InuYasha Fan Fiction ❯ Buscando Felicidad ❯ Más sorpresas ( Chapter 4 )

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Inuyasha es creación de Rumiko Takahashi
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Capítulo 4: Más Sorpresas
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El plan era simple. Salir de palacio, comprar un animal, viajar hacia la frontera, encontrar a Kouga y vivir feliz para siempre.
¿Por qué entonces todo estaba saliendo tan mal?
Kagome no lo podía creer. Frente a ella se encontraba un hombre desnudo que no paraba de gritar. Su cerebro se había apagado y lo único que atinaba a hacer era gritar más fuerte que él. Entonces, la puerta se abrió y tres mujeres entraron exclamando su sorpresa.
Por un momento, el tiempo se detuvo y entonces cayó en la cuenta de lo que estaba pasando: Estaba desnuda en un cuarto lleno de gente extraña. Se sintió enrojecer de pies a cabeza y su cara arder como si estuviera siendo quemada por mil soles. Volvió a gritar y de un tirón se sumergió por completo en la bañera. Dios, mátame.
Por su parte, la mujer de mediana edad parecía a punto de explotar. Sus ojos oscuros brillaban como dos ascuas de fuego. Notando esto, la mujer mayor se apresuró a sacar a la joven, quien parecía renuente a obedecer.
“¡Cúbrete de inmediato!” ordenó al hombre la furiosa mujer.
Fue entonces que el tipo pareció volver a la realidad de la situación. En un abrir y cerrar de ojos se colocó los pantalones, justo en el momento en que la mujer habló de nuevo. “Espérame dentro de la casa”
En un santiamén, el hombre desapareció del lugar. La mujer pareció tomarse unos segundos para calmarse. Cuando lo hubo logrado, se dirigió con paso lento hacia la bañera de la cual Kagome todavía no emergía. Miró hacia el fondo de la misma. La luz de las velas no era suficiente para distinguir bien a la persona que yacía dentro. La chica estaba inmóvil. Por un momento, el enojo de la mujer se disipó para dar paso a un súbito miedo ¿Qué tal si se había ahogado?
Rápidamente, introdujo las manos en el agua para sacar a la joven. Kagome se espantó, se incorporó velozmente escupiendo agua y tosiendo. La mujer dio un suspiro de alivió, pero al comprobar que la chica se encontraba bien, su irritación volvió con mayor fuerza.
“¡Vístete ahora mismo!”
Kagome oyó las palabras, pero no las entendió. Estaba ocupada tratando de recuperar el aliento. En medio de su angustia no le importó estar a punto de ahogarse, pero ahora que sentía a sus pulmones llenándose del preciado aire, se preguntó como podía haber sido tan descuidada. En eso ocupaba su mente, pero la insistencia de la mujer a su lado, la hizo volver al presente. Enfocó sus ojos para poder ver a quien le hablaba, lo que no le costó mucho, pues tenía el rostro de la otra mujer muy cerca. Era muy bonita, tal vez de la edad de su propia madre. Seguramente, esos rasgos suaves y bien delineados producían deleite al ser observados en situaciones normales.
Pero esa no era una situación normal.
Kagome sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo a pesar de estar dentro del agua que aún conservaba su calor. La mujer no se percató de la reacción de la chica, no es que le importara, pero estaba demasiado molesta como para pensar racionalmente.
“¡Dije que salgas de la bañera y te vistas!”
Kagome sabía que debía obedecer, pero no se atrevía a levantarse. Las únicas personas que la habían visto sin ropa - a parte de su madre, cuando era más chica - habían sido su criada, quien la ayudaba con su ropa y a bañarse y uno de los médicos reales, en una sola ocasión. No conocía a esta mujer. Además, le inspiraba miedo.
Trató de disculparse y razonar con ella, pero la mujer no la dejó siquiera abrir la boca.
“¿Qué te pasa? ¿Eres retardada o algo así?”
Eso sí le ayudó a recuperar la voz “¡Claro que no!” Su voz salió con más fuerza de la que había pensado.
La mujer levantó una ceja, nada impresionada con el arrebato de la joven “Entonces, ¿Por qué no haces lo que te digo?"
Kagome se debatió en como contestar. Su sentido común le decía que no debía hacer enojar a esta señora más de lo que ya estaba, pero. . . realmente sentía mucha vergüenza.
“Mi vestido está inservible” consiguió decir en un hilo de voz.
Observó como la mujer cerró los ojos, exasperada. “Te traeré uno de los míos” Dijo.
En cuanto dejó la habitación, Kagome se las arregló para salir de la tina sin provocarse daños serios, pero dada su falta de habilidad para moverse por si sola sobre superficies resbaladizas, le tomó demasiado tiempo y para cuando tenía sus pies bien plantados en el piso, la extraña mujer ya había vuelto.
Kagome resopló mientras trataba de cubrirse lo mejor posible con su ropa interior. Había tenido la esperanza de que en el tiempo en que la señora estuviera fuera, ella habría podido escapar y evitarse el bochorno de discutir las razones por las que se encontraba sin ropa dentro de una propiedad ajena.
La mujer no había cambiado su estado de ánimo. De forma poco amable le exigió a Kagome que se vistiera frente a ella. La chica no tuvo más opción que hacer lo que se le decía.
El vestido que la señora le había proporcionado era de una hechura más simple que el que traía puesto. Las campesinas necesitaban toda la movilidad que pudieran obtener, por lo que sus ropas tenían cortes sencillos, sin revuelos o capas extras de tela debajo de la falda, pero lo que más llamó la atención de Kagome fue que, al cerrar los lacillos en el frente, no sintió la opresión en el pecho que todos los vestidos que había utilizado hasta ese momento le habían provocado.
Es fácil respirar con esto puesto
“Vamos” Habló la señora, guiando el camino hacia fuera del cuarto de baño.
Kagome dudó en seguirla unos segundos, pero entonces la mujer volvió a verla con una mirada endurecida que hizo a sus piernas moverse por sí solas, pero cuando ya casi estaba afuera, recordó su anillo. Pidiéndole un momento a su `anfitriona' volvió adentro rápidamente a buscarlo. La mujer la miraba con curiosidad desde el umbral, pero estando Kagome de espaldas a ella, no pudo ver lo que guardó dentro de la blusa de su vestido.
¿Qué voy a hacer ahora? Seguramente me van a acusar de ladrona por haber entrado sin permiso Pensó Kagome cuando ya se dirigían a la casa Podría decirles que soy una de las hijas del Rey. Tendrían que creerme, tengo el anillo para corroborarlo, pero. . . entonces podrían dar aviso a Palacio y tendría que volver Con cada pensamiento, su ánimo iba disminuyendo. No sabía las verdaderas intenciones de la mujer que caminaba con paso lento pero seguro en frente de ella.
Kagome escuchó un relincho, volvió su rostro para ver a una figura que se dirigía hacia ellas sosteniendo por las riendas un caballo enorme. Era una persona alta y esbelta, llevaba el cabello largo y se movía con elegancia. Por un momento, Kagome pensó que se trataba de una mujer, pero las ropas que llevaba decían lo contrario. Estaba muy oscuro y no podía ver bien a la persona, pero no quedó dudas de su género en cuanto habló.
“¿Sucede algo?” Era una voz profunda, muy varonil. Kagome deseaba que hubiera un poco de luz para poder ver el rostro que acompañaba a esa voz y comprobar si el hombre frente a ella era tan hermoso como se oía.
La mujer no contestó a la pregunta hecha por el extraño, en lugar de eso, le ordenó “Ve a buscar al ministro” Cuando pareció que el hombre iba a cuestionarla, ella rápidamente lo cortó “Te explicaré después. Ve ahora”
Sin pronunciar una palabra más, el hombre monto su caballo y se marchó por donde había venido. Kagome se quedo parada unos momentos apreciando la gracia de los movimientos del extraño y otra vez lamentó la poca visibilidad del entorno. No pudo seguir considerando su mala suerte, por que una vez más su acompañante la distrajo señalándole que debía entrar a la casa con ella.
La estancia no era muy grande. Era un espacio cuadrado alumbrado por unas cuantas velas con dos puertas al fondo, a la izquierda estaba el área de la cocina, que constaba simplemente de una mesita con una variedad de trastos encima y la chimenea, que era la fuente principal de iluminación y de donde colgaba un recipiente. Y en el centro de la habitación y abarcando casi todo el espacio disponible había una mesa grande con varias sillas alrededor y sentado en una de las sillas y más rojo que un tomate, se hallaba el `encapuchado'.
Aunque no traía puesta la capucha, Kagome no podía distinguir bien las facciones del hombre. No estaba segura si el rojo de su cara era algo natural o un efecto del resplandor del fuego que no estaba muy lejos. El tipo parecía estar rogando a la tierra que se lo tragara y la mujer a su lado, parecía, si fuera posible, más furiosa, aunque Kagome pudo ver algo en su expresión que se parecía a la decepción. De pronto Kagome sintió pánico por la posibilidad de que el disgusto de la mujer no fuera por que ella entró sin permiso a su casa, sino que por que se había encontrado asolas con el tipo que actualmente estaba maldiciendo por lo bajo.
¿Qué tal si es su esposo? Aunque la infidelidad era algo de lo que ella oía constantemente en el cuarto de costura de Palacio, ella sabía que las cortesanas también eran muy cuidadosas de no ser descubiertas, pues el precio a pagar era muy alto. Sus maridos podían divorciarse de ellas quitándoles absolutamente todo y dejándolas en la calle sin siquiera ropa encima. Aunque, en este caso, se podría decir que el infiel era el marido, por lo que tal vez no tenía que preocuparse demasiado.
¿Qué puede hacer su mujer? ¿No servirle la cena? Suprimió su deseo de reírse a carcajadas ¿Qué me pasa? Este no es momento de reír. Deben ser los nervios.
Kagome tomó aire para hablar. Planeaba disculparse con la señora por haber visto a su esposo en el estado en que lo vio, pero el `encapuchado' se le adelantó, cortando de tajo su disculpa y tirando al suelo sus suposiciones.
“Mamá, te lo juro ¡No es mi culpa!”
Kagome casi se fue de espaldas. ¿Mamá? No es posible. Ella aún es joven y él hasta canas tiene. Pero el hombre, al que ella reconocía solo por el `encapuchado', continuó hablándole a su `mamá' relatándole como él había estado preparando su baño y luego entró a la casa para buscar un cambio de ropa limpia y al regresar al cuarto de baño se encontró a una extraña en la tina y esa extraña comenzó a gritar y como el grito parecía el de una urraca. . . y mientras Kagome lo oía, más se daba cuenta de que su impresión del tipo estaba incorrecta.
Su voz, aunque profunda, era aún joven - aspecto al que no prestó atención durante su viaje en la carreta - y sus ademanes, exagerados. En cierta forma le recordaban a los gestos que su hermanita hacía cada vez que quería convencer de algo a alguien. No cabía duda, el `encapuchado' era un hombre joven. Muy joven.
¿También es albino?
Kagome tuvo que dejar sus conjeturas a un lado cuando la voz de la madre sonó autoritaria, cortando eficazmente la tirada de palabras del joven.
“¡Basta! ¿Realmente piensas que voy a creerme que estabas asolas con una mujer sin tu consentimiento?”
El tipo pareció dudar, luego, abriendo los ojos esperanzadoramente contestó quedamente “¿Sí?”
La mujer se llevó una mano a los ojos y la mantuvo allí por largo rato, como queriendo calmar la corriente que sus pensamientos llevaban. Cuando hubo bajado la mano, miró a su hijo directo a los ojos. “Creí haberte educado con verdaderos valores y ahora tienes el descaro de mentirme en mi cara”
Kagome tragó grueso. La mujer estaba a punto de llorar lo que la hizo sentir como si hubiera cometido el pecado más grande del mundo y para colmo, la voz del hijo también había perdido su potencia “Mamá, yo nunca te he mentido”
Kagome sintió un perverso deseo de burlarse del hombre. El mismo tipo que hacía unas horas había amenazado de muerte a un pobre hombre, que había estado dispuesto a confrontar a los guardias de palacio y que en general le había dado la impresión de ser una persona dura, ahora parecía un cachorrito regañado frente a una simple mujer. Y entonces, notó una lágrima cayendo por la mejilla de la mujer a su lado y sus ganas de burlarse se convirtieron en un sentimiento de culpa mayor al que tuvo al principio.
No comprendía por que la mujer parecía tener una congoja tan terrible. Por lo que había escuchado, la mayoría de los representantes del sexo masculino no solo disfrutaban de tener más de una mujer a un tiempo, sino que hacían alarde de sus conquistas en público - las mujeres solo hacían alarde en privado - y aquí estaba una madre reprendiendo a su hijo ya grandecito por haberlo encontrado en compañía de una mujer.
Pero siendo una persona sensible, no pudo menos que compadecerse del malestar de la mujer y se apresuró a corroborar la historia del chico sentado a la mesa “Señora, lo que él dice es verdad” Habló en un tono estable, tal como sus profesores de lingüística le habían enseñado a dirigirse a alguien de prestigio “Yo solo voy de paso, lo del baño fue un accidente, tan solo necesito un lugar donde pasar la noche”
Satisfecha con su breve pero concisa explicación, Kagome no estaba preparada para la contestación que recibió.
“¿Y pensabas pagar el hospedaje con tu cuerpo?”
Ante tal pregunta, Kagome no estuvo segura de que sintió primero: Vergüenza por la alusión, disgusto por que alguien la creyera capaz de vender su cuerpo, desesperación por que al parecer, para la mujer frente a ella, la situación era muy delicada.
Kagome no tuvo tiempo para tratar de defenderse, pues el `encapuchado' decidió responder por ella, alzando la voz por primera vez frente a su madre “¡NO!”
“Ella no ha ofrecido nada a cambio de nada. Ni siquiera la había visto antes de esta noche y ¡No puedo creer que de verdad pienses que yo sería capaz de pedir algo como eso a cambio de hospitalidad! ¿Acaso no me conoces?”
“Creí que te conocía” La madre parecía cansada y el hijo desilusionado. Kagome no sabía que hacer. Dio miraditas nerviosas hacia la puerta tras de ella, calculando cuan rápido podía salir de la casa y desaparecer de la vista de estas personas para siempre. Pero la mujer, a parte de ser una madre estricta, parecía también ser bruja, por que en el momento en que Kagome trató de dar un paso atrás, ella la tomó del brazo y con un simple movimiento de cabeza le señaló que tomara asiento al lado de su hijo.
Kagome obedeció automáticamente. Con paso inseguro rodeó la mesa y se sentó en la silla más cercana a la del tipo, pero se aseguró de mantenerse a una distancia prudente. Él había demostrado ser muy civilizado con su madre pero dadas las circunstancias, con ella no sería igual.
Sabiamente, decidió mantenerse callada. Dejaría que esta familia ventilara sus problemas. La madre daría un sermón acerca de la falta de moralidad y sus repercusiones y el hijo prometería no volver a hacer nada similar, se abrazarían y reconciliaría y después él se escabulliría con alguna jovencita de la aldea a un rincón alejado en donde su madre no lo pudiera descubrir y Kagome podría seguir su viaje sin más contratiempos. Así que guardó silencio y esperó a ver que más tenía la madre que decir.
“Kaede y Kagura también los vieron. Dios sabe lo que estarán pensando”
“Yo hablaré con ellas y les explicaré” Trató de conciliar el chico “Son mujeres muy sensatas. Comprenderán”
“¿Ahora te parecen sensatas?”
“Mamá. . .”
“Te eduque para ser un hombre ecuánime ¿Qué te pasó?”
“Nada. No me pasó nada. No hice nada malo”
“¿Y tú?” La mujer se volvió hacia Kagome “¿No tienes dignidad? Hay formas decentes de ganarse la vida” Adiós a su plan de mantenerse al margen. Kagome sintió que su sangre comenzaba a calentarse. Ya era la segunda vez que la mujer la llamaba ramera.
“Yo tampoco hice nada malo” Contestó entre dientes “Es más, ningún hombre me ha puesto las manos encima nunca. Cualquier matrona lo podrá comprobar” El prospecto de permitir a un extraño verla de forma tan intima no le apetecía en lo más mínimo. Ya había sido bastante el bochorno de someterse a ese tipo de revisión luego que regresó de su estadía con Kouga. Pero no podía permitir que esa mujer continuara degradándola de esa forma.
La mujer meneó la cabeza “Siempre comienzan de alguna forma ¿No?” El tono no era de reproche, más parecía de comprensión “Soy conciente de las dificultades que mujeres solas como tu tienen que afrontar y sé que a veces parece que no hay salida, pero siempre hay una salida”
Para ese momento, la mujer ya se había sentado frente a ellos y miraba a Kagome de forma que la hacía querer disculparse de cualquier falta que se le estuviera atribuyendo, que la hacía sentir que ella realmente tenía la culpa de lo que fuera que estuviera pasando. En cierta forma le recordaba a su madre, pero a diferencia de Hiromi, esta mujer mostraba autoridad y firmeza aún en el más leve de los movimientos.
Si la situación hubiese sido diferente, Kagome la habría admirado por ese porte de superioridad que la distinguía. Nunca había visto a una mujer hablarle con esa fuerza a un hombre y mucho menos había visto a un hombre doblegarse ante una mujer de esa forma.
“Pero ya no tendrás que preocuparte de donde dormirás y que comerás. Y mucho menos tendrás que preocuparte de cómo pagarás por esas cosas” Ahora Kagome sí estaba confundida. Hacía unos momentos, la mujer le estaba hablando como si ella fuera una sucia cucaracha, luego se dirigió a ella con preocupación por su bienestar y finalmente, le hablaba con seguridad de que todo le iría bien.
Un rápido vistazo a su costado, le hizo entender que el `encapuchado' también estaba confundido, pero a diferencia de ella, él no había perdido la voz.
“¿A que te refieres? ¿Vas a contratarla para algo?”
“No” Contestó la mujer, volviendo su violeta mirada a su hijo. Una expresión indefinida en sus profundidades “Te vas a casar con ella”
Kagome se preguntó cuantas veces podía detenerse el tiempo en una sola noche. Sintió un frío helado recorrerle el cuerpo. Sus manos y sus pies le hormigueaban y su cabeza parecía estar flotando en el aire “¿Te vas a casar con ella?” Estaba buscando su voz para protestar. Ella iba a casarse con Kouga y solo con Kouga. Esta mujer estaba loca y se lo iba a hacer saber. Pero su voz no volvía. En cambio, su compañero de angustias no tenía ningún problema en su garganta.
“No. No no no no ¡No! ¡De ninguna manera! ¡Jamás!” Se había puesto de pie, retrocediendo hasta que la pared posterior detuvo su avance “No voy a casarme y menos con esa mujer” Señaló a Kagome en forma despectiva “Quien sabe de donde salió” Volvió ojos suplicantes a su madre “¿Qué tal si tiene lepra o algo peor?”
Kagome no pudo evitar sentirse ofendida por el evidente desprecio que el `encapuchado' sentía por ella. ¿Cómo podía estar tan disgustado? Era un pobre campesino que no merecía siquiera verla a los pies y aquí estaba, hablando de ella como si fuera un ser inmundo. Kouga la había llamado hermosa y perfecta, ¡Y él no la había visto sin ropa!
Cuando esos pensamientos terminaron de pasar por su mente, sintió vergüenza. Ser visa desnuda por un extraño no era algo de que gloriarse, todo lo contrario. Además, nadie en esa habitación sabía quien era ella en verdad. El hombre seguía enumerando todas las razones para no casarse con ella cuando la madre dejó caer su mano con fuerza sobre la mesa.
“¡Suficiente! Te eduqué para ser un hombre honorable y como un hombre honorable vas a actuar” El chico se calló de inmediato y entonces ella volvió sus ojos hacia Kagome “¿Me aseguras que eres virgen?”
Kagome tuvo toda la intención de gritar NO, pero siendo una mala mentirosa de nacimiento, la respuesta salió de sus labios sin consultar con su cerebro.
“Sí”
La mujer miró de nuevo a su hijo “¿Cómo puedo permitir que esta chica salga de esta casa como si nada después de lo sucedido en el cuarto de baño?” El muchacho parecía dispuesto a dar su opinión, pero la mujer no lo dejó “Puedo tratar de convencer a Kaede de que sea discreta y no divulgue lo que vio, pero guardarlo en secreto no hará que sea correcto”
Él abrió la boca para asegurar que no había nada que ocultar pero ella aún no había terminado “Estabas solo con una mujer pura y ambos estaban desnudos. Debes asumir tu responsabilidad. Aun será incorrecto lo que hiciste, pero el matrimonio le dará una semblanza de rectitud. Kaede y Kagura iban llegando cuando comenzaron los gritos. Les diré que ustedes estaban impacientes y que por eso apresuramos la boda sin invitar a nadie. Eso deberá ser suficiente para acallar cualquier rumor”
“Te olvidas del detalle de que aún no estamos casados” Señaló el muchacho.
“Envié a tu hermano por el ministro. Todos saben que Mushin no tiene el mejor sentido de orientación del mundo. Será incapaz de señalar la hora exacta en que se realizó la ceremonia”
“¿Cómo justificarás la presencia de ella aquí? Yo no venía solo de la ciudad y si alguien la vio llegar a la aldea por su cuenta, sospecharan” Era obvio que el chico estaba buscando un pretexto para disuadirla de su plan.
“¿Te vio alguien entrando a la aldea?” Preguntó con calma la mujer, mirando de nuevo a Kagome.
¡Sí! ¡Sí!, Todos los habitantes me vieron cuando entré gritando: ¡Soy una mujer libre! ¡Sin compromisos de ningún tipo! Kagome deseó con todas sus fuerzas ser capaz de declarar sus pensamientos en voz alta, pero su cerebro realmente no estaba cooperando “No”
Con una sonrisa de satisfacción, la mujer se volvió a su hijo, para explicar “La traías oculta en la carreta. Todos conocen tu temperamento y lo tímido que eres cuando se trata de mujeres. Preferiste mantenerla escondida hasta el último momento. Bankotsu sin duda te fastidiará durante semanas por no haberle contado de tus intenciones de tomar una mujer, pero no le parecerá demasiado extraño. Podrás decirle que fuiste a buscarla en el momento en que se separaron al llegar al mercado”
Kagome se sentía como si estuviera viendo una obra teatral con la que se identificaba profundamente pero de la cual no era parte en realidad. Esa mujer frente a ella estaba haciendo alarde de una mentalidad mucho más aguda de la que jamás había visto en todas las cortesanas juntas. Estaba armando un ardid sin posibilidades de falla, tomando en cuenta todas las circunstancias para alcanzar el fin que se proponía. Si no fuera su vida la pieza principal en la treta que se estaba gestando, realmente la habría aplaudido.
“¿No hay forma de convencerte de que estás equivocada en cuanto a mí?” Preguntó desilusionado el muchacho.
“Aún cuando sea verdad, fuiste descubierto en una posición comprometedora. Cuando mañana todos en la aldea te señalen como un inmoral que usa prostitutas ¿Qué les dirás? ¿Que fue un accidente? ¿Acaso te creerán?”
“Tu no me crees” Acusó él.
Por un segundo, en la mirada violeta de la madre se pudieron ver señales de remordimiento, pero desaparecieron inmediatamente. “No quiero que nadie en la aldea te juzgue”
“¿No quieres que me juzguen a mí? O ¿No quieres que te juzguen a ti?”
Una emoción muy diferente se abrió paso en las bellas facciones de la mujer. Kagome no supo discernir que, pero fue algo tan fuerte que su hijo bajó la mirada de inmediato y musitó una leve disculpa, entonces, la madre dirigió sus palabras a Kagome “En esta aldea nos regimos por valores morales muy altos. Ninguna mujer u hombre pueden estar a solas, de la forma que ustedes dos estuvieron, sin estar casados. Las mujeres que estaban conmigo cuando los descubrí, están obligadas a reportar el suceso al Consejo de Ancianos. El castigo por tal falta, es ser expulsado de la aldea de forma definitiva. Si te dejo ir, estaría condenando a mi hijo a ser relegado como una paria, y eso no va a suceder”
“Señora, no ha sido mi intención crear problemas. . .”
“Ya es tarde para eso”
El tono de la mujer no dejaba lugar a discusión, pero Kagome no iba a darse por vencida “¡No puedo casarme con su hijo!”
“¿Por que no? Dices que eres virgen, y eso significa que eres soltera y por la condición de tus ropas y el hecho de que entraste sin permiso a mi casa, deduzco que no tienes hogar o familia ¿Me equivoco? ¿Hay alguien esperándote en algún lugar?”
Kagome pensó que era el momento de revelar su identidad. Si lo hacía, toda esta absurda discusión se terminaría y tanto madre como hijo se verían obligados a disculparse. Les exigiría el mejor lugar que tuvieran para pasar la noche, y por la mañana demandaría un caballo y una escolta que la llevara hasta Tarus y finalmente lograría su objetivo. Solo había un problema. Ella conocía muy bien la eficiencia de Hojou. El comandante enviaría a todo su regimiento en busca de ella y para la clase de jinetes que estaban a su disposición esta aldea sería de las primeras en ser revisadas, si no era en el transcurso de la noche, sería temprano por la mañana.
Podía pedirles a estas personas que mintieran, que dijeran que nunca la habían visto. Solo había un inconveniente con esto último: no sabía si estos aldeanos estarían dispuestos a cubrirla. Además si eran descubiertos en la mentira, la Guardia Real podía acusarlos de traición y condenarlos a muerte en el mismo momento.
No. Eso no.
Tal vez estaba suponiendo más allá de lo que realmente podía suceder, pero luego de que pasara por su mente la posibilidad de que estas personas pagaran con su vida la libertad que ella tanto ansiaba, se sintió terriblemente mal. Pensó en los pobres soldados que serían señalados como responsables por su desaparición. ¿Cuál sería castigo al que los sometieron? Los guardias que había visto en el mercado mencionaron la decapitación como posible castigo si no la encontraban. ¡Cuánto más habrán tenido que enfrentar los soldados que estaban de turno cuando ella escapó!
No. No podía hacerlo. No podía revelar quien era ella en verdad. No podía cargar con la muerte de inocentes en su conciencia y de ninguna manera pensaba volver a Palacio. Ya vería la forma de salir de este embrollo.
Bajó la vista “No. No tengo a nadie” Contestó a la pregunta que le hiciera la mujer con calma, pero sin dejar de asombrarse de cómo esta vez sí pudo mentir.
“Entonces, está decidido”
El `encapuchado' estaba listo a continuar protestando. Aparentemente era capaz de continuar dándole vueltas a la discusión una y otra vez, pero ya no tuvo oportunidad. La puerta principal se abrió y por el umbral entró la figura que viera antes en la penumbra. Era casi tan alto como la misma puerta. Si las conversaciones sostenidas dentro de la casa no hubieran tirado al suelo los ánimos de Kagome, esta se habría lamentado una vez más de no poder bien al hombre por la falta de iluminación apropiada. Lo único que podía distinguirse en la penumbra, era el brillo de sus ojos, cuyo color parecía idéntico a las llamas anaranjadas que lanzaba el fogón de la cocina.
Tras de la alta figura, apareció una más corta y redonda. Mucho más corta y verdaderamente redonda. Las ropas no parecían diferir mucho entre los dos hombres, así que Kagome se asombró al escuchar a la señora de la casa llamarlo ministro. También sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Menos mal que en esta nación el divorcio es permitido.
Mientras Kagome se ocupaba en pedirle a Dios su perdón por lo que estaba por hacer, la madre le relataba al Ministro su petición, explicándole su versión de la relación que unía a los dos jóvenes. El Ministro no solo se tragó el cuento, sino que pareció más que encantado ante la noticia, repitiendo varias veces `sabía que entrarías en razón' al chico que, una y otra vez, golpeaba su frente contra la mesa frente a la cual estaba sentado.
El Ministro comenzó la ceremonia. Sentado en el lugar que ocupara la mujer antes, había tomado la mano del `novio' colocándola sobre la de la `novia'. Kagome luchó contra su impulso de retirar su apéndice y claramente sintió como el chico de al lado hacía su mejor esfuerzo para no cerrar en un puño su propia mano. Kagome cerró los ojos, pretendiendo estar en otro lugar, muy lejos de ahí y con una persona totalmente diferente a la que casi le metía las uñas en la mano.
No quería pensar en como había terminado en la misma situación de la que había luchado tanto por escapar.
“Inuyasha, ¿Aceptas a esta mujer como tu esposa?”
La pregunta la sobresaltó. Su intento por desconectarse de la realidad había sido un éxito, tanto que no entendía a quien le hablaban.
¿Quién es Inuyasha?
Automáticamente, la mano sobre la suya se tensó. Volvió su vista para mirar a su compañero en la desgracia. Desde su ángulo de visión, el perfil del muchacho era prácticamente una sombra, pero era obvio que sus ojos estaban fijos en el hombre frente a ellos.
Así que ese es su nombre
Como tardara mucho en contestar, la madre se aclaró la garganta. El chico volvió sus ojos hacia ella, quien estaba dándole una mirada muy significativa `si no contestas como te dije, te mato'
Sin regresar su mirada hacia su interlocutor, el muchacho asintió con un `sí' entre dientes.
Satisfecho con la respuesta, el rechoncho hombre dirigió su atención a Kagome “Y tú. . . ha. . . ¿Cuál es tu nombre?”
Todos, incluyendo a su vecino de silla, tornaron sus miradas hacia ella. ¿Puede esto ser más ridículo? Ni siquiera se molestaron en preguntar mi nombre antes “Kagome” Contestó tratando de fingir una sonrisa.
“Muy bien, Kagome ¿Aceptas a este hombre como tu esposo?”
¡NO! “Sí”
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A la mañana siguiente, Kagome se encontraba maldiciendo su destino, mientras contaba mentalmente todas las marcas y manchas que tenía la mesa frente a ella. Su `suegra se encontraba en la cocina preparando el desayuno de la familia.
Después de la `boda', el Ministro se había despedido, deseándoles a los recién casados una larga y dichosa vida juntos. Su cuñado le fue presentado formalmente, luego que la madre le relatara todos los detalles del arreglo que se acababa de suscitar. En cierta forma, Kagome se había sorprendido de que la mujer le dijera la verdad a su otro hijo.
Inuyasha había maldecido durante largo rato antes de ir hacia uno de los cuartos al fondo de la estancia y encerrarse dentro por el largo tiempo de diez minutos, luego de los cuales salió, se dirigió a la cocina, tomó un plato, se sirvió una generosa porción de guisado, volvió a su habitación y cerró la puerta de golpe.
Después que todo el drama se hubo calmado, Izayoi, su suegra, le indicó a Kagome que esa noche tendrían que compartir la habitación, pues no había en la casa un lugar apropiado para que los recién casados celebraran su noche de bodas. Internamente, Kagome daba brincos de alegría. No había compartido su habitación con nadie desde que Rin cumpliera siete años, pero, supuso que no sería demasiado desagradable.
Cuan equivocada estaba.
Dada la situación de sus nervios, dormir no era algo que iba a lograr con facilidad, sin embargo, los arreglos para dormir, volvieron la tarea imposible. No solo tendría que compartir la habitación, sino también la cama misma, la cual estaba diseñada para una sola persona. Kagome se preguntó brevemente en donde estaría el marido de su suegra, pero decidió guardar su curiosidad para después.
La cama no solo era chica, era sumamente incomoda y las sábanas realmente ásperas. No había ni la más mínima semblanza con su cama en Palacio, la cual era amplia, con colchón y almohadones de plumas, que siempre estaban adornados con las más finas sabanas hechas de lino y seda, suaves al tacto y delicadamente perfumadas con las esencias más exclusivas que el reino podía ofrecer. No es que las sábanas que Izayoi le había proporcionado olieran mal, simplemente no olían tan exquisitas como las que había en Palacio.
En fin, como toda buena princesa acostumbrada a la mayor comodidad, no pudo conciliar el sueño en toda la noche y cuando finalmente, parecía que las redes del sueño comenzaban a envolverla en su cálido abrazo, Izayoi se despertó y le dijo que ya era hora de levantarse. Kagome no obedeció, aún estaba muy oscuro y ella solo se levantaba cuando el sol ya había salido por completo. Lamentablemente, su suegra no conocía sus costumbres y ni le importaban, así que no tuvo más remedio que levantarse sin haber dormido un minuto siquiera.
Si al menos esa hubiera sido la peor parte de la mañana.
A los pocos momentos, su suegra le indicó que había que preparar el desayuno para sus hijos antes de que ellos despertaran. Kagome se horrorizó. En todos sus años de vida, el desayuno le había sido llevado a la cama y para empeorar las cosas, su mayor conocimiento en cuanto a la cocina, era como llegar a ella. Así que cuando Izayoi le pidió que rompiera unos huevos, eso fue lo que hizo. Literalmente. La mayor de las mujeres trató de convencerse de que la torpeza había sido originada por los nervios de la nueva esposa al estar cocinando frente a su suegra por lo que después de hacerla limpiar el desastre - cosa que tampoco hizo en forma satisfactoria - la envió a recoger más huevos al gallinero.
Izayoi tuvo que reconocer que verla corriendo alrededor de la casa en forma tan despavorida con tres gallinas detrás de ella, era una visión hilarante. Trató entonces de enviarla por leche y ni hablar de lo sucedido con la vaca.
Se hicieron más intentos y más fracasos se lograron. Finalmente, Izayoi decidió relevar a Kagome de la preparación del desayuno y la mandó a sentarse mientras su nuevo esposo despertaba.
Kagome aspiró con fuerza y se desplomó sobre la mesa. Y el sol apenas está saliendo, ¿Cómo voy a sobrevivir unas horas más?
Tenía que ser paciente hasta que pudiera hablar con su `esposo' a solas. Al parecer, no tendría que esperar mucho más, por que en ese momento, la puerta que conducía a la habitación de los muchachos, se abrió. Los ojos de Kagome, que hasta ese momento habían estado cerrados a causa de su cansancio por la falta de sueño, se abrieron desmesuradamente.
Habría que culpar a su falta de experiencia el haber pensado que Kouga era el único hombre que valía la pena en el mundo - aunque, aún entonces, lo consideraba el hombre más despampanante en la tierra conocida y por conocer - pero tenia que admitir, que la persona frente a ella, merecía ser vista.
Alto, atlético, elegante aún con su sencilla vestimenta de campesino, cabello largo y perfectamente peinado, piel ligeramente bronceada, rasgos faciales hermosamente delineados y sus ojos. Sus ojos eran dos lagunas doradas que brillaban con una intensidad que solo había visto en la corona de su padre cuando acababa de ser pulida. Aún su forma de pararse era casi perfecta. Me alegro de que al fin haya suficiente luz
Kagome no se percató de que se había quedado mirándolo, hasta que él hizo un leve gesto con la cabeza, acompañándolo con un sereno `buenos días'. Kagome volvió en sí misma, avergonzada de haber fijado su atención en otro hombre que no fuera Kouga y que además era su cuñado. Sí, Sesshoumaru era una verdadera belleza masculina, pero era el hermano mayor del autor de todas sus desgracias.
Ella estaba consciente de que no era justo culpar a Inuyasha, pero. . . bueno, tenía que culpar a alguien. Y como si hubiese sido convocado por sus pensamientos, el objeto de sus desdichas, también hizo su aparición, en alto contraste con su hermano mayor.
Desgarbado, con el cabello saliéndole en todas direcciones, bostezando tan fuertemente que fácilmente podría tragársela, con una mano frotándose los somnolientos ojos mientras que con la otra trataba de acomodarse lo mejor posible la camisa dentro de los exageradamente amplios pantalones. Finalmente podía ver bien al hombre al que había sido encadenada y este tenía toda la apariencia de un muchachito desaliñado.
En medio de la penumbra, había pensado que los hermanos eran albinos, pero se había equivocado. Tenían el cabello completamente blanco y aunque resultaba muy extraño en dos hombres tan jóvenes, ese detalle no disminuía la juventud que obviamente tenían.
Cuando el bostezo hubo terminado, dorados ojos se abrieron, encerrando su mirada en la de ella por varios segundos. Kagome notó como esos ojos, muy parecidos a los de su hermano pero que lucían tan fuera de lugar en su cara, se ensanchaban considerablemente, antes de entrecerrarse en dos delgadas líneas.
“Maldición. No fue una pesadilla” Musitó, mientras se dirigía a su lugar en la mesa y recostaba con fuerza su frente sobre la superficie.
“Buenos días, Inuyasha” Dijo la madre, tratando de motivar a su hijo a ser cortés.
“Si tu lo dices” Fue la contestación. Ni siquiera se molestó en mover un poco la cabeza.
Una mirada de preocupación se colocó en las facciones de la mujer “¿No dormiste bien?”
“No” Se quejó patéticamente el muchacho, y levantando un brazo, señaló en dirección a su hermano, sin mover su cabeza “Él me hostigó toda la noche”
“¿Llamas hostigar a mi preocupación por ti y tu nueva situación?”
“Preocupación mi. . .”
“¡Inuyasha!” Interrumpió efectivamente Izayoi “¿Olvidas que tu esposa está presente?”
Él continuó sin mover la cabeza, pero aún así contestó “No, pero créeme que lo estoy intentando”
Kagome arrugó la nariz con desagrado. ¿Por qué de todos los hombres del mundo, debió tocarle este?
La madre miró a su hijo con desaprobación y con un leve suspiro se dirigió a Kagome. “Tendrás que disculparlo. Generalmente se pone de mal humor cuando no duerme bien. . . y cuando no come bien y. . . No importa” sonrió levemente a forma de disculpa. Kagome tuvo una sensación de extrañeza. No era posible que la misma mujer que casi la crucifica la noche anterior fuera la misma que había sido tan paciente con ella durante su terrible desempeño en la cocina y que en general, estaba siendo tan amable.
Espero que esta gente no esté mal de la cabeza.
Sesshoumaru se aclaró la garganta para llamar la atención de su hermano, quien no movió ningún músculo “Aun cuando creas que mi interés en ti y tu esposa,” Kagome hizo una mueca ante el apelativo “es solo una farsa, considero importante hablar de los arreglos de vivienda que tendrás que hacer”
El muchacho, que se había sentado frente a ella, levantó la cabeza bruscamente y miró a su hermano en forma inquisitiva “¿De que hablas?”
Izayoi terminó de colocar los platos conteniendo huevos fritos y un trozo de queso frente a cada uno de ellos, grandes recipientes conteniendo leche recién ordeñada y varias hogazas de pan y satisfecha con su trabajo, se sentó junto a Kagome y frente a Sesshoumaru. Kagome notó con algo de sorpresa como el contenido de su plato era menos de la mitad del contenido en los platos de los hombres. ¿Cómo pueden comer tanto? Izayoi retomó la conversación, contestando la pregunta que su hijo menor hiciera “No puedes seguir viviendo bajo mi techo”
“¿Por qué?” Inuyasha parecía un tanto alarmado, pero eso no evitó que se metiera a la boca un enorme trozo de comida y lo pasara con un gran trago de leche.
“Por que estas casado, tonto”
“Hijo, no llames tonto a tu hermano”
“Discúlpame madre, no volveré a llamarlo tonto por que es más que tonto, es. . .”
“Ni se te ocurra terminar la frase” Amenazó levemente la madre.
Inuyasha ignoró a su hermano, la noticia de su cambio de domicilio era un poco más importante que una pelea, al menos, por el momento. “¿Es en serio? ¿Me tengo que ir?” Izayoi asintió con un leve movimiento de la cabeza, Sesshoumaru sonrió sardónicamente, Kagome le pidió a la tierra que la tragara. Como si necesitara más razones para sentirme culpable.
“Pero. . . me llevará semanas construir una cabaña” Se lamentó Inuyasha, el contenido de su plato casi desaparecido.
“Puedes usar la mía” Dos cabezas se volvieron rápidamente hacia Sesshoumaru.
“¿Estas seguro, hijo?” Izayoi parecía maravillada con la propuesta.
“¡No!” Inuyasha parecía disgustado con la propuesta “No necesito tu mugrosa cabaña, ya me las arreglaré”
“¿Podrías, por una vez, ser razonable?” Preguntó aburrido Sesshoumaru “No tengo planes de volver a usarla nunca y tú la necesitas, ¿O que? ¿Piensas poner a tu mujer a dormir a la intemperie?”
Por primera de vez, desde que saliera de su habitación, Inuyasha reconoció la presencia de Kagome “Eso es una buena opción”
Kagome entrecerró los ojos, pero recordándose que necesitaba estar en buenos términos con su `esposo', contuvo su lengua.
“¡Inuyasha!” Regañó la madre. Ahora que su plato estaba limpió, Inuyasha estaba libre para entrelazar sus brazos enfrente de su pecho, volviendo la cabeza al lado opuesto de sus acompañantes bufó.
“Mira ton. . . Inuyasha, aclaremos que no te la estoy regalando, te la venderé por una módica cantidad que podrás pagarme poco a poco”
“¿Módica? ¿Tú? Eres el más grande usurero que conozco”
“Muchachos, ya basta. Inuyasha, creo que es una gran oferta, la cabaña está muy bien construida. . .”
“Por supuesto que está muy bien construida, yo hice la mayor parte del trabajo”
“. . .Tiene una excelente ubicación. . .”
“No tan excelente, debería de estar al otro lado del pueblo”
“. . .Un buen acceso al centro de la aldea. . .”
“Para que los mocosos puedan llegar a fastidiar con más facilidad”
“. . .Y tu hermano te dará muy buen precio”
“Conociéndolo, me va a pedir mi alma”
“Por supuesto que no” Sonrió divertida Izayoi, para luego mirar a su hijo mayor en forma desafiante “Le darás un buen precio, ¿No es así, hijo?”
“Sí. . .”
A Kagome le pareció que Sesshoumaru tragó grueso y al notar el gesto burlón de Inuyasha confirmó que no fue su imaginación.
“Está decidido entonces” Aplaudió Izayoi. “En cuanto terminé el desayuno, iré a confirmar la noticia a los aldeanos” Inuyasha y Kagome hicieron un gran esfuerzo para no tornear sus ojos ante el entusiasmo de la mujer mayor “Ahora, a dar gracias por los alimentos”
En el proceso de tomarse las manos estaban, cuando notaron que el plato de Inuyasha estaba completamente limpio.
“¿Que?” Preguntó defensivo el muchacho al notar las miradas que su familia le dirigía “Nadie me dijo que tenía que esperar”
Todos menearon sus cabezas.
- - -
Luego del desayuno, Izayoi se fue a avisar a sus vecinos de la `feliz noticia' y Seshoumaru se dirigió a sus quehaceres en el plantío. Inuyasha trató de ir con él, pero le fue dicho que, dado su reciente matrimonio, sería excusado de sus labores por ese día para que pudiera instalar a su mujer en su nueva vivienda. Inuyasha hizo uso de un colorido conjunto de palabras que Kagome no creía haber escuchado antes, pero aún así, accedió a tener su `día libre'. Aunque en realidad, no tenía opción.
Salieron fuera de la casa e Inuyasha le hizo señas para que esperara un momento mientras él iba a recoger los implementos de limpieza que necesitarían para limpiar la otra casa. Kagome se ocupó en estudiar su entorno, notando cuan diferente lucía la aldea, ahora que era de día. El lugar chispeaba con la actividad de la gente que podía ver más abajo. Las casitas formaban un circulo grande, rodeado de bosque, se podía distinguir a un lado un sendero que se perdía entre los árboles, Kagome giro su cabeza en todas direcciones, buscando el camino principal, pero no lograba verlo desde su posición.
Tan concentrada estaba en su empeño, que no notó que algo rojo venía en dirección a ella a toda velocidad. Kagome no estaba preparada para la embestida, por lo que cayó al suelo de espaldas. Lanzó un grito de dolor y trató de incorporarse rápidamente, pero entonces, notó que tenía algo pesado sobre su abdomen que le impedía moverse. Iba a gritar pidiendo auxilio, y entonces, la cosa pesada habló. “¿Es cierto que te casaste con Inuyasha?”
Kagome levantó la vista para toparse con los ojos más verdes que había visto en su vida y esos ojos estaban colocados sobre una naricita respingada que a su vez se encontraba en medio de dos mejillas arreboladas que pedían a gritos `pellízcame'. Kagome contuvo el impulso de hacer precisamente eso, pero no por decisión propia, simplemente el chiquillo encima de ella no le permitía moverse.
“¿Es cierto? ¿Es cierto?” Insistió el pequeño, abriendo más sus hermosos ojos.
“Ah. . . pues. . .sí”
“¡¡¿¿POR QUÉ??!!”
“¿Qué?” Kagome no entendía la reacción del niño que todavía permanecía encima de ella. Parecía alarmado por su respuesta “¿De que hablas?”
“¿Por qué te casaste con Inuyasha?” El niño, de ocho o nueve años, levantó sus bracitos, haciendo gestos que expresaban, mejor que sus palabras, que la situación le parecía absurda “¡Mírate! Eres muy bonita e Inuyasha es un tonto”
Kagome estuvo a punto de reír ante la comparación que el pequeño hiciera, pero una irritada voz que venía de la dirección del granero la interrumpió “¿Qué dijiste, enano?”
El pequeño finalmente se movió de sobre Kagome y se paró de frente a Inuyasha, cruzando sus brazos frente a su pecho, declaró con firmeza y valentía “Dije que eres un TONTO, tonto. ¿O qué? ¿Acaso eres tan toooonto que no sabes lo que tonto significa?”
Inuyasha no se molestó en contestar, se abalanzó de inmediato sobre el pequeño, quien gritando un rápido `nos vemos luego' salió disparado con toda la velocidad que sus piernitas le permitían. Por un momento, Kagome realmente tuvo miedo de que Inuyasha lograra atrapar al niño.
“¡Eso es, enano! ¡Corre! ¡La próxima vez que te vea, te despellejaré vivo!”
Recogiendo los utensilios que había tirado al piso al tratar de apresar al niño, Inuyasha se dio la vuelta para dirigirse hacia su nuevo hogar, ignorando efectivamente a la mujer que aún yacía en el suelo, esperando que algún caballero se acercara a ayudarle. Mala suerte para ella que no había ninguno cerca.
Refunfuñando, Kagome se puso en pié siguiendo al desagradable hombre, aunque no estaba segura de que llamarlo hombre fuera el término apropiado Desagradable, agresivo, inmaduro ¡Bestia!
Siguieron un sendero que comenzaba detrás del granero, rodeando árboles hasta que llegaron cerca de un arroyó donde el sendero se bifurcaba. Tomaron el sendero de la derecha caminando solo unos cuantos pasos hasta que llegaron a la cabaña.
Kagome no sabía por que había tenido la ilusión de que la nueva casa sería mejor que la anterior. No solo era más pequeña, sino que también mostraba señales de abandono. Había telarañas en el portal y algunas tablas del piso estaban levantadas, y adentro no estaba mucho mejor. Era una simple estancia que tenía a un costado una puertecita que conectaba con el único dormitorio de la casa. El techo y los postigos iban a necesitar atención extra.
Kagome se quedó en la entrada, en tanto que Inuyasha inspeccionaba cuan resistentes estaban las fundaciones de la vivienda. Ella observó por un rato más, reuniendo el valor para hablar claramente con él. Iba a irse de la aldea pero no era tan orgullosa como para no reconocer que necesitaba ayuda y debía pedirla. Durante su larga noche de insomnio, había decidido que lo mejor era partir sin decirle a nadie quien era ella en verdad. Si la Guardia Real venía a preguntar más tarde, no habría ninguna persona que relacionara a la muy distinguida princesa Kagome con la sucia Kagome de la noche anterior.
“Tenemos que hablar”
Kagome esperó unos momentos a que Inuyasha reconociera su presencia, pero él parecía dispuesto a continuar ignorándola.
“¡Oye! Te estoy hablando” Aún, no le prestaba atención. Kagome rezongó en voz alta acerca de hombres irrespetuosos que ignoran a las damas cuando estas están tratando de hablar de cosas importantes, pero al ver como Inuyasha seguía dándole el trato del silencio, decidió ir de una vez al grano “Me iré de la aldea hoy mismo”
Inuyasha esta vez si prestó atención, volviendo sus ojos hacia ella y levantando una ceja inquisitivamente, dejando olvidado por el momento el tablón que estaba tratando de ajustar en la pared derecha de la casa.
“Sí” confirmó Kagome “Solo necesito que me proporciones un caballo, algo de provisiones y me digas hacia donde está la frontera con Tarus y desapareceré de tu vida para siempre”
Bien, lo había dicho. Contaba con que Inuyasha estuviera tan ansioso de deshacerse de ella como ella lo estaba de salir de ese lugar, por lo que no pudo menos que sorprenderse con la reacción que él mostró
“¿Es broma?”
“No. Me voy”
“No, no te vas” resolló él
“¿Por qué no?” Kagome ahora estaba confundida
“Por que eres mi esposa” Dijo él simplemente
“¡Ni siquiera te agrado!” Kagome puso sus brazos en jarras, frustrada de no estar recibiendo la respuesta que esperaba “¿No quieres que me vaya de tu vida?”
“Nada me haría más feliz” Admitió él
“¿Entonces?”
“Ya te lo dije, eres mi esposa”
“Bueno, sí, pero eso puede arreglarse” razonó Kagome
“¿Qué no escuchaste al ministro anoche? Esto es hasta que la muerte nos separe” Entonces Inuyasha le lanzó una mirada llena de desconfianza “Y que no se te ocurra ninguna idea rara, no vas a deshacerte de mi con facilidad, soy muy resistente”
Kagome entrecerró los ojos ante la alusión, no es que no hubiese considerado el asesinato, era simplemente que había otras formas de resolver estos asuntos sin recurrir al derramamiento de sangre “Me refería al divorcio” Tonto.
Esta vez, fue él quien entrecerró los ojos “Estas loca”
“El divorcio es perfectamente legal” Discutió ella
“Como diría mi mamá, que sea legal no significa que sea correcto”
Kagome iba a debatir esa lógica, pero el continuó hablando “Seguro estas sorda. Mamá te dijo ayer que nos regimos por altos valores morales. Nosotros no practicamos el divorcio”
Kagome comenzó a sentirse acorralada. La actuación de Izayoi la noche anterior le había parecido totalmente exagerada, y estaba segura de que Inuyasha había accedido a sus demandas por la misma razón que ella lo había hecho: para hacer callar a la mujer. Había tenido la esperanza de que habando a solas con Inuyasha pudieran llegar a un acuerdo pero estaba cayendo en la cuenta de que el hijo tenía la mente tan cerrada como la madre.
“Entonces, simplemente me iré. Puedes decirle a Izayoi que yo me escapé cuando estabas distraído” Decidió usar una táctica diferente para convencerlo.
“¿Y quedar como un imbécil que no es capaz de controlar lo que pasa en su casa? Olvídalo”
“Voy a irme” Afirmó ella, decidida “Tomaré un caballo y me iré. Jamás volveré por estos rumbos”
Inuyasha comenzó a caminar hacia ella y de repente, ya no era el muchachito desaliñado que peleaba con su hermano y accedía a todas las peticiones de su madre. Ahora era el mismo hombre que había visto en el mercado: Grande y salvaje. Kagome sintió un miedo repentino, se había convencido de que Inuyasha era inofensivo y que el suceso del mercado había sido una excepción, pero había sido otra más de sus equivocaciones. Dio unos pasos hacia tras hasta que chocó con el umbral de la puerta.
Inuyasha estiró su largo brazo para cerrar la puerta, encarcelándola dentro. Entonces, estando directamente frente a ella, volvió a hablar “Si miramos con malos ojos el divorcio ¿Qué tan mal crees que veamos el robo?”
Kagome se vio obligada a doblar el cuello para poder verlo a la cara. Su temor comenzaba a disiparse, quedando solo una leve desconfianza de lo que él sería capaz de hacer. Lo miró a los ojos y la firmeza en ellos, en lugar de intimidarla hicieron que el fuego en los suyos propios se encendiera. No iba a dejarse doblegar. Había venido de muy lejos y pasado por muchas cosas como para dejar que un campesino la hiciera sentir menos.
Al ver la reacción en su rostro, Inuyasha sonrió para sus adentros. Eran muy pocos hombres los que se atrevían a oponérsele y esta chica frente a él, pequeña, delgada, frágil, lo miraba con un brío que solo había visto en unos cuantos - el enano de antes no contaba, se refugiaba en el hecho de ser todavía un mocoso y de que todas las mujeres de la aldea lo defendieran - Como sea, a él en realidad no le interesaba que ella se quedara, simplemente quería vengarse del mar rato que lo hizo pasar frente a su madre, la única persona cuya opinión sí significaba algo para él.
“Además” Continuó él, bajando un poco la voz, con el fin de oírse mas amenazante “¿Qué tan lejos crees que llegarías? Criamos excelentes caballos, pero tienes que saber como tratarlos para que respondan bien, y tu. . .” Hizo una pausa para verla de pies a cabeza en forma desdeñosa “Tu no pareces tener lo necesario para montar un buen caballo” Vio los ojos de ella encenderse más con el último comentario, así que decidió agregar leña al fuego “¿Un burro? No, ni siquiera eso”
“¡Óveme tú!” Siseó Kagome, levantando un dedo.
Inuyasha tomó el dedo y lo bajó hasta su posición inicial, bajando su cabeza hasta el nivel de la de ella, quedando nariz contra nariz “Tú óveme” Siseó él a su vez “Después de lo de anoche, mi mamá tiene una mala opinión de mí. No dejaré que pongas más vergüenza sobre mi cabeza”
Kagome estaba pensando en una forma de responder, cuando lo vio hacer algo que hasta entonces no había hecho, sonreír. Pero no era una sonrisa placida. Para nada. Más parecía una mueca de burla mezclada con un aire de superioridad. Él dejó pasar unos segundos más, mientras estudiaba las facciones de la joven mujer que tenía en frente y tornando su rostro aún más serio que antes, él finalizó.
“Tu nos metiste en esto, así que te aguantas”
- - -
N/A: Este capítulo si me quedó algo grande, espero que les haya gustado y picado un poco más la curiosidad.
Podrán pensar que Izayoi fue muy exagerada al obligar a su hijo a casarse con una mujer de la que nadie sabe nada, pero tiene sus razones para ser tan moralmente estricta.
Y para los que tengan interés, he actualizado mi perfil, poniendo un poquito de información acerca de mí y un resumen más explicativo de esta historia.
Tengo problemas con la descripción de lugares y personas, cualquier comentario que me pueda ayudar a mejorar esta área la agradeceré muchísimo, y, en general, díganme si les gustó o si no les gustó.
Criticas constructivas son bienvenidas,
Chao.