pesar de que en su carita se mostraba el dolor que sentía. Fuu era la única de las elegidas del viento que seguía en el aire. También Nova era la única que quedaba de las elegidas de la tierra.

Unos minutos pasaron.

La otra ninfa del fuego cayó al suelo, también haciendo esfuerzos por levantarse, la desesperación evidente en su rostro infantil.

Nuevamente unos minutos de agonizante silencio, sólo roto por los sollozos de las madres que veían a sus hijas caer.

Finalmente, la ninfa del agua que quedaba cayó al suelo, inconsciente.

Las bestias sagradas se acercaron hacia donde estaban las niñas, Hikaru, Nova, Fuu y Umi finalmente tocando el suelo, viéndose agotadas.

El fuego en el cuerpo de Lexus brilló aun más, se elevó en el aire, y empezó a rodear a Hikaru, convirtiéndose en llamas a su alrededor. Pero al contrario de la prueba de selección, ahora parecía no dolerle. Todo lo contrario de las otras dos niñas. Fuego también se había prendido en su cuerpo, estaban inmóviles, sin poder escapar. Los gritos de dolor de la pequeña que estaba despierta rompía el corazón de todos cuantos estaban presentes, su cuerpo uniéndose al fuego, desapareciendo. Las madres de las dos niñas lloraban, tratando de acercarse hacia sus hijas, siendo detenidas por otras ninfas. Finalmente, sólo quedó un puñado de cenizas.

Ceres se acercó entonces hacia donde estaba Umi, su imagen haciéndose confusa, ya que se estaba transformando en agua. Se acercó hacia la pequeña, y se transformó en un remolino, rodeando a la niña, que parecía no sentir miedo. Las otras dos niñas se sentaron, sorprendidas que no les hubiera pasado nada, hasta que sintieron como se iban deshaciendo. Una de ellas alzó su mano, y pudo observar como se iba volviendo líquido. Las dos gritaron desesperadas, buscando alguna manera de evitar ese destino, pero sólo quedó de ellas un charco junto con sus ropas.

Windom también voló, el aire de sus alas rodeando a Fuu en un tornado que no le hacía daño, Fuu alzó su rostro, mientras Windom empezaba a deshacerse, sus plumas flotando por todo el lugar, uniéndose al remolino. Las otras dos niñas estaban calmadas. Una de ellas estaba rezando, con lágrimas cayendo por su rostro, mientras su cuerpo se deshacía en fragmentos de luz. La otra estaba sonriendo, viendo hacia el remolino, cerrando los ojos mientras todo su ser se convertía en luciérnagas de energía.

Nova mantuvo sus ojos abiertos cuando la serpiente se acercó a ella. Se arrastró por el suelo hasta llegar a sus pies, y empezó a subir en forma de espiral, dejando un rastro de arena que empezó a girar alrededor de ella, llenándola de magia. Pudo escuchar un grito, y vio a otra de las ninfas, la más pequeña, tratar de quitarse la arena que estaba empezando a pegarse a su cuerpo. La otra, mayor que la pequeña, se acercó hacia ella, su cuerpo también llenándose de arena, y abrazó a la pequeña que sollozaba fuertemente, logrando que se tranquilizara un poco. Finalmente, ante los ojos sorprendidos de todos, quedaron transformadas en estatuas. Nova dejó que una lágrima resbalara por sus ojos, antes de perder el sentido.

~*~*~*~*~

Abrió sus ojos lentamente, parpadeando ante las nuevas sensaciones que había dentro de su cuerpo. Magia, poder, dolor..... sentimiento de haber sido engañada.

-- "¿Cómo te sientes, pequeña?"

Volteó la mirada, encontrándose con Caldina, que en esos momentos cambiaba un trapo húmedo de su frente.

-- "Me duele todo."

-- "Me lo imagino. Descansa un poco más, si quieres."

-- "¿Dónde esta Hikaru?"

-- "Tu hermana sigue dormida, Nova. Despertó hace un rato por sólo unos minutos y volvió a dormir. Todas están muy cansadas."

-- "¿Umi..... y Fuu.....?"

-- "Ráfaga está cuidando a mi niña. Sohma y Alcyone están cuidando a Fuu."

-- "Fue horrible, Caldina..... dolía..... y una voz seguía diciéndonos que nos rindiéramos...... y estábamos en un lugar muy oscuro, y......" la desesperación de Nova crecía cada vez más, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

Caldina se sorprendió un poco, nunca había visto llorar a Nova. Al menos no desde que era bebé. Se inclinó sobre ella y la abrazó, permitiendo que llorara en sus brazos.

-- "Tranquila pequeña, tranquila. Todo estará bien. Ya lo verás."

~*~*~*~*~

Las cuatro caminaban lentamente, una semana luego del sacrificio. Era extraño, poder sentir el fulgor de un elemento dentro de ellas, pero poco a poco fueron acostumbrándose. Lo único que cambiaba era que tenían muchas más horas de entrenamiento. Y que Hikaru estaba mucho más conciente del llanto que no abandonaba sus oídos.

Siren las seguía siempre con la mirada, pero también se habían acostumbrado a eso.

Y esa noche, debían ir a ver a los niños humanos. Estaban descansando, esperando una señal que Hikaru sabía tenía que dar, pero el nuevo poder le infundía una extraña responsabilidad.

De repente, era responsable de su aldea, de las pequeñas ninfas que ya no se le acercaban por miedo. De su familia. Tenía que hacer lo mejor por ellos.

La imagen de Esmeralda muerta llegó a sus ojos, y cerró los ojos.

En su mente, juzgó rápidamente.

Nadie podría ser feliz, si el llanto seguía, porque aunque sus oídos mortales no lo escuchaba, su alma si lo sentía.

-- "Será mejor que nos apuremos. Quedamos de vernos con Latis y los demás hoy."

Y luego de esto, se volteó y empezó a correr en dirección a los bosques. Fuu rió suavemente, Umi movió la cabeza exasperada, y Nova, aparentemente enojada, gritó.

-- "¡¡¡Hikaru!!!"

~*~*~*~*~

-- "¡Hikaru!"

Una hermosa ninfa de unos catorce años se levantó del suelo, abrazando a un animal que parecía un conejo. Detrás de ella, otras tres ninfas, aparentemente también de catorce años se levantaron, sacudiendo sus vestidos de la tierra y el polvo.

La primera ninfa sonrió ante el sonido de su voz, su sonrisa iluminando todo su rostro. Tenía largo cabello rojo trenzado, un vestido rosado que se unía a su figura, haciendo notar que ya no era una niña, aunque aun no era una mujer. Una cinta roja alrededor de su cintura mostraba lo estrecha de esta. Unas cuantas joyas colgaban tanto de su cuello como de sus muñecas. Sus pies desnudos, acostumbrados al suelo duro desde pequeña. Su nombre, Hikaru. Sacerdotisa del fuego.

La que estaba más cerca de Hikaru tenía corto cabello rubio, en las puntas se formaba un bucle que le daba una apariencia inocente, casi de niña, pero la tristeza que radiaban sus ojos verdes equilibraba esa inocencia. A pesar de que su rostro estaba iluminado con una sonrisa, se podía sentir algo de melancolía en todo su ser. Llevaba un vestido blanco con una tela verde desde el pecho hasta las rodillas, ajustándose y mostrando la figura de la ninfa. Una joya dorada con adornos de esmeralda sujetaban el vestido a su cuerpo. Su nombre, Fuu. Sacerdotisa del viento.

La hermosa ninfa de cabellos azules miraba con gesto molesto a las personas que se acercaban. Su largo vestido en tonos celestes también tenía una cinta azul marino alrededor de su cintura. Unas joyas discretas, todas en tonos azules o con zafiros en sus brazos. No parecía tener la misma edad que las demás. Con mucho parecía la mayor, sobretodo en comparación con Fuu y Hikaru. Puso sus manos en su cadera, esperando a que llegaran los humanos con los que tenían que verse. Su nombre, Umi. Sacerdotisa del agua.

La última ninfa en levantarse, tenía una opinión similar a la de Umi sobre encontrarse con los humanos. Se levantó casi sin ganas, sacudiéndose la falda blanca casi por costumbre. Llevaba una blusa corta blanca cubriendo sus pechos, y un collar con una gruesa cruz colgaba de su cuello. Una delgada cadena en su cintura, acentuando lo estrecho de esta. Su largo cabello rosado suelto, cayendo en olas rosadas hasta sus rodillas, una ligera y vaporosa tela de tono amarillo encima de su falda. Sus ojos rojizos mostraban fastidio y enojo, pero aun así, se acercó hasta donde estaba su hermana. Su nombre, Nova. Sacerdotisa de la tierra.

Y los cuatro jóvenes humanos sonrieron, y corrieron aun más rápido para encontrarse con sus amigas.

>>'C

Notas de la autora:

¡Perdón por tardarme tanto! Pero juro que este capítulo me costó trabajo. ¡¡Muchos personajes nuevos!!

¡¡¡MIL GRACIAS A IRE!!! Ire-sama, fue tan amable de prestarme a su personaje, Siren, para ENYH. Si no han leído su fic, Ángel Negro, vayan a leerlo, y LEAN lo que es una obra de arte. Ire-sama, ¡tienes mi gratitud eterna! ¡¡Gracias!!

Gracias por su paciencia a TODOS los que siguen leyendo Entre Ninfas y Humanos. Este fic probablemente estaría congelado, de no ser por su apoyo ^^.

Los únicos personajes míos en este capítulo son Feu, y las menciones de Hikari, Shikka, Naiya y el abuelo de Clef, que aquí no se mencionó el nombre.

Ahora, la historia de Feu y Hikari se sabrá más adelante, pero como ya no voy a volver a mencionar a Shikka y a Naiya, mejor aclaro sus nombres:

Shikka: Fuego accidental.

Naiya: Diamante.

Ahora, ¿por qué creen que Deboner conoce a Feu? ¿Que pensaría Feu, si supiera que su sobrino está viendo a ninfas? ¿Siren parecía interesado en Alcyone, o fue sólo imaginación? ^^ Espero sus comentarios a: hechizera_kali_cefiro@hotmail.como a hechicera_kali_cefiro@yahoo.com.mx

¡Nos vemos!

JA NE

XO

Kali