Ranma 1/2 Fan Fiction ❯ I don't want to believe in second chances ❯ Chapter 1

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I don't want to believe in second chances.
By Ishtar_Moon
 
 
Prologo
 
 
El corazón golpeaba furiosamente contra su pecho mientras sentía que el aire en sus pulmones quemaba y las piernas latían por el esfuerzo de estrecharse en una carrera desenfrenada cuesta arriba.
Akane no tenía tiempo para reparar en lo descabellado que se veía una muchacha de veinte, vestida con un traje chino de gala en rojo con un dragón bordado en oro a un costado como un tatuaje, corriendo a mas no poder con un par de getas negras talladas en una mano, y un celular en la otra. No había tiempo que perder. Y la gente que se hacia a un lado para dejarla pasar podía escuchar como una suplica las palabras que murmuraba.
 
“Por favor Dios déjame llegar a tiempo.”
 
El sudor empapaba su pecho, y a pesar de que le ardían las plantas de los pies no había manera de correr con un par de getas, y menos si pertenecían a su hermana Nabiki.
 
Subiendo otra escalinata más, o mas bien, saltándola de tres en tres, Akane logro atisbar los dos edificios altos que colindaban el uno con el otro a través de un puente levadizo. Sonriendo, y renovada con mas energía, Akane continuo su carrera hacia el hospital. Un par de cuadras mas y entraría por fin a la sala de emergencia. Le hecho un vistazo al reloj de su celular y contó cuarenta minutos desde que recibió la llamada. “Mierda, si no fuera por este estupido vestido hubiese hecho menos tiempo.”
 
Delante de ella se abría la avenida como una desembocadura. Era su suerte que fuera una de las avenidas más concurridas de Kyoto, con el semáforo más lento que alguien pudiese imaginar. Le iba a ser imposible cruzar la calle con ese tráfico, mientras que el tiempo le apremiaba, oprimiéndole el alma en un puño de angustias.
 
Sin tan siquiera esperar por que la señal de tráfico cambiase, Akane miro a su derecha e izquierda consecutivamente, y sin más pensarlo, se arrojo en medio, esquivando los carros que podía, saltando por encima de los capotes de los que no, y devolviendo uno que otro gesto a las groserías que le gritaban. Finalmente llego a la rotonda del hospital y sin perder la marcha se abrió camino hacia la sala de emergencia, donde agarro a una enfermera por los hombros y le pregunto donde quedaba Información.
 
“Doble justo a la derecha y siga recto.”
 
“Muchas gracias, y disculpe.” Le contesto Akane luego de soltarla, sintiéndose algo avergonzada por la brusquedad con que le había preguntado y emprendiendo su carrera otra vez.
 
“¡Señorita no puede entrar ahí sin zapatos!” le grito la enfermera. Akane solo le dedico medio segundo en el que se balanceaba en una pierna para ponerse las getas y continuar su marcha algo desnivelada.
 
Akane abrió las puertas de la sala de admisión de un golpe. La sala estaba llena de personas anónimas con rostros cansados. Detrás de un mostrador, atendiendo una llamada por teléfono estaba la recepcionista de turno; y detrás de ella se abría la sala de emergencia en un caos de médicos y enfermeras presurosos.
 
Akane se acerco al mostrador, sintiendo el golpe del cansancio por primera vez, y con el corazón prácticamente en la mano.
 
“Disculpe, señorita.” La mujer hizo un gesto de silencio y continúo escribiendo notas apresuradas en una agenda. Akane contó hasta cinco para controlar la ira que la estaba ahogando. Tenia que ponerse en el lugar de alguien que trabaja en una sala de emergencia; es difícil maniobrar el tráfico en un lugar como este cuando todo el mundo quiere resolver su problema primero. Sintiéndose más civil, espero por que la muchacha colgara el teléfono, gritara algo por encima del hombro a uno de los médicos y le prestara toda su atención.
 
“Siento mucho que tenga que esperar, pero hoy no es un buen día. Dígame en que puedo ayudarla.”
 
Tal vez fue el tono suave de la mujer, pero Akane sintió las lagrimas correr por las mejillas. No había tenido tiempo de pensar mucho en las circunstancias, como siempre, había actuado en un impulso, y ahora que la adrenalina la abandonaba y se veía sola en un hospital, los recuerdos de su madre fallecida le venían de golpe y por primera vez, desde que abandono la fiesta de gala de la escuela privada donde trabajaba, el peso de la repentina noticia le caía encima. Tenía miedo de preguntar. ¿Y si ya era demasiado tarde?
 
“Por favor señorita, se como se siente, creame, pero si no me dice en que puedo ayudarla…”
 
“Recibí una llamada.” Interrumpió Akane, mostrándole a la recepcionista el celular como si el aparato lo podría verificar. “De la policía. Dicen que fue un accidente pero no están seguros, lo encontraron tirado en una cuneta de la autopista, casi muerto…” Y las palabras le fallaron y el nudo que llevaba en la garganta se desato en lágrimas, y Akane ya no pudo más.
 
“Por favor dígame que esta bien.” Murmuro Akane sujetándose del mostrador para no caer al suelo. La recepcionista se compadeció de la pobre, que al juzgar como andaba vestida tenia que haber estado en alguna reunión importante. Y recibir este tipo de noticias.
 
“¿La policía le dijo que lo traerían a este hospital, verdad?” Akane asentó.
 
“Si hemos recibido unos cuantos accidentes esta noche, no se que demonios esta pasando en este país, le digo.”Continuo la mujer, mientras tecleaba con manos ágiles, buscando en el archivo de la computadora. “¿Muy bien, señorita..?”
 
“Tendo, Akane Tendo.”
 
“Señorita Tendo, dígame el nombre y el apellido de la persona que busca.”
 
Akane sintió un rayito de esperanza golpear su corazón, y acercándose a la recepcionista le contesto:
 
“Hibiki Ryoga.”
 
Akane no era persona de esperar, pero no tuvo de otra cuando la recepcionista le dijo que Hibiki Ryoga estaba en la sala de cuidados intensivos. Tuvieron que intervenirlo quirúrgicamente para cerrar la hemorragia interna y uno que otro termino medico que Akane no entendió, pero que sonaba a malas noticias a sus oídos.
 
En ese momento estaba sentada en la sala destinada para los parientes más cercanos de los pacientes. Al otro lado de la sala una mujer con sus dos niñas esperaban ansiosas, mientras que a su lado una pareja de ancianos se tomaban las manos en un gesto de apoyo emocional.
 
Akane sonrió para si, pensando que era una lastima que solo ella estaba allí, esperando por el. ¡No te me vayas a dar por vencido, me escuchas! No te atrevas a dejarme aquí. Pensó, y otra vez las lágrimas amenazaban con brotar, pero las contuvo, porque Ryoga no necesitaba lágrimas, sino ánimos para recuperarse, y además, se dijo mientras se peinaba los mechones cortos de su pelo azabache. De seguro se enfada consigo mismo por haberme hecho llorar. El muy tonto. Sonrió apoyando los codos sobre las rodillas; pensando que hubiese sido bueno tener a alguien que le sostuviera las manos mientras esperaba por los médicos, pero en lugar de eso, jugaba con el brazalete de piedras de volcán pulidas que le había regalado Ryoga hace algún tiempo cuando regreso de uno de sus viajes.
 
Ryoga. ¿Como fue posible que algo así hubiese pasado? Si era un poco despistado, y tenia la orientación de un elefante ciego, pero sus reflejos eran casi perfectos. No había manera posible de explicar como había sido atropellado de esa forma, y Akane no podía dejar de pensar que algo aun más complicado tenía que haber pasado. Pero el que, seguía comiéndole las entrañas sin dejar rastro ninguno.
 
Súbitamente, la melodía de Lai-Lai boy la saco de su ensueño estrepitosamente. Sobre el buró en medio de la sala había un cartel que decía explícitamente que no se permitían celulares, en su desesperación por llegar a tiempo se le olvido apagarlo y luego de sonreír apenada al enfermero a cargo de la sala salio al pasillo donde tomo la llamada.
 
“Si, si, por ahora todavía esta en observación. Vine tan pronto como recibí la noticia. No te preocupes no pienso irme hasta que no tenga noticias de el. No tienes que traerme nada, en serio, estoy bien. Te lo agradeceré eternamente. Hasta luego.”
 
Akane cerró el celular con un flip de la muñeca y recostó su cuerpo contra la pared. Sinceramente ella no estaba hecha para esperar, y si los hospitales tuvieran dojos en vez de capillas, ya habría emigrado como ave hacia los familiares pisos de madera con tal de quemar la ansiedad que le encendía el cuerpo.
 
Y es que hay muy poco que hacer cuando uno espera, y si ella fuera un poquito mas femenina hubiese encontrado consuelo en la telenovela que estaban dando en el televisor; y quizás todo en su vida fuera diferente, y no se sentiría tan sola.
 
“Pensar mucho no es tu estilo, mi niña.” Escucho una voz familiar a su lado. Akane se volteo al instante y se interno en los brazos abiertos de la abuela Summer.
 
“Vamos, vamos, que Ryoga esta hecho de piedra, ya veras como se recupera de esta y la añade a su lista de triunfos.” Le dijo mientras le acariciaba el pelo a la muchacha que sollozaba en su regazo.
 
“Algo bien curioso me paso cuando le pregunte a la recepcionista acerca de mi nieto.” Akane le dio una risita nerviosa; secándose las lagrimas con la palma de la mano.
 
“Me dijo que su prometida ya estaba esperando.”La abuela Summer la miro fijamente, y Akane bajo la cabeza avergonzada como cuando era chica y Kasumi, su hermana mayor, la amonestaba por andar corriendo a la par de los muchachos de la cuadra.
 
“Lo siento, pero era la única manera en la que me iban a dejar entrar.”
 
“No hay de que, niña.” Summer se acerco y le beso la frente. “Como no quisiera yo que fuera verdad.”
 
“No sabes cuanto lo siento.” Akane respondió en voz baja, dejándose guiar por la mano acogedora de Summer en su espalda. Hacia ya cinco años desde que dejo su natal Nerima para venir a vivir a Kyoto con su familia. Cinco años desde que perdió a su madre, cinco años que los había sobrellevado gracias al cariño incondicional de Ryoga quien por cosa del destino había parado en Kyoto en una de sus expediciones sin rumbo, y quien a pesar de ser un alma errante, de alguna manera siempre encontraba su camino hacia ella. Cinco años que permanece a mi lado y yo no puedo ofrecerle mas que ser su amiga.
 
“Niña, si en la vida uno pudiese escoger de quien se enamora, entonces no existirían los poemas, ni nada que valiese la pena leer.” Comento Summer como quien no quiere la cosa, pero sabiendo a fondo el amor profundo que le profesaba su nieto a la joven, y la pena de ella de no poder corresponderle como el se merece.
 
Pero no dolería tanto. Pensó Akane y ambas entraron a la sala de espera.
 
Ryoga dormía; o al menos Akane así lo quería imaginar. De esa manera podía ignorar las mangueras de oxigeno, y las maquinas que monitoreaban sus signos vitales.
 
La abuela Summer dormitaba en el sillón a su lado, mientras que Akane se había hecho un lugar en el quiso de la ventana, donde se podía ver las luces de Kyoto de noche. Le era imposible reconciliar el sueño. Los médicos habían dicho que habían tratado sus heridas más peligrosas. En esos momentos se encontraba bajo la influencia de la anestesia, pero ya estaba fuera de peligro.
 
Peligro inmediato, se rectifico Akane. Las posibilidades de que Ryoga despertara de su sueño en cualquier momento eran casi nulas. Su cuerpo necesitaba recuperarse, mientras su mente se deslizaba en un coma del cual nadie podía sacarlo. Habían casos de personas que despertaban en una semana, otros se pasaban meses y años. Akane recostó la frente contra el vidrio frío de la ventana.
 
Años, sin moverse, postrado a una cama, con maquinas alimentándolo.
 
“No lo pienses tanto niña.”
 
Akane se volteo hacia la abuela.
 
“Cuando el cuerpo descansa el alma sale a explorar, pero por muy lejos que vaya, siempre regresa.”
 
Akane se acerco a la cama, sentándose en una esquina del colchón.
 
“Pero mi nieto tiene un sentido de dirección tan malo que probablemente se pase siglos buscando su camino de regreso.” Continúo la abuela, sonriéndole a Ryoga, mientras le acariciaba el pelo. Siempre le maravillo que tan parecido era el a su abuelo. Bien formado, con hombros anchos, espalda fuerte, brazos poderosos y la fuerza de un toro, y sin embargo tan agradable de carácter y tan penoso con las mujeres.
 
Por un segundo su mano tembló ante la posibilidad de que su único nieto se fuera antes que ella.
 
Akane noto como los labios le temblaban a la abuela.
 
“Tienes toda la razón, abuela.” Dijo mientras se arrodillaba delante de la cama, sujetando la mano derecha de Ryoga en la suya y deslizando el brazalete de piedras en la muñeca de Ryoga. Le quedaba algo justo, y el cordel elástico con el que estaba hecha se estiro al máximo. Satisfecha con eso, Akane le beso la mano.
 
“Conociéndolo como lo conozco, Ryoga va a necesitar toda la ayuda que pueda. Solo espero que esto funcione.” Y mirando a Ryoga con fingido enojo lo señalo con un dedo. “Así que procura encontrar tu camino, o no te llevare al festival de verano como me lo pediste.”
 
Ajena a las dos y al cuerpo inmóvil en la cama, y con una expresión indescifrable en su rostro, Ryoga flotaba sobre la habitación.
 
 
 
 
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A.N: Los personajes de Ranma