Ranma 1/2 Fan Fiction ❯ I don't want to believe in second chances ❯ Añoranza ( Chapter 3 )

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A.N: Gracias por sus comentarios. Espero que disfruten este capitulo.
Disclaimer: Los personajes de Ranma ½ pertenecen a Rumiko Takahashi y demás asociados.


I don’t want to believe in second chances
By IshtarMoon

Capitulo 3. Añoranza

Eran las doce menos cuarto de la noche. La acera frente a la casa de los Tendos estaba desolada como de costumbre. La lámpara de la calle pestañeaba perezosa cada tres minutos exactos. Un maullido lejano acompañado por el eco cavernoso del resonar de un tanque de metal provenía, algo distante, de un entrecalle. Las hojas de un arbolete, con raíces como uñas encajadas en el suelo, se movían pesadamente, como si la noche añil, y su luna turca con una sola estrella le condensara las sombras.
Nada fuera de lo común. Era una típica noche de primavera.
La luz de la ventana del cuarto de Akane se encendió escurriéndose como manantial sobre el tejado del portal. Tras de la cortina, una sombra femenina se desnudaba confiada en la intimidad de su dominio.
Al otro lado del muro que cercaba el dojo de los Tendos, el arbolete gimió aliviado, como si un peso condensado en sus hojas se hubiese desvanecido bajo la luna turca de esa noche de primavera.

Cada mañana, con el tiritar de su reloj despertador, Akane abría los ojos a un techo estrellado, vestigio de los dueños anteriores de la nueva casa, y estrechaba su cuerpo a todo lo largo y ancho que le daba en una manera más felina que humana. Luego, se tornaba a su derecha o izquierda, dependiendo de que lado de la cama se encontrara esa mañana y se incorporaba perezosamente a sus pies, para luego caminar por inercia hacia el cuarto de baño donde se daba una ducha para espantar el polvillo de sueño que amenazaba con cerrarle los parpados. Acto seguido, y en el tiempo que le tomaba a Kasumi preparar el desayuno, Akane le daba unas vueltas al barrio en su ejercicio matutino.
Era una rutina que ella misma se había impuesto hacia muchos años atrás, cuando todavía era una chiquilla de primaria y aun vivía en Nerima. Para aquel entonces, el baño quedaba a la derecha, después del cuarto de Kasumi; y en más de una ocasión, Akane se encontró tropezando por las escaleras en plena madrugada porque la nueva casa de Kyoto tenia el baño a la izquierda del corredor y su mente en autopiloto no lo recordaba.
Fue toda una aventura aprender los quejidos y las peculiaridades de la nueva casa de Kyoto. Cuando los Tendos la compraron era una casita quejumbrosa construida en un lote abandonado que tenia por vecinos la clínica de un quiropráctico y una barbería de cuando los barberos eran dentistas.
Soun le mostró la casa a sus tres hijas acompañado de gran pompas y platillos. Kasumi dijo que era adorable. Nabiki propuso que era adorablemente ruinosa y Akane no tenia palabras para describir el tiradero de escombros que rodeaba su nuevo hogar, que mas que una casa parecía una choza de tablas carcomidas que se vería mas apropiada si estuviera perdida en algún monte. ¿Por este basurero habían cambiado la casa donde ella nació en Nerima?
“Bienvenido al vecindario.” Le saludo un viejo regordete que jugaba una partida de shogi contra un viejo de piel crujiente y ojos hundidos sobre una mesa improvisada hecha de una caja de madera boca abajo frente a la barbería. “Todos son muy amables por aquí, pero no se confíen mucho de los gatos. Malditos mugrosos siempre robándole el almuerzo a uno.”
Por el minuto mas largo de sus vidas, los cuatro Tendos se quedaron parados frente a la casa. Justo como los había abandonado el camión de la mudanza, rodeados de cajas con sus pertenencias, un par de maletas y mochilas al hombro. Kasumi con su mata de begonias favoritas, Nabiki con su laptop y Akane con su bokken al hombro.
Soun abrazo a sus hijas, dándole un par de besos pegajosos en la frente a cada una y las llevo en un tour privado por la casa y sus alrededores, donde, para sorpresa de la familia encontraron un mini templo abandonado sobre unas piedras mohosas en el patio trasero.
“¡Es Kyoto, donde quiera hay un templo!” Dijo Soun en un intento fallido de animar a sus hijas, quienes dándose por rendidas dieron la media vuelta y se dispusieron hacer lo mejor que podían con lo que tenían a la mano. Akane vento todas sus frustraciones en limpiar la entrada de escombros, mientras que Kasumi desempolvaba lo que parecían milenios de abandono dentro de la casa, y Nabiki tomo algo de su dinero reservado y desapareció toda la tarde para regresar casi en la noche acompañada de un muchacho con un camioneta quien se llevo todo lo que Akane había amontonado en una esquina del patio y que prometió regresar en la mañana para acordar los detalles de la remodelación y la construcción de un dojo en el espacio vacante.
Por lo que les pareció una eternidad, los Tendos vivieron junto con la brigada de construcción que venia todas las mañanas y se marchaba en las tardes. En más de una ocasión Akane se despertaba aturdida por el ruido para encontrar que tenía que bajar por una soga al primer piso porque se había caído la escalera. O las veces que la brisa traicionera del otoño le volvía la carne de gallina cuando tomaba su ducha en un baño sin techo. Eso sin contar el incidente con la tubería del agua que mantuvo a toda la cuadra en guerra esperando por la pipa del agua; y las tantas veces que Kasumi le pedía la cocina prestada al joven doctor, dueño de la clínica privada, para conjurar un almuerzo rápido para los trabajadores y el resto de la familia. Eso sin contar la vez que un pedazo de teja callo sobre el pequeño templo, haciéndolo añicos y el cual freno todo avance ya que los constructores se rehusaban a trabajar a menos que un sacerdote viniese apaciguar al espíritu que moraba ahí.
Ese incidente termino con Akane y Nabiki contratando los servicios de un shaman que vivía cerca de ahí, y el cual Akane estaba segura era un estafador, y quien después de entrar en un dudoso transe acompañado por el olor repugnante de unos gajos desconocidos dijo que el espíritu estaba atado a ese lugar porque tenia que enmendar algo que hizo antes de que pudiese ser liberado. Al final, Soun decidió reconstruir el templo a su manera y luego de consultar los gastos con Nabiki, decidió recrear el jardín que tenían cuando vivían en Tokio, a una escala mucho más pequeña y plantar un altar en medio de la posa de los goldfish en honor al espíritu descarriado.
Para el tiempo que termino la remodelación de la casa, Kasumi ya se había casado con el Dr. Tofu, Nabiki se había graduado de la escuela de Derecho y Akane comenzaba su primer día como profesora de Educación Física en la escuela privada Furinkan.
Esa mañana no era distinta de las otras, y Akane se levanto a las seis menos cuarto para comenzar su rutina diaria. El problema estaba que usualmente su mente permanecía en un estado de reposo hasta que sus ejercicios terminaran y el día comenzara oficialmente una vez que llegase a la escuela. El hecho de que la terquedad de Ranma la seguía incluso en sueños, la tenia algo fuera de balance, por lo cual, cuando doblo la esquina un par de cuadras mas arriba de su casa, para atravesar el puente de madera antiguo que la llevaría al parque infantil cerca de la guardería, no noto el desnivel en uno de las tablas hasta que sintió el jalón de la gravedad al caer y el rasguño de la madera en su pierna; pero antes de que las tablas viejas cedieran bajo su peso, alguien la tomo por el torso, sosteniéndola para evitar que se moviera instintivamente y se dañara mas la pierna.
“¿Akane, esta bien? Dios, venia subiendo el puente y sentí a alguien corriendo. Fue una suerte que llegara antes de que fuera peor.” Instintivamente, Akane miro hacia arriba para toparse la nariz con el mentón de Ryoga.
“Hey, eres tu.”
“En donde traes la cabeza mujer, se supone que el despistado sea yo, no tu.” Ryoga le reprimió, pero a pesar de su tono grave, sus manos estaban frías donde rozaban la piel de Akane. Sin perder un minuto mas, Ryoga la alzo suavemente, cuidando de no rasgarle la pierna y una vez fuera de peligro, y con Akane balanceándose en su pierna izquierda, la alzo en sus brazos como a una novia y se encamino a la casa de los Tendos.
Ya habían pasado la tienda de antigüedades en el boulevard cuando Akane le miro de reojo y apunto a la dirección contraria a donde iban:
“Ryoga, corazón, mi casa esta para allá.”
“Ah, lo siento linda, el radar se me quedo en la mochila que deje en el parque.” Y porque Ryoga siempre aparecía cada vez que ella estaba en aprietos, Akane dejo a un lado el dolor de la pierna y su falta de dirección, y haciéndose un rinconcito en su pecho se dejo llevar por el de regreso.
“¡Ya llegue!” Llamo Akane desde el portón, mientras que Ryoga la dejaba incorporarse en su pierna sana, y dejaba caer la mochila que pasaron a recoger al parque, al suelo. Kasumi salio a recibirla, con su delantal de pollitos adaptado para abrazar su barriga y una sonrisa en los labios, pero al ver el estado de su hermana se llevo la mano a la boca horrorizada.
“¡Akane! ¿Qué fue lo que paso?” Antes la voz alarmante de la hermana mayor, el resto de la familia Tendo y el Doctor Tofu salieron a investigar, para encontrarse a la menor abrazada de la cintura de Ryoga, con una pata flamenca y la otra medio morada.
“Ah, no fue nada, solo metí la pata en un hueco.”

Ryoga jamás se había sentido tan desorientado en su vida como los treinta minutos que le tomo a la familia de Akane llorar, correr como gallinas sin cabeza, recordar que tenían un medico en la familia, cargarla a la fuerza hasta la clínica (Akane insistía que ella podía caminar) y forzarla a guardar reposo por el resto del día.
Mientras tanto, Nabiki, quien lo había fulminado con la vista, lo tomo del brazo y lo sentó en el comedor con una taza de te la cual Ryoga se rehusaba a tomar en caso de que fuera veneno.
En ese momento, Ryoga contaba los minutos que marcaba el reloj en la pared y se preguntaba si Akane estaba bien.
Después de varios gritos Akane dejo claro que ella podía llamar a la escuela y pedir el día libre por si misma sin la ayuda de su padre. Para consolar el corazón roto del señor Tendo, Kasumi se lo llevo a la cocina a pelar papas para el almuerzo.
Si bien Akane solía ser cándida y algo penosa para algunas cosas, verla enojarse era algo totalmente distinto. Nadie le creería que la misma muchacha delgada, que le llegaba a los hombros podía derretir rocas con un lancetazo de sus ojos.
Ryoga bajo la mirada, tratando de encubrir su rostro quemado por un rojo vivaz.
Por los mil demonios si que es irresistible cuando se enfada.
Suavemente, más bien como una caricia, una sonrisa abrió su cauce y Ryoga dejo escapar una risita divertida.
“Ah. ¿Encuentras algo interesante en el te, Ryoga?” El aludido dio un brinco azorado ante la súbita presencia del señor Tendo quien se sentó frente a el con una vasija plástica llena de papas a medio pelar y un cuchillo bien afilado en la mano.
Ryoga sintió su garganta resecarse y tomando la taza impulsivamente se la bebió de un trago; recordando, cuando no quedaba mas en el fondo que las hiervas, de que podía estar envenenado.
“Dice un viejo refrán, hijo mío, que el que solo se ríe de sus maldades se acuerda.” Continuo el señor Tendo, pelando una papa particularmente redonda; sacándole tiras y tiras, como si en sus manos tuviera la cabeza degollada de Ryoga y lo estuviera desollando para su propio entretenimiento.
Ryoga no pudo aguantar la risita nerviosa que brotaba de su garganta constipada.
“Tu no estarás riéndote de algo perverso. ¿Verdad Ryoga?”
“¡Papa!” Soun Tendo soltó la papa y el cuchillo de un tiro del susto que su hija menor le pego.
“¡Akane, no me asustes de esa manera que estoy pelando papas! ¿Quieres que me corte un dedo?”
“Deja de estar aterrorizando al pobre de Ryoga.”
“No lo estaba aterrorizando, tan solo estábamos intercambiando ideas. ¿Verdad, hijo?”
Ryoga, a quien la sangre se le había congelado en las venas en el momento que el cuchillo casi le corta los testículos, no pudo más que balbucir algo indescifrable. Akane le raspo un cocotazo a su padre y abriéndose paso con las nuevas muletas se encamino hacia la nave izquierda donde el dojo estaba, asiéndole a Ryoga un ademán para que la siguiera, el cual el muchacho lo tomo sin chistar, no sin antes despedirse de Soun con una reverencia.
Soun se inclino sobre la mesa y tomo el cuchillo de vuelta. Examino la punta inusualmente filosa y chasqueo los dedos. Había estado así de cerca.
“Creí que querías a Hibiki como tu nuevo yerno.” Comento Nabiki, entrando a la sala, sentándose a su lado y examinando el triste pedazo de papa que se suponía fuese el almuerzo. Apenas llegaba al tamaño de una moneda.
“De todos los candidatos el mas aceptable es Ryoga.”
“¿Entonces por que azorarlo de esa manera?”
“¡Cuando se trata de mi niña ni siquiera un buen artista marcial se saldrá con la suya!”
“¿Esto tiene que ver con tu plan de que Akane no te mande a un hogar de ancianos en tu vejes cierto? ¿Es el viejo truco de infundar miedo antes de ser abandonado?” Soun se vio victima de una tos crónica. Nabiki alzo una ceja desdeña.
Una brisita matutina hizo tiritar el sonajero que colgaba del techo. Ambos miraron al estanque de los goldfish al unísono.
“¿Sabes papa?” Comento Nabiki ensimismada en recuerdos. “Por mucho tiempo creí que solo había una persona capaz de heredar la escuela de Estilo Libre.” Soun dejo escapar un suspiro, mientras recogía las papas de la mesa.
“La enseñanza principal de la escuela es captar, asimilar y adaptar. Lamentablemente no siempre te sirve para la vida. Aparentemente los maestros del arte son los primeros en ignorar esa regla.”

Akane refunfuñaba para si misma durante toda la trayectoria hacia el dojo. Explicarle al jefe de departamento la razón por la cual no iba asistir ese día fue bastante fácil, pensando que solo tenia que llevar varios papeles médicos que justificaran su ausencia. Donde encontró la resistencia fue cuando llamo a Shinnosuke para cancelar su cita esa tarde en el parque Shosei-en. Al principio del relato todo estaba bien. Shinnosuke se mostró preocupado por la herida y le ofreció toda su ayuda, hasta el momento en el que Akane menciono a Ryoga, entonces la voz del profesor se torno distante.
“Akane, entre nosotros las cosas no están tan serias como para que te veas en la obligación de justificar tu ausencia.”
“¿De que demonios estas hablando? ¿Por que te mentiría?”
“Hace ya un par de meses desde que tu amigo se fue en uno de sus viajes, es lógico que quieras pasar la tarde con el.” Akane no podía creer lo que estaba oyendo, mirando el nuevo teléfono como si fuese el culpable del comportamiento irracional de Shinnosuke pregunto:
“Shinnosuke Kagami. ¿Por alguna casualidad estas celoso?” El silencio culpable le afirmo las dudas, y si eso no era suficiente, su corto: Que te mejores, era prueba irrevocable de que estaba en lo cierto.
Akane colgó sintiendo una mezcla irremediable de alegría porque le importaba al profesor y de ira por que no podía asimilar que Shinnosuke dudara de ella.
Por alto paso el hecho de que fuera del beso de ayer, entre ella y el profesor no había más que una danza indecisa, mientras que Ryoga tenía toda su devoción como amiga.
Por otro lado Shinnosuke Kagami apoyaba las manos contra la pared de la oficina donde había recibido la llamada, tratando por todos los medios de relajar su espalda encrespada ¿Celos dice ella?
Celos no eran nada comparados con la ulcera que le provocaba el solo pensar en Ryoga.

Ryoga siguió Akane en silencio. Leyendo desde afuera todos los gestos que la muchacha hacia inconscientemente. Ese puño que apretaba la muleta significaba que estaba enojada y no tenía nada que ver con el señor Tendo. El entrecejo fruncido y la mirada de águila le decían que el problema involucraba a una persona, especialmente alguien del sexo opuesto.
Ryoga apresuro el paso y se adelanto, dando la vuelta y caminando de espaldas para verle el rostro. Akane le hecho un vistazo inquisidora, pero retorno a sus pensamientos.
Ryoga regreso a su lado aliviado. No estaba molesta con el.
Eso solo indicaba a un posible culpable, y ese era el profesito de pacotilla. Cruzando los brazos detrás de la nuca, Ryoga sonrió complacido. Ya era hora que la sanguijuela esa se metiera en problemas.
A pesar de que Ryoga había entendido que solo ocupaba el lugar de amigo en el corazón de Akane, eso no le impedía hacerle la vida un yogurt a Shinnosuke. Justo ayer mientras Ryoga jugaba una partida de football con unos tipos en un parque, se encontró con el profesor besando a Akane.
Tenía un perfecto gol, el portero no tenia calibre para aguantar una patada de Ryoga; lamentablemente el hizo un giro muy cerrado y la bola fue a parar a otro lado.
Después de eso, era cuestión de escabullirse silenciosamente. El hecho de que le había prometido Akane el no interferir no quería decir que se la iba a regalar en bandeja de plata.

“¡No entiendo a los hombres!” Farfullo Akane, sentándose en el piso de madera pulida del dojo. Ryoga la imito ayudándola con la muleta y poniendo uno de los cojines que tenían a un lado bajo su pierna extendida.
“¿Somos criaturas de la noche?” Le propuso este medio burlón. Akane le zumbo una palmada sin ganas que el esquivo con gran maestría, como parte de su ritual.
“No entiendo a Shinnosuke. Acepte ir a la reunión con el, nos vemos casi todas las tardes, creí que nos entendíamos y ahora me viene con estos celos baratos.”
Ryoga recogió las piernas y apoyo la barbilla en las rodillas. Odiaba tener que ponerse del lado del intruso, pero esos celos baratos era algo que el entendía muy bien.
“Akane, supón que Shinnosuke tiene una amiga al cual el quiere como a una hermana, pero quien no lo ve a el de la misma manera. Después de acordar contigo que pasarían la tarde juntos, de repente te llama, te cuenta una historia increíble acerca de cómo se partió la crisma contra la meseta de la cocina y que no podrá verte. Cuando tu le dices que vas a ir de inmediato a cuidarlo te dice muy campante que no hace falta ya que su mejor amiga, la cual el quiere como a una hermana, pero quien tu sabes no lo ve igual, se ha brindado para cuidarle.”
Akane le dio una patada, renuente a perder su batalla, aunque sabia que solo estaba comportándose como una chiquilla.
“Lo de la pierna no es un invento.”
“Tampoco lo es lo de la muy sexy amiga casi hermana.” Le contesto Ryoga, mirándola de lado y regalándole una de sus sonrisas encantadoras, que solo por tener esa tristeza acorralada en las esquinas las hacia mas seductoras. Luego, tomando el cojin por almohada, Ryoga se tendió en el suelo y prosiguió:
“Aunque no me agrade el tipo, tengo que admitir que si estuviera en su lugar también estaría celoso.”
Dándose por vencida, Akane siguió su ejemplo acostándose a su lado y suspiro.
“Mas tarde lo llamo y hago las pases.”
“Mas bien lo sobornas con chocolates hechos por Kasumi.” Y solo porque Akane ríe, Ryoga es capaz de ser el mejor hombre y abandonar sus celos.
“¿Ya le dijiste que tiene que ir y enfrentarse a Ranma si quiere que sea oficial?” En un rincón bien oscuro de su corazón, Ryoga se alegraba de que Ranma fuera la mula terca que es. Shinnosuke será un hombre de mundo, pero era totalmente mudo en el único idioma que Saotome conocía.
“No, el no sabe nada de mi compromiso con Ranma, ni de su mente medieval.” Ryoga, quien había visto desfilar un sinnúmero de pretendientes y candidatos a heredar la escuela de Estilo Libre se incorporo en un codo, obligándola a ser sincera con la mirada.
“Akane.”
Pero ella ignoro el tono de amonestación que el infundo en su nombre y se cubrió el rostro con el brazo.
“No Ryoga. No me pidas que le diga a Shinnosuke algo tan absurdo como eso.”
“Son absurdas las condiciones que Ranma puso, pero el papel es legal y si un día el te pide la mano en matrimonio.” Y eso lo dijo Ryoga ignorando la puñalada trapera en su alma. “¿Qué vas a decirle? ¿Qué no puedes, porque primero tiene que vencer al medieval de tu prometido legal?”
Akane se volteo furiosa hacia el, y por todo lo que Ryoga mas deseaba en el mundo, esas lagrimas frustradas que brotaban de sus ojos chocolates era lo ultimo que el quería ver en su vida.
“¿Por qué todo tiene que ser acerca de el? ¿Por qué? Dime. ¿Por qué demonios no me deja en paz?”
Ryoga se sentó, y la tomo en sus brazos. Besándole la corona de cabellos azulados y tratando de no pensar en la textura sedosa o el aroma de flores.
“Saotome es un rompecabezas difícil de descifrar. Tal vez tenga que ver con el hecho de que todos los pretendientes que tu padre te presentaba se los mandabas para probar fuerzas. En si esta situación es una prueba de terquedad entre ustedes dos, el que ceda primero gana, y por todo lo que se odian, tu y Saotome tienen mucho en común. Yo solo siento pena por los pobres diablos que terminan enredados.”
Akane permaneció tanto tiempo en silencio que Ryoga la creyó dormida en su regazo. Pero cuando finalmente hablo, su voz tenia un tono lejano.
“Es por eso que quiero terminar con todo esto. Incluso si al final de la jornada Shinnosuke no se queda conmigo. Ya nos hemos torturado por suficiente tiempo. Ya es hora de ambos dejemos todo esto atrás. Ya es hora de…” Pero lo que sea que Akane iba a decir se quedo atrapado en un bostezo inducido por las pastillas antinflamatorias que el doctor le había administrado.
Ryoga la cargo en sus brazos una vez que Akane dormía y camino de regreso a la casa, allí con la ayuda de Kasumi la llevo a su cuarto y la dejo sobre la cama donde la vio acurrucarse contra la almohada, buscando ese rinconcito confortable.
Por el minuto mas largo de su vida, Ryoga se le quedo mirando, mientras Kasumi le quitaba las medias y le untaba un ungüento casero sobre la pierna herida. Sabia que por ella daría la vida si tan solo significaba que se quedaría a su lado como amigos. Pero su amor por ella no lo hacia ciego a sus faltas.
Akane era tan testaruda y tan orgullosa como Ranma.
Esto tenia que terminar.
“Fue un gusto verte de nuevo Kasumi, pero será mejor que me marche ahora.”
“¿Tan pronto? ¿No vas a almorzar con nosotros?” Ryoga le sonrió y Kasumi se levanto de la cama donde había estado administrándole las medicinas a su hermana y se acerco a el tomándole las manos.
“Ryoga, no sabes lo mucho que te agradezco que siempre estés al lado de Akane.”
“No puedo evitarlo.” Le respondió Ryoga sabiendo que le era imposible mentirle a Kasumi. La mayor de las Tendos sabía cuantas veces Ryoga había intentado marcharse para siempre, y cuantas veces había fallado en el intento. Akane, inconscientemente, lograba traerlo de regreso; pero esta vez era diferente, y tal vez era por el embarazo que la hacia mas sensible a estas cosas, pero Kasumi tenia miedo de esta nueva sensación apremiante que apretaba su pecho en un puño.
Era un peso inexplicable que se apoderaba de ella. Como si jamás volvería a ver al muchacho de tez bronceada por el sol, con su cabello negro medianoche que ya necesitaba un buen corte y esos ojos tan profundamente verdes y tan profundamente tristes.
“Sabes que no importa lo que pase siempre eres bienvenido. Esta es tu casa, Ryoga.” El muchacho asentó conmovido y Kasumi hizo algo que jamás había hecho en todo el tiempo en el que se conocían. Se paro en puntillas y le dio un tierno beso de madre en la frente a Ryoga.
“Que no se te olvide el camino de regreso.”

Ya era mediodía cuando Ryoga se encamino hacia la estación de trenes de Kyoto. Por esta vez no iba a dejar que el destino interviniera en sus pasos y lo llevara a un lugar desconocido. En una mano traía el compás digital que Akane le regalo en su cumpleaños y la mochila al hombro. El compás era una maravilla de la tecnología que le decía como llegar a un lugar paso por paso. Usualmente Ryoga lo traía en caso de emergencias. Esta nueva misión así lo exigía. Así que mientras cruzaba la entrada de la estación, y pagaba por un boleto de ida a Tokyo, Ryoga seguía las instrucciones al pie de la letra.
Esta vez no había lugar para equivocaciones. Tenia que llegar a Tokyo cuanto antes.
Después de cinco años de ausencia se enfrentaría a Ranma por la libertad de Akane. En su corazón sabia que el era el único que tenia un chance de ganar contra Saotome.
Kyoto pasaba por su ventana a toda prisa. Ryoga apoyo la barbilla en una mano mientras miraba la ciudad desaparecer a sus espaldas.
Parte de el quería ver a Ranma. Saotome era el único con quien Ryoga podía poner en práctica las nuevas técnicas de combate que aprendió en sus viajes. No estaba seguro de cómo seria su bienvenida, pero algo si podía asegurar. Este encuentro tenia la base para ser una de las batallas mas reñidas que Ryoga recordaría por el resto de su vida.
Esta vez su sonrisa depredadora no tenía rastros de tristeza. Ningún profesor de Humanidades, ni ningún entrenador de pacotilla se le comparaba a Ranma.
“Al final es una pelea entre tu y yo. Como siempre tuvo que ser en primer lugar.”
En su horizonte, Tokyo se abría a su paso.